Capítulo 6
Jimin lo veía cada maldito día de la semana. Se despertaba por la mañana y YoonGi estaba fuera trabajando en el patio, limpiando el camino o charlando con los demás vecinos. Llegaba a casa del trabajo y YoonGi entraba o salía en ese momento. Se lo encontraba en la tienda de ultramarinos, y una vez cuando los dos salieron a tirar la basura. YeonWoo charlaba con YoonGi cada vez que lo veía, como si fueran amigos de toda la vida. Y YoonGi estaba de lo más atento y dulce... Pero con YeonWoo.
Lo irritaba, sobre todo porque cada maldita noche se tumbaba en la hamaca. Antes de acostarse, se acercaba a la ventana y lo miraba como si le fuera la vida en ello. Todo su cuerpo empezaba a cantar al ver a YoonGi allí tan relajado. Cada vez que lo miraba, se excitaba. A veces YoonGi leía hasta que se ponía el sol; a veces tan solo se balanceaba en la hamaca escuchando música con unos cascos. A veces dormitaba y a veces silbaba, pero ni una sola vez se había quedado profundamente dormido.
Casi deseó que lo hiciera, para así tener una excusa legítima que le permitiera acercarse a él. YoonGi ya no se mostraba entrometido. En realidad, parecía haber perdido interés en él. Siempre se mostraba cordial, los saludaba con la mano y luego continuaba con lo que estuviera haciendo. YoonGi lo trataba como trataba a otros vecinos, y eso no le gustaba.
Jamás se había dado cuenta de que fuera un hombre veleidoso. Pero lo cierto era que echaba de menos a YoonGi. Apenas lo conocía y ya se había acostumbrado a él. Igual que YeonWoo. Su hija se sentaba a menudo a la puerta de la cocina y se quedaba mirando la casa de YoonGi con expectación. YeonWoo lo echaba de menos.
No lo satisfacían ni las breves y amigables charlas ni los saludos con la mano, y eso era algo con lo que Jimin no había contado. Se le partía el corazón.
—Woo —llamó a su hija—, ven a comerte el sandwich.
Dos segundos después, YeonWoo se asomó a la puerta. —Me lo voy a comer aquí fuera.
Normalmente a Jimin no le hubiera importado, pero no quería que su hija se pusiera triste.
—Woo...
—Yoon también querrá un sandwich.
Jimin se quedó inmóvil y lo invadió una extraña emoción, algo que se negaba a analizar.
—¿Está ahí fuera?
—Está con un grupo de hombres muy grandotes.
Antes de que su cerebro pudiera darle la orden a sus pies, estaba a la puerta de su cocina. Sin duda, allí estaba YoonGi, rodeado de tres culturistas; todos ellos enormes, todos guapos. Todos adulándolo.
Frunció el ceño y pensó en meterse dentro antes de que ninguno de ellos lo viera, pero de nuevo su hija lo traicionó. YeonWoo avanzó dos pasos por la pendiente cubierta de césped y agitó los brazos como un molino.
—¡Eh, Yoon!
YoonGi levantó la vista y sonrió a YeonWoo con aquella sonrisa deslumbrante. Le dio unas palmadas en el pecho a uno de ellos y a otro un golpe en la espalda, antes de acercarse a YeonWoo.
Jimin notó que se le aceleraba el pulso. Hacía ya una semana que había hablado con él, una semana que había estado cerca de él. Por mucho que quisiera negarlo, lo había echado de menos. Tal vez incluso más que su hija.
Se sorprendió al ver que YeonWoo echaba a correr a los brazos de YoonGi. Claro que, YoonGi no lo sorprendió cuando se agachó y abrazó a su hija con afecto.
—¿Qué haces, diablillo?
—¡Puedes comer manteca de cacahuete y gelatina conmigo!
YoonGi miró a Jimin, lo vio con un sandwich en un plato y dijo: —Me encanta la manteca de cacahuate con gelatina. ¿No te importa compartir?
—No.
—¿Qué tal estás, Yoon? —le preguntó Jimin tras aclararse la voz.
—Muy ocupado. Mis padres se mudan mañana. He tenido que organizar todas mis cosas para poder dejar sitio para las suyas. Esta mudanza suya, además de la mía, me está resultando agotadora.
