
𝟏𝟐. 𝐕𝐀𝐑𝐆 & 𝐁𝐄𝐋
Capítulo 12
Mientras terminaba de ajustar los botones del camisón de su traje, Varg ojeaba un pergamino sobre la mesa del té cuando unos toques en la puerta captaron su atención.
—Pase —dijo él, sin mirar hacia la puerta.
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió y Arlette entró, cerrándola con cuidado.
—Hola, mi cielo —dijo, acercándose a él.
—Hola, abuela —le saludó, recibiendo un ligero beso de Arlette en su mejilla—. ¿Cómo está?
—Bien, mi amor. ¿Y tú, descansaste?
—Sí, claro, abuela. —Él dejó el pergamino a un lado—. ¿Cómo se ha sentido usted con el frío de Dunkelheit?
—Yo estoy bien, mi cielo. Siempre trato de mantenerme en calor.
—Abuela, ¿no cree que sería conveniente que viaje a Lussox? Digo, estar en Armes o en Northros, incluso aquí, no es la mejor opción para usted en esta época.
—No pienses en eso ahora, mi niño. Yo estoy bien, además, quiero estar para tu boda. Así que no te preocupes, que no me he sentido mal.
—Está bien, abuela. Pero después de la boda irá a Lussox. Le enviaré un comunicado a Askel.
—Está bien. —Arlette sonrió—. Discúlpame si te interrumpo a estas horas, pero tu madre me envió.
—No, abuela, usted jamás me interrumpe. —Varg tomó el cinturón de su traje del sillón que estaba tras él—. Dígame, ¿qué sucedió?
—No sucedió nada, mi vida. Solo que estamos con Bel en la sala de costura y tu madre me envió a decirte que no vayas a acercarte por allá a buscarla o para invitarla a salir al jardín, porque ella está muy inquieta.
—No iba a hacerlo —dijo, acomodando la correa alrededor del camisón—. Tengo cosas que hacer hoy y tendré la mañana ocupada. Pero ¿por qué Bel está inquieta? ¿Ella está bien?
—Sí, solo que, desde que estamos en la sala, se la ha pasado curioseando por todas las telas y cosas que ve, y no se queda quieta.
Varg sonrió de medio labio mientras ajustaba la correa de su camisón. —¿Le están enseñando a tejer?
—No, tu madre está adelantando los detalles de su vestido para la boda, pero se le está haciendo un poco difícil, porque ella dice que quiere que su vestido sea blanco aperlado con detalles rosados.
Varg peinó su cabello blanco hacia atrás con los dedos.
—Entonces que le den el vestido blanco aperlado.
—Lo haríamos, pero no hay ningún vestido así en la sala que ya esté hecho, y para dárselo como quiere, la ama de costura tendría que hacer uno, y eso puede demorar un poco.
—Abuela, no es de mi interés y no entiendo nada sobre costura y telas, así que lo del tiempo es lo de menos. Solo denle el vestido que Bel pide.
—¿Estás seguro?
—Sí. Dígale a mi madre que lo haga como ella quiere.
Varg tomó otro pergamino de la mesa y lo desplegó para leerlo, pero en ese instante, Arlette giró su vista hacia la cama y vio una muñeca con un vestido blanco aperlado en toques rosas sobre una de las almohadas.
—Sabes, hijo —habló Arlette, mirando la muñeca—. Bel ha estado inquieta, diciendo que necesita salir para buscar algo.
Varg levantó la vista y se dio cuenta de que su abuela estaba observando la muñeca sobre la cama.
—Seguramente busca esto. —Varg se acercó y tomó la muñeca de madera con cuidado—. Es de Bel. Parece que le gustan mucho. El día que durmió aquí, su nana se la trajo para que descansara, y cuando se fue, la olvidó.
—¿Y la has tenido sobre tu cama desde entonces?
—Sí —dijo, colocándola en su lugar—. No me molesta.
—Entiendo. —Arlette se acercó a los pies de la cama de su nieto—. ¿Sabes? Cuando conocí a tu abuelo Aiseen, yo era una jovencita, así como ella —Arlette sonrió—. Me gustaban las mariposas y las coronas de flores. Aún recuerdo cuando tu tío Valerio me hacía mariposas de papel, y me gustaba ver las flores y oír los pájaros cantar.
