Capítulo 9
—¡Cariño!
YoonGi se pegó tal susto al oír aquella voz tan chillona, que perdió el equilibrio y se precipitó al vacío desde la escalera de mano en la que estaba subida. Intentó agarrarse al tejado, pero fue demasiado tarde. A los pocos segundos, aterrizaba sobre unos arbustos con un golpe sonoro. La escalera de madera le cayó encima.
—¡Oh, Dios mío! ¡Yoon! ¡Yoon! —vio un destello de seda roja al tiempo que su padre se arrodillaba delante de él—. ¡Mi niño! ¿Estás bien?
La cabeza le daba vueltas y sintió un dolor en el costado. Tenía la boca llena de hojas y algo punzante se le clavaba en la cadera. Su padre empezó a retirarle cosas del pelo, pero en ese momento llegó su madre y lo empujó a un lado.
—¡Dios mío, casi lo matas, Artemus! —su madre, que vestía unos vaqueros descoloridos cortados por la rodilla y una camiseta larga teñida con nudos, se inclinó sobre su hijo—. Menos mal que estamos aquí, YoonGi; casi te matas, hijo.
YoonGi se quedó mirándolos. Si su padre no lo hubiera asustado, no se habría caído. Claro que, ni siquiera había oído acercarse el coche. Por supuesto, había estado pensando en Jimin y en el alucinante episodio que había tenido lugar la noche anterior. La madre miró a su marido.
—¡Artemus, míralo! Creo que se ha hecho daño en la cabeza.
—¿Eh, cariño? ¿Bebé, puedes oírnos?
De pronto, Artemus sintió que alguien que no era su esposa lo apartaba a un lado con determinación. Jimin, vestido sólo con unos vaqueros que aún no había terminado de abrocharse, se agachó delante de él.
—¿Yoon? —le dijo en tono suave y atribulado mientras le acariciaba la mejilla—. No te muevas, cielo. Estáte quieto hasta que me asegure de que estás bien.
«¿Cielo?» Yoon miró a sus padres y vio que miraban a Jimin con especulación. Oh, Dios mío.
—¿Esto... qué haces aquí?
Era muy temprano, ni siquiera las siete de la mañana, y Jimin había estado preparándose para irse a trabajar.
—Estaba haciéndome el café cuando te he visto subirte a esa escalera. Cuando me estaba vistiendo vi cómo te caías.
—Mi padre me asustó.
—¡Vaya! —Artemus exclamó en tono ofendido—. Si no tuvieras el pelo metido en los ojos, me habrías visto llegar.
Jimin se volvió a decirle algo, pero se quedó mudo. Aquel día el padre de YoonGi estaba totalmente en forma. Vestía una camisa de seda roja, desabotonada por arriba, de modo que enseñaba una buena parte de su pecho; unos vaqueros azul marino de diseño que le sentaban como una segunda piel, y unos zapatos abotinados que relucían como espejos. En las manos llevaba dos anillos y el enorme solitario de diamante que casi nunca se quitaba, y una cadena de oro al cuello. Tenía el cabello castaño oscuro y liso, muy distinto al de Yoon, peinado con raya en el medio y casi por los hombros.
Jimin cerró la boca y se volvió hacia YoonGi sin mediar palabra.
—¿Dónde te duele?
—En ningún sitio. Estoy bien —pero cuando fue a incorporarse, hizo una mueca de dolor y Jimin lo agarró de los hombros—. No, deja que te examine.
—¿Papi?
YeonWoo estaba allí, todavía en camisón y con su manta de felpa amarilla en la mano. YoonGi le sonrió.
—Estoy bien, diablillo.
—Te has caído en los arbustos.
—Menos mal.
YeonWoo sonrió.
—Te vi en el tejado. Yo también quería subir.
Jimin se volvió tan bruscamente, que todos se asustaron.
—YeonWoo, si te pillo pensando siquiera en hacer algo así, te quedarás un mes entero sin salir de tu cuarto —Jimin resopló y entonces se volvió hacia YoonGi; parecía furioso—. YoonGi te va a decir que lo que ha hecho es una estupidez, ¿verdad, YoonGi? —le dijo en tono de advertencia.
Todos lo miraron. Sus padres esperando sin duda que lo hiciera pedazos. Nunca jamás dejaba que nadie le hablara así. Pero YeonWoo estaba allí, esperando, y solo de pensar que pudiera subirse al tejado le puso la piel de gallina.
—Debería haber esperado hasta que hubiera alguien abajo para agarrarme la escalera, Woo. A veces hago cosas sin pensar. Es una mala costumbre.
Su madre soltó un gemido entrecortado y su padre fingió tambalearse. Jimin asintió en señal de agradecimiento.