Tomó el sandwich, le ofreció la mitad a YeonWoo y dio un buen mordisco de la otra mitad.
—Mmm. Delicioso.
Jimin hizo caso omiso a su comentario y le preguntó: —¿Quiénes son tus invitados?
YoonGi se encogió de hombros con negligencia.
—Querían ver mi casa nueva; también me van a ayudar a colocar los muebles del patio. He comprado una mesa de merendero con sombrilla y unas sillas. También tengo unas cuantas plantas. Estoy deseando verlo todo montado. El camión debe de estar a punto de llegar.
—¿Y te hacen falta tres gigantes para colocar los muebles del jardín?
YoonGi se sorprendió ante la amargura de su tono.
«Maldita sea», casi parecía que estuviera... celoso.
—También querían ver mi casa nueva —anunció—. Me parece que tienes un problema en el oído. O más bien, solo escuchas lo que te conviene.
—Yo también te ayudo —dijo YeonWoo.
—No sé, no sé —dijo YoonGi fingiendo que la examinaba—. Necesito trabajadores fuertes. ¿A ver qué músculos tienes?
YeonWoo flexionó el delgado brazo.
—Vaya —dijo YoonGi mientras le apretaba el músculo inexistente—. De acuerdo, creo que eres lo bastante fuerte —miró a Jimin—. Eso es, si a tu papá no le importa.
—Por favor, papi... —le suplicó mirándolo con sus grandes ojos.
—Vamos, Jimin —le dijo YoonGi—. Tendremos cuidado. Y te prometo que la vigilaré.
Jimin lo miró. YoonGi llevaba unos pantalones vaqueros cortados por la rodilla y una camiseta de algodón gris. Estaba descalzo y llevaba el cabello recogido con una pañoleta en la frente, de modo que parecía una fuente.
De un modo distinto, extraño, a Jimin le pareció el hombre más atractivo que había visto en la vida.
YeonWoo quería estar con YoonGi y él se lo permitiría. Pero como padre, decidió que debía estar al lado de su hija. Era lo más lógico.
—De acuerdo, pero yo también te ayudaré.
YoonGi lo miró. —No tienes que hacerlo.
—Yo voy donde va mi hija —le dijo, dejando que YoonGi asumiera que no confiaba del todo en sus amigos.
YoonGi entrecerró sus preciosos ojos, que se iluminaron de rabia como si fueran dos lingotes de oro. Jimin le sonrió. Era tan fácil provocarlo.
—Bien —contestó YoonGi—. Pero tendrás que pasar también la prueba de la fuerza.
—No seas ridículo.
—Eh, eres tú el que ha insistido. Y me parece lo justo, ya que Woo también tuvo que pasarla.
YeonWoo se puso a pegar brincos.
—¡Papá, enséñale los músculos!
—Sí, enséñamelos, papá —añadió YoonGi, y a Jimin le dio la horrible impresión de que se había puesto colorado como un tomate.
—Prometo que soy fuerte —respondió con los dientes apretados.
YoonGi sacudió la cabeza. —No es suficiente. A mis amigos les veo los músculos, y Woo me ha demostrado que los tiene —arqueó las cejas y le sonrió con suficiencia—. Ahora enséñame lo que tienes.
Jimin sabía que estaba en forma. Tenía que hacer tablas de gimnasia a diario en el parque de bomberos. Llevaba una dieta sana, ya que su trabajo le exigía mucho tanto física como mentalmente.
YoonGi lo agarró de la muñeca y lo miró a los ojos.
—Ahora flexiona.
Jimin apretó los dientes e hizo lo que le pedía. Sus bíceps se hincharon. No tenía los brazos tan grandes como los culturistas, pero él estaba conforme con su fuerza.
La mirada de YoonGi se oscureció y le tembló la mano que lo agarraba por la muñeca.
—Bonito —murmuró en tono demasiado íntimo—. Creo que tal vez me sirvas.
YeonWoo se puso de puntillas para señalar la parte superior del brazo de Jimin.
—Ahí es donde le dieron el tiro a papá.
—¿Un tiro?
YoonGi fue a mirarlo mejor, pero Jimin apartó el brazo. En ese momento llegó el camión con los muebles, que empezó a meterse marcha atrás en el patio de YoonGi.
Después de echarle una mirada que prometía que el tema no quedaría ahí, se volvió hacia los tres hombres que estaban en su patio.
—Ha llegado el camión —les gritó—. El cheque está sobre la mesa del vestíbulo. ¿Puede ir uno de ustedes por eso y firmar el albarán? Ahora mismo voy para allá.
Los forzudos asintieron al unísono y fueron a hacer lo que les había pedido YoonGi.
—¿Podrían darme un poco de leche? La manteca de cacahuate se me ha quedado pegada aquí —dijo, y señaló el pecho.
Jimin se quedó inmóvil imaginando lo que había bajo la camiseta gris. Afortunadamente, su hija era una anfitriona perfecta.
—Siempre tenemos leche en casa —agarró a YoonGi del brazo y entraron en la cocina, y Jimin tuvo que seguirlos.
—Tienes que regular tus hábitos alimenticios —le dijo mientras le servía la leche en un vaso largo—. Y no puedo creer que dejes que esos hombres firmen el albarán de tus muebles. Ni que los dejes entrar y salir de tu casa con tanta libertad —añadió pasándole el vaso. YoonGi se bebió medio vaso y entonces lo miró a los ojos.
—Siu, Haru y Chul son buenos amigos. Sé que puedo confiar en ellos.
YeonWoo estaba junto a la puerta, mirando a los hombres. —Son grandísimos, la verdad.
Jimin esbozó una sonrisa maliciosa antes de decir: —Parece que a Yoon le gustan así.
YoonGi le sonrió provocativamente y se acercó a él para susurrarle: —Pero nunca he estado en mi patio, tirado en el suelo con ninguno de ellos. Nunca —entonces se puso derecho y le preguntó—: ¿Cómo te dieron el tiro?
Jimin decidió cortar aquella conversación inmediatamente; lo agarró del brazo y empujó suavemente a su hija hacia la puerta.
—Si vamos a ayudar, será mejor que lo hagamos ya.
—¿Qué puedo hacer yo?
—Tengo unas plantas pequeñas que necesitan un cuidado especial hasta que las plante en el jardín —le dijo YoonGi—. Si quieres, puedes llevarlas al porche trasero, bajo el tejadillo, para que los hombres puedan colocar los muebles sin pisarlas. Me fío más de ti que de ninguno de esos tipos.
YeonWoo salió corriendo y Jimin le gritó: —Ten mucho cuidado, Woo. No te pongas por en medio.
En cuanto YeonWoo se marchó, YoonGi volvió a preguntarle: —¿Cómo te dispararon?
—No es nada.
—De verdad. ¿Qué pasó?
—Eres tan insistente.
YeonWoo lo miró fijamente, y Jimin se dio cuenta de que aún lo tenía agarrado por el brazo. Lo soltó y lo miró.
—¿Qué? —le preguntó al ver que YoonGi seguía mirándolo.
Por primera vez en su vida, YoonGi lo miraba con arrepentimiento.
—No ha sido mi intención ser insistente —murmuró y se puso colorado hasta las orejas—. Es... supongo que una mala costumbre. Lo siento —fue a decir algo más, pero entonces se calló y se dio la vuelta para marcharse.
Jimin lo agarró de nuevo.
—Yoon.
YoonGi se detuvo, pero no lo miró a la cara; más bien se miró los pies. En ese momento, Jimin dirigió la vista hacia la ventana y vio que los tres hombres lo estaban mirando.
—Menudos muebles tan grandes que has comprado.
YoonGi se encogió de hombros, pero no levantó la cabeza.
—Soy un chico pequeño, pero mis padres vivirán aquí también. Necesito cosas grandes para estar cómodo.
—Cierto. Esos tipos que te están ayudando a colocarla también son grandes, y se ve que quieren protegerte.
YoonGi lo entendió y levantó la vista. Nada más verlos, YoonGi recuperó su arrogancia natural.
—Oh, por amor de Dios. ¿Se van a pasar así todo el día?
Uno de ellos, un forzudo con bronceado de lámpara, esbozó una sonrisa de complicidad.