Varg alzó una ceja, curioso, observando el brillo en los ojos de su abuela.
—De hecho, en una ocasión él me llevó a verlas al laberinto de arbustos en el castillo de Southlandy, y después el rey Valko se dio cuenta de esto y se acercó a mí para preguntarme si su hijo me había hecho algo, ya que para todos resultaba muy extraño que un hombre como él llevara a una joven como yo a ver mariposas.
—¿El rey Valko?
—Sí.
Varg sonrió admirado, recostándose sobre el dosel de la cama. —Debió ser un privilegio hablar con el rey Valko y recibir su atención e instrucción. Él es un ejemplo muy alto de honor para esta casa, no solo como guerrero y rey, sino también como hombre y padre.
—Claro que sí, hijo. Sé lo que significa para ustedes la figura del rey Valko y no se equivocan, porque a pesar de que tu abuelo fue una decepción para él en un tiempo, él era su hijo, y el rey Valko solo buscaba que yo estuviera bien. Así que me preguntó si tu abuelo me había hecho algo, porque yo en ese tiempo era como Bel.
—¿Delicada?
—Y frágil. Le tenía miedo a los caballos, al caos y a la sangre, pero a pesar de que a tu abuelo no le perturbaban ninguna de estas cosas, él se sentaba a verme mirar las mariposas durante horas en silencio, hasta que escuchaba su voz al hablar y me cambiaba el mundo.
Arlette tomó la muñeca y acarició el cabello en hilos de seda.
—Bel tiene esa dulzura antigua que las princesas y señoritas de hoy han perdido. No he conocido muchas mujeres que dejen una muñeca en la cama de un hombre, sin darse cuenta ni preocuparse por lo que eso pueda significar.
—¿Y para usted esto qué significa?
—Esto significa que ella confía en ti, que a pesar de tu rudeza, ella ve la ternura como algo seguro a tu lado. Incluso me atrevería a decir que ya empezaste a verla con los ojos que tenía tu abuelo cuando hablaba de mí; aunque claro, él no fue tan orgulloso para admitirlo.
Varg bajó la mirada, incómodo por la claridad con la que su abuela lo leía.
—Abuela, yo entiendo su punto y es muy acogedor todo lo que me cuenta, pero las situaciones no siempre son iguales. Yo no planeé que esto fuera así.
—El amor nunca se planea, hijo.
—Creo que hablar de amor es algo mayor en este momento.
—¿Qué tan profunda o qué tiene de particular esa palabra para ti?
—Ninguna. Solo que, como le dije, yo no planeé esto. Si madre jamás me hubiese puesto esta opción en mis manos, yo jamás habría apostado por ella. Y no me estoy refiriendo a que ella me obligó, porque no lo hizo, pero creo que el amor es distinto a esto.
—No lo es, porque al igual que tú, hijo, yo tampoco planeé enamorarme de tu abuelo, y al igual que Bel, yo también fui una jovencita inocente que quedó deslumbrada cuando lo vio por primera vez.
Varg caminó hacia la ventana, dándole la espalda a su abuela.
—Cuando lo conocí, él estaba comprometido con alguien más. La dureza de su corazón era gobernada por fantasmas de un pasado que lo incitaban a odiar sin sentido alguno. Él tenía otra mujer fuera de casa con la que sin medida; manchaba la ley de sus dioses, y ni él mismo sabía lo que significaba amarse a sí mismo. Cuando todo eso sucedió, yo estuve ahí, viéndolo entre todos, y puedo decir con certeza que él fue un hombre muy valiente al atreverse a verme a mí también.
Arlette caminó hacia su nieto, quien no apartaba su vista del vitral.
—Hijo, el amor no siempre se presenta de forma lógica, ni de la forma en que se espera o se idealiza. Y de verdad espero que el día que te des cuenta de esto no sea tarde, porque no hay nada más doloroso y amargo que querer decirle algo que se tuvo guardado a alguien que ya no está. Me llevaré la muñeca para dársela a Bel y le diré que una sirvienta me la entregó, para que esté tranquila.
Arlette caminó hacia la puerta para salir, y él se retiró de la ventana, volviendo a la mesa del té.
—Abuela.
Ella se giró para verlo antes de abrir la puerta.
