003; 𝐅𝐄𝐀𝐑
VENOM — Ashtray.
003; ¡MIEDO!
EL DESAGRADABLE sonido de mi despertador interrumpió mi fantástico sueño. La cabeza me dolía como la mierda, y me costó bastante recordar como había llegado hasta mi habitación.
Maddy, fiesta, bebidas, porros... ¿PORROS? ¿Había vuelto a recaer? Porros, Ashtray... ¿ASHTRAY?
—¿Qué cojones?— me pregunté a mí misma. —¿Ha sido Ash el que me ha traído?
Campo de fútbol, partido... ¡Ya me acuerdo! Ash me iba a llevar a casa al verme drogada, pero paramos a jugar "un partido". Él me trajo a casa sana y salva.
Me levanté de la cama con una sonrisilla al saber que Ash había tenido un buen gesto conmigo, no era muy común en el pelinegro. Me vestí con unos pantalones negros y un jersey blanco para ir al instituto.
—¿Ayer fuiste a algún lado?
La voz de mi madre me hizo sobresaltar. —Buenos días a ti también.
—Respóndeme.— se cruzó de brazos seria.
—¿Cuándo? ¿Ayer?— me hice la tonta ignorando el fuerte nudo que yacía en mi estómago.
—No, mañana.— respondió irónica.
Arrugué mi nariz algo confundida, ¿por qué sospecharía que fui a una fiesta? —No, claro que no.
—¿Segura?
—Sí.
—Bien.— finalizó la conversación indiferente. —Como yo me entere de que me has mentido, te vas a enterar.
Cerró la puerta de mi habitación y solté un duradero suspiro. Las amenazas de mi madre ya eran algo normal en mi vida, siempre había sido así.
Al terminar de vestirme, agarré mi móvil, el cual no había revisado desde anoche, y temblé al ver 5 mensajes de Christian que me había mandado ayer.
—Nathalia, no me jodas de que estás en una puñetera fiesta y no me has dicho nada.
—Te vas a enterar cuando te vea.
—Estás con un tío, ¿verdad que sí? Porque eso es lo que eres, una puta.
—Eso, tú sigue jugando a no contestarme, ya te arrepentirás.
—Puta perra, mañana vas a aprender.
Ahora mismo no sabéis quién es Christian, ¿verdad? Bueno, pues ahora os lo explico.
Este chico lo conocí en el instituto hace un año y medio. Enseguida agarramos confianza y pasamos a ser una especie de mejores amigos; nos veíamos muy a menudo. Las cosas se torcieron cuando un día cuando Christian me dijo que sentía cosas por mí, a lo que yo le respondí lo contrario, yo no sentía nada por él.
Él se entristeció y me amenazó de que iba a suicidarse por lo que yo le había dicho; me asusté bastante y tuve que empezar a salir con él, y aquí estamos, casi un año ya. Y cada día lo detesto más.
¿Sabéis de quién es hermano? ¿No? Bueno... ¿os suena el apellido Jacobs?
Tragué duro y le respondí.
—Perdón, estaba dormida. No fui a ninguna fiesta, sabes que nunca lo hago.
—Puta mentirosa, Mery me contó que te vio subirte al coche de un tal Ashtray y follártelo. Cuando te vea, me las vas a pagar; y ya lo sabes, ni una palabra de esto a nadie o lo pagarás muy caro.— escribió casi al instante.
Mis piernas temblaban a consecuencia del miedo, estaba harta de que siempre fuese así.
Llegué a la tienda de Fez encontrando al pelinegro en el mostrador aburrido.
—Buenos días.— saludé con una sonrisa de boca cerrada.
El joven como saludo levantó su mentón mientras me observaba. Agarré unas patatas y una botella de agua para luego acercarme al mostrador a pagar.
—Gracias.— dije. —Por ayudarme ayer a traerme a casa.
—Fue porque Rue me obligó.— respondió serio haciendo que dentro algo de mí doliera.
—Oh... sí, claro, lo imaginé. No te preocupes.— reí algo triste. —¿Estás bien?
—Oye, ¿no hay más tiendas en el pueblo? Siempre tienes que venir a esta, ¿no te das cuenta que molestas?
Me quedé en blanco ante su comentario, realmente no lo esperaba. Ash era frío, pero no solía ser así conmigo.
