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𝟖. 𝐕𝐀𝐑𝐆 & 𝐁𝐄𝐋

Capítulo 8.

—Minun on puhuttava vakavasta aiheesta kanssasi, Varg Worwick.
(Tengo que hablar sobre un tema muy serio contigo, Varg Worwick).

—Claro, madre, aquí estoy. Dígame qué sucedió.

Rous dio unos pasos hacia el escritorio. —Voy a ser clara contigo, no pienso hablarte con rodeos, ni voy a tratar de adornarte las palabras, hijo. Así que quiero y espero que tú también seas directo conmigo.

Varg metió las manos en los bolsillos de su pantalón y caminó unos pasos, rodeando a Rous. —La escucho, madre.

—Primero que todo, quiero que sepas que si traigo este tema a esta conversación no es porque a la fuerza quiera que las cosas se hagan como yo digo. Si lo hago, es porque tú, más que nadie, sabes y conoces muy bien tu posición como regente de Dunkelheit, y también eres consciente de que en algún momento debes forjar una alianza matrimonial.

—Madre...

—No me interrumpas, que estoy hablando.

Varg se quedó mirando a su madre en silencio, y ella continuó.

—No deseo obligarte a contraer matrimonio con alguien que no quieras, ni tampoco pienses que estoy presionándote para que lo hagas. Solo quiero que entiendas que así es como se manejan las cosas y así es como se sostiene un linaje.

—Usted no me había mencionado nada sobre este tema hasta que Lauker lo exigió en su maldito comunicado de mierda que usted leyó.

—No lo digo por Lauker. Y sí, entiendo que su gestión te cause frustración; sus acciones y decisiones como rey y líder de una casa tan grande como esta dejan mucho que desear. Pero también debes entender que antes de que él subiera al trono, esto ya existía; y no te lo estoy recordando por él, sino por ti, por el legado que tu padre dejó, y por mí.

—¿Por usted?

—Sí, por mí, Varg —Rous dio un paso hacia él—. Yo soy una Vikernes, y tú llevas mi sangre, pero además de eso, también llevas la sangre Worwick de tu padre, y lo único que quiero es que mi reino siga siendo tan fuerte como siempre lo fue, como lo recuerdo, como tu padre lo sostuvo y como limpió mi apellido, dándome la oportunidad de dejar en claro que hay cosas que pueden redimirse o rescatarse.

—Y eso es lo que estoy haciendo, madre. Estoy cuidando la gestión de mi padre, manteniendo el orden en este reino y también estoy cuidando de su legado.

—Entonces, si entiendes eso, también debes entender que casarte y darle un heredero al trono de Dunkelheit y a tu regencia es tan importante como los pergaminos que lees día y noche encerrado en este lugar. ¿Estamos de acuerdo?

Varg desvió la mirada sin responder a los argumentos de su madre, sabiendo que ella tenía razón, y en silencio él se dirigió hacia la mesa del vino, mientras Rous lo seguía con la mirada.

—¿Ahora entiendes mi punto sobre este tema?

—Claro que lo entiendo, madre. —Él movió una copa sobre la mesa con los dedos—. Según ese punto, yo debería desposar a cualquier mujer fértil y capaz que fácilmente pueda dejarle un heredero a la regencia.

—No, Varg. No cualquier mujer puede estar a tu lado, apoyándote y siendo tu ayuda más idónea en tu regencia, y lo sabes. A mí no me vas a derribar con tus sarcasmos.

—Entonces, ¿qué sugiere, madre? Porque yo sinceramente, no veo a la mujer más idónea a la vista para ese papel.

Rous lo miró por un instante, tentando el terreno que iba a pisar, y aclarando un poco su garganta, dijo: —Lady Maeve Hadmmon.

—¿Maeve? —Varg alzó las cejas, soltando una risa, mientras Rous observaba la burla en los gestos de su hijo.

—Sí, Varg. —Ella le sostuvo la mirada sin reírse—. Una de las razones por las que le envié un comunicado a Lady Dita Hadmmon fue para que trajera a su sobrina mayor aquí, para que la conocieras.

—Uhum...

—Sabes bien que Maeve es una jovencita educada, hija de un lord que fue muy respetado en este reino. No solo por tu padre, sino que también su linaje fue honrado por el rey Veikan, el rey Valko y la reina Priyenka.