—Es mi deber, como hombre honorable de la casa Worwick, velar por el bienestar de la mujer que será mi esposa y será la madre de mis hijos. Así que, en nombre de ese honor, le pido que todo lo que Bel pida se le dé, sin excepción.
Arlette sonrió al verlo de pie, intentando sostener su palabra.
—Claro, hijo. Solo ten en cuenta algo; no dejes que el miedo a sentir te haga perder lo que más vale. Una muñeca no se olvida en cualquier cama, y los hombres como tú no guardan cosas así si no significan algo.
Arlette abrió la puerta, salió de la habitación y la cerró tras de sí, dejando a Varg solo, con la mirada fija en el pergamino a un lado sobre la mesa del té.
Las semanas pasaron en Dunkelheit, y el frío invernal del norte de Ficxia comenzó a disiparse, dando paso a una calma que se extendía sobre los muros del castillo Worwick.
Para aquellos días, Varg recibió de vuelta en el castillo a su consejero, quien no tardó en poner sobre la mesa del regente todos los pendientes del pueblo de Karakalla, y ambos hombres repasaron uno a uno los asuntos resueltos y los que aún quedaban pendientes.
Al concluir, Varg le ordenó a su consejero retomar su lugar en el castillo y en la corte, y le informó sobre su unión matrimonial con Lady Bel Hadmmon, para que el hombre corroborara y estuviera al pendiente de todo el asunto protocolario que se llevaría a cabo en los días venideros.
Durante ese tiempo, Rous pasó más horas de lo esperado junto a Bel en la sala de costura, y mientras la ama de costura trabajaba el vestido nupcial de la joven tal y como ella encargó, por orden del propio regente, Rous aprovechó aquellos momentos para impartirle una breve instrucción a Bel sobre lo que serían sus primeras actividades como esposa del gobernante de Dunkelheit y su posición en el consejo.
Por su parte, Varg intensificó su entrenamiento con la guardia en el patio de entrenamiento. Él aprovechaba los momentos en que su madre y su prometida estaban ocupadas para desaparecer durante horas, ocupándose en el puerto con la guardia que cuidaba los límites costeros de los piratas, y en más de una ocasión él partió con la guardia a los campos y bosques a cazar Cangrinos, a los que luego llevaba a las cuevas de tortura o directamente los enviaba al patio de ejecución.
Lo que Varg ignoraba en medio de sus actividades dentro del castillo era que Maeve lo observaba en silencio, mientras se cuidaba de no ser vista por nadie. La joven Hadmmon dejó de asistir a las cenas en el comedor y en ninguno de esos días se presentó en la sala de costura, ni en la toma de medidas de Bel, a diferencia de Lady Dita, quien acompañaba a su sobrina en todo momento.
Pero a pesar de estar distante, ella seguía a Varg desde la sombra, como si observarlo caminar por los pasillos del castillo, verlo dirigir a la guardia por el jardín, o contemplar cómo él se veía bajo su mando militar montando su caballo de pelaje blanco, pudiera calmar un fuego silencioso que ardía en su interior por eso que aún deseaba y que sabía que no podía tener, mientras lidiaba con el bullicio de la actividad de los sirvientes a su alrededor por los preparativos de una boda que no era de ella.
A pesar de lo ocupado que Varg pudiera estar durante esos días, él siempre encontraba momentos para compartir con Bel y saber cómo estaba. En alguno de aquellos días, él la llevó al cercado de arbustos donde estaba el árbol de belladona que a ella tanto le gustaba.
En dos ocasiones, él la llevó con él al puerto, donde se aseguraba de que los guardas del puerto estuvieran al pendiente para la llegada de un barco de la casa Worwick que llegaría a Dunkelheit desde Armes, y mientras él supervisaba que todo estuviera en orden, Bel disfrutaba viendo los grandes barcos de la casa Worwick, junto a otras flotas atracadas en el muelle, sin soltar la mano de Varg y envuelta en los abrigos que él se aseguraba cubrieran bien su cuerpo para protegerla contra el viento y el frío.
Todas las tardes, tras el entrenamiento, la caza, y después de que Bel pasara por la sala de costura, ambos cenaban juntos en el gran comedor; luego él la llevaba a la biblioteca donde seleccionaban un libro, y después la acompañaba a sus aposentos, donde ella se acomodaba en su mueble a leer dicho libro hasta quedarse dormida.
