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𝟏𝟑. 𝐕𝐀𝐑𝐆 & 𝐁𝐄𝐋

Capítulo 13.

—Estinkö hallitsijan koulutuksen?
(¿Frustré el entrenamiento del regente?) —indagó el segundo hijo del príncipe Lexter Worwick, colocando su yelmo bajo el brazo, mientras observaba a su primo con los ojos entrecerrados.

Varg guardó silencio por unos segundos, con la mirada fija y cortante sobre Neith, y sin responder a su pregunta, arrojó la espada al suelo.

—Pyydän lupaa poistua.
(Pido permiso para retirarme) —dijo, tomando la mano de Bel—. Ven conmigo.

Ante la mirada de todos, Varg se alejó con Bel, quien aún parecía aturdida por lo que acababa de suceder, mientras que Neith solo se limitó a seguir a Varg con la mirada.

—Neith, jumalien tähden! Mikä se oli?
(¡Neith, por los dioses! ¿Qué fue eso?) —Rous caminó hacia su sobrino con el ceño fruncido.

—Täti Rousia.
(Tía Rous) —respondió Neith, haciendo una leve reverencia—. Pyydän anteeksi esiintymistäni edessänne.
(Me excuso por mi entrada ante usted).

—Valitsit pahimman tavan ärsyttää hallitsijaa.
(Escogiste la peor forma de molestar al regente) —intervino Ludger, caminando hacia su primo.

—Minulla ei ole koskaan ollut ongelmia hallitsijan kanssa puuttumisieni takia, Ludger.
(Nunca he tenido problemas con el regente por mis intervenciones, Ludger).

—Ongelma ei ollut puuttuminen, idiootti. Ongelma oli se, kenet saatoit vaaraan.
(El problema no fue la intervención, imbécil. El problema fue a quién pusiste en peligro).

Neith sonrió de medio labio mientras se quitaba el guante de su armadura, dejando al descubierto unos gruesos anillos oscuros que adornaban cada dedo de la mano del Worwick, al tiempo que, tras él apareció una carroza que era custodiada por una formación de soldados encabezada por dos equinos; uno de pelaje dorado y otro blanco.

—Häipykää pois.
(¡Dispérsense!) —le ordenó Ludger a la guardia.

Los soldados se movilizaron de inmediato ante la orden del Worwick, mientras que los jinetes del equino de pelaje dorado y el equino de pelaje blanco descendían de sus caballos, al tiempo que un guardia de la formación abría la puerta de la carroza y ayudaba a bajar de ella a Lady Kara y Lady Zoralis. Al verlas, Rous y Arlette se acercaron entusiasmadas para saludarlas.

—Kara, bienvenida a Dunkelheit.

—Hola, Rous, Princesa Arlette. —La mujer se reverenció—. ¿Ha sucedido algo? —preguntó Kara, tras compartir un cálido abrazo con la Vikernes.

Rous sonrió. —Ninguno en especial, Kara.

—Olette hyvin vaatimaton, täti.
(Usted es muy modesta, tía) —habló Tanatos, desajustándose sus guantes de montar, mientras se acercaba a su madre y esposa junto a su hermano Hypnox—. Puolustukseksemme ehdotimme, että tulisitte rauhallisemmin sisään, koska tiedämme millainen Varg on.
(Para nuestra defensa, le sugerimos que entrara con más calma porque ya sabemos cómo es Varg).

—Se on oikein.
(Es correcto) —le siguió Hypnox—. Tunnemme Neithin sisääntulot, eikä minua yllättäisi, jos hän tällä kertaa olisi vienyt hallitsijan kärsivällisyyden äärirajoille ja nyt haluaisi vain sotkea kaiken.
(Conocemos las entradas de Neith, y no me extrañaría que haya colmado esta vez la paciencia del regente y ahora quiera joderlo).

—¡Hypnox! —exclamó Kara, observando con reproche a su hijo, quien mantuvo sus labios curvados con ironía ante los ojos de su madre—. Rous, ¿Varg está molesto?