Varg suspiró, endureciendo su mandíbula y frunciendo el ceño, mientras pasaba una mano por su mentón con incomodidad, escuchando las razones de su madre.

—Maeve es una jovencita hermosa, es noble, dócil para la instrucción, y sobre todo, está interesada en ti y en tu gestión.

—¿Entonces, según usted, debo casarme con ella por eso?

—No he dicho eso, Varg. Solo te estoy señalando los puntos de una joven lady que podría ser digna de ser tu esposa.

—Y que también me aburre. —Varg caminó de vuelta a su escritorio—. Le agradezco el esfuerzo por querer encontrar una mujer que pueda llegar encantarme, madre, pero Lady Maeve está lejos de ser una mujer de mi agrado.

—Cómo puedes decir eso si ni siquiera le has dado la oportunidad de conocerla y siempre estás ocupado cuando ella quiere hablar contigo.

—Porque lo poco que he visto ha sido suficiente para darme cuenta de que solo quiere encajar en lo que cree que yo podría buscar en una esposa. Todo lo que ha parloteado en la mesa cuando usted nos ha juntado a comer lo ha hecho solo para quedar bien conmigo. Y no evito preguntarme si después de mí, ¿a cuántos príncipes o lores más perseguirá para que la vean como si estuviera necesitada de atención?

—Tus palabras son muy ofensivas, Varg Worwick. Tu padre jamás te inculcó ese tipo de comportamiento.

—Mi padre me enseñó a medir las cosas por su verdadero valor, sin romanticismos. Y concuerdo con usted al decir que hay cosas que pueden llegar a ser ofensivas, pero no es mi culpa que la verdad sea tan corrosiva. Desde el primer momento que hablé con Lady Maeve, me di cuenta de la clase de persona que era, cuando tuvo toda la intención de menospreciar a su hermana aquí mismo, solo para quedar bien conmigo, justo cuando esa niña se desmayó.

—¿Entonces esa es tu última palabra?

—Así es, madre. Usted sabe cuánto la amo y la respeto, pero no me casaré con una mujer a la que no determino ni me causa ningún tipo de emoción que valga; porque aunque soy consciente de que tal vez no llegue a amar  en primera instancia a la mujer que será mi esposa, lo mínimo que quiero es que esa mujer me cause algo; quizás ternura, calidez, que no me incomode estar cerca de ella ni me pesen sus palabras ni su presencia. Así que no, madre. No me casaré con Lady Maeve, y no pienso discutirlo.

—¿Y con Lady Bel?

Varg volcó la mirada a su madre, perplejo por el nombre que la Vikernes acababa de pronunciar, y de inmediato Rous pudo ver un sobresalto extraño en su hijo.

Él no alzó las cejas ni se burló de lo absurdo de la propuesta como lo hizo con Lady Maeve. Más bien, Rous notó cómo las mejillas de Varg se enrojecieron con ligereza y en su mirada brilló un sutil destello.

—¿Lady Bel?

—Sí. Me he enterado de lo atento y amable que eres con Lady Bel; y si mal no recuerdo, en una ocasión me dijiste que fue mejor para ti quedarte bajo un árbol leyendo un libro con ella que asistir a la primera comida del día que organicé para ti.

—Madre...

—Y tú no eres de leerle a alguien bajo un árbol sin importar quién sea, Varg Worwick. Si lo hiciste, fue por algo.

—Por cortesía.

—Por cortesía también pudiste haber aceptado la compañía de Lady Maeve en muchas ocasiones, pero no lo hiciste; y si no lo hiciste es simplemente porque no querías, porque como bien has dicho, no te llama la atención ni la determinas.

—Ese día solo quería saber cómo seguía Lady Bel después de su desmayo, y ella colocó el libro en mis manos y me pidió que le leyera, y...

—¿Te obligó?

Varg se removió incómodo, guardando silencio, y al notar otra reacción más evidente en su hijo, Rous suspiró, buscando la mirada del Worwick.

—Hijo, escúchame. Yo te comprendo, y sé que en el fondo de tu corazón no sientes nada romántico por Lady Bel, pero admite que ella te produce cosas que remueven algo en tu interior.

—Quizás sea así, madre. —Él tragó en seco, recostándose con ligereza sobre el escritorio—. Lady Bel es frágil, es tierna, es irreverente —Rous sonrió con ligereza al oír a su hijo hablar—. Incluso parece disfrutar llevándome la contraria en ocasiones, pero creo que tampoco es la persona indicada, porque yo no siento nada más que eso; además, ella no quiere verme ni estar cerca de mí.