—¿Cuánto es?— traté de ignorarlo.
Miró las cosas durante unos segundos para luego contestar. —3 euros.
—Quédate el cambio.— finalicé al darle un billete de cinco euros y volvía a guardar mi monedero. —Gracias... adiós.
No obtuve ni una mísera respuesta por parte de él, el Ashtray de siempre había vuelto.
—Imbécil.— susurré sabiendo perfectamente que se había enterado.
—¿A quién esperas, tía?— la voz de Maddy me sobresaltó.
Relamí mis labios con la mirada fija en la entrada del instituto, la pelinegra y yo estábamos en las gradas de fuera. —A Mery, Mery Blanchet.
—¿A esa perra?— preguntó con una cara de asco. —¿Qué ha pasado?
Encendí mi vaper para darle varias caladas antes de contestar y luego pasárselo a Maddy y que ella hiciera lo mismo. —Le contó a Christian que yo ayer volví a casa en el coche de Ashtray.
—Joder, será guarra. ¿Y él qué te ha dicho?— me preguntó poniéndome algo nerviosa.
—Eso da igual, lo que me enfada es que lo haya contado como si yo le hubiese puesto los cuernos. Todo el puto mundo sabe que a Mery siempre le ha gustado Christian.
—Sí, a mí me lo contó una vez hace un año o algo así.— la pelinegra me tocó con su mano para avisarme de algo. —Mira, tía, ahí viene.
Me levanté mirándola fijamente, y con grandes zancadas me aproximé a la rubia.
—¡Hey, Mery!— saludé con entusiasmo falso. —¿Qué tal estás, guapa?
—Bastante bien, ¿y tú?— me sonrió tiernamente.
—¿Sí? ¿Bastante bien?— la imité. —Supongo que te quedaste a gusto después de darle el chivatazo ayer a Christian, ¿no?
Su cara se volvió de un tonto algo pálido que enseguida la delató. —No se de qué hablas, Nathalia...
—No pronuncies mi nombre como si tuvieras confianza conmigo, perra.— la amenacé comenzando a ser impaciente. —Le dijiste que me había subido al coche de Ash y...
—¡No! Yo no dije eso.— me interrumpió pero luego hice lo mismo.
—Déjame terminar.— calló enseguida. —Y por si fuera poco, luego te inventaste de que había mantenido relaciones con él.
La rubia se quedó callada, transmitiendo a través de sus ojos el mismo miedo que yo había sentido al ver los mensajes de Christian que había sido por su culpa. ¿Qué digo de mismo miedo? El miedo que Mery sentía no era ni una cuarta parte del que yo sentí.
—No te haces ni una idea de las consecuencias que eso tendrá, ¿verdad?— dije con mi voz comenzando a romperse. —No tienes ni idea de cómo es Christian.
—No te hagas la víctima, yo conté lo que vi.— respondió fríamente con una sonrisa en su rostro, había dado un cambio en su actitud.
—No, no digas mentiras. Sabes perfectamente que eso no es cierto.
—Ya, ¿pero a quién crees que creerán?— sonrió enseñando sus casi perfectos dientes.
—Pues a nosotras, perra.— intervino Maddy pasándome de nuevo mi vaper y yo darle varias caladas. —¿En serio crees que te creerán a ti? Míranos, ¡todos nos aman!
Reí ante el comentario de la pelinegra dándole la razón. Me acerqué a la rubia, y de un brusco empujón inesperado chocó con la pared que había detrás de ella.
Dejé mi vaper mi vaper de nuevo en la mano de la pelinegra, y el humo que tenía en mi boca se lo eché a Mery de golpe, haciéndole toser.
—Cariño, ¿no te das cuenta? Yo te creé a ti.— dije soltando unas carcajadas mientras presionaba sus hombros contra la pared cada vez más fuerte. —Eres tan patética que copiaste toda mi personalidad y estilo, ¡incluso te teñiste el pelo de rojo para parecer pelirroja como yo!
Abrió sus ojos como platos, y la pelinegra hizo lo mismo.
—Joder, eso es preocupante. Qué miedo, estás obsesionada.— dijo con asco Maddy mirando a la rubia.