—Solo hasta que veamos que estás bien.
—¿Les preocupa Jimin? —preguntó YoonGi en tono muy sorprendido. Y para completar el insulto, señaló a Jimin, que estaba detrás de él, con el pulgar y dijo: —Por favor, no sean tontos.
Uno de los que agarraba el sofá esbozó lo que podría llamarse una sonrisa.
—Solo Yoon nos llamaría tontos —le dijo a Jimin—. Soy Hwang ChulSoon. Un... amigo.
Los otros dos sonrieron, cosa que irritó a YoonGi y fastidió a Jimin. ¿Qué diablos habría querido decir Hwang ChulSoon? ¿Sería una broma entre ellos? ¿Estarían liados Hwang ChulSoon y Min YoonGi?
El tipo que sostenía el otro extremo del sofá dijo: —Chul, Yoon te va a echar los perros por eso —y luego se giró a Jimin—. Soy Irie Haru, y ese de ahí es Wu Siu.
Jimin asintió.
—Yo soy el vecino de Yoon, Park Jimin.
—Sí, claro —todos rieron con satisfacción y miraron a Jimin y a YoonGi—. Un vecino.
Jimin apretó los dientes.
—La niña que está correteando por ahí es mi hija, Woo.
ChulSoon le guiñó un ojo.
—Es una dulzura. Y oye, a Yoon le encantan los niños.
YoonGi miró rápidamente a Jimin; entonces se volvió hacia los tres culturistas y les dijo en voz baja: —Están en problemas.
Al instante, los tres forzudos se dispersaron, como si de verdad le tuvieran miedo, y continuaron colocándole los muebles en el patio.
Jimin tiró de YoonGi para que lo mirara a la cara. —¿Chul es tu novio?
YoonGi abrió los ojos como platos y se echó a reír. —¡No, claro que no!
—Entonces, ¿qué eran todas esas bromas y miradas que se han echado?
—Chul coquetea con todos, más o menos como tu amigo Jungkook. Tiene al menos una docena tan solo de novias y amantes. Y sí, finge que me quiere añadir a la lista, pero todo es en broma. No soy un idiota y él lo sabe.
Eso lo hizo recordar otro tema que lo fastidiaba.
—Pues parecías bastante interesado con Jungkook.
—¡Ah! Bueno, es muy guapo y me tomó por sorpresa. Estoy acostumbrado a que Chul diga cosas, pero no otros hombres. Eso es todo —miró a Jimin y preguntó—: ¿Y tú? ¿Tienes pareja?
—No.
Pero no porque no lo hubiera intentado. Aún no había conocido a la mujer adecuada para él y YeonWoo, y no veía razón alguna para liarse con la persona equivocada. Solo que YoonGi... Sintió la tentación.
YoonGi lo miró con escepticismo. —No tienes que preocuparte por esos tres. Tan solo son demasiado protectores, pero ahora que les he dicho que eres inofensivo, se quedarán tranquilos.
—¿Inofensivo? —se acercó a YoonGi de tal modo, que casi se rozaban—. Uno de estos días voy a hacer que te comas todos esos insultos.
YoonGi lo miró con fascinación.
—¿Es cierto? ¿Cómo?
—Se me ocurren unas cuantas ideas.
Para ayudarlo, YoonGi le sugirió: —Podríamos luchar otra vez. Tal vez puedas ganar.
Ese hombre era endiabladamente fastidioso, irracional... Lo soltó y se apartó de él. YoonGi soltó una risilla de satisfacción, pero enseguida fue detrás de él.
Y Jimin que había pensado que lo había echado de menos. Ja! ¡Qué tontería! Entonces, ¿por qué iba sonriendo?
El patio comenzaba a estar como YoonGi lo había imaginado; incluida la preciosa barbacoa de gas que Jimin había sugerido que colocara lejos de la ventana de la cocina para que no se llenara la casa de humo.
