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28 de marzo, 2019
Ocho Hargreeves
Escuché tocaron a la puerta de mi cuarto por lo que limpié mi cara y dejé mi libreta de lado, durante la última hora la había puesto al corriente sin dejar de lado ni un solo detalle. Me puse de pie para abrir, pero al ver a Cinco detrás de esta con la cabeza agachada me arrepentí, estaba dispuesta a cerrarla pero él puso su mano evitando que lograra mi cometido.
—¿Qué quieres? —pregunté con fastidio en mi voz.
—Necesitamos hablar, Ocho...
—¿Para terminar? —lo cuestioné haciendo que elevara la mirada de golpe.
—¿Qué? ¡No! ¡Claro que no! —fue cuando noté tenía sus ojos irritados.
Me mordí mi labio al verlo así, era claro que no estaba bien. Se balanceó un poco en su lugar pensando en qué decir, pero yo solo me límite a mirarlo intentando no comenzar a llorar de nuevo.
—¿Me ayudas con una ecuación? —dijo al ver que estaba por cerrar la puerta de nuevo.
—¿Ahora? —asintió.
Sabía lo que estaba haciendo, lo conocía demasiado bien como para saber que lo único que intentaba era obtener más tiempo para pensar como iniciar a hablar.
—¿Dónde la tienes?
No dijo nada más, sino que se limitó a caminar hacía su cuarto. Miré de nuevo a mi cuarto cerrando mi libreta con un movimiento con mi mano para luego seguirlo. Entre a su habitación y tenía las paredes llenas de ecuaciