01
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Me recosté sobre el sofá del living y solté un suspiro agotado. El tener que ir y venir —todos los benditos días— estaba pegándome fuerte. El cansancio físico y mental que cargaba eran de gran tamaño. No tenía ánimos para nada.
Agradecí el poder contar con HyeJin y SeokJin-hyung, quienes hacían todo lo posible para brindarme su apoyo con el pequeño YeonJun. Ellos siempre me hacían el favor de cuidar a mi hijo cuando yo no podía hacerlo debido al trabajo, lo cual me permitía seguir conservando mi empleo para poder consentir a mi niño y saldar todos nuestros gastos esenciales.
YeonJun era lo más valioso que tenía. Había llegado a mi mundo cuando menos lo esperaba, pero resultó ser el mejor regalo que la vida me pudo dar.
Yo era un joven de veintitrés años cuando mi novia quedó embarazada, por lo que todo dio un gran giro; pero pudimos superar los obstáculos sin problemas. La madre de YeonJun y yo estuvimos juntos hasta que el niño cumplió dos años, momento en el cual ella decidió irse a vivir a Japón con su hermana, otorgándome la tenencia de mi hijo.
Fue un momento duro, no voy a mentir. Me constó mucho adaptarme a nuestra nueva realidad. Pero el apoyo de mis amigos y familia fueron de gran ayuda; y también, mi hijo era lo que me animaba a seguir adelante.
En la actualidad, casi no tenía contacto con mi ex-pareja. Ella llamaba en las ocasiones especiales para hablar con YeonJun, aunque nada más que eso. Mi hijo, quien ahora tenía nueve años, no recordaba casi nada de ella. Yo sabía que sentía cariño por la mujer, pero dicho aprecio era pequeño. Aunque no era culpa de YeonJun, ya que él no podía sentir que ella era su madre cuando la mujer nunca actuó como tal.
HyeJin era lo más cercano que YeonJun tenía a una figura materna y yo no podía sentirme más a gusto con eso. Por otra parte, SeokJin también era un gran ejemplo a seguir para él, lo cual me parecía muy tierno porque mi hyung también era una figura ejemplar para mí. Y la realidad era que mi hijo los amaba a los dos de forma incondicional.
Solté una pequeña risa, mientras recordaba la escandalosa reacción que había tenido SeokJin al enterarse de mi percance en las vías. Él había puesto el grito en el cielo, a la vez que HyeJin me insultaba por ser tan idiota. Pero finalmente ambos me abrazaron y examinaron por completo, en busca de algún tipo de herida en mi cuerpo.
Durante todo ese rato, mi hijo siquiera posó su vista en mi persona. Aunque eso no me sorprendió en absoluto, debido a que él se encontraba embobado y mirando atentamente al hombre de cabello oscuro y revuelto; el cual había cargado mi vehículo por los aires —conmigo dentro del mismo— hasta que nos encontramos frente a la puerta de mi hogar.
HyeJin y SeokJin se fueron poco después de nuestra llegada, despidiéndose de nosotros y del invitado también. Tras la salida de mis amigos, invité a TaeHyung a moverse con comodidad por mi hogar, mientras que yo me encargaba de terminar de preparar la cena.
Desde mi lugar, podía escuchar cómo YeonJun le preguntaba cientos de cosas a Hancock, quien le respondía de forma un poco seca. Pero el pequeño tenía una gran habilidad para cautivar a las personas al instante, y con TaeHyung no fue la excepción. Porque, unos minutos luego, pude oír cómo la conversación entre ambos se tornaba mucho más fluida. Incluso, TaeHyung le comenzó a otorgar varios consejos a mi hijo.
La cena se desarrolló de manera tranquila. Noté que el pelinegro estaba realmente hambriento. En ese instante, recordé que era de público conocimiento que él no contaba con una buena situación económica; el superhéroe Kim TaeHyung siempre vestía ropas gastadas y sucias, no se alimentaba como era debido, sufría de alcoholismo y vivía en la calle.
A pesar de mi curiosidad e interés, opté por no preguntar nada personal relacionado con TaeHyung, dado a que no quería incomodarlo. Era cierto que todo lo que lo complementaba era un misterio, pero no quería obligarlo a hablar de eso. Prefería esperar a que él decidiera —por cuenta propia— confiar en mí.