—Y encima te gusta Christian, ¿verdad?— pregunté haciendo que ella negara. —Vamos, no mientas. A mí no me importa una mierda, por mí como si te lo quieres quedar tú.
La solté carcajeando ligeramente mientras me alejaba unos pasos de ella.
—Yo te creé; y eso significa que si yo caigo, te arrastro conmigo, perra.
Guardé silencio unos segundos para luego seguir.
—Hoy no, pero como vuelvas a difundir rumores falsos sobre mí, te mato, perra. Y por supuesto, no vuelvas a mencionar a Ashtray, no te imaginas las consecuencias que eso podría conllevar.— la amenacé mientras ella asentía con miedo. —Bien.
—Gracias, Dios.— susurró Mery con miedo al verme finalizar la conversación, haciéndome reír.
—No, cariño. Es "gracias, Nati".— le indiqué para dejarla allí con una sonrisa.
Me di la vuelta para irme con Maddy a casa, ya que ya había terminado el instituto.
—¿Estás bien?— me preguntó la pelinegra andando por las calles. —¿Crees que Christian se lo tomará bien?
—No, claro que no. Intentaré explicarle que todo era mentira, pero seguro que no me creerá. Él es así, ya me lo espero todo.
—Ya... Nate también es así, por algo son hermanos.— respondió algo triste.
—¿A ti también te...?— dejé caer en el aire sin ser capaz de terminar la frase.
Ella asintió algo dolida. —No es algo tan diario como lo tuyo y lo de Christian; pero sí que es verdad que Nate me ha levantado la mano un par de veces... ¿cómo es Christian? Quiero decir, ¿qué es lo que te hace?
—Bueno, siempre piensa que estoy con tíos y que hago cosas con ellos. ¿Sabes una cosa? Yo jamás he besado a Christian.
—¿No?— preguntó confundida.
—Jamás, ni he hecho cosas con él. Es que no puedo, yo a él no le quiero, y mucho menos le amo. Me da asco.— expliqué. —Solo estoy con él porque si no, me amenaza con que se va a suicidar, y que será por mi culpa.
Sin darme cuenta las lágrimas resbalaban por mis mejillas, por lo que Maddy echo su brazo encima de mis hombros atrayéndome a ella.
—Joder, yo al menos sí quiero a Nate. No puedo imaginarme lo que debe ser estar con alguien al que no amas y encima tener que soportarlo...
—Él me abofetea fuertemente,— la interrumpí. —me tira al suelo y me patea repetidamente, me insulta y me humilla, incluso ha llegado a escupirme cuando he estado en el suelo con golpes... él me da palizas y yo no soy capaz de hacer nada.
La pelinegra se mantuvo en silencio observándome, preocupada.
—Tengo miedo, él está ahora muy enfadado por lo que Mery contó. Hoy lo veré a él, y seguramente me pegará como hace siempre.
Ella resopló algo molesta. —Joder, ¿quieres venir conmigo a mi casa? Y así no tienes que verlo.
—No, no puedo. Él sabe dónde vives, y como no lo vea hoy será peor...— sonreí algo triste ocultando lo asustada que estaba. —No te preocupes, Mads. Mañana nos vemos.
—¿Estás segura? ¿No quieres que me quede contigo o algo?— se ofreció.
—No, todo está bien.— le di un beso en su mejilla. —Hasta mañana.
—Hasta mañana, ten cuidado.
Alcé mi pulgar y seguí andando camino a casa, había dejado a Maddy en la suya, ya que estaba más cerca del instituto.
Iba llegando a una tienda que conocía perfectamente. Tenía que pasar por ella todos los días, ya que por allí era donde se llegaba a mi casa.
Me sorprendí al ver a Ashtray afuera de su tienda con los brazos cruzados mirando el paisaje.
—Te estaba esperando.— me anunció incorporándose.
—Me da igual.— paso de él y sigo andando.
—Espera, Nathalia.
Curiosamente acepté su petición y paré.
—No te enfades.— dijo llegando a mí.
Encogí mis hombros indiferente mientras me hacía la tonta. —No estoy enfadada.
—Sí lo estás, te conozco.
—Bien, ¿y qué quieres?— me crucé de brazos seria. —Tengo prisa.
—Pues eso, no quiero que te enfades.