—Porque no se lo permiten.

—¿Cómo? —Varg frunció el entrecejo, incorporándose.

—Desde que Lady Dita llegó aquí, yo fui muy clara y específica al decirle a ella y a su sobrina que jamás te obligaría a casarte con Maeve, y que solo buscaba una cercanía para que tú la descubrieras y te interesaras en ella. Pero creo que tanto Maeve como Lady Dita se tomaron esto demasiado a pecho, y al saber que no llegaste a ese desayuno por estar con Bel, o que dejaste pasar muchos encuentros con Maeve para después terminar coincidiendo con Bel, ellas le exigieron que se alejara de ti.

—¿Qué? Madre, eso es absurdo.

—No lo es, Varg. Maeve tiene la ilusión de que la tomes por esposa, y quizás siente que Bel es una amenaza para ese sueño, ya que casualmente las veces que ha podido compartir un momento contigo, tú siempre terminas coincidiendo con Bel.

—Pues Lady Bel no tiene por qué alejarse solo por eso. Ella no está haciendo nada malo, y yo no le debo fidelidad ni lealtad a esa lady. —Varg caminó hacia su silla para sentarse.

—Bel se aleja porque está enamorada de ti.

Al escuchar aquella declaración, Varg se detuvo y miró a su madre anonadado.

—¿Cómo dice?

—Lo que oyes. —Ella se acercó un poco más—. Yo no debería decirte esto porque Bel me lo confesó en secreto, pero ella está desesperada y se quiere ir porque la están presionando, casi obligándola a mantenerse encerrada en sus aposentos para que se mantenga lejos de ti.

—¿En qué sentido presionada?

—Varg, hijo…

—No, madre. Dígame. Ya me confesó esto, ahora dígame lo que sabe.

—Lo que ella me confesó entre lágrimas es que ya no quiere que Maeve la grite todo el tiempo y la culpe de que ella no puede concretar nada contigo por su presencia. Bel no quiere que su hermana pierda la oportunidad que cree que tiene contigo, y como eso le duele, se aleja. Por eso se quiere ir.

Varg pasó la mano por su rostro, sin saber qué hacer.
—Yo,  yo no sé qué decir sobre esto, madre.

—Hijo, hace un momento dijiste que si no vas a amar desmedidamente a la mujer que sea tu esposa, por lo menos quieres sentirte bien junto a ella. Quieres que esa mujer te inspire ternura, calidez, que no te pese su presencia; y según lo que dijiste de Bel, eso es exactamente lo que ella te produce. Ella vulnera lo que hay en tu interior, aunque no lo quieras admitir; y antes de que me digas que hay cosas que no son tan simples, quiero que recuerdes bien la historia de cómo tu padre y yo pudimos estar juntos; porque a veces tenemos lo que necesitamos frente a nuestros ojos, solo que no lo queremos ver.

—¿Entonces qué es lo que sugiere, madre? ¿A dónde quiere ir con esto? —preguntó Varg, notándose un tanto irritado.

—A que quizás ella sea la mujer que necesitas, o que quieres, pero que te niegas a aceptar por la dureza de tu corazón.

Varg suspiró con los ojos cerrados, y al abrirlos miró a su madre y con calma dijo: —No voy a negarle que Lady Bel no me causa rechazo, y que de alguna forma hay algo en mí que se siente cómodo con ella. Pero si tomo la decisión de tratarla un poco más para conocerla mejor y quizás así logre despertar algo más en mí, Lady Maeve y Lady Dita tendrán que irse del castillo.

—En otras condiciones, tu propuesta me parecería prudente, para que las cosas no se hagan a la ligera, pero me temo que en esta ocasión no hay tanto tiempo, Varg.

—¿Y por qué no? —Varg se colocó frente al escritorio, quedando un poco más cerca de su madre—. Yo no iré a ningún lado.

—Tú no. Pero ella sí.

—Explíquese.

—Lady Bel está enferma, hijo. Así que sus días no serán tan longevos como los tuyos o los míos.

—¿Enferma?