Hasta que en una ocasión Bel se sintió mal y tras un leve ataque, Varg la llevó a su sala privada después de la cena, donde él estuvo ocupado junto a su consejero resolviendo los últimos asuntos pendientes que habían quedado del viaje del lord a Karakalla, y al levantar su vista hacia el mueble, la encontró dormida con el libro aún en su mano. Una vez Varg culminó de discutir aquellos asuntos con su consejero, él tomó a Bel en sus brazos y la llevó a sus aposentos, donde la nana de la joven se encargó de que su niña descansara cómoda esa noche.
Un poco antes de la hora sexta, las grandes puertas del castillo Worwick se abrieron para dejar pasar a los comerciantes y sirvientes que abastecían los almacenes del castillo. Carros cargados de víveres, toneles de vino, telas y arreglos florales cruzaban las puertas custodiados por la guardia para los preparativos de la boda, mientras que en el patio de entrenamiento, el sonido del acero cortaba el silencio entre cada embate que el príncipe Varg lanzaba contra la espada de un soldado de la guardia de Dunkelheit dentro del círculo de combate.
Con el cabello recogido en la nuca y los ojos fijos en su oponente, el soldado de la guardia de Dunkelheit se defendía, atacaba y contraatacaba, siguiendo las órdenes del comandante, quien le daba breves instrucciones al mismo tiempo que evaluaba el desempeño de su señor, y a su vez, desde la armería, el príncipe Ludger seguía con sus ojos cada movimiento de Varg, al tiempo que corroboraba el arsenal para el cambio de armas entre cada ronda de combate.
Entre órdenes e instrucciones del comandante, desde el balcón principal del patio, Rous, Arlette, Lady Dita, Lady Bel y Lady Maeve observaban el entrenamiento. Rous mantenía los ojos clavados en cada movimiento de su hijo, mientras que a su lado, Bel se encogía con ligereza cada vez que las espadas chocaban y Varg parecía perder el control del enfrentamiento.
—Hyökkää suoraan tarkoituksella!
(¡Ataca recto, con intención!) —ordenó el comandante desde un extremo, rodeando el círculo.
La espada del soldado chocó contra la de Varg de frente, cortando la posibilidad de contraataque, mientras que desde el balcón Bel se cubrió los ojos con ambas manos, dejando escapar un ligero jadeo.
—Älä jätä sitä tai hengitä! Vasiksi Paina sitä!
(¡No lo dejes respirar! ¡Presiónalo!) —insistió el comandante.
Varg se giró sobre su eje al anticipar su movimiento, esquivando por un instante el ataque frontal, y su espada desvió el golpe del soldado con un corte seco hacia la derecha, al tiempo que se deslizaba hacia atrás, manteniendo el equilibrio con la mirada clavada en el soldado.
—Vaihda rytmi! Velvoittaa se liikkumaan, epävakautta!
(¡Cambia el ritmo! ¡Oblígalo a moverse! ¡Haz que se desestabilice!) —gritó el comandante, pisando la línea del círculo.
El soldado intentó un corte veloz y descendente contra Varg, pero él lo atrapó con la hoja cruzada y con un movimiento brusco de hombros, lo empujó hacia atrás, obligándolo a reajustar su posición.
—En näe sotilaan verta
(No veo la sangre, soldado) —retó Varg a su oponente, manteniendo su posición y vista sobre el hombre.
—Varg Worwick Vikernes, sopeutua muodolliseen harjoitteluun
(Varg Worwick Vikernes, ajústate al entrenamiento formal) —habló Rous desde el balcón, dictando el orden del entrenamiento.
Bel suspiró de alivio al oír las palabras de Rous, mientras que Maeve desviaba su mirada hacia su hermana, observando cómo Rous pasaba su mano por el hombro de Bel, entendiendo que la princesa Vikernes y el mismo regente habían limitado la sangre en el combate para no asustar a Bel, y ella no evitó fruncir la mirada; dejando ver cierta molestia y rabia ante la delicadeza con la que ella era tratada, incluso en actividades tan estrictas como los entrenamientos de formación militar.
Abajo, Varg se adelantó ante la orden del comandante y atacó con una secuencia rápida de embates, uno tras otro, como si el ritmo de su espada marcara un lenguaje propio que no se detendría hasta obtener lo que pedía.
