
𝟏. 𝐕𝐀𝐑𝐆 & 𝐁𝐄𝐋
Capítulo 1.
DUNKELHEIT FICXIA – CASTILLO WORWICK
—¡Varg Worwick! —Se escuchó la voz de la princesa Rous Vikernes entrando en la sala privada de su hijo, quien yendo hacia la puerta, se acercó a su madre y le dio un beso en la frente.
—Hola, madre —la saludó Varg mientras salía de la sala, dejándola atrás.
—Varg, ¿a dónde vas? Te estoy hablando —dijo ella, siguiéndole el paso.
—Y yo la estoy escuchando, madre.
—¡Varg!
Rous alzó la voz, logrando que su hijo se detuviera. El príncipe se giró hacia su madre, y mirándola con calma, dijo:
—Dígame, madre.
—¿Cómo es eso de que ordenaste un entrenamiento con un guardia donde uno de los dos debe salir herido?
—Solo es un entrenamiento, madre.
—Varg, ¡por los dioses! No me digas que después de discutir esto con tu padre, ahora debo discutirlo contigo.
—¿Sabe usted que padre ensayaba sus métodos de tortura con prisioneros a los que prefería no ejecutar solo para eso mismo? Y eso me agrada.
—¡No me des detalles sobre esas cosas, Varg! —Él se giró y continuó caminando—. Sabes que si no quiero que hagas estas cosas, es porque me preocupo por ti —ella se colocó frente a él, encontrándose con esa mirada gélida y peligrosa que él poseía—. Ya perdí a tu padre, y no quiero perderte a ti también.
—Äiti, älä pelkää kuolemaa.
(Madre, no hay que temerle a la muerte).
Varg le dio otro beso en la frente a su madre para continuar su camino, mientras ella dejó escapar un suspiro de cansancio; observando a su hijo cruzar el jardín directo hacia el patio de armas.
—¿Desea ver el entrenamiento, alteza? —preguntó la sirviente personal de la princesa, colocándose frente a ella.
—Sí, debo verlo. —Rous tomó el brazo de la mujer—. Vamos.
A poca distancia del castillo Worwick, una carroza custodiada por un par de guardias se acercaba, llevando en su interior a las hermanas Lady Maeve y Lady Bel Hadmmon, acompañadas por la nana de Bel, la señorita Alira, y su tía, Lady Dita Hadmmon, la mujer que se había hecho cargo de ambas jóvenes tras la muerte de sus padres.
—¡Te vas a casar, te vas a casar! —repetía Bel, pinchando entre risas y con insistencia el costado de su hermana.
—¡Ya, Bel, detente! —se quejó Maeve en medio de una risa—. No es broma, de verdad me da miedo.
—Dicen que ese príncipe castiga a los que no le obedecen poniéndolos en lo alto de la torre para que les dé el sol todo el día ¡Ya te imagino toda quemada como las tostada que hace la tía Dita! —Bel soltó una carcajada.
—¡Ya, Bel! —Maeve soltó la risa mientras trataba de taparle la boca con la mano a su hermana, pero Bel intentaba zafarse para seguir hablando, desatando un bullicio dentro de la carroza.
—¡Niñas, por favor, compórtense! —regañó Lady Dita a ambas jóvenes, alzando la voz.
—¡Es Bel, tía! ¡Quiere asustarme con sus comentarios tontos! —se quejó Maeve, acomodándose en su asiento.
—¡Susto debería tener yo, que voy a terminar soltera como la tía Dita!
—¡Bel Hadmmon!
Se escuchó la voz molesta de Lady Dita, mientras Maeve y la señorita Alira se llevaban la mano a la boca para ahogar la risa.
Bel miró hacia un lado, retrayéndose en su lugar, mientras la calma se apoderaba de nuevo del interior de la carroza.
