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𝟏𝟓. 𝐕𝐀𝐑𝐆 & 𝐁𝐄𝐋

Capítulo 15.

Aprovechando el ocaso que comenzaba a caer sobre Dunkelheit, un grupo de saqueadores que había llegado hasta la orilla en improvisadas barcas de madera se deslizaron con sigilo entre los matorrales que rodeaban el puerto y cuidando de no ser vistos por la guardia, se disiparon por el muelle, hasta que uno de ellos dio la orden y comenzaron a arrojar antorchas encendidas sobre almacenes de pescado, redes y construcciones de madera.

El caos se desató tras un incendio que iluminó el cielo, mientras la guardia respondió con rapidez, iniciando un violento enfrentamiento bajo el humo y el resplandor del fuego, mientras que en el salón del trono del castillo de Worwick, Varg presentaba a Bel como su esposa y nueva princesa regente de Dunkelheit, siendo los presentes testigos de como la princesa Rous colocaba sobre la cabeza de Bel la corona con la que en su momento, la reina Diana Worwick la había nombrado como la princesa regente de aquel reino.


En una amplia mesa frente al trono, yacía sentado el príncipe con Bel a su lado, mientras los cortesanos del regente y los miembros de la familia Worwick ocupaban sus mesas. Algunos invitados reían compartiendo pláticas de salón y otros bailaban al compás discreto de la música, en la modesta pero elegante recepción ofrecida tras la ceremonia de bodas y coronación.

Con una jarra de vino en mano, junto a una pequeña copa, un sirviente se acercó a la mesa del regente, inclinándose con cuidado ante él.

—Majestad. El vino para la princesa regente.

El hombre dejó la jarra sobre la mesa y le entregó la copa a Varg, quien la tomó en su mano antes de que el sirviente se retirara.

—¿Ese vino es para mí? —preguntó Bel, con una sonrisa que coloreó sus mejillas.

—Sí —Varg sirvió un poco de vino claro en la copa—. Lo mandé a traer especialmente para ti. Solo tú lo probarás esta noche.

Él le extendió la copa, y Bel la tomó, quedando esta justo a la medida de su mano, y tras probar un sorbo, sus comisuras se curvaron.

—Es fresco —dijo relamiéndose los labios—. Y dulce.

—Es vino de uva blanca —le susurró Varg al oído, observando cómo ella disfrutaba la bebida—. Disfrútalo. Nadie más en este salón lo está bebiendo.

—Majestad —interrumpió el lord consejero, acercándose al príncipe.

—Dígame, lord.

—Un miembro de su corte, en Glakos, desea intercambiar unas palabras con usted.

—Por supuesto —Varg se colocó de pie—. Ahora vuelvo.

Varg pasó su mano por la mejilla de Bel antes de alejarse, y ella le sonrió, bebiendo otro sorbo de aquel vino fresco y claro, como si fuera agua.

Al dejar la copa a un lado, Bel notó sobre la mesa su ramo de belladonas junto al paño de lino que Ludger le había prestado, así que comenzó a mirar por todo el salón buscándolo; y al verlo a la distancia conversando con sus primos, Bel se levantó con el pañuelo en la mano y se acercó con cuidado de no importunar.

—Hola —dijo en voz baja—. Disculpen si interrumpo.

—Hola, Bel —Ludger le regaló una leve sonrisa—. Claro que no interrumpes. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. Solo quería devolverte esto —ella le extendió el paño hasta su mano—. Gracias por hacer que no me picara tanto.

—¿Ya está bien esa mano? —Ludger recibió el paño.

—Sí —ella se la mostró.

—Perfecto. Entonces fue un gusto servirle, princesa.

Bel sonrió por un segundo ante las palabras de Ludger, pero cuando se giró para irse, dudó en alejarse y al instante se devolvió, mientras movía los pliegues de su vestido con los dedos.

—¿Puedo hacer una pregunta?

—Claro —respondió Neith, llevándose la copa a los labios.

—¿Ustedes saben por qué Aisak no vino?