—Yksi! (¡Uno!) —marcó el comandante.
Varg lanzó un golpe al hombro, bloqueado por el soldado.
—Kaksi! Takaisin! En anna periksi!
(¡Dos! ¡Atrás! ¡No cedas!)
Un embate bajó de la espada del comandante, dirigido hacia la pierna del regente.
—Kolme! (¡Tres!)
Varg amagó hacia el costado del soldado, pero con un giro repentino cambió de dirección y colocó la punta de su espada contra el cuello del hombre, y el círculo quedó en silencio.
—Ensimmäisen kaksintaistelun voitti sijaishallitsijaprinsessi/prinssi.
(Primer duelo ganado por el príncipe regente).
Anunció el comandante, rompiendo el círculo.
—Vaihdetaan aseet ja aloitetaan alusta.
(Hagan cambio de armas y vamos desde el inicio).
Varg le lanzó la espada a Ludger, y este la agarró en el aire, lanzándole un hacha y una espada de vuelta, mientras que desde el balcón Rous suspiró de alivio y Bel sonreía, celebrando la victoria de su prometido, con la mirada esquiva de Maeve sobre ella.
—Paikoillesi! Aloita!
(¡A sus posiciones! ¡Inicien!) —ordenó el comandante, rodeando el círculo desde el frente.
Varg dio un paso atrás, alzando el hacha en una mano y la espada en la otra, con las piernas ligeramente flexionadas y la mirada fija en el soldado que sostenía una maza de hierro, lo que obligó a Varg a mantener cierta distancia para evaluar su estrategia ante un arma que podía destrozar sus huesos o su simple armadura de un solo golpe.
El soldado alzó la maza en un arco brutal, directo al torso de Varg, pero el príncipe dio un giro hacia la izquierda, desviando la trayectoria del arma de hierro con el filo de su espada, mientras alzaba el hacha en defensa. Desde la entrada del castillo, un caballo blanco irrumpió, alertando a la guardia al verlo cruzar por las puertas del castillo hasta el patio de entrenamiento, al tiempo que Varg y el soldado seguían en su combate, ajenos al intruso que había llegado.
Tras el fuerte relincho del equino y el bullicio de la guardia, el jinete con armadura y yelmo se bajó del caballo, y en el instante en que Varg se giró ante el bullicio, una daga cruzó el patio de entrenamiento, directo hacia él, la cual logró esquivar por reflejo.
—¡Varg! —gritó Bel desde el balcón al ver cómo le habían atacado, y sin medir la gravedad del asunto, ella corrió fuera del balcón para bajar al patio.
—¡Bel, a dónde vas! —le llamó Rous, corriendo tras ella, seguido por Arlette.
—¡Niña, por los dioses! —Lady Dita levantó su falda con prisa para ir tras su sobrina.
Tras esquivar la daga, Varg se giró y su mano se deslizó hacia su cinturón, de donde extrajo su propia daga, la cual lanzó hacia el agresor, quien se agachó, esquivando el ataque, y de inmediato respondió soltando otra daga en dirección al regente, quien preparó su espada para bloquear el tiro, pero en ese momento Bel corrió hacia el campo sin medir el peligro, y justo cuando iba a entrar en el círculo de entrenamiento, tras los gritos de Rous, Arlette y Dita para que se detuviera, Ludger se cruzó en su camino y la tomó entre sus brazos en pleno impulso, justo cuando entró en la línea directa del combate y la guardia no tardó en lanzarse sobre ella y contra el atacante.
—Edelleen!
(¡Atrás!) —gritó Varg, interponiéndose entre Bel, quien seguía cubierta por Ludger, y el atacante.
La guardia se detuvo en seco al oír el grito de su señor, con la espada contra el cuello del intruso, quedando todo en silencio por un instante.
—Näin saat Kentauruxin kuvernöörin?
(¿Así es como recibes al gobernador de Kentaurux?) —dijo el hombre, con el rostro escondido bajo el yelmo.
Varg frunció el ceño. —¿Neith?
Bajo la vista de todos, el hombre alzó ambas manos, las llevó a su yelmo y se lo quitó, dejando caer su cabello blanco en capas sobre sus hombros.
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