—Vale, ¿terminaste?— cuestione girándome para seguir andando.
Mi brazo fue agarrado suavemente, incluso me sorprendió. Nadie me había tratado así casi nunca.
—Vamos.— empezó a decir el pelinegro. —Sabes que no me quedé contigo porque Rue me obligó.
—¿No? A mí me pareció que sí después de lo que me dijiste.
—No seas tonta, Nat, si hubiera querido te hubiera dejado allí en el cuarto de baño tirada y drogada.
—Vaya, eso me hace sentir mucho mejor.— dije irónica.
—Me quedé contigo porque estaba preocupado por ti.— terminó de explicar. —Esta mañana estaba enfadado con Fez, por eso te contesté así, pero sabes que no lo decía en serio. Eres una tonta al pensar así.
Yo sonreí algo tierna, se veía gracioso intentando justificarse por algo que no tenía ni importancia.
—No te preocupes, ya lo sabía.— le saqué la lengua juguetonamente. —Me quieres demasiado.
—Mh.— respondió rodando sus ojos, cuando algo llamó su atención. —Oye, ¿has estado llorando?
—No, ¿por?— mentí.
Su pulgar se desplazó hasta mi mejilla y enseguida noté como esta estaba húmeda.
—Oh, eso, eh, eso es que los ojos se me pusieron llorosos hace unos minutos. No es nada.— negué sonriendo.
—¿Segura?— cuestionó el pelinegro levantando una ceja.
—Sí, no te preocupes...— tuve una maravillosa idea en mente. —Oye, ¿tenéis spray pimienta?
—Sabes que tenemos de todo en la tienda, muñeca.— sonrió arrogante mientras se giraba. —Vamos.
Entramos y me llevó a una estantería donde yacían varios frascos de spray pimienta. Agarré el más económico, que valía tres euros.
—No, ese es mejor.— me señaló el frasco que estaba arriba del todo, y el más caro también.
—Ese vale 20 euros, solo llevo 5 en la cartera. Únicamente puedo comprar el de tres.
El pelinegro arrugó su rostro mostrando confusión. —¿Quién dijo que ibas a pagar?
—¿Qué?
—Llévatelo gratis, te lo regala la casa.— bromeó ligeramente el joven.
Negué en cuanto lo escuché. —No, ni hablar, Ash. Ya lo hice el otro día, no pienso llevarme nada más gratis.
—Te lo estoy regalando, no te estás llevando nada.— se excusó. —Además, ¿para qué lo quieres?
Para ver si algún día me armo de valor y se lo echo a Christian. —Para mi seguridad, ya sabes, cuando voy por la calle y eso.
—Ya.— asintió él. —Entonces, llévate el que te he dicho. Hay más cantidad y es el más fuerte.
—Está bien.— alcé mi brazo intentando llegar, cosa que me fue imposible por mi estatura. —Mierda.
El pelinegro tuvo que ocultar su risa. —Espera, te ayudo, enana.— hizo énfasis en la ultima palabra.
Normalmente, me hubiera enfadado si alguien me llamaba así, tenía complejo en mi estatura; sin embargo, con el tono en el que lo dijo el joven no se demostraba ningún tipo de maldad. Simplemente lo hacía de broma, o incluso con cariño.
—No alardees, que hace medio año eras más bajito que yo.— le recordé con una sonrisa mientras miraba el frasco.
—Mh.
—Bueno, gracias.— suspiré viendo el reloj de mi muñeca, acordándome de lo que me esperaba al llegar a mi casa. —Debo irme. Gracias de nuevo, Ash.
—No hay de qué.— respondió con simpleza. —Ten cuidado.
Asentí con una sonrisa y salí de la tienda. No quería irme a casa, quería quedarme allí con Ash y Fez, que era donde me sentía segura realmente; sabía lo que me esperaba al llegar a casa.
Caminé notando como mis piernas volvían a temblar como antes, odiaba esta sensación; además, sentía un nudo en mi garganta, algo parecido a tener necesidad de vomitar.
Los dos sujetos que más temía se encontraban en la puerta de mi casa mirándome fijamente, me estaban esperando.
—¡Tú, ven aquí ahora mismo!— me gritó mi madre histérica.