Unos segundos de silencio se produjeron entre los Worwick ante aquella pregunta. Hypnox y Tanatos intercambiaron miradas, mientras que Ludger desvió la vista hacia un lado, al saber que Varg se encontraba justo detrás de ellos, conversando con los miembros de su corte en Glakos.

—Es que Varg me dijo que lo invitaría para que viniera con ustedes, pero no vino.

Varg tensó la mandíbula tras un leve movimiento de su rostro, como si hubiera escuchado las palabras de su esposa.

—Aisak está en Xistrinia —intervino Tanatos—, y sí, él quiso venir, pero está atendiendo algunos asuntos importantes, ya que pronto debe partir hacia Southlandy.

—Entonces no vino porque está ocupado.

—Es correcto.

Bel sonrió. —Gracias por decirme.

—A tu orden, Bel —dijo Ludger, mientras los demás le devolvían la sonrisa.

Bel se retiró para regresar a su lugar, y unos segundos después de que ella retomara su asiento, Varg regresó a la mesa; se sentó a su lado en silencio, con el ceño un tanto fruncido y con la mirada vaga por todo el salón.

—¿Ya hablaste con los miembros de tu corte? —preguntó Bel, notándolo distante.

—Sí.

—¿Hay problemas? —insistió, mirándolo más de cerca sin lograr que él la mirara.

Varg permaneció en silencio por unos segundos, moviendo con insistencia los dedos sobre la mesa, como si estuviera pensando qué decir o hacer, hasta que volvió la vista hacia ella.

—Me di cuenta que te levantaste de la mesa, y te acercaste hasta mis primos. ¿Qué sucedió?

—Nada importante. Solo fui a devolverle a Ludger un paño de lino que me prestó para agarrar mi ramo porque me picaba la mano.

—Y de paso les preguntaste por Aisak, ¿no es así?

—Sí. Es que tú me habías dicho que lo invitarías para que te viera casándote conmigo, pero no vino, y solo quería saber por qué.

Varg suspiró, tensando su mandíbula. —Sabes, creo que en mi lugar, otro esposo quizás estaría muy molesto contigo en este momento.

Bel frunció el ceño. —¿Por qué?

—Bueno, es que no entiendo por qué te preocupas tanto por la presencia de otro hombre que no está, cuando yo estoy aquí, contigo.

En ese momento, las puertas del salón del trono se abrieron, y un grupo de soldados, guiado por el jefe comandante de la guardia, irrumpió en la sala, captando la atención de todos los presentes, al tiempo que la música se detuvo.

—Majestad —habló el comandante, inclinándose ante el regente en una rápida reverencia.

—¿Qué sucede, lord comandante?

—Lamento interrumpir la celebración de nuestra princesa regente, pero hay un terrible problema en el puerto.

Rous frunció el ceño, mientras que Varg se levantaba de su lugar.

—Los saqueadores hicieron una irrupción en el puerto y crearon un horrible caos, prendiéndole fuego a los almacenes de sal y pescado, y a los astilleros. La guardia intentó contenerlos, pero son demasiados, majestad. Están matando a civiles, a comerciantes; algunos guardias ya han caído, así que no solo necesitamos refuerzos, sino que también requerimos su presencia con nosotros.

—¡Ordenen que preparen los caballos de los príncipes y el mío, y que la guardia se arme de inmediato!

El comandante se reverenció y salió de la sala junto a los soldados, seguido por Hypnox, Neith y Ludger, y tras ellos, Varg.

—¡Varg, espera! —Bel lo jaló del brazo con los ojos empañados por el miedo.

—Bel, espérame aquí. Prometo que volveré pronto.

—Pero Varg…

—Hijo —Rous se acercó junto con Bel—, ¿no sería mejor que la guardia se encargue? No creo que sea buena idea que dejes el castillo ahora.

—Yo siempre he salido con la guardia para resolver estos asuntos, madre —respondió Varg, caminando hacia la salida mientras recibía su espada por parte de su consejero—. Usted sabe que yo tengo experiencia cazando a esos malnacidos, y si no hacemos algo ahora, será peor después.

—¡Varg, no te vayas, por favor! —suplicó Bel, al borde del llanto, aferrándose al camisón de su esposo mientras él caminaba hacia el corredor.

—Bel, escúchame. —Él se volvió hacia ella, sosteniendo sus manos entre las suyas—. Quédate tranquila y trata de no angustiarte. Yo volveré pronto.

—¡Varg, vamos! Ya todo está listo —le llamó Ludger desde el pasillo.

—¡Noooo! —gritó Bel, viendo cómo Varg la soltaba.

—Tanatos, quédate para que estés al pendiente de tu esposa y de tu madre, porque no sabemos si algunos de esos saqueadores lograron cruzar la resistencia del puerto; y por favor, cuida de mi madre y de mi esposa.

—Ve tranquilo, Varg.

El Worwick se apresuró por los pasillos, seguido por la guardia que le estaba esperando, y sin poder aguantarse, Bel se soltó de Rous y comenzó a correr tras él.

—¡Varg! ¡Varg, no te vayas!

—¡Bel, hija, detente! —le gritó Rous, corriendo tras ella junto a Tanatos, pero ella no hizo caso y continuó tras él para tratar de alcanzarlo.

Varg cruzó por el jardín y llegó al patio de armas, donde montó en su equino junto con sus primos, mientras la guardia ajustaba su formación entre gritos y ordenanzas del comandante, al tiempo que Bel lo llamaba sin lograr ser escuchada. Pero antes de poder siquiera llegar un poco más cerca, ella lo vio salir del castillo con prisa junto a sus hombres.

—¡Varg! —gritó ella una vez más, sin intenciones de detenerse, pero en ese instante las gruesas rejas de las puertas fueron desplegadas por órdenes de Tanatos, quien se cruzó en el camino de Bel, atrapándola antes de que pudiera salir.

—Hija, por los dioses, ¿a dónde ibas?

—Díganle que vuelva... díganle... —ella jadeaba y tosía entre sollozos, con el pecho agitado por la angustia, mientras Rous y su tía Dita trataban de calmarla.

—No puede ser... —murmuró Dita al saber lo que le estaba ocurriendo—. No de nuevo. Mi niña, cálmate.

Bel llevó las manos a su cuello, al tiempo que la tos rasgaba su garganta como si algo la asfixiara desde adentro, y antes de siquiera poder decir algo, ella volvió a mirar hacia las rejas, antes de caer inconsciente entre los brazos de Rous.

—¡Llamen a un encargado, ahora!

Cerca de la medianoche, la formación militar que partió al puerto regresó al castillo, y con ellos el príncipe Varg, junto a Ludger, Hypnox y Neith, quienes traían consigo a varios saqueadores que fueron arrastrados hacia el interior de las cuevas de torturas a manos de la guardia, por órdenes del regente.

Varg bajó de su caballo, entregó su espada ensangrentada a uno de los guardias de la armería, y dejando a sus primos atrás con el asunto de las cuevas, él se adentró en los pasillos del castillo, encontrándose con Rous, quien lo había estado esperando en el pasillo principal.

—Hijo.

—Madre —respondió él, pasando de largo para subir por los escalones de la escalera—. ¿Cómo terminó todo con los aliados?

—Ellos fueron guiados a sus habitaciones, así que todo está bien, excepto por Bel.

Varg se detuvo en medio de la escalera y miró a su madre. —¿Qué ocurrió?

—Cuando te fuiste, el miedo le ganó y salió corriendo tras de ti para intentar alcanzarte. Tanatos tuvo que ordenar que cerraran las rejas del castillo, y la logró detener antes de que lograra salir, pero después le dio un ataque y se desmayó.

Sin decir una palabra, Varg retomó el paso, subiendo los últimos escalones con más prisa. —¿Dónde está ella? ¿Ya la vio un encargado?

—Sí. Ella está en tus aposentos y ya está despierta, pero antes escúchame, hijo —Rous lo tomó del brazo, deteniéndolo—. Por favor, ten un poco de tacto. Ella aún está aprendiendo su rol en este mundo.