—Por lo que veo, ya han practicado bien el Nordhes —comentó Lady Dita, retomando la postura—. Espero que se comporten una vez lleguen al castillo y sobre todo, recuerden lo que les dije; si la princesa Rousia se dirige a ustedes en Nordhes, responden en Nordhes; si lo hace en Finse, responden en Finse. Lo mismo con el príncipe.
—Sí, tía —respondió Maeve, mientras Bel solo asentía.
—Maeve —Dita se dirigió a su sobrina—, recuerda lo que te dije: delicada, recatada y nada de irreverencias.
—Sí, tía.
Mientras la carroza se aproximaba al castillo, en el patio de entrenamiento el combate entre el príncipe Varg y el guardia asignado había iniciado.
A pesar del frío que erizaba su piel, el príncipe con el torso descubierto, se movía con destreza, blandiendo las espadas que tenía en cada mano contra las espadas del guardia; concentrado en cada movimiento de su contrincante, mientras atacaba y contraatacaba sin piedad.
Desde uno de los balcones del patio, donde se encontraba Rous observando el entrenamiento, el príncipe Ludger ingresó en silencio, colocándose a cierta distancia de su tía, y sin pronunciar palabra alguna, se recostó contra la baranda de piedra, observando el enfrentamiento, mientras Rous intentaba mantener la calma sin poder evitar desear egoístamente que si alguien resultaba herido, no fuera su hijo.
El sonido de las espadas chocando entre sí resonaba en el patio, mientras el guardia parecía estar luchando contra la presión del combate, como si estuviera esperando que el príncipe lo hiriera a él, y Varg lo percibió.
—Jos annat minun voittaa, leikkasin pään Skor.
(Si me dejas ganar, te corto la cabeza, Skor).
Al oír las palabras de su señor, el guardia comenzó a igualarse en el enfrentamiento, sabiendo que el Worwick hablaba en serio.
Mientras el príncipe atacaba con agresividad, la carroza con las damas Hadmmon cruzó las puertas del castillo, y los guardias que iban con ellas ayudaron a las mujeres a descender del vehículo, y en cuanto tocaron el suelo, sus miradas se volcaron hacia el combate que tenía lugar en el patio.
En un intento por llevarle el ritmo a los ataques del príncipe, el guardia desvió una de las espadas de Varg y giró su propia espada con rapidez, desgarrando el brazalete de cuero que protegía su mano, haciéndole un corte cerca de la muñeca que comenzó a sangrar de inmediato.
Varg soltó su espada al sentir el ardor de la herida, mientras que desde el balcón, Ludger esbozaba una ligera sonrisa, como si hubiera sabido que aquello sucedería, y la princesa Rous no tardó en salir del balcón para acercarse a su hijo.
Mientras los soldados observaban en silencio la finalización del entrenamiento, las recién llegadas miraban con atención e inquietud lo que había sucedido frente a ellas, excepto por Bel, que parecía estar atrapada en la imagen del hombre a la distancia que le daba la espalda.
—Tuhat anteeksipyyntöä, prinssi.
(Mil disculpas, mi príncipe) —dijo el guardia, inclinándose con cierta preocupación ante el príncipe.
—Älä pyydä anteeksi, Skor.
(No te disculpes, Skor) —habló Varg, observando la sangre que se deslizaba por su brazo—. Tämä oli koulutusta. Parempi kiitos ainakin tänään, en aio leikata päätäni.
(Así debía ser el entrenamiento. Mejor agradece que al menos hoy, no voy a cortarte la cabeza.)
—Hijo, ¿estás bien? —se acercó Rous, observando con preocupación la herida en el brazo de Varg.
—Sí, madre, no se preocupe.
—Su Alteza —interrumpió la sirviente de la princesa con discreción—, Lady Dita Hadmmon acaba de llegar con sus sobrinas.
Al escuchar esto, Varg giró su mirada hacia la entrada del castillo, observando a las mujeres a la distancia, y luego volvió la vista a su madre con indiferencia y mientras recibía un pedazo de tela limpia para cubrirse la herida, preguntó:
—¿Quiénes son?