—No te preocupes, Kara —Rous le sonrió—. No es la primera vez que Neith hace esto, así que no hay por qué alarmarse. Varg no está molesto.

Hypnox miró a su tía Rous con cierta suspicacia. —Missä hallitsija sitten on?
(Entonces, ¿dónde está el regente?)

En el interior del castillo, Varg llegó junto a Bel a la sala privada, y al entrar se encontró con su consejero, quien estaba de pie, leyendo unos pergaminos junto a un librero cercano a la entrada.

—Salga, lord —ordenó Varg, acercándose a su escritorio.

El hombre alzó la vista, percatándose de la tensión tanto en su señor como en la joven, así que dejó el pergamino donde estaba, se reverenció ante Varg y no tardó en salir de la sala.

Una vez solos, Bel se quedó de pie junto al mueble, sin saber qué hacer, viendo cómo Varg respiraba hondo, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para no decir algo de lo que después pudiera arrepentirse, y al girar su vista hacia Bel, él notó cómo las manos de ella aún temblaban.

—Cálmate —dijo, acercándose a ella con la mirada fruncida, mientras la guiaba hacia el mueble para que se sentara—. ¿Estás asustada?

Ella asintió, dejándole ver su nerviosismo.

—Está bien, no pasó nada. Tú estás bien, y yo estoy bien.

Varg se alejó, caminando hacia su escritorio, donde se quedó de espaldas a ella, apoyado sobre la madera en silencio.

—¿Estás molesto?

Él se giró hacia ella, observándola. —Sí, Bel. Estoy muy molesto y creo que con justa razón.

Ella bajó su rostro, apretando las manos sobre su regazo.

—Mírame.

Bel alzó la mirada, y sus ojos se encontraron con los de él, quien se había acercado, hincándose frente a ella.

—Quiero que sea la última vez que haces algo como eso que hiciste en el patio.

—Pero es que yo corrí porque me dio miedo, Varg. Yo pensé que te iban a hacer algo y...

—¡Y no importa, Bel! —la interrumpió, incorporándose—. Yo soy un guerrero en formación; estoy preparado para manejar estas situaciones, pero tú no. Y mi deber es no permitir que te expongas, ni exponerte de esa forma.

—Es que a mí sí me importa lo que te pase —sollozó.

—Y yo lo entiendo. Pero si de verdad te importa lo que me pase, entonces no te pongas en peligro como lo hiciste, Bel. ¡Por los dioses!

—¡Es que yo te quiero!

Bel apretó los puños, rompiendo en llanto, al tiempo que Varg se llevó las manos al rostro, sintiéndose abrumado y sin saber qué decir.

—Bel, eso yo...

—Varg, no tienes que decir nada, porque yo sé tu respuesta, así que por favor no te molestes por eso.

—¡No es que me moleste por eso, Bel! —alegó él, elevando su tono de voz—. ¡Es que me dejas sin argumentos, carajo!

Tras aquel grito de Varg, Bel se retrajo en sí misma y Varg se dio la vuelta, mientras un denso silencio parecía adueñarse de la sala. Bel bajó la mirada, luchando por no dejar salir sus sollozos, y Varg suspiró con cansancio antes de volver a su escritorio.

—¿Me puedo ir? —preguntó ella, con la voz quebrada, colocándose de pie.

—Sí.

Ella caminó con prisa hacia la puerta, como si necesitara huir de aquel lugar cuanto antes, pero justo cuando su mano tocó el tirador, la voz de Varg la detuvo.

—Bel, espera.

Ella soltó el tirador y él se acercó, buscándole la mirada.

—No quiero que esto que sucedió desarme tu ánimo. Entiende que si te pido que no vuelvas a hacer algo como eso, es sólo por tu bien.

—Lo sé.

Él pasó su dedo por la mejilla de Bel con cuidado, deteniendo una lágrima que había escapado de sus ojos antes de que esta se deslizara por su rostro.

—Bien. Entonces ve a tus aposentos y descansa un poco. Más tarde te espero en el comedor para la cena.