Cuando terminamos con la comida, ya era bastante tarde. Siguiendo mis órdenes, YeonJun se despidió animadamente del invitado, para luego dirigirse a su habitación con una sonrisa en su rostro. Por mi parte, me quedé unos minutos en mi lugar, pensando en diversas cuestiones al azar.
Minutos después, TaeHyung fue quien se levantó y me dijo que debía irse, por lo que yo lo acompañé hasta la salida. Una vez allí, me acerqué a él y le comenté que yo podía ayudarlo a salir adelante. Trabajando en conjunto, podríamos lograr que la sociedad lo aceptara; íbamos a hacer que él comenzara a sentirse mejor consigo mismo.
TaeHyung no me dijo nada. Se limitó a dirigirme una mirada que —a pesar que lo intenté— no pude descifrar, para finalmente negar con la cabeza y salir volando del lugar, arruinando todo el pavimento por la fuerza que había implementado para impulsarse.
Dirigí mi vista al techo y mordí mi labio inferior. Habían pasado dos días desde la cena, y Hancock nunca se presentó en mi casa ni tampoco se comunicó conmigo. Siempre supuse que eso era lo que probablemente iba a suceder, pero me había sentido esperanzado por un instante.
Sacudí mi cabeza y decidí hacer esos pensamientos a un lado. Debía quitar a ese hombre de mi mente. Yo quería ayudarlo, pero —si él no cooperaba— era algo imposible de llevar a cabo. Yo necesitaba que TaeHyung pusiera de sí para poder avanzar.
El sonido de un fuerte estruendo y niños gritando desesperados, provocó que yo me sobresaltara de repente. Por instinto, dirigí mi vista a la entrada de mi casa y fruncí mi ceño confundido.
—¿Qué fue eso, papá? Sonó aterrador. —Mi hijo apareció en mi campo de visión, luciendo igual de consternado que yo.
—No lo sé. —Me levanté antes de comenzar a caminar hacia la entrada—. Quédate aquí, yo iré a ver. —YeonJun asintió y se hizo a un lado, aunque no abandonó el living. Por mi parte, me acerqué hasta la puerta con bastante inseguridad. No estaba muy seguro de abrirla, pero tampoco quería quedarme con la duda de lo que había pasado.
En el preciso momento en el que estaba por abrir la puerta, unos pequeños y firmes golpes —en la misma— provocaron que yo volviera a sobresaltarme, al mismo tiempo que escuchaba a YeonJun jadear asustado.
Sintiendo los nervios recorrerme por completo, decidí abrir de una vez la puerta de forma lenta y cuidadosa. Y en cuanto tuve la oportunidad de ver a la persona que estaba al otro lado, pude suspirar muchísimo más relajado.
—Dios mío, TaeHyung. —Llevé una mano hasta mi pecho y volví a suspirar, causando que el nombrado me otorgara una mirada confundida—. Tu forma de aterrizar es algo que debes aprender a manejar.
—Por supuesto —respondió el otro con ironía e ingresó al lugar, luego de obtener el permiso que le brindé con mi mirada.
—¡TaeHyung! —lo saludó emocionado mi hijo.
—Hola, chico. —Ambos chocaron los puños—. ¿Cómo estuviste estos días?
—Muy bien —aseguró YeonJun.
—YeonJun-ah, ¿por qué no vuelves a tu habitación? —Me aproximé a los dos chicos—. Necesito hablar acerca de unas cosas importantes con TaeHyung.
—De acuerdo —dijo él—. TaeHyung, ¿luego podemos jugar juntos? —le preguntó al pelinegro—. Mi papá me obsequió unos autitos nuevos y quiero enseñártelos.
—Por supuesto que sí —le prometió el mencionado, por lo que YeonJun sonrió y comenzó a correr hacia su habitación, dejándonos a TaeHyung y mi persona solos.
—Me alegra que hayas regresado. Tenemos mucho en que trabajar —hablé y comencé a caminar por el living—. Primero que nada, tienes que ver esto. —Me senté nuevamente en el sofá, luego de tomar mi laptop de una mesa—. Estuve buscando material tuyo en YouTube y encontré de todo, pero podemos iniciar con esto.
TaeHyung se posó a un lado del sofá. Estaba bastante alejado, pero supe que podía ver perfectamente la pantalla y no dudé en continuar hablando;
—A todos nos encanta tomar un helado, pero esto...—guardé silencio y le di play al vídeo.
