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Capítulo 5

El césped bien cortado estaba húmedo y resbaladizo bajo sus pies descalzos, y una brisa suave agitaba su cabello. En cambio, él estaba cada vez más enfadado, más acalorado según iba acercándose a YoonGi.

Cuando se detuvo a su lado, YoonGi no movió ni una pestaña. Se había quitado los pantalones cortos y la camiseta, y se había puesto una camiseta larga.

Jimin lo miró a gusto. Sin aquellos penetrantes ojos observándolo o aquella lengua afilada desafiándolo, se sentía más tranquilo, libre para mirarlo a su antojo.

Unas finas nubes cruzaron la luna oscureciendo el firmamento, de modo que solo la débil luz del porche la iluminaba. En la penumbra sus pestañas parecían de seda, y su boca tenía un aspecto blando y suave. El perfume de su champú se mezclaba con los aromas de la noche. De tanto mirarlo, Jimin sintió que reaccionaba, y le dio rabia.

—Yoon.

Pero Min no se movió.

—Maldita sea, Yoon. Despierta —repitió, pues no quería tocarlo.

Sus pestañas temblaron un segundo y un suave gemido escapó de sus labios ligeramente entreabiertos. A Jimin se le aceleró el pulso y se le encogió el vientre. Entonces decidió zarandearlo con fuerza.

—Maldita sea, Yoon, ¿quieres levantarte de ahí antes de que...? ¡Ay...!

Al momento siguiente, estaba tumbado de espaldas sobre el césped cubierto de rocío, sin aliento y con la rodilla de YoonGi pegada a su pecho.

—¿Qué demonios te pasa? —consiguió decir.

En ese momento, sintió que lo presionaba con las dos rodillas en las costillas y gimió, intentando respirar. YoonGi aprovechó para ponerlo bocabajo y se pegó a él por la espalda, para seguidamente atenazarle la garganta con el brazo.

—¿Pero qué te has creído que estabas...?

Jimin echó el brazo para atrás, y lo empujó. Aprovechó el momento y se echó sobre YoonGi cubriéndolo totalmente con su cuerpo. Lo agarró por las muñecas, que sujetó sobre la cabeza, y le inmovilizó las piernas con las suyas. Le había hecho tanto daño con las rodillas en los costados, que parecía como si le hubiera roto las costillas. Había imaginado que tendría las piernas fuertes, pero...

—¿Qué demonios te pasa? —le gritó cuando YoonGi empezó a retorcerse.

No había querido gritar, pero era la primera vez en la vida que un chico así lo atacaba. ¡Y desde luego, jamás había pensado en atacar alguien con una apariencia tan sublime y delicada! Aunque claramente no era lo que aparentaba.

Al ver que YoonGi no contestaba, se inclinó hacia delante, temeroso ya de haberle hecho daño.

—No sabía que eras tú —susurró.

¿Así que pensaba que se estaba defendiendo de algún atacante? Tal vez, pero eso no lo tranquilizó. Si no se hubiera quedado dormido en el patio, nada de eso habría pasado.

—¿Te das cuenta —continuó— de que te estoy dejando que me hagas esto?

Incapaz de dar crédito a sus palabras, Jimin se retiró y lo miró.

—¿Dejándome?

YoonGi asintió suavemente.

—Podría haberte mordido la cara hace unos segundos. Incluso la yugular.

—Por todos los...

—Incluso ahora —lo pinchó—, si no tuviera miedo de hacerte daño, te lanzaría al suelo.

En ese momento, Jimin fue consciente del cuerpo que tenía debajo, de las suaves montañas de su trasero, del generoso valle de sus caderas, de sus muslos regordetes y fuertes... Lo tenía agarrado por las muñecas, que no eran delicadas sino fuertes, y se las colocó sobre la cabeza obligándolo a estar en aquella postura de sumisión. Y el hecho de poder controlarlo le gustaba mucho. Demasiado. No tenía duda de que YoonGi ya habría notado su erección, puesto que esta le presionaba el vientre. Jimin se inclinó hacia delante para poder verle la cara. Se fijó en su boca sensual, entreabierta en ese momento en busca de aire, y en aquellos ojazos tan diferentes. A la tenue luz de la luna, parecían los ojos de un felino, con la capacidad de verse los de un gato o los de un tigre; y esos ojos lo provocaban.

—Inténtalo —le dijo él.

—Oh, no —YoonGi le miró la boca y eso lo excitó aún más—. No quiero hacerte daño, ahora que sé que eres tú.