Di unas zancadas y me acerqué a Christian y a ella, me iba a llevar una paliza detrás de otra.
—¿Qué ocurre?— traté de hacerme la tonta por milésima vez en el día.
—¿¡Qué es eso de que ayer estuviste en una fiesta y te montaste en el coche de un desconocido!?— exclamó retumbándome los oídos.
Negué con la cabeza segura. —Es cierto, fui a una fiesta; pero me monté en el coche de mi amigo Ashtray para que me trajese a casa, no era un desconocido.
—¿Ve, señora Laurent?— habló por primera vez Christian. —Ese es el chico del que le hablé, el que es un narcotraficante.
La mirada que me dio mi madre me avisó de todo lo que iba a ocurrir. Sin darme tiempo a reaccionar, la adulta me dio un fuerte y sonoro bofetón que juraría que se escuchó hasta en la tienda de Fez y Ash.
Antes de que mis ojos se nublasen debido a las lágrimas que se estaban formando, vi como la cara de Christian pasaba de una seria a una de sorpresa e incluso diversión, tratando de aguantar unas carcajadas.
—¿¡Te montaste en el coche de un narcotraficante!?— dijo histérica. —¡Y esta mañana me mentiste!
—Si me deja intervenir de nuevo.— cállate, por favor. —A mí también me mintió, y por si fuera poco, me enteré de que mantuvo relaciones con él en el coche antes de venir.
—¡Oh, por Dios, mamá! ¡Eso es mentira!— grité esta vez yo notando como mis pulsaciones cada vez iban más rápido, si es que eso era posible.
—¿¡Le pusiste los putos cuernos a tu novio!? ¡Vamos adentro de casa ahora mismo!
Nadie se hace una idea de las miles de bofetadas que mi madre me dio esa tarde. Cada una más dolorosa que la anterior. Acabé incluso mareada.
—Debo salir un momento, pero no puedo dejarte sola.— dijo mi madre con asco, para luego girarse hacia Christian. —¿Te importaría quedarte con ella? Llegaremos sobre las 5 menos cuarto.
Mis vellos se pusieron de punta al ver como sus ojos se oscurecían. —Por supuesto, no hay ningún problema.
—¿Puede quedarse Camille también?— supliqué con miedo, si ella estaba, seguro que el no me iba a agredir.
—Sí, yo quiero quedarme, mamá.— un rayo de esperanza cruzó mi corazón, un rayo que pronto fue intangible.
—No, tú vienes conmigo.
—¡No, mamá! ¡No me dejes aquí!— exclamé comenzando a llorar de nuevo.
Ella arrugó su rostro enfadada. —¡Sí, estás castigada! ¡Vámonos, Camille!
Ambas salieron por la puerta, y en el momento en el que se cerró, sabía que ya estaba lista para lo que se avecinaba.
—Vaya, parece que estamos solos.— comentó Christian con una perversa sonrisa mientras me observaba.
Yo lamí mis labios nerviosa. —Christian, lo de Ashtray no es cierto. Me monté, en su coche, es verdad, pero no mantuve relaciones con él.
—¿Por qué se inventaría Mery algo así?— dijo él riendo.
—Porque es una perra envidiosa.— escupí con ira sin tener el control de mis palabras.
Un puño impacto contra mi mejilla ya golpeada anteriormente, pero esta vez con más del doble de fuerza.
—¡Una perra eres tú, que te follaste a uno teniendo novio!— gritó haciendo mis piernas temblar.
—¡No me lo follé! ¡Solo me trajo en su coche, te lo juro por Dios, Christian!
—Además, ¿por qué te tendría envidia a ti Mery? ¿Acaso has visto cómo es ella y cómo eres tú? No te puedes comparar.
—¿Y por qué entonces no te vas con ella y me dejas en paz de una puta vez?
Otro puñetazo sin habiéndolo ni siquiera visto impacto contra la misma mejilla, haciéndome tambalear y caerme al duro suelo.
—¿Ya te caíste? Vaya, cada vez duras menos, qué lástima. Antes solía ser más divertido...— rió mientras me veía desde arriba.
Luego de unos segundos, comenzó a darme patadas, incluso me llegó a dar una en toda la boca, partiéndome el labio por culpa de los brackets.