Haría cosa de media hora que Jimin se había quitado la camisa porque hacía mucho calor. YoonGi lo miró y se dio cuenta de que estaba más pendiente de él que de ningún otro. Vio que alzaba la cabeza y que buscaba a su hija con la mirada. Sin duda, era el padre más cuidadoso que había visto en su vida. Al momento localizó a YeonWoo con uno de los culturistas, tomándose un refresco de cola, y sonrió con orgullo y amor. Al verlo, pensó que le estallaría, el corazón. Hacía ya una semana que no estaban juntos, y sentía la necesidad de estar de nuevo con él. En esos días había hecho lo posible para darle tiempo y espacio, pero no creía que pudiera soportarlo más.
Chul se acercó a YoonGi y le dio una palmada en el trasero.
—Necesito nutrirme después de tanto trabajo. ¿Tienes algo de comer?
Echó una mirada en dirección a Jimin y vio que, en lugar de sonreír, lo miraba con desaprobación. YoonGi reprimió las ganas de frotarse el trasero. No era culpa suya que los amigos de su hermano tuvieran tanta confianza con él.
—Iba a pedir una pizza.
—No hace falta, cielo —le dijo Siu—. No podemos quedarnos tanto. Pero un sandwich no vendría mal.
YoonGi señaló hacia la cocina. —En la nevera hay de todo. Preparen lo que quieran.
YoonGi fue al otro lado del patio y se sentó en el sofá. Los cojines de listas verde oscuro y crema eran suaves y confortables, y pasó la mano por el asiento con satisfacción. Aquello era todo suyo, la casa, el patio, los árboles, la hamaca y... sus vecinos. Todo suyo.
Vio que Jimin lo miraba y sonrió. —Bonito, ¿verdad?
Jimin parecía tan enfadado, que pensó que no le contestaría. Entonces se sentó a su lado.
—Es muy bonito. Tienes buen gusto.
Jimin se giró y miró hacia donde estaba su hija. Mientras observaba su perfil, YoonGi suspiró.
—Chul solo es... Chul. Lo conozco casi desde que conozco a Bin. Fueron juntos al colegio y todo eso. Lo cierto es que él no...
—No muestra vacilación alguna a la hora de tocarte el trasero. Ya me he dado cuenta. Y también que a ti no te importa.
YoonGi se enfadó. —Me trata como a su hermano pequeño la mayor parte del tiempo.
—Ya... —Jimin se giró hacia él—. No sé por qué me sorprendo, teniendo en cuenta que... —emitió un sonido de fastidio mientras se volvía a mirar hacia delante.
El corazón empezó a latirle con fuerza y se le encogió el estómago.
—¿Teniendo en cuenta el qué? —cuando no contestó, YoonGi continuó—. Jimin, no hace falta que seas un hipócrita. Yo no estaba solo esa noche. Los dos nos dejamos llevar.
Él se pasó la mano por el cabello. —Jamás en mi vida he hecho algo así, de modo que tuvo que ser por tu culpa.
Lo dijo con tanta tranquilidad, le echó la culpa con tanta parsimonia, que YoonGi tuvo ganas de estrangularlo.
—¡Fuiste tú el que apareciste de repente!
—No aparecí de repente —gruñó él.
—Ja! Estaba dormido.
—Sí, ¿y quién hace eso? —se volvió a mirarlo con expresión rabiosa y confusa—. ¿Quién duerme en el patio de su casa de noche, medio desnudo?
—No estaba medio desnudo, cretino. Lo dices como si se me hubiera visto algo —sacudió la cabeza, se dio cuenta de que acababa de insultarlo y quiso morderse la lengua; aspiró hondo e intentó hablar con calma—. Jimin, yo...
Pero él no lo dejó terminar. —Yo nunca me dejo llevar de ese modo. Nunca.
—Pues la otra noche lo hiciste.
Él entrecerró los ojos y lo miró.
—Sí. Mal hecho por mi parte.
YoonGi aspiró hondo. Maldita sea, eso le había hecho daño. No supo si quería golpearlo o ponerse a llorar. Nunca había sido de lágrima floja, pero en ese momento sintió ganas de llorar. Le tembló el labio de abajo. Por un instante, Jimin pareció sentirse culpable.
—Mira, Yoon, en realidad nada de lo que hagas es asunto mío.
En ese momento, se oyó una voz conocida. YoonGi giró la cabeza y casi se dio con el cinturón del pantalón de Jungkook, que se acercó a ellos por detrás del sofá. Llevaba unos tejanos desteñidos y una camiseta blanca.