—Está bien —murmuró ella, dejando escapar un pequeño hipo, producto de su llanto.

Varg se inclinó hacia el rostro de Bel y dejó un delicado beso en su frente, que ella sintió a ojos cerrados, mientras sus manos se aferraban a las de él.

Una vez aquel beso culminó y ella se retiró, cerrando la puerta tras de sí, Varg se quedó unos segundos en silencio junto a su escritorio, mirándolo, y tras pasar una mano por su rostro como si algo en su interior estuviera explotando, él estrelló su puño contra el escritorio, intentando liberarse de alguna manera de eso que parecía reprimir algo en su pecho.

Antes del anochecer, la familia Worwick y los invitados que habían llegado se reunieron en el gran comedor del castillo para tomar la cena, y pocos segundos después de que la princesa Rous hiciera su entrada y tomara su lugar en la mesa, Varg entró en la sala, observando a su familia y a los invitados reunidos.

—Buenas. —Él caminó hacia la mesa—. Bienvenida, tía Kara —dijo, dejándole un beso en la mejilla a su tía.

—Mi valiente sobrino —respondió ella con una sonrisa.

—Zoralis. —Varg se inclinó para dejar un beso en la mejilla de la esposa de su primo—. Bienvenida.

—Gracias, Varg —respondió ella con una sonrisa amable.

Varg alzó la mirada en dirección a su silla, notando de inmediato que el asiento de Bel a su lado estaba vacío, y su mirada se frunció ante la ausencia de su prometida, pero no hizo comentario alguno y ocupó su lugar en la mesa, tomando  la copa frente a él entre su mano.

—Agradezco mucho que todos hayan atendido a mi comunicado y hoy estén aquí presentes —Varg levantó la copa de la mesa—. Espero que se sientan cómodos en el castillo.

Los presentes en la mesa asintieron ante la amabilidad del regente, mientras que Varg llamaba al sirviente que estaba cerca de la mesa, y una vez el hombre llegó ante su señor, este le susurró un par de palabras al oído, al tiempo que Rous lo miraba como si supiera qué estaba sucediendo, y segundos después, el sirviente se retiró, saliendo de la sala.

—Pensé que no te presentarías después de cómo te retiraste ante mi llegada —rompió Neith el silencio, con la copa de vino en mano.

—Tus magníficas imprudencias no me quitan el apetito —respondió Varg sin mirarlo.

—Al menos —Neith dejó su copa en la mesa mientras los demás comenzaban a comer—, por un momento pensé que quizás te había delicado la forma en que interrumpí tu entrenamiento.

—No me delicó, pero puede que no te vaya bien la próxima vez que lo hagas y pongas en peligro a la única persona por la que puedo llegar a considerar lanzar mi daga justo a tu cabeza sin remordimientos.

Ludger soltó una risa que apenas se logró escuchar, e Hypnox curvó sus labios casi en burla, mientras que todos en la mesa miraron a Varg tras su peculiar comentario.

—No me digas que el regente de la casa Worwick, más sanguinario e inflexible que tiene Ficxia, ya tiene su lado débil —Neith volvió a alzar su copa, observando a su primo, mientras que Maeve miraba a Varg de reojo, como si estuviera esperando su respuesta.

—Yo diría más bien el lado que puede hacer que pierda la cabeza —Varg esbozó una media sonrisa antes de llevarse la copa a los labios.

—Sobrino —intervino Kara, dejando los cubiertos a un lado—, ¿Lauker también viene para tu boda?

—No lo creo, tía.

—Sería un milagro de los dioses si se moviera de donde está —agregó Hypnox, para después llevar un trozo de comida a su boca.

—Concuerdo —continuó Varg—. Entre todos los absurdos que Lauker ha estado exigiendo, también ha presionado para que mi regencia cumpla con una alianza matrimonial, pero dudo mucho que se haga presente como debería.

—Gracias a los dioses ya estoy casado con mi hermosa esposa y no tuve que aguantar esas exigencias de su parte —Tanatos le sonrió a Zoralis, para volver su vista hacia Varg—, pero me supongo que cuando hablas de sus absurdos, ¿te refieres a los impuestos y demás?

—Sí —asintió Varg—. Y por mi parte, Dunkelheit se mantendrá al límite de sus exigencias con ese tema. Yo seguiré rigiéndome bajo el mandato del rey Valko II.

—Yo también me he mantenido al límite con ese tema —agregó Tanatos, afirmándose en la mesa—. Como gobernador de Xistrinia y encargado del palacio Wiczex, mi deber es preservar las gestiones que mi padre logró de la mano del rey Veikan y del rey Valko.

—Kentaurux también se mantiene al margen —intervino Neith, tomando otro sorbo de vino—. Arquetania es el palacio que más ha tenido que lidiar con sus exigencias gracias al comercio de pesquerías, pero decidí mantenerme al límite; y por lo que he sabido por parte de Aisak, él está haciendo lo que él quiere con Extronia —Neith suspiró—. Solo le pido a los dioses que el rey no cometa un error que nos cueste el Imperio, porque por más que queramos, ninguno de nosotros podrá detenerlo.

—Sí hay alguien —dijo Hypnox, dejando los cubiertos sobre el plato—. Si Lauker comienza a joder las alianzas estratégicas que ya existen y comienza a molestar a los aliados, junto a otros detalles más, el tío Vile puede bajarlo del trono.

Un silencio se hizo presente en la mesa y todos se miraron confusos ante las palabras de Hypnox, mientras que Ludger sonreía, mirando a su primo como si ya supiera exactamente de lo que él estaba hablando.

—¿Cómo sabes eso, Hypnox? —preguntó Varg, con la mirada fruncida, recostándose contra la mesa—. Si el príncipe Vile Worwick pudiera hacer algo, ya lo habría hecho.

—No lo subestimes, Varg Vikernes. Estás hablando del mayor estratega de guerra y leyes después del príncipe Carsten. El tío Vile solo está observando y está leyendo atento cada movimiento de Lauker, yendo un paso adelante del niño favorito de mamá; esperando pacientemente que cometa un error, y una vez que lo haga, ¡boom! —Hypnox alzó su daga y la clavó de golpe en la mesa, haciendo que más de uno se sobresaltara, mientras él se reía—. Lo sacará del trono, cumpliendo la última petición real del rey Valko II. Esa que solo él conoce y él solo sabrá cómo cumplir.

En ese instante, el sirviente al que Varg había susurrado una orden al oído se detuvo en la entrada del comedor, y al verlo, Varg se levantó de su lugar para dirigirse al hombre.

—En un momento regreso.

Bajo la mirada de su madre, el Worwick salió del comedor y se acercó al sirviente fuera de la sala, quien le informó que lady Bel no se había presentado en la mesa porque se sentía indispuesta, y, extendiéndole las gracias, Varg comenzó a caminar en dirección a los aposentos de ella para saber qué ocurría.

Llegando a los aposentos de Bel, Varg observó a la señorita Alira saliendo por la puerta, y al verlo acercarse, la mujer se detuvo, haciéndole una reverencia al regente.

—Majestad.

—Señorita Alira. Me han informado que Bel está indispuesta. ¿Qué le sucedió?

—Ay, majestad —susurró—. Es que mi niña es muy sensible y está muy triste por lo que pasó hoy, después del entrenamiento.

Varg apretó la mandíbula, desviando la vista hacia un lado. —¿Ella se lo dijo?

—Sí —asintió, dando un paso atrás.

—Está bien, voy a hablar con ella.

La mujer se reverenció de nuevo antes de retirarse en silencio por el pasillo, mientras que Varg entró en la habitación, cerrando la puerta tras de sí con cuidado, para encontrarse con la silueta de Bel recostada sobre la cama, en silencio.

—Bel —dijo, avanzando hacia ella.

Al oír esa voz, Bel dio un pequeño sobresalto, girando el rostro para encontrarlo ahí, de pie junto a su cama.

—Varg.