—Nunca estaría molesto con ella por lo que le sucede.

Varg caminó con más prisa hasta llegar a su habitación, en la que entró con cuidado de no hacer mucho ruido, y al cerrar la puerta tras de sí, su mirada se dirigió de inmediato hacia la cama, donde se encontraba Bel recostada de lado, usando lo que parecía ser uno de sus propios camisones, mientras que sobre el mueble él notó el vestido de ella junto al velo, viendo lo rasgado y sucio que estaba.

Sintiendo unos pasos en la habitación, Bel abrió los ojos, y al verlo acercarse, ella se incorporó, mientras él se hincaba a su lado, quedando a su altura.

—¡Varg! —Ella se arrojó sobre él, abrazándolo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó él, tomando el rostro de ella entre sus manos para buscar su mirada.

—Bien.

—¿Segura? —Él apartó el cabello de su rostro—. No me mientas.

—Solo me duele un poco el cuerpo. Nada más.

Varg suspiró, frunciendo el ceño. —Bel, ¿en qué habíamos quedado sobre lo que no podías volver a hacer?

—Lo siento —Bel apretó el borde de la sábana—. Solo que cuando ese guardia dijo que estaban matando personas, me dio miedo que algo te sucediera, pero de verdad prometo que no volveré a hacerlo.

—Está bien, pero no vuelvas a hacerlo, Bel. Ya te dije que esto no es algo que pienso negociar, porque no puedo permitir que te pongas en riesgo. No está bien, y como princesa regente, espero que lo comprendas. —Él se incorporó—. Hay cosas que siempre tendré que hacer, por mi posición en este reino, y espero que tú, como mi esposa, seas parte de esto junto a mí.

—No volverá a pasar —murmuró ella con la voz baja.

—Bien —suspiró él una vez más, caminando hacia el cuarto de baño—. Me daré un baño y volveré para quedarme a tu lado, así que no te preocupes por nada y descansa.

—Varg —Bel se movió hasta el otro lado de la cama, deteniéndolo.

—Dime.

—Lo arruiné, ¿verdad?

—¿A qué te refieres?

—Se suponía que esta sería nuestra primera noche juntos. Mi tía Dita me explicó lo que debía hacer para ti, pero lo arruiné la hacer lo que hice, porque ya no va a pasar.

—Bel… —Él se acercó, sabiendo a lo que ella se refería—. No tenemos que hacer esto hoy si no te sientes bien. Jamás te lo exigiría, porque no es algo que debas sentir o cumplir como si fuera una obligación.

—Pero yo quiero —dijo ella con los ojos empañados—. Esto no es una obligación para mí, así que por favor, no me subestimes tanto. Apenas estoy aprendiendo.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto?

—Sí.

Él la miró por unos segundos antes de extenderle la mano. —Ven conmigo.

Bel tomó la mano de Varg, se levantó de la cama y juntos caminaron hacia el cuarto de baño.

Al llegar ahí dentro, Bel se quedó de pie de espaldas a él, frente a la tina, mientras Varg se retiraba parte de su uniforme, quedándose solo con sus pantalones junto al camisón de lino que llevaba bajo el traje. Después él se dirigió hacia ella y llevó las manos a su cabello, soltándolo del amarre que tenía.

Varg se metió dentro de la tina, sumergiéndose en ella, y con cuidado la ayudó a entrar, acomodándola entre sus piernas. Bel reposó en el regazo de Varg con su espalda recostada contra su pecho, mientras él la sostenía, colocando uno de sus brazos sobre su abdomen, intentando no presionarla demasiado; como si temiera romperla al mínimo movimiento.

—Dime dónde te duele —le susurró en el oído.

—Un poco en el pecho y un poquito en la espalda, pero yo sé que contigo aquí ya no dolerá.

Varg cerró los ojos por un instante, sintiendo que cada palabra de ella golpeaba la dureza de su corazón como si quisiera desarmarlo.

—No entiendo cómo puedes confiar tanto en mí.

—Porque desde que estás conmigo no me has fallado —Ella agarró la mano de él que reposaba en su vientre—. Tú siempre me proteges y sé que esa es tu manera de hablar.

Él bajó el rostro hasta el cuello de Bel, apoyando sus labios sobre su hombro sin besarla, mientras respiraba su aroma como si lo necesitara.

—Bel.

—¿Sí?

—Si te toco, no será cómodo para ti al principio. Quiero intentarlo, pero si algo te duele o sientes que no puedes, me lo dices. ¿Está bien?

—Confío en ti, Varg.

Él salió de la tina, buscó una manta de lana y la ayudó a salir para después secar su rostro con cuidado. Después él se dio la vuelta para retirarse la correa de su pantalón, mientras que Bel se soltaba el camisón, quedando desnuda bajo la manta, y cuando estuvo lista, Varg la cargó con cuidado hasta la cama, donde la depositó sobre las sábanas como si fuera más liviana que el mismo aire, viendo cómo su cuerpo parecía temblar por algo más que no era el frío.

—¿Tienes miedo?

—No, solo que …. hace frío.

Varg llevó sus manos al camisón mojado y lo retiró, para después comenzar a retirar su pantalón, mientras Bel lo miraba en silencio, con la mirada brillante y las mejillas coloradas, viendo cómo él se descubría frente a ella.

Cuando estuvo listo, él se acercó a la cama, se inclinó sobre ella y le retiró la manta con cuidado, encontrándose con el delicado y frágil cuerpo desnudo de su esposa por primera vez. La piel húmeda de Bel brillaba bajo la luz de las velas, delineando a la perfección la silueta de su pecho que estaba ligeramente elevado, por su respiración agitada, mientras apretaba las sábanas.

Varg quedó atrapado por un momento en la belleza de Bel, viendo ante sus ojos algo distinto a todo lo que ya había conocido, y esto estremeció algo en su interior, haciéndolo sentir repentinamente indigno.

Él se metió en la cama y con cuidado se posó sobre ella, cubriendo el delicado cuerpo de su esposa con el suyo, y se inclinó hacia su rostro, para besarla en los labios sin prisa ni desespero, y poco a poco los labios de Varg continuaron degustando cada parte del cuerpo de Bel en silencio, deslizándolos por sus pechos hasta llegar a su abdomen, donde ante el ligero contacto de su lengua contra su piel, la sintió temblar.

Él volvió a adueñarse de los labios de Bel con suavidad, y buscando que su cuerpo estuviera listo para él, Varg comenzó a deslizar las manos por su piel, hasta llegar a ese punto que la hizo temblar al hacerla sentir un poco más, y sin soltar sus labios, él continuó preparándola, sintiendo cómo sus manos se aferraban a sus hombros como si temiera caer al vacío.

—Si algo te molesta, solo dímelo —volvió a repetir él, sabiendo lo que seguía, al tiempo que ella cerraba los ojos, confiada de estar entre esas fuertes manos que la sujetaron por las caderas, mientras él se colocaba entre sus piernas sin dejar de besarla, pero cuando ella sintió cómo él intentó unirse a ella, su cuerpo se tensó, dejando salir un quejido de sus labios, y él se detuvo.

—¿Bel?

—Dolió —dijo, dejando salir una pequeña lágrima.

—Shhh. Tranquila, estoy aquí; no me moveré. Respira conmigo —Varg besó su frente—. No pasa nada, no pasa nada. No hay prisa.

Ella asintió, mirándolo con un ligero temblor en la barbilla.

—No quiero que te detengas. Solo hazlo más lento.

Varg le regaló una leve sonrisa, al tiempo que él besaba sus labios, y sus manos continuaban deslizándose por su cuerpo, buscando ese punto exacto donde sus dedos se concentraron al escucharla jadear, mientras tomaba sus senos entre sus labios, sintiendo cómo aquel frágil cuerpo volvía a estar listo para él, y cuando volvió a intentarlo, ella soltó un quejido ahogado, obligándolo a detenerse.