En la imagen, se podía ver a un lindo camión de helados estacionado. Una numerosa cantidad de niños muy pequeños y alegres estaban haciendo fila para comprar. Pero entonces un hombre, con la ropa aparentemente quemada y hecha trizas, hizo acto de presencia también.
—A ver, quítense. —Noté a TaeHyung viéndose a sí mismo con atención. Me sorprendió que no mostrara signos de vergüenza o algo similar, dado a que estábamos viendo cómo él apartaba a los niños bruscamente y tomaba unos helados del camión—. Háganse a un lado.
—¡Mamá, no! —gritó una pequeña.
—¡Está desnudo! Qué asco. —El llanto de un niño se escuchó. Entonces, la cámara enfocó perfectamente el trasero de TaeHyung.
—¡Esto es horrible! —otra niña habló desesperada, corriendo hacia su madre.
—Quítame esa jodida cámara de la cara —soltó el implicado, mientras seguía consumiendo su helado de chocolate.
—Son unos niños —dije yo cuando el vídeo llegó a su fin, mirando al pelinegro.
—¿Alguna vez te viste obligado a apagar el incendio de un edificio? —me cuestionó.
—A decir verdad, no —respondí—. Soy un asesor de imagen, no un bombero o algo similar —le aclaré.
—Se nota —soltó irónico—. Ese día, me estaba ardiendo el trasero como la puta madre —dijo con sencillez, por lo que asentí.
—De acuerdo. ¿Y qué dices de esto? Mira. —Abrí otro vídeo más—. Es Walter, la ballena gris. Todos la recordamos varada en la playa —comenté de forma tranquila antes de presionar play—. Y entonces, entra Hancock...
La imagen captó el preciso momento en el que TaeHyung bruscamente aterrizaba en la playa, para luego acercarse a la gran ballena y sujetarla de sus aletas. Sin cuidado alguno, la alzó y la arrojó con fuerza hacia el mar. Eso no hubiese sido un problema, de no haber sido porque la ballena terminó cayendo sobre un barco que navegaba a lo lejos, resultando así heridos de gravedad tanto el animal como las personas que iban en la embarcación.
—Ni siquiera me acuerdo de eso —me afirmó TaeHyung.
—Pero las personas y las ballenas sí lo hacen.
—Sí, claro. —Rodó sus ojos.
—Es algo cansador y bastante repetitivo, por lo que iremos al grano de una vez. —Dejé la computadora a un lado y me levanté, para después posarme frente a él—. No te he mostrado mucho, pero en base a todo el material con el que contamos, puedo darte un simple y claro diagnóstico de tu problema —le aseguré—. ¿Quieres que te lo diga?
—No.
—Eres un idiota.
Ante mis palabras, TaeHyung me miró de forma indescifrable. Por un momento, creí que iba a golpearme o enviarme al demonio, pero —para mi sorpresa— nada de lo que imaginé pasó. Le agradecí mentalmente eso.
—Te lo digo así de claro. No tengo problemas en hacerlo —continué hablando—. Y además, no es un delito ser idiota. Pero sí es contraproducente, y no te ayuda para nada. —Me encogí de hombros, bajo su mirada—. Eres un idiota, ¿no lo crees?
—Ten cuidado con lo que dices, chico bonito —me advirtió antes de voltear y comenzar a caminar hacia la cocina. Sin dudarlo un segundo, tomé unas historietas que estaban sobre un mueble y fui detrás de él.
—He estado pensando en varias cosas —comenté, mientras veía cómo él se movía por el lugar, revisando las estanterías—. Y podemos iniciar con el cómo te presentas ante las personas, ya que...
Mi ceño se frunció al ver lo que él estaba planeando hacer.
—Oh, vamos. ¿Qué haces? Son las doce del mediodía —le dije, para después acercarme a su persona y quitarle la botella de vino que él había tomado de la nevera—. Anda, TaeHyung —suspiré cansado—. Dime, ¿qué se te pasa por la cabeza cuando ves esto?
—Marica —respondió él cuando le enseñé la portada de una de las historietas, en la cual se podía a ver a uno de los famosos superhéroes que los niños adoraban.
—¿Y este? —le mostré la siguiente.
—Marica de rojo —soltó con amargura, examinando de forma molesta el traje del héroe.
—De acuerdo. —Yo bufé, dejando a la vista otra historieta—. ¿Y el siguiente?
—Marica noruego.
—Dejemos esto para después —aseguré y posé las historietas en la mesada—. Vamos a hablar de un punto más profundo —volví a acercarme a él—, porque yo creo que actúas así porque te sientes solo. Creo que, en el fondo, tienes deseos de ser aceptado por la gente —le dije.