—Papá, mamá, este es mi vecino, Park Jimin, y su hija Woo —dijo YoonGi, más aliviado—. Jimin es enfermero de urgencias.
—Ah, eso lo explica todo —dijo su padre con humor.
YoonGi hizo una mueca mientras Jimin le presionaba ligeramente el costado.
—Jimin, te presento a mi madre, Chastity, y a mi padre, Mingyu.
—Artemus —corrigió su padre.
—Se cambió el nombre cuando conoció a mamá —ignoró YoonGi—. Originalmente es Mingyu.
—Me gusta mucho Yoon —dijo Yeonwoo.
Jimin no prestó atención a las presentaciones.
—Deja que te suba un momento la camisa para ver lo que te has hecho —Jimin no esperó y le levantó la camisa; YoonGi tenía un arañazo muy grande desde la base de las costillas hasta casi el pecho—. Esto hay que limpiarlo.
—Yo me lo curaré en cuanto me levante —dijo YoonGi, que se apoyó en la pared de la casa para incorporarse; pero cuando intentó hacer un esfuerzo, estuvo a punto de caerse.
—¿Qué te duele? ¿La pierna?
—No —gimoteó con los ojos cerrados—. Es el dedo meñique del pie.
—¿El dedo meñique? —preguntó su padre.
YoonGi estaba apoyado sobre la pierna izquierda, de modo que Jimin asumió que se habría hecho daño en el otro pie.
—Voy a levantarte —le dijo—. Dime si te hago daño.
—¡Jimin! No puedes conmigo.
—Pesa más que yo —dijo su padre.
—¡De eso nada!
Al momento siguiente, Jimin lo levantó. No le temblaban los brazos y tenía las piernas firmes. De pronto, YoonGi se dio cuenta de que hacía años que nadie lo levantaba en brazos. Hasta Bin decía que era muy pesado. Y por tonto que pareciera, le gustó.
Yoon le echó los brazos al cuello, pero le pidió que lo bajara.
—Woo, ven conmigo a casa de Yoon. Te vestiremos en un momento —dijo Jimin, que ni siquiera estaba fatigado.
YoonGi miró a sus padres, que contemplaban la escena con asombro.
—Vamos, Woo —le dijo su padre—. Ábreme la puerta. Creo que los padres de Yoon están algo asombrados.
—Están confundidos porque de pronto llega un vecino, empieza a toquetearme y después me levanta en brazos con una confianza que no me han visto exhibir con nadie.
—No te estaba «toqueteando», sino examinando. Hay una gran diferencia.
—Sí, bueno, pero por las caras que han puesto, parece que para ellos es lo mismo.
Jimin se detuvo un momento. El aliento le olía a pasta de dientes.
—Te estaba mirando por la ventana. Si quieres que te diga la verdad, cuando te he visto caer se me ha parado el corazón.
El tono sensual y afectuoso de Jimin lo hizo sentir algo extraño por dentro.
—Lo siento —contestó en el mismo tono que él—. No oí llegar a mis padres.
—Estaba soñando despierto —dijo YeonWoo mientras abría la puerta con impaciencia.
—¿Es eso cierto? —Jimin entró por la cocina y fue hacia el salón—. ¿Estabas soñando, Yoon? ¿Me pregunto con qué?
—Como si no lo supieras —le dijo al oído, y él sonrió con satisfacción.
En el salón, Jimin lo dejó con cuidado en el sofá y le desabrochó los cordones del zapato con cuidado.
—Déjalo. Seguro que tengo el pie sudado. Llevo trabajando desde las cinco de la mañana.
—¿Descansas alguna vez? —Jimin le apartó las manos y le quitó el calcetín—. Sudado —confirmó mientras lo dejaba a un lado y empezaba a examinarle el dedo.
El dedo pequeño estaba ya morado y la hinchazón le subía por el empeine.
—Maldita sea, Yoon. Te lo has roto. Necesitas ponerte hielo y después vendarlo. ¿Puede verte el médico hoy mismo?
—¿Para el dedo meñique? —lo miró con incredulidad—. No seas ridículo.
YoonGi dudaba mucho que pudiera ir al médico, según le dolía el pie. Se abrió la puerta de la cocina y sus padres se acercaron al sofá. Inmediatamente, Jimin los miró.
—Necesito irme a trabajar —les dijo—. Yoon tiene un dedo roto, tal vez el pie, y necesita que le hagan unas radiografías. También tiene muchos arañazos que le deberían curar.
Chastity miró a Jimin de arriba abajo.
—Bueno, usted vayase, joven. Ahora estamos aquí; nos ocuparemos bien de él.
—¡Eres hippie! —dijo YeonWoo con asombro.
—¡Woo! —la reprendió Zack.
Pero Chastity se echó a reír.