Sin quererlo, Jimin se apretó contra YoonGi ahora siendo consciente de la semi erección de Min, su pecho queriendo hincharse con orgullo. Solo los separaban la fina tela de algodón de su camisola y de sus pantalones. Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y empezó a moverse rítmicamente sobre YoonGi.

Sus cuerpos se acoplaron a la perfección, pecho con pecho, entrepierna con entrepierna. Podría besarlo y hacerle el amor al mismo tiempo. Solo de pensarlo se estremeció. Sus pezones se pusieron duros como los suyos y los sintió rozándose entre sí, sintiendo más la fricción en pecho desnudo.

YoonGi movió los muslos, tal vez para que él se adaptara, pero él se negó a arriesgarse. Sus brazos no le ofrecieron resistencia, a pesar de la fuerza que él sabía que poseía. Sintió un fuego abrasador.

—Yoon...

YoonGi levantó la cabeza con el descaro que lo caracterizaba, y eso fue la gota que colmó el vaso. Jimin nunca había sido un hombre que se dejara llevar por el deseo; pero, por otra parte, jamás había experimentado tanto deseo.

YoonGi le pasó la lengua por los labios mientras gemía de pura excitación, de aceptación, de avidez. Él le atrapó la lengua y se la succionó con fuerza antes de ofrecerle la suya. Sus agitadas respiraciones rompieron el silencio de la noche, mezclándose con los leves sonidos de los grillos, de las hojas mecidas por el viento. Le agarró las dos muñecas con una sola mano y deslizó la otra entre sus cuerpos para tocarle los pezones. Como respuesta a sus caricias, YoonGi levantó las caderas con tanto ímpetu, que lo alzó durante unos segundos. A Jimin le costó empujarlo para volver a aplastarlo contra el suelo.

—Jimin... suéltame —susurró cuando él comenzó a besarle el cuello.

—No —contestó mientras le acariciaba el pezón con el pulgar.

YoonGi soltó un gemido ronco y, tras una maniobra hábil, lo tumbó de nuevo en el suelo. Jimin tuvo ganas de echarse a reír. Entonces se puso sobre él a horcajadas y empezó a acariciarle el pecho desnudo y a moverse sobre él con sensualidad. Le acarició el cuello con la nariz y la boca, y entonces se lo mordió antes de lamérselo de tal modo, que Jimin pensó que se volvería loco.

Jimin le agarró el trasero con ambas manos y se deleitó con la suavidad de su piel, en contraste con su fuerza. Lo exploró deslizándole los dedos sobre la seda de sus boxer, presionando hacia dentro para tocarlo desde atrás.

Tenía los boxer muy húmedos, y todo él estaba muy caliente. Entonces lo agarró por las caderas y empezó a moverse entre sus muslos simulando una penetración chocando con sus testículos; a punto estuvo de perder el control. Estaba listo para tomarlo, listo para quitarle la ridícula camiseta y tocarlo por todas partes. Listo para besarlo sin parar. Solo que no tenía ningún preservativo encima. Además...

La realidad le cayó encima como una tonelada de ladrillos. Y entonces gimió de frustración en voz alta, consciente de sus responsabilidades. Solo se conocían desde hacía menos de veinticuatro horas. Además, estaban al aire libre. Si él lo había visto por la ventana, tal vez su hija los estuviera viendo en ese momento. Cierto era que YeonWoo dormía profundamente, pero todo era posible.

Él siempre se había tenido á sí mismo como un padre responsable, como un buen servidor de su comunidad. De pronto se sintió horrorizado, avergonzado y tremendamente furioso. Furioso con YoonGi.

Lo agarró de las muñecas con fuerza. —Yoon.

Pero su tono de voz no le hizo efecto. Se soltó y continuó besándolo con tanta pasión, que casi estuvo a punto de olvidar su deber. Giró la cabeza a un lado.

—No.

—Sí —insistió YoonGi; entonces lo agarró de las orejas para que se quedara quieto—. Dios, eres increíble. Tan fuerte, tan sexy y dulce.

¿Dulce? Jimin se puso de lado, se lo quitó de encima y enseguida se puso de pie.

—Levántate —le dijo Jimin sin poder mirarlo. Se dio la vuelta, incapaz de soportarlo. Era tan precioso, tan sexy.

Finalmente oyó un leve crujido y se giró; YoonGi estaba sentado de lado en la hamaca, mirándolo fijamente, sin pudor. Jimin aspiró hondo.