—Tranquila. —Él se acercó antes de que ella intentara levantarse y se hincó, quedando a su altura junto al buró, pero al verla de cerca; Varg notó que los ojos de Bel estaban enrojecidos igual que la punta de su nariz, y él frunció el ceño con cierto pesar al verla así—. Has estado llorando.

—Es que me siento mal por lo que pasó —ella bajó la mirada—, y porque te molestaste. Yo no quería eso.

—Yo lo sé, Bel —Varg llevó su mano al cabello de ella para acariciarlo con delicadeza—. Yo lo sé. Entiende que me molesté porque bajo ningún motivo quiero que algo te suceda. Si Ludger no hubiera reaccionado rápido, si la guardia no hubiera intervenido y si yo no me hubiese interpuesto, algo pudo haberte pasado. Por eso me sentí molesto.

Bel se pasó la mano por la nariz y luego buscó los dedos de Varg, entrelazándolos con los suyos.

—¿Entonces te molestaste así fue porque no quieres que me pase nada malo y no porque te molesta que me preocupe por ti?

—Claro que no —respondió él, manteniendo su mirada fruncida sobre ella—. Como ya te lo he dicho; mi deber es protegerte y asegurarme de que siempre estés bien. Sé que tú también te preocupas por mí y lo comprendo, pero este es un punto donde no puedo ser flexible, Bel. Así que espero que nunca más vuelvas a hacer algo así y no pienso negociarlo.

—Está bien. —Bel lo miró con un ligero brillo en sus ojos, mientras la comisura de sus labios se curvaba con delicadeza—. Al menos ya no estás molesto, ¿verdad?

Varg la observó, bajando la mirada hacia sus labios, justo cuando ella hacía lo mismo con los suyos.

—No, ya no lo estoy. Así que ven, levántate. —Él la tomó de la mano—. Acompáñame al comedor.

—¿Quieres que este junto a ti en la cena?

—La mesa del regente no está completa si su prometida no está presente.

Bel sonrió al escuchar las palabras de Varg y al instante, se levantó de la cama, sosteniéndose de la mano de él. Una vez estuvo frente al Worwick, ella se empinó con un leve brinco y rozó sus labios con los del príncipe, atrapándolos en un breve beso, para dejar una vez más sin argumentos a Varg.

—Sabes a vino —dijo ella, mordiéndose el labio, al tiempo que miraba a otro lado intentando degustar bien ese sabor, mientras él la miraba curioso y desconcertado—. Es como el vino dulce.

Bel sonrió, volviendo a morderse el labio como si intentara atrapar ese sabor para un recuerdo, mientras que Varg fijaba su mirada en el rosa pálido de los labios de ella, y como si supiera lo que ella quería descubrir o sentir, él se inclinó, la tomó de la cintura, la pegó a su cuerpo y juntó sus labios con los de ella para hacerla sentir la dulzura de aquel vino que seguía impregnado en su paladar.

Bel se sujetó de los brazos de Varg, mientras sentía cómo los labios de él saboreaban los suyos y cómo sus lenguas se encontraron, atrapando en aquel beso ese sabor a vino que él le había dejado antes. Bel dejó salir un pequeño jadeo que se ahogó entre los labios de Varg, y ella se aferró a su camisón, sintiendo una extraña sensación que jamás había sentido recorrer todo su cuerpo, acumulándose en la parte baja de su vientre.

Al culminar el beso, él separó sus labios de los de ella con cuidado, y sus ojos vieron esos ojos cafés mirándolo con tanto brillo, como si estuvieran contemplando algo divino, y tras una sonrisa que ruborizó su rostro, ella dijo:

—Sí, es vino dulce.

—Alístate para que vayamos a cenar —él le guiño el ojo, acariciando su mejilla con el dorso de la mano.

—¿Me esperas?

—Sí, yo te espero.

Bel corrió con prisa al cuarto de baño para alistarse, y una vez la vio alejarse, Varg salió de la habitación, cerrando la puerta con cuidado para esperar afuera a que ella estuviera lista y así llevarla junto con él a la cena.

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