𝑩𝒍𝒂𝒄𝒌 𝒄𝒂𝒕
Chiyo, el hijo gemelo menor de una familia de granjeros, era conocido por su pereza y mal genio. Nunca le había gustado trabajar en el campo, y desde que su padre murió, ahora era el único que se quedaba a cuidar la casa.
Al pelirrojo no le agradaba la idea, aunque al menos podía estar con su querida y amada madre, en vez de trabajar duras horas en el campo sembrando o limpiando el corral de cada grupo de los animales.
Sin embargo, todo cambió cuando su madre cayó enferma.
Harupeno, su hermano mayor, intentó hacer todo lo posible para curarla e incluso se gastó parte de sus ahorros para que la fuera a ver un médico, pero a pesar de sus esfuerzos, nada pudo hacerla sentir un poco mejor.
Chiyo era culpado por Chiko y Haru, creyendo que ella se había enfermado por su culpa al no protegerla bien.
No pudo soportar el joven hermano aquella desgracia y culpa, así que un día se fue de la granja y huyó al río, llorando por sentirse mal de lo que le pasó a su querida madre.
Su tristeza fue interrumpido al escuchar los llantos de un gato al otro lado del lugar; el animal lloraba por ayuda, tratando de nadar hacia la orilla para ponerse a salvo de la corriente fuerte.
"¡¡¡Ayuda!!!"
El felino fue tomado por Chiyo, quien se había subido a las piedras que estaban ahí para tomarlo con cuidado. El gato, con los ojos brillantes, le agradecía con mucha insistencia. Se presentó como Leopoldo, una entidad mágica del bosque que vivía en el castillo oscuro.
"Te concederé tres deseos como agradecimiento, pero primero quiero que me acompañes de regreso a mi casa."
Al principio, Chiyo se negó debido a que no estaba en condiciones para salir del pueblo, pero la mirada triste del gato lo conmovió.
"Esta bien, vamos."
El pelirrojo suspiró pesado, tomando un poco de aire para calmarse, lavando su rostro por las lágrimas y decidió emprender el viaje hacia el bosque.
Durante la aventura, Chiyo se enfrentó a desafíos: Desde nadar en un pequeño lago con agua cristalina, pasando por árboles llenos de plagas, charcos de lodo grandes, una gran oscuridad entre el camino hacia el palacio, hasta correr de la lluvia que había caído.
Pasaron tres días, y el joven comenzó a tener más cariño al felino, su corazón comenzó a cambiar; se volvió más amable y solidario, extrañando a sus hermanos y pensando en lo que podían estar pasando su humilde familia.
Al finalizar el camino, llegó al Castillo Oscuro.
"Hogar, dulce hogar..."
El pelirrojo conoció a Gibo, un sacerdote que se veía distante, el hombre era el dueño del gato.
"¿A qué vienes, humano?"
Cuestiona con mucha frialdad el caballero, teniendo un libro en sus manos. Leopoldo se pone alegre, saltando de los brazos de Chiyo para ir con su dueño; Gibo abrazó a su mascota con alegría, reencontrándose con su pequeño amigo.
Resultó que el gato era una entidad del rey oscuro, una criatura que es protegida por un sacerdote de corazón puro que lo mantenía con vida a él y a su castigo.
Gibo agradeció a Chiyo.
"Pide lo que sea, te lo concederé."
Dudó por mucho tiempo, pero el joven granjero se decidió y le pidió hacer realidad los tres deseos:
1. Que su familia tuviera dinero, y así no trabajen mucho sus hermanos.
2. Que su madre se recuperara de la enfermedad que lo tenía en la cama.
3. Que regresara a casa a salvo.
Chiyo regresó a casa, donde su familia lo recibió con alegría. Su madre se recuperó, abrazando a sus tres hijos.
Harupeno y Chiko se disculparon por su comportamiento, abrazando a su pequeño hermano luego de que este desapareciera por mucho tiempo.
"Nosotros somos familia, no hay que abandonarnos nunca."
El gato se convirtió en su compañero fiel, recordándole al joven siempre la lección aprendida por él en su aventura: La amabilidad y la compasión pueden transformar vidas.
- 𝓡𝓸𝓼𝓮𝔃𝓸𝓷𝓮𝓼.
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