—Lo siento.

—Sí, yo también —sonrió y sacudió la cabeza.

Eso lo hizo reaccionar. —¿Qué es lo que sientes?

YoonGi se puso de pie y lo miró a los ojos. —De momento, lo siento todo —se dio la vuelta—. Buenas noches, Jimin.

Se quedó tan estupefacto mientras miraba aquel cuerpo de sirena caminando a la luz de la luna, que a punto estuvo de dejarlo marchar sin darse cuenta.

—¡Espera un momento!

—Es inútil esperar. Créeme, lo entiendo.

Jimin lo agarró del brazo y le dio la vuelta. Al momento siguiente, YoonGi se puso de puntillas y se enfrentó a él con rabia.

—¡No pienses ni por un momento que me has vencido, hombre! —le clavó el dedo índice en el pecho y Jimin retrocedió—. Además, me atrapaste dormido y he estado un rato adormilado. Ahora estoy bien despierto y se acabó el besarse. Te has puesto otra vez desagradable y odioso, pero no voy a permitir que me maltrates.

Entonces se dio la vuelta para marcharse.

—Yoon —dijo en tono de advertencia.

YoonGi extendió los brazos y se giró rápidamente.

—¿Qué?

Jimin se recordó que él era un hombre razonable; un hombre lógico, tranquilo y pacífico. Jamás, bajo ninguna circunstancia, peleaba sin necesidad, ni siquiera con las personas más envalentonadas. Aspiró hondo y se calmó un poco.

—¿Por qué estabas durmiendo en la hamaca? —dijo más calmado.

YoonGi miró la hamaca y se encogió de hombros. —Llevo todo el día trabajando, tenía calor y después de la ducha solo quería descansar y tomar un poco el aire. Me quedé dormido sin querer.

Jimin juntó las manos a la espalda para no tomarlo entre sus brazos.

—¿Sabes, por casualidad, lo peligroso que puede ser para una persona hacer eso?

—¿Te refieres a un vecino loco que me acecha, está a punto de tirarme al suelo, me besa apasionadamente y me toca hasta que estoy excitado, para luego apartarse sin razón alguna? —le sonrió con aire de suficiencia—. Sí, ahora ya lo sé.

—Me refería —empezó a decir acercándose poco a poco a YoonGi— a que podría entrar un extraño y hacerte algo sin dudar ni un momento. A alguien que pudiera violarte, o asesinarte, o...

—Creo que con violar y asesinar es bastante. No hace falta continuar.

—¡Esto no es ninguna broma, maldita sea!

YoonGi se cruzó de brazos y ladeó la cabeza.

—¿Acabo de decir que me quedé dormido sin querer? Me parece que lo he dicho, pero dada tu actitud, ya no estoy seguro.

—Ha sido una irresponsabilidad.

—Bueno, gracias, mamá, por tu preocupación.

—YoonGi, sé que estás emocionado con tu casa nueva...

—Y con mi vecino nuevo, al que le gusta provocar a los demás para después retirarse y comportarse como si mi respuesta carnal hubiera herido tu exquisita sensibilidad.

Jimin se frotó el cuello y agachó la cabeza para contener la risa.

—No fue mi intención hacer nada de eso.

—¿Ah, no? ¿Te has quedado satisfecho con lo que has hecho? —sacudió la cabeza—. Pobre hombre, te estás perdiendo lo mejor.

—Mira, Yoon, fue un error que nosotros... —miró al suelo—. Eso. No sé tú, pero a mí no me gustan los líos de una noche.

YoonGi ni confirmó ni negó sus hábitos, lo cual solo consiguió exasperarlo más. Poco a poco, los músculos del cuello y los hombros se le quedaron agarrotados y empezaron a dolerle. YoonGi entrecerró los ojos y se acercó a él.

—¿Qué te pasa? ¿Te he hecho daño?

Él apartó las manos del cuello.

—Claro que no.

—Sí que te duele, se nota mucho.

Jimin fue a responderle, pero se contuvo. Ya era hora de recapacitar un poco. Eran vecinos y necesitaban llevarse civilizadamente.

—Anoche tuve que atender dos emergencias bastante desagradables. La primera fue un caso de violencia doméstica —dijo en tono desgarrado—.
Tuve que llevar a la mujer al hospital con dos costillas rotas y contusiones múltiples. Gracias a Dios que la policía detuvo al marido en un bar.