—Sí. Lady Bel lidia con un padecimiento que la está deteriorando tanto por dentro como por fuera, día con día y ella lo sabe, pero al parecer se ha resignado a que jamás podrá tener una vida normal; y cuando digo vida normal, me refiero a que ella cree que ningún hombre querrá interesarse en desposarla, porque no la verán apta para ser una esposa complaciente ni una madre abnegada. —Rous agachó la mirada, apenada—. Incluso yo misma llegué a pensar que eso es lo que la orilla a perder antes de intentarlo.

La mirada de Varg se perdió poco a poco sobre el suelo de la sala, sintiendo pena y tristeza por aquella jovencita que siempre parecía brillar de alegría como si todo fuera un mundo lleno de flores para ella. Pero justo cuando se sentía contrariado con la revelación de su madre, él recordó lo que ella le había dicho ese día bajo la lluvia, junto al árbol de belladona:

“La belladona florece hermosa, pero con ella también florece la muerte, igual que yo. Y no importa cuánto brille, porque al final la muerte terminará apagando su luz.”

Justo ahí, Varg entendió aquellas palabras dichas por Bel, y eso hizo le hizo sentir una fuerte presión en su pecho, porque le hizo comprender que ella sabía que su muerte era inevitable y que estaba cerca.

—¿Usted me está sugiriendo que me case con ella por lástima?

—No. Solo te estoy pidiendo que rompas esa coraza que te has puesto, y que intentes abrirte a ella, porque aunque ahora no la ames ni se te haya pasado por la mente hacerlo, sé que sientes algo. Ella te produce algo.

—Eso lo dice usted.

—Lo veo en tu mirada, hijo. Y quizás las palabras mientan, pero las miradas no. Así que no subestimes a la vida, porque no sabes si quizás el día de mañana te despiertes junto a ella amándola más que nunca.

—¿Y si no?

—Si no, al menos ella será feliz porque pasó sus últimos días junto a un hombre que la cuidó, la respetó, le dio cariño a su manera y se dejó querer por ella.

Varg se quedó en silencio ante las palabras de su madre, y tras unos segundos de ver cómo su hijo se revolvía en sus pensamientos, Rous se acercó a él, lo besó en la mejilla y le dijo con ternura:

—Piénsalo, hijo. Sea lo que sea que decidas, no dudes en decírmelo. Yo voy a estar aquí siempre para escucharte, porque créeme que nadie más que yo va a querer lo mejor para ti.

Rous caminó hacia la puerta, pero antes de salir de la sala, la voz de Varg detuvo su paso.

—Me voy a casar con ella, madre.

Rous volvió la mirada hacia su hijo, sorprendida.

—Voy a desposar a Lady Bel —dijo él caminando hacia la puerta—. Así que prepare una cena, porque frente a todos le pediré a Lady Bel que sea mi esposa. Ah, y por favor, madre, hable con Lady Dita para que esté al tanto y de paso adviértale que no permita que Maeve vuelva a meterse de ninguna forma con Bel, porque si llegan a intentar algo más contra ella, será lo último que hagan.

Varg se inclinó hacia su madre y le dejó un beso en la frente para después salir de la sala, dejando a Rous pensativa y en silencio, entendiendo en esas últimas palabras de su hijo que a pesar de no sentir amor, él intentaría quererla en el lenguaje que él conocía; el cuidado y la protección.

Después de haber tomado el banquete del mediodía, Lady Dita se dirigió a la sala que la princesa Rous había dispuesto para su estancia en el castillo; y con un libro en mano y una taza de té recién hecho, la dama se sentó cómoda en uno de los amplios sillones.

Ella disfrutaba de la tranquilidad del momento y del calor de la chimenea que cortaba el intenso frío que la reciente nevada había traído consigo, hasta que la calma de la sala fue interrumpida por un leve toque en la puerta.

—Adelante.

La puerta se abrió, revelando la presencia de la princesa Rous, quien entró a la sala, mientras Lady Dita dejaba el libro y la taza de té a un lado para colocarse de pie frente a la Vikernes.

—Princesa Rous. —La mujer se reverenció.

—¿Cómo se encuentra usted, Lady Dita? —preguntó Rous desde la entrada, ajustando la puerta.

—Gracias a los dioses, todo está bien, mi princesa. ¿Desea una taza de té?

—No, mi lady, no se preocupe. De hecho, espero ser breve. No deseo demorarme respecto a lo que he venido a decirle.

—Claro, princesa, dígame —respondió la mujer, acercándose.