Jimin también se volvió hacia él. Jungkook se apoyó sobre el respaldo del sofá.
—Pasaba para cancelar la comida de hoy —dijo Jungkook—. Taehyung tiene que acompañar a Jin a un sitio —asintió en dirección al sandwich que le había dado Siu—. Aunque veo que se te había olvidado.
Jungkook rodeó el sofá y se sentó al lado de YoonGi. Incluso le echó el brazo por la cintura. Jimin le pasó el sandwich a YoonGi y se cruzó de brazos.
—Jungkook, tienes que conocer a los tres protectores de YoonGi. Hwang ChulSoon y Wu Siu, y aquel que está con Woo es Irie Haru.
ChulSoon y Siu asintieron, pero Haru no había visto a Jungkook. Jungkook les dio la mano.
—Jeon Jungkook. ¿Qué tal están?
—Estaban a punto de irse —dijo YoonGi echándoles una indirecta. ChulSoon volteó los ojos.
—Deja de preocuparte, muñeco. No vamos a maltratar a tu vecino.
Jungkook se echó a reír. —¿Maltratar a Jimin? Pues claro que no. Saben que es enfermero, ¿no?
Los hombres miraron a Jungkook con curiosidad.
—Pues lo es, así que no se dejen engañar, porque el personal médico tiene que estar muy en forma. Yo lo he visto levantar a hombres de ciento cincuenta kilos y llevarlos a cuestas como si fueran niños. Y otras muchas cosas. Es capaz de...
—Soy capaz de saltar por encima de los rascacielos y soy más rápido que una bala, ¿no?
Jungkook se echó a reír. —No sé lo de los rascacielos, pero he visto la bala que te hirió el brazo, así que tan rápido no eres.
YoonGi aprovechó la oportunidad.
—Yo también la vi. ¿Cómo ocurrió, lo sabes tú?
—Claro que lo sé. Yo estaba allí.
—Jungkook —le dijo Jimin en tono de advertencia. Pero todo el mundo los miraba con curiosidad. YoonGi no pensaba dejarlo pasar, y parecía que Jungkook tampoco.
—Nos llamaron para unos disturbios. Había edificios en llamas y cristales por todas partes; la calle estaba llena de gente.
—Dios mío —exclamó YoonGi. Nunca se había imaginado a Jimin implicado en algo tan violento, y de pronto sintió miedo.
Jungkook asintió.
—La gente inocente se escondió en los callejones, sin poder moverse. Una mujer recibió un balazo y se estaba desangrando en el suelo, en medio de todo el jaleo. Había policía por todas partes. Pero tuvimos miedo de que se muriera antes de llegar hasta ella.
YoonGi ya sabía lo que le iba a contar Jungkook, y en ese instante sintió que se enamoraba de pies a cabeza de Jimin. Al cuerno con todas las inconveniencias. Su corazón sabía sin duda lo que le convenía.
Jimin sacudió la cabeza. —No fue tan dramático. Muchos oficiales me cubrieron.
—No lo bastante bien —señaló Jungkook—. En realidad, lo hirieron cuando cubrió con su cuerpo a la mujer para protegerla de que volvieran a herirla.
—Al final todo salió bien —gruñó Jimin mientras buscaba la camisa.
—Sí —sonrió Jungkook—. Que yo recuerde, quedó eternamente agradecida después. Agradecida de verdad, ya me entienden.
Siu y ChulSoon se echaron a reír con complicidad. YoonGi volteó los ojos.
—Callate, Jungkook.
—Soy una tumba.
Jimin le quitó otra vez el sandwich a YoonGi y dio un buen bocado.
—Como he interrumpido su almuerzo, Jungkook, ¿te apetece que te prepare también un sandwich?
—¿Le vas a preparar un sandwich? —dijo ChulSoon—. Maldita sea, nosotros hemos pasado toda la tarde trabajando para ti y no te has ofrecido a prepararnos nada.
YoonGi le dio un buen codazo.
—Comportense como es debido —dijo, e incluyó a Jimin en esa orden; entonces agarró a Jungkook del brazo y tiró de él hacia la puerta del patio—. Ahora mismo volvemos.
•Kat🐾
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