YoonGi, consciente de sus turbulentas emociones, le acarició el brazo. Fue un gesto tranquilizador que lo ayudó a recuperar la compostura.

—Después hubo un accidente de tráfico. La mujer sufrió un shock, estaba llena de sangre, y no resultó muy fácil sacarla.

—¿Era pequeña como yo?

—No, esta mujer era obesa —dijo—. Tuve que ponerme en una postura un poco rara para sacarla y creo que me fastidié algo cuando lo hice.

—Mmm. Parece como si te hubieras hecho un esguince.

Él se quedó quieto. —¿El qué?

—El trapecio —le explicó YoonGi.

Le dio la vuelta sin que él opusiera resistencia y empezó a tocarle la espalda, los hombros, el cuello. Jimin gimió. Sus caricias lo excitaban y al mismo tiempo calmaban la tensión.

—¿Aquí? —le preguntó mientras amasaba algún músculo oculto.

—Sí —dijo—. Esto se te da bien.

—Se me dan bien muchas cosas.

Jimin abrió mucho los ojos.

—¿Te has aplicado calor húmedo?

Dios, ¿por qué todo lo que YoonGi decía, él lo relacionaba con el sexo?

—No he tenido oportunidad.

—Bruto. Trabajas en la profesión, deberías saber que las lesiones deben ser atendidas. Si es necesario, hay que sacar tiempo. Mira, en lugar de jugar a las cartas con tus amigos, deberías haberte metido en tu baño de agua caliente.

Al oír su sugerencia, su inventiva dio un salto y se los imaginó a los dos dentro de la bañera.

—Lo haré.

—¿Cuándo?

Su persistencia lo fastidió.

—Tal vez mañana, después de trabajar.

—¿Qué horario tienes?

Ese, al menos, era un tema sin riesgos.

—Nos rotamos. Trabajo diez horas diarias, cuatro días por semana. Yo suelo trabajar de ocho a seis. Los tres días libres varían y casi nunca son seguidos, pero al menos así todo el mundo libra un fin de semana de vez en cuando.

—¿Quién cuida de Woo mientras trabajas? —se asomó para mirarlo.

—Hay una señora que vive a dos manzanas de aquí. La señora Ok tendrá unos setenta años y es una mujer dulce y maravillosa. Para Woo es como su segunda casa.

—¿Tiene amigas de su edad?

—Va al parvulario dos días en semana, pero Woo me dice que la mayoría de los niños allí son «bebés».

YoonGi se echó a reír.

—Sí, me la imagino diciendo eso. Está acostumbrada a estar con adultos, ¿verdad?

—Demasiado. Pensé que la escuela de preescolar la ayudaría, y la verdad es que a ella le gusta ir. Una de sus compañeras de clase vive en el barrio y Woo ha estado en su casa en algunas ocasiones.

—Mmm. Eso es bueno para Woo.

Mientras charlaban, YoonGi iba bajando poco a poco por la espalda de Jimin. A él estuvieron a punto de fallarle las rodillas. Se sentía tan relajado con el masaje, tan bien.

—Si trabajas cuarenta horas semanales, imagino que a veces llegas muy tarde a casa.

—Cierto.

—¿Te la traes a casa?

—Por supuesto —fue a mirarlo, pero YoonGi no le dejó darse la vuelta mientras trabajaba un nudo en uno de los músculos—. Dios me dio una hija con el sueño muy profundo —le dijo mientras gemía dolorido—. La arropo y me la traigo a su cama. Ella ni se entera.

—Si Ok tiene ya setenta años, ¿cuánto tiempo más crees que podrá continuar cuidándote a la niña?

—Lo he pensado —murmuró—. Estoy pensando en abandonar el trabajo de campo.

—¿Sí? ¿Para hacer qué? —le preguntó mientras sus dedos le presionaban los músculos con la fuerza correcta.

—Tal vez me meta a supervisor —dijo—, o a director de operaciones. O tal vez me dedique a la instrucción. Eso me gusta.

YoonGi emitió un sonido de interés y bajó las manos hasta los glúteos.

«Maldita sea», pensaba Jimin. Qué dedos tan mágicos los de aquel chico... tan maravillosos... ¡Tan íntimos!

Jimin se giró hacia él. —¡Me estás seduciendo!

—No, solo tocando un poco tus preciosas nalgas.