—Estupideces.
—Vamos, TaeHyung —dije agotado—. Vas por la vida salvando a las personas, pero las mismas te rechazan. Y entonces, tú los rechazas a ellos también. —La expresión en su rostro me indicó que yo estaba yendo por el camino correcto—. Acabemos con el círculo vicioso, para así poder comenzar desde cero.
El ruido de la puerta principal siendo abierta logró captar nuestra atención. Confundido porque no esperaba visitas, decidí abandonar la cocina y dirigirme a la entrada. Pero cuando puse un pie en la sala, unos brazos me envolvieron con fuerza e identifiqué rápidamente a SeokJin.
—Hola, JiMin-ah —me saludó él y yo le sonreí.
—Hyung, ¿cómo estás? —le dije sin dejar de sonreírle con cariño—. ¿Qué haces aquí? No me comentaste que vendrías —expliqué.
—Quería sorprenderlos a JiMin y a ti —me respondió. Entonces, noté cómo su mirada se posaba en un punto a mis espaldas—. ¿TaeHyung? —habló confundido—. Vaya, no esperaba verte de nuevo. —SeokJin me soltó y se acercó al nombrado, para luego estrechar su mano—. Soy Kim SeokJin, no sé si aún me recuerdas. Nos conocimos la otra noche.
—Te recuerdo.
—Eso es genial. —Ahora SeokJin me miró—. ¿Qué hace Hancock aquí otra vez?
—Estamos trabajando en su relación con la sociedad.
—JiMin quiere ayudarme a dejar de cagarla —mencionó TaeHyung, causando así que yo negara con la cabeza, mientras que SeokJin soltaba una fuerte carcajada.
—Es una tarea difícil, pero no imposible. —SeokJin se acercó al televisor y tomó el control remoto del mismo—. ¿Estuvieron viendo las noticias de hoy?
—No lo hemos hecho aún —respondí con curiosidad por la pregunta que él me había hecho. Antes que yo pudiera decir otra cosa, mi hyung no dudó en encender el televisor y subir bastante el volumen del mismo.
—La ley es la ley, señor Hancock. Usted no está por encima de ella.
Una mujer adulta apareció en pantalla y la reconocí al instante, era una respetada periodista del país.
—Destrucción de la propiedad, daños que ascienden a más de veinte millones de dólares, ¿y ahora esto? —dijo indignada—. Desde mi lugar, veo a un hombre egoísta y narcisista con mucha fuerza, sí; pero que no piensa en nadie más que en sí mismo —soltó con amargura—. Señor Hancock, permítame recordarle otra vez que usted no está por encima de la ley.
—Te sorprenderías —mencionó TaeHyung irónico.
—De más de seiscientas citaciones, no se ha presentado nunca a juicio. Es inaudito —afirmó ella y se rió molesta—. Puede que usted sea un superhéroe, pero no tiene ni la mitad de fuerza que posee la constitución.
—Esto es genial. —Tomé el control remoto y apagué el televisor—. Las cosas se han puesto horribles. Es lo que necesitamos, perfecto —dije animado, por lo que ambos me miraron con atención—. Ahora hay una fiscal que te busca para meterte en la cárcel —le hablé a TaeHyung.
—Deja que la vieja lo intente —aseguró él.
—Tienes que entregarte.
—¿Qué? —soltaron de forma incrédula TaeHyung y SeokJin al unísono, en cuanto escucharon las palabras que yo había mencionado con gran seguridad.
—Todo el mundo sabrá que estarás ahí y les harás falta —comencé a unir los puntos de mi idea—. Escúchame, TaeHyung. —Me posé ante él—. Hoy en día, todas las personas te odian y detestan.
—¡Yo no! ¡A mí me agradas, TaeHyung! —le gritó YeonJun desde su habitación, por lo que el nombrado sonrió de lado.
—Dos semanas, ¿bien? No es mucho. —Él volvió a posar su atención en mí—. Y el público pedirá a gritos que te liberen, mientras que nosotros estaremos preparados para dicho momento —le aseguré—. En el peor de los casos, si es que llego a equivocarme, tú simplemente te limitas a salir volando de allí. —TaeHyung suspiró—. ¿Tienes algo más que perder?
[.....]