Al ver la sangre brotar de mis labios y verla en mis dedos al haberme tocado, no pude evitar marearme aún más de lo que estaba a consecuencia del dolor.
El joven me agarró un puñado de pelos y levantó mi cara del suelo bruscamente.
—Por hoy está bien, tu madre y tu hermana llegarán en 20 min.— me soltó de nuevo dejando caer mi cara en el frío suelo. —Limpia toda la sangre antes de que vengan, y por supuesto oculta las heridas.
Se alejó y se fue a otra parte de mi casa, dejándome tirada en el suelo casi muerta. No pude aguantar más, lloré en silencio mientras saboreaba la excesiva cantidad de sangre que yacía en mi boca; y llevando una cosa a la otra, me desmayé allí mismo.
"Te puedes vender.
Cualquier oferta es buena, si quieres poder..."
Escuché la puerta de mi casa abrirse, y unos pasos corriendo hacia mí.
—¡Nathalia!— era la voz de Ashtray.
Traté de incorporarme para llegar hasta él lo más rápido posible, encontrándome con un charco de sangre.
—¡Ash, Ash!— lo llamé extendiendo mis brazos.
Él se agachó y me envolvió con los suyos, rompí a llorar en aquel instante.
—¿¡Qué te ha ocurrido!?— preguntó mirándome bastante preocupado.
—Ha sido él, ha sido Christian.— sollocé con miedo. —Está afuera en el patio de atrás.
El pelinegro se levantó y enseguida vi sus intenciones. Iba a ir a buscarlo.
—¡No, Ashtray!— y ahí no pude hablar más.
Notaba mis labios como si estuviesen cosidos, no podía siquiera separarlos para advertirle a Ash de algo bastante importante.
Christian entró encontrándose con Ashtray, y ambos no tardaron en comenzar a pelear. Me llené de esperanza al ver cómo el pelinegro iba ganando, hasta que vi aquello.
Lo que quería advertirle a Ashtray era de que el rubio tenía un arma en su bolsillo; la cual fue sacada de él, y antes de que pudiese gritar, un disparo retumbó en mi casa.
—¡No, Ashtray!— grité histérica.
El cuerpo del pelinegro cayó en seco frente a mí, con un disparo en su cabeza.
—¡Ashtray! ¡Ashtray, no!— lloré acercándome a él como podía.
La risa de Christian lleno mis oídos, desviando mi vista hacia él. —¿Ves? Esto es lo que pasará si le cuentas a alguien sobre lo mío, lo mataré, y a ti también, perra.
La pistola apuntó en mi dirección, y otro dispara retumbó sin darme tiempo siquiera a reaccionar.
Desperté con fuertes jadeos, y mi piel empapada de sudor. Seguía donde mismo que me había desmayado, lo anterior había sido una pesadilla que había tenido mientras estaba inconsciente.
Me levanté como pude y vi varios charcos de sangre, muy parecidos a los que había imaginado.
Llegué al baño y agarré una balleta, la mojé en agua y un poco de jabón. Limpié el suelo varias veces hasta que aquellas manchas desaparecieron por completo.
Ahora solo quedaba mi rostro.
Me asomé al espejo y me asusté yo misma al verme reflejada en él. La sangre que descendía de mi labio roto estaba completamente seca, mientras que otra parte aún seguía líquida.
Traté de ignorar las arcadas que me estaba dando al ir limpiándome la herida y al cortarme la hemorragia. Al final, tenía la herida del labio y un moretón en el pómulo derecho, donde me apliqué algo de maquillaje para ocultarlo. Me dolía la cara incluso para sonreír.
Aquello es hablando del rostro; pero en el resto del cuerpo, tenía moretones por las piernas, y en las costillas. Casi me llegó a partir una.
—¿Estás ya?— se asomó al baño el ser más despreciable del planeta.
Pasé por su lado como si de aire se tratase, lo que le hizo enfadarse a un más. Me volvió a agarrar del pelo dispuesto a golpearme de nuevo.
Gracias a Dios, unas llaves tratando de abrir una puerta lo frenaron, mi madre y mi hermana acababan de llegar.
Christian acabó yéndose a su casa finalmente; mientras que mi madre me ignoró en el resto de la tarde, incluso me castigó sin salir durante un mes, y sin cenar aquel día.
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