Jimin balbució, tanto escandalizado como halagado y, si era sincero, algo excitado. O más bien bastante. En realidad, estaba caliente y listo para perderse entre sus muslos.

YoonGi tuvo el descaro de echarse a reír en su cara, y entonces le dio unas palmadas en el pecho.

—Relájate, Jimin, tu virtud está a salvo conmigo. Ahora te sientes mejor, ¿verdad?

Flexionó y rotó los hombros para experimentar. Tenía razón, maldito YoonGi.

Asintió con renuencia.

—Bien —le dio otra palmada—. Si se te pone duro otra vez, ven a verme.

Estaba sin duda bien duro, solo que no donde YoonGi decía.

—No te vendría mal aplicarte un poco de ultrasonido en los músculos afectados, y eso podría hacértelo en el gimnasio.

—Se me pasará —dijo con voz quebrada.

YoonGi volteó los ojos.

—Eres un superhéroe, ¿no? Inmune a las necesidades de tu cuerpo, ¿verdad?

El ser insistente probablemente era algo natural en YoonGi. Seguramente se había criado haciendo exigencias y causando conflictos.

—Estoy intentando hacer lo que es mejor para los dos, y lo sabes. Somos vecinos. Cualquier cosa más allá de una amistad sería demasiado difícil.

YoonGi suspiró largamente antes de decir:

—Como sea —y se volvió para marcharse.

—Espero que lo entiendas —le gritó Jimin mientras YoonGi se dirigía hacia su casa.

Tenía el cuerpo relajado del masaje, pero tremendamente vivo. Lleno de vida. Era una mezcla de sensaciones muy extraña. Algo muy carnal.

YoonGi agitó la mano sin girarse. Segundos después oyó el clic de la puerta. Qué hombre más fastidioso. Había tomado la decisión correcta, a pesar de su enorme erección. Pero entonces, ¿por qué se sentía tan mal consigo mismo? ¿Por qué odiaba tanto haber tomado aquella decisión?

Una luz se encendió en el piso de arriba y lo oyó silbar. Era un hombre sin preocupaciones, mientras que él estaba allí en el patio sin poder moverse, atribulado por un sinfín de fuertes emociones. Miró hacia su ventana deseando que apareciera, pero cuando se apagó la luz supo que se había ido a la cama.

A partir de ese momento, tendría que tener cuidado para no encontrárselo. Y dado su horario, eso no resultaría demasiado difícil.

YoonGi observó a Jimin desde la ventana de su dormitorio a oscuras. Parecía tan rígido, todo él destilando frustración, que casi esperó que se pusiera a aullar. Pero él se dio la vuelta y se marchó a su casa. Su masaje había sido inútil. Se daba cuenta de que aquel hombre estaba empeñado en estar tenso.

Suspiró. Qué fastidioso el destino, pensó con el corazón un poco encogido al ver cómo se alejaba. Suspiró con frustración. Jimin era el primero que lo hacía sentirse como gelatina por dentro. Desgraciadamente, había resultado ser un maldito mojigato. Pero al momento se dio cuenta de que existía la posibilidad de que no fuera un mojigato en absoluto. Un hombre tan fuerte, tan sexy, tan inteligente y responsable como Jimin sin duda sentiría más bien desinterés que restricciones morales.

¿Por qué iba a interesarse por YoonGi? Desde que se habían conocido esa mañana, no había hecho más que ponerse en ridículo continuamente.

Cerró los ojos mientras pensaba en lo que había hecho. Dios, lo había acosado a cada momento, provocado e incluso se había revolcado con él en el césped. Lo había insultado y todo, y encima quería que lo deseara aunque fuera un poquito.

Sacudió la cabeza. Era un total y absoluto cretino.

Se apartó de la ventana y salió al pasillo. Necesitaba otra ducha. Aquella, preferiblemente, bien fría para ahuyentar el deseo que se negaba a abandonarlo. Sabía que no conseguiría dormir esa noche; sobre todo, después de haberlo sentido encima suyo, de haber aspirado el aroma de su parte más íntima.

Tenía que recuperar la compostura y darle al hombre su espacio. Apremiarlo no era la mejor táctica. Jimin era un hombre discreto. Era un buen padre, un hombre tierno y, con mucho, el hombre más atractivo que YoonGi había conocido en su vida. Jimin necesitaba tiempo para acostumbrarse a él, para conocerlo.

Iría poco a poco. Sería encantador, dulce y cortés... Porque con Jimin la seducción no parecía funcionar.




































•Kat🐾

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