—Es Lady Hadmmon y sus sobrinas, hijo, así que ven. Como regente de Dunkelheit, debes presentarte.
Varg comenzó a vendarse la herida con calma mientras se acercaba a las recién llegadas junto a su madre.
—Princesa Rousia —saludó Lady Dita a Rous, reverenciándose al tenerla frente a ella.
—Lady Hadmmon —respondió Rous con una sonrisa amable—, es un gusto que hayan venido. Disculpen la forma en la que las recibimos, pero el regente de este reino se encontraba en su práctica de entrenamiento.
—Majestad. —Se reverenció Dita ante Varg.
—Bienvenidas a Dunkelheit —habló Varg con esa típica expresión fría en su rostro, mientras apartaba los mechones de cabello blanco de su rostro.
La mirada de Varg recorrió a las damas antes de posarse fugazmente en Bel, quien lo observaba con cierta insistencia y timidez, pero él no pareció notarlo y desvió la vista sin mayor interés.
—Estas son mis sobrinas —habló Lady Dita, captando la atención del príncipe—. La mayor, Lady Maeve Hadmmon.
Maeve se reverenció ante Varg.
—Y la menor, Lady Bel Hadmmon.
Siguiendo el ejemplo de su hermana, Bel se reverenció ante él.
—Es un gusto recibirlas en el castillo Worwick y me complace que estén aquí, pero me temo que debo retirarme. Las dejo con mi madre, ella las atenderá muy bien.
Varg asintió con ligereza ante las mujeres, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el interior del castillo sin mirar atrás, mientras Bel lo seguía con la mirada, sin poder evitar observar cada uno de sus pasos, pero al escuchar la voz de su tía, retiró la vista, sabiendo que no debía mirarlo demasiado.
—Mi princesa, no quiero sonar apresurada, pero creo que el príncipe no está muy contento con nuestra llegada —comentó Lady Dita, un poco apenada.
—No se preocupe, Lady Hadmmon —Rous sonrió—. Por lo general, el príncipe siempre carga con ese tipo de expresión en su rostro, pero mejor entremos; hace mucho frío aquí afuera.
Dicho esto, la princesa comenzó a avanzar hacia el castillo, guiando a las recién llegadas.
—Supongo que deben estar cansadas por el viaje —dijo Rous, dejando la taza sobre una mesita frente al mueble de su sala privada.
—Un poco, majestad —respondió Lady Dita—, pero no se preocupe. Solo quiero disculpar la ausencia de mi sobrina Bel, ella está un poco delicada y necesitaba descansar.
—No se preocupe, mi lady, entiendo la situación de la pequeña Bel.
—Gracias, princesa. Lo importante es que Maeve está aquí. —Maeve sonrió discretamente al escuchar las palabras de su tía—. Ella es quien debe seguir sus instrucciones con respecto al príncipe Varg.
—Con respecto a eso. —Rous se acomodó en su lugar—. Quiero que recuerden que la Casa Worwick no fuerza matrimonios arreglados. Eso ya lo había dejado claro en mis comunicados, pero si les pedí que vinieran es porque confío en que tú, Maeve, podrás ganarte el corazón de mi hijo.
Maeve sonrió, manteniendo la postura impecable como su tía se lo había indicado.
—El rey Lauker ascendió al trono no hace mucho y ha sentenciado que cada regente que aún no esté casado ante la fe de los dioses de la Casa Worwick debe hacerlo, con el propósito de asegurar herederos para las regencias —agregó Rous—. Pero mi hijo es un hombre un tanto difícil. Te digo esto, Maeve, porque quiero que sepas que imponerle algo a Varg solo logrará cerrarte las puertas; tu único camino es acercarte a él con paciencia, ser delicada y recatada.
—Lo haré, majestad —afirmó Maeve.
—Ojalá mi hijo fije sus ojos en ti —Rous sonrió—. Aunque no dudo que lo haga; eres una jovencita muy hermosa.
Maeve bajó la mirada, sonrojada ante el comentario de la que posiblemente sería su suegra.
—No se preocupe, princesa Rousia —intervino Lady Dita con una sonrisa—. Estoy segura de que mi hermosa Maeve captará la atención del príncipe.
—Si quieres rendirle cuentas a Lauker sobre Vinndvik, hazlo —habló Varg en un tono seco, dirigiéndose a su primo Ludger mientras caminaban por los pasillos del castillo—. Pero recuerda que Vinndvik hace parte de Dunkelheit.
—Nunca dije que le rendiría cuentas de Vinndvik a Lauker. Él solo quiere que tome una esposa y así asegurar su control sobre la sucesión de la gobernación de Natkronen.
Varg sonrió con ironía. —A mí me ha exigido lo mismo, pero en su infinita hipocresía, él aún no se ha decidido por tomar esposa. No sé por qué siento que su gestión será un mal chiste, que espero que no nos cueste.
—Lo mismo pensé.
—No es por cuestionar a nuestros dioses, pero en mala hora murió el rey Valko. Podía jurar que Lauker no tomaría el ascenso al trono, sino Vermilion.
—Pensé lo mismo, o al menos en su última reunión con nosotros dejó en claro que quería dejar el trono en manos de su hijo más instruido.
—Sí, lo recuerdo. Por eso no comprendo qué mierdas pasó.
Ludger dejó salir esa sonrisa de medio labio que indicaba que él sabía más de lo que decía.
—No sé por qué, pero siento que hay manos sentimentales dentro de todo esto.
—¿Manos sentimentales? —repitió Varg, irritado, llegando a la puerta de su sala privada—. ¿Qué mierda, Ludger? ¿Acaso sabes o viste algo que nosotros no vimos? Siempre es lo mismo contigo.
—Solo ignora los comunicados de Lauker y no te preocupes, su gestión no durará mucho tiempo, ya lo entenderás. Voy a descansar un poco; avísame cuando decidas reunirte con el consejo.
—Lo haré.
Mientras Ludger se alejaba, Varg tomó la manija de la puerta con intención de abrirla, pero su rostro se tensó al darse cuenta de que la puerta estaba entreabierta.
Él miró a ambos lados del pasillo, guiado por su desconfianza, pero no había nadie y Ludger ya se había perdido de su vista, así que su mano se deslizó con cautela hacia la daga en su cinturón antes de empujar la puerta con cuidado.
Al entrar, él observó con atención cada centímetro de la sala, pero nada parecía estar fuera de lugar, y sin darle más largas al asunto, se sentó en su escritorio, tratando de ignorar la extraña sensación que le había dejado encontrar la puerta abierta, hasta que un ruido proveniente de los libreros del fondo llamó su atención.
Varg se levantó con cuidado de su escritorio al tiempo que desenfundó su daga y comenzó a caminar hasta el lugar donde había oído aquel ruido, y cuando se giró para darle la vuelta al librero, se estrelló con alguien desconocido y alzó su daga al tiempo que un grito agudo le revelaba que era Lady Bel quien estaba ahí.
El libro que la joven tenía en la mano cayó al suelo y Varg soltó su daga de inmediato.
—¡Pero qué demonios!
Los ojos llenos de miedo de la joven lady se clavaron en él al sentir tan de cerca la amenaza del filo de la daga, y de un momento a otro la respiración de Bel comenzó a entrecortarse.
Bel intentó correr para salir de la sala, pero sus piernas le fallaron, y al verla tambalearse, Varg la alcanzó, sujetándola del brazo.
—¡Oye, niña, espera!
—Suel… suélteme. ¡Suélteme! —gritó ella, luchando por zafarse en medio del llanto, pero la impresión le ganó y terminó colapsando.
—¡Maldición! —se quejó él con el ceño fruncido, recibiendo el cuerpo de Bel en sus brazos sin saber qué le estaba sucediendo a la joven, que parecía estar teniendo un ataque.
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