Miré con atención todo a mi alrededor. Podía ver perfectamente a todas las personas que se encontraban en el lugar, esperando por la conferencia. Desde periodistas hasta gente que pasaba casualmente por la zona, se hallaban posados en el sector para el público, aguardando con paciencia.
Las cámaras no dejaban de captar cada movimiento que hacíamos los encargados de haber convocado la conferencia. Estaban al pendiente de todo, y el tener tanta atención en mi persona estaba haciéndome sentir bastante abrumado.
—¿Estás bien? Pareces abrumado. —La voz de TaeHyung me obligó a hacer mis pensamientos a un lado, negué con la cabeza y posé mi mirada en él.
—Lo estoy, creo —respondí no muy seguro—. ¿Qué hay de ti? ¿Estás bien con esto? —cuestioné con mucha curiosidad.
—Sabes que no me afecta en absoluto.
—No intentes engañarme, sé que te importa —dije yo y él se mantuvo en silencio—. Acabamos de comenzar, pero quiero decirte que estoy orgulloso de ti. —TaeHyung me miró—. El que estés aquí, a punto de hacer lo que harás, significa mucho —expliqué con una leve timidez—. Y el que me permitas estar a tu lado, ayudándote a afrontar todo, es muy importante también.
El pelinegro se mantuvo en silencio, aunque sin dejar de mirarme. A pesar de esto, yo me sentí muy a gusto estado junto a él. Por alguna razón, el hecho de que él fuera callado y poco demostrativo, no me resultaba un problema.
Intentaba comprenderlo y ponerme en su lugar. Yo sabía que él no era la mala persona que aparentaba ser, TaeHyung era mucho más. Era un buen hombre e increíble, yo podía sentir eso.
Nuestra señal llegó entonces. Le hice gestos a TaeHyung y comenzamos a subir al escenario. Al instante, los susurros y todos los flashes de las cámaras aumentaron de forma notable. Todas las miradas estaban puestas en el hombre que estaba en el centro del escenario.
A pedido de TaeHyung, yo me mantuve sobre el escenario, aunque a un costado del mismo. Por su parte, él rascó su nuca y sacó del bolsillo de su jean unas pequeñas tarjetas. Las reconocí de inmediato, ya que allí estaba el discurso que yo había escrito para Hancock.
—Pido disculpas a todos y cada uno de los ciudadanos de Seúl —comenzó a hablar TaeHyung con voz tranquila y seria—. Mi comportamiento ha sido realmente inapropiado y asumo las consecuencias. —Pude escuchar a lo lejos que alguien lo insultaba y presioné mis puños—. Les pido a ustedes que sepan comprenderme, ya que mi día a día puede llegar a resultarme muy difícil. Después de todo, soy el único de mi especie —continuó—. Durante mi tiempo en la cárcel, me someteré a tratamientos para el alcoholismo y control de la ira.
Después que él leyera dicha línea, las burlas e insultos fueron en ascenso. Pude notar cómo TaeHyung comenzaba a mostrarse incómodo y molesto por esto. En ese instante, él me miró de reojo y yo le regalé una pequeña sonrisa, buscando así transmitirle tranquilidad.
—Se merecen una versión mejor de mí. Puedo ser mejor, y voy a serlo. —Lanzó las tarjetas al suelo y se dio vuelta de inmediato, para después bajar del escenario, ignorando todas las preguntas de los periodistas.
TaeHyung se alejó bastante del escenario, mientras que yo caminaba rápidamente detrás de él, escuchando cómo la gente seguía gritando. En cuanto pude, lo tomé de la mano con fuerza y lo obligué a detener su paso. Al mismo tiempo, noté cómo la policía comenzaba a acercarse a nosotros, dispuestos a llevarse a Hancock con ellos.
—¿Sabes que no estás solo en esto, verdad? —le pregunté y él suspiró—. Yo estoy contigo, TaeHyung. —En vez de soltar su mano, entrelacé nuestros dedos. Sonreí sin poder evitarlo, cuando sentí cómo el afirmaba el agarre—. Siempre estaré ahí —susurré—. Sé que puedes lograrlo.
Noté y pude percibir de igual manera cómo él posaba su mano libre en mi mejilla con suavidad.
—Estamos juntos en esto, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —me respondió él. Entonces, pude ver su hermosa sonrisa por primera vez, la cual fue dirigida hacia mi persona.
Le devolví el gesto con cariño, para después ver cómo los oficiales se aproximaban y obligaban a TaeHyung a dejar el lugar junto a ellos.
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