—Lo siento —dijo Bel con la voz quebrada, dejando salir un par de lágrimas.

—No tienes que pedirme perdón —respondió Varg, con la frente pegada a la suya—. Tú no estás hecha para el dolor, y yo debería saberlo.

Ella sonrió entre lágrimas, mirando cómo él se sonreía con ella. —Yo solo quiero estar hecha para ti.

Varg la miró en silencio, sintiendo con sus palabras algo que jamás había experimentado. Y justo ahí, él se dio cuenta de que ella lo estaba amando. Así de frágil y tierna, Bel lo estaba amando con todo lo que tenía, y dejándose llevar por el impulso, él volvió a tomar sus labios, esta vez con pasión y deseo dominando el momento; ayudándola a respirar, preparándola para él y cuando volvió a intentarlo, él se hundió por completo dentro de ella, escuchando cómo se agudizaban sus sollozos, pero en medio de ellos, ella le pidió que no se detuviera.

—Te tengo, te tengo, Bel —murmuró, besándola.

Las lágrimas siguieron bajando por sus delicadas mejillas, mismas que él secó con sus besos, hasta que su cuerpo dejó de temblar, y con cuidado, comenzó a moverse dentro de ella.

—Varg…

—Aquí estoy.

Él tomó su mano dentro de la suya y la colocó contra el lecho, sosteniéndola en medio de besos que no podían detenerse, y cuando ella logró aferrarse a sus fuertes hombros, ella comenzó a moverse junto a él, y ahí Varg supo que ya no había marcha atrás.

—No te detengas, por favor —jadeó, apretando su brazo—. Continúa.

Varg comenzó a moverse dentro de ella en un tímido vaivén, buscando que ella pudiera sentir un poco más que él. Pero en medio de sus movimientos, cada gemido suave de Bel lo empujaba más allá del límite, sintiendo cómo poco a poco ella se iba ajustando a su medida, como si hubiese estado hecha solo para él.

El placer crecía entre cada movimiento, y en medio de los gemidos leves de Bel, un gruñido salió de los labios de Varg, al tiempo que los músculos de sus brazos se tensaban, clavando sus manos en las sábanas a ambos lados de ella, como si intentara contenerse un poco más, hasta que ella se arqueó bajo su cuerpo y él bajó hasta su oído como si estuviera a punto de detenerse.

—Varg… por favor. Sigue —jadeó una vez más—. Sigue.

Y él obedeció.

Sus movimientos empezaron a ser más fuertes y con más ritmo, arrancándole un gemido distinto a Bel en cada embestida, mientras ella se aferraba de nuevo a su espalda, arañándolo un poco en su intento por mantenerlo contra ella, y entonces él la tomó de las caderas con fuerza, como si sujetarla así lo ayudara a no perder el control, mientras ella contemplaba a su esposo soñado desde abajo.

—Varg…

La delicada voz de Bel lo estremeció.

Él apoyó una mano contra el cabecero de la cama y siguió moviéndose más rápido y más profundo, cediendo ante esa necesidad que ya no podía contener, al sentir cómo caía en ella, cómo ardía por ella, y cómo quería más de ella.

Bel jadeaba su nombre una y otra vez, mientras lo miraba como si no pudiera creer que él era real, y con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, hizo un intento más por no caer.

—Bel —gruñó—. Ya no puedo resistirme…

—No lo hagas —gimió—. No te detengas.

Rindiéndose por completo ante esa necesidad incontrolable de tomarla toda para él, Varg intensificó sus movimientos, cediendo ante la desesperación de sentir más, escuchándola casi gritar de placer, mientras le arrancaba sus quejidos con besos que incluso a él le quitaban el aliento. Y cuando por fin ambos llegaron juntos al clímax, él se quebró sobre ella, escuchándola también quebrarse sobre él, y ambos se desplomaron uno sobre el otro, hundiéndose juntos en la penumbra.

Desde esa noche nada volvería a ser igual.

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