—Prepárese usted y sus sobrinas para esta noche, porque mi hijo ha ordenado una cena en el comedor del castillo, ya que finalmente, él anunciará su compromiso junto al día en que se llevará a cabo la unión bajo una ceremonia tradicional de la Casa Worwick.

—¿Es en serio, mi princesa? —dijo la mujer, casi emocionada—. ¡Al fin el príncipe Varg anunciará que se casa!

—Sí, mi Lady.

—Siendo así, me prepararé y también prepararé a Maeve. Por Bel no se preocupe, princesa. No creo que mi niña tenga ánimos de salir de sus aposentos, así que puedo pedir que se le lleve su cena allí.

—Lo siento, mi lady, pero Bel debe asistir. Es importante.

—Claro, princesa —dijo la mujer con una sonrisa incómoda—. Me alegra que nuestros esfuerzos hayan rendido frutos y que el príncipe Varg se haya decidido a desposar a Maeve.

—No es a Maeve a quien él pedirá en matrimonio, mi lady.

—¿Cómo dice?

—Como lo oye —Rous sonrió con vanagloria—. Mi hijo ha decidido que desposará a Lady Bel.

—¿Mi niña Bel? —repitió la mujer, incrédula—. Pero, ¿cómo, princesa? ¿Podría usted aclararme esto?, porque sinceramente no estoy entendiendo nada. Se suponía que el príncipe desposaría a mi sobrina Maeve, por eso fue que usted nos invitó aquí.

—Es correcto, mi lady. Pero al ver los rodeos y la falta de interés de mi hijo hacia su sobrina, decidí encarar la situación y ser directa, y él fue muy claro al decirme que no tenía intenciones de tomar a Lady Maeve como esposa. En cambio, la reacción que tuvo al hablar de la pequeña Bel fue distinta.

—Yo… —Lady Dita caminó hacia el sillón, notándose confusa—. Yo comprendo sus palabras, princesa, y si esos son los deseos del príncipe, los respetaré. Pero me temo que tendré que hablar con él al respecto, porque usted más que nadie sabe que mi pequeña Bel sufre por su padecimiento y no quiero que el día de mañana el príncipe la repudie por ello. Por más razones que ya usted sabe, mi niña no puede cumplir el rol que se espera de la esposa del regente de un reino como este, y usted es consciente de ello.

—Entiendo sus preocupaciones, Lady Dita, pero no es necesario que se preocupe por ello. Mi hijo ya lo sabe.

—¿Lo sabe?

—Sí. Mi hijo es consciente del padecimiento de Lady Bel y de lo grave y mortal que es, pero aun así, eso no le ha importado, así que quiero que entienda algo; mi hijo fue criado bajo los valores de la Casa Worwick y bajo la fe de nuestros dioses, donde la mujer es más que una digna dadora de vida. Mi esposo jamás me vio como un objeto decorativo que brillaba a su lado, y mi hijo aprendió lo mismo. Así que, sabiendo esto, creo que se ha logrado el  propósito real de su llegada este lugar con la intención de concretar una alianza entre las casas Worwick y la familia Hadmmon, y así será ¿No es cierto?

—Por supuesto, mi princesa —La mujer sonrió con un poco de pena—. Si el príncipe no tiene inconvenientes con el padecimiento de mi niña Bel, entonces yo tampoco los tengo.

Rous sonrió con ligereza. —Me alegra que nos estemos entendiendo, mi lady. Solo una cosa más antes de irme —agregó, dando un paso hacia la mujer—: mi hijo ya está enterado de la forma en que se ha presionado a Lady Bel para que se mantenga lejos de él, y eso le ha molestado profundamente.

—¿Presionado? —Dita fingió confusión para esconder su vergüenza—. ¿Pero quién le ha dicho eso, mi princesa?

—No olvide que estas paredes tienen ojos y oídos, y que el regente siempre está enterado de lo que ocurre dentro de su castillo, así que amablemente, él le pide que mantenga a Lady Maeve bajo control en cuanto a su trato hacia Bel después del anuncio; y por supuesto, se lo recuerda también a usted.

—Créame, princesa, hablaré de esto con Maeve. Si Bel es la mujer que el príncipe desea desposar, ella debe entenderlo.

—Me alegra que lo comprenda, mi lady; porque yo he sido amable al decirle esto, pero mi hijo no suele ser tan cortés, y si él descubre que usted o Maeve vuelven a incomodar a Bel después del anuncio del compromiso, eso será lo último que hagan.

Rous se dio la vuelta y con elegancia, caminó hacia la salida.

—Disfrute su té, Lady Dita. Nos vemos en la cena.

La hora de la cena había llegado, y los sirvientes que terminaban de preparar la mesa se desplazaban por el gran comedor, acomodando los platos y terminando de colocar los platillos con la comida en el centro de la alargada mesa.

Las mujeres Hadmmon ya se encontraban sentadas en sus lugares, aguardando por la llegada de los miembros de la familia, mientras que Maeve parecía entusiasmada, jugueteando con el collar de perlas que adornaba su cuello, mientras su tía le pedía que se quedara quieta, al tiempo que sus ojos se desviaban con sutileza hacia Bel, quien permanecía en silencio, con la mirada baja, perdida en su plato.

Con delicadeza, Lady Dita posó su mano por la espalda de su sobrina más joven y acercándose a su oído, le susurró:

—Enderézate, mi niña, y sonríe. Estás hermosa.

Una sonrisa tímida se dibujó en los labios de Bel, quien obedeció en silencio, mientras que las puertas del comedor se abrieron, y el príncipe Varg entró acompañado del príncipe Ludger y la princesa Rous. De inmediato, las tres mujeres se colocaron de pie, ofreciendo una reverencia hacia la princesa, el príncipe y el regente.

Una vez las mujeres volvieron a tomar su lugar en la mesa, Varg fijó sus ojos en Bel, quien al percatarse de la mirada del Worwick, desvió sus ojos, sintiendo cómo su respiración se aceleraba y su pecho se hundía, lo que no fue indiferente para Varg, quien al notar la reacción de la joven, apartó la mirada y la dirigió hacia Maeve, encontrándose con los ojos de ella junto a una ligera sonrisa con la que intentaba llamar su atención, pero Varg retiró su mirada de ella con desdén, y al percatarse de la reacción del príncipe, Maeve dirigió los ojos hacia Bel con recelo.

Varg tomó su lugar en la cabecera de la mesa, pero cuando Rous iba a sentarse a su derecha como de costumbre, ella miró a Lady Bel y con gentileza, se dirigió hacia ella.

—Lady Bel...

La joven alzó la mirada, atendiendo el llamado de Rous.

—Ven, hija. Siéntate aquí —le indicó la princesa, señalando la silla a la derecha de Varg.

Bel miró a los presentes, confundida, y luego a su tía Dita, quien asintió con una ligera sonrisa, dándole permiso en silencio para que ocupara aquel lugar. Así que Bel se levantó con timidez de su silla y tomó asiento junto al príncipe, mientras que Maeve la seguía observando con recelo, sin darse cuenta de que Varg la estaba viendo.

Una vez todos estuvieron en sus lugares, Rous se sentó junto a Ludger, y cuando la mesa estuvo en calma, Varg se levantó de su silla con copa en la mano y se dirigió hacia todos los presentes.

—Agradezco que hayan aceptado mi invitación y estén aquí esta noche. Esta cena no es solo un banquete, sino un momento significativo que será recordado por las futuras regencias de Dunkelheit, por las decisiones que ya se tomaron pero que serán expuestas hoy.

El príncipe se dirigió hacia Lady Dita.

—Lady Dita Hadmmon —dijo, dejando la copa en la mesa—, hoy, delante de mi madre, la princesa Rous Vikernes, madre regente de este reino, y ante todos los presentes, deseo pedirle su permiso para solicitar formalmente la mano de una de sus sobrinas en alianza matrimonial.

Maeve abrió los ojos con emoción y con la respiración agitada, mientras sus labios comenzaban a curvarse en una sonrisa ansiosa, mientras que Bel permanecía con la mirada agachada, intentando esconder las lágrimas que estaban a punto de desbordarse.

—Por supuesto, mi príncipe —respondió Lady Dita, asintiendo con una sonrisa—. Tiene usted mi permiso.

Agradecido por la aprobación de lady Dita Varg asintió, giró su cuerpo hacia Bel y extendiendo su mano hacia ella, dijo:

—Lady Bel...

La joven levantó la mirada hacia él, con el rostro perplejo y el corazón latiendo con fuerza en su pecho.

—¿Acepta usted casarse conmigo?

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