—¿Te ha dicho eso mi hhijo
YeonWoo asintió.
—Y que llevas anillos en los dedos de los pies.
—Solo dos, pero están hechos de un metal especial que tiene poderes curativos. A lo mejor le pongo uno a Yoon para que se le cure el dedo.
—¡No! —exclamó Jimin—. Nada de anillos. Necesita una radiografía —añadió despacio pero en tono firme.
Al ver su expresión seria, YoonGi cedió.
—Bueno, vale.
—Por la tarde vendré a ver cómo estás. Mientras tanto, señora Min, ¿por qué no va a por un poco de hielo para la hinchazón? Y usted, señor Min, ¿podría traerle el teléfono a Yoon para que pueda llamar a su médico?
Sus padres parecían contentos de ser útiles. Artemus fue a por el teléfono y Chastity corrió a la cocina. Nada más salir del salón, Jimin se inclinó sobre él.
—Siento no tener más tiempo. Si no me voy, llegaré tarde.
—Lo entiendo. De verdad, estoy bien. Cuando llegues esta noche, mi pie sudado y yo estaremos bien descansados.
Él le rozó la mejilla.
—Pies pequeños para un hombre pequeño y bello.
YoonGi sonrió y sintió como si se le licuara el cerebro.
—Te veré luego.
—Pensé que tenías planes.
—Y los tengo —dijo sin más explicación.
YoonGi quería preguntarle cuáles eran, pero tenía miedo de que fuera a salir con alguien más.
YeonWoo le dio un beso en la mejilla.
—Luego vengo a verte. Te voy a hacer un dibujo.
En ese momento, Chastity entró con un cuenco lleno de hielo y varios trapos de cocina en la mano.
—¿Eres tú la que ha hecho ese dibujo tan artístico que hay en la puerta del frigorífico? —le preguntó la madre a YeonWoo mientras se sentaba descuidadamente en el sofá.
—Sí, ha sido ella. ¿Verdad que tiene talento?
—Mucho —dijo Chastity mientras envolvía unos trozos de hielo en un paño—. ¿Has probado alguna vez las pinturas de dedos?
Tanto YoonGi como Jimin hicieron una mueca.
—Mamá, con eso se pone todo manchado.
—¿Y qué? —hizo un gesto con la mano como quitándole importancia—. Tú y tus manías de limpieza. ¡Woo es una niña! No es bueno agobiar su espíritu creativo solo porque vaya a mancharse un poco las uñas.
Con mucho cuidado, Chastity le puso el paño con.hielo sobre el pie.
—Me traje mis pinturas de dedos conmigo, Woo. Te encantarán, ya lo verás.
—Gracias —contestó Woo.
En ese momento, entró Artemus con el teléfono en la mano.
—Aquí lo tengo —se lo pasó a YoonGi junto con una pequeña agenda; entonces se volvió hacia YeonWoo y le acarició la cabeza—. Una trenza preciosa —dijo antes de mirar a su hijo—. ¿No quieres que te arregle un poco el pelo mientras haces la llamada?
—No —dijo YoonGi inmediatamente, y su padre fingió ponerse serio.
Jimin tomó a YeonWoo en brazos.
—Tenemos que irnos corriendo. Yoon, recuerda lo que te he dicho.
Cinco segundos más tarde, Jimin se marchó. YoonGi se recostó en el sofá. Le latía el pie, le dolían las costillas, le escocían los arañazos que tenía por todo el cuerpo.
En ese momento, sus padres lo miraban con expectación. Dudaba que Jimin se hubiera dado cuenta aún, pero después de todo lo que acababan de presenciar, no se tragarían una simple visita a la bañera de hidromasaje. No. Eran excéntricos, pero no tenían un pelo de tontos. Y reconocían la química sexual cuando la tenían delante. Su madre, fingiendo de pronto mucho interés en su dedo hinchado, dijo:
—Caramba, caramba. Qué bombón —miró a YoonGi de soslayo con una sonrisa de complicidad.
—Muy viril —comentó el padre mientras se tiraba del pendiente distraídamente y le miraba las piernas a Chastity; a pesar de llevar muchos años de matrimonio, Artemus seguía sintiendo una atracción especial por su esposa—. Esto, me imagino que está soltero.
YoonGi se arrellanó en el asiento.
—Sí.
Reinó el silencio durante unos momentos, y entonces su padre se agarró las manos y suspiró.
—Bueno, la niña tiene un pelo maravilloso. O al menos lo tendrá cuando yo me ocupe de él. En general, yo diría que serían una maravillosa ampliación para la familia. ¿Qué te parece, Chastity?
Su esposa sonrió.
—Creo que hemos llegado justo a tiempo de ver las chispas de la pasión.
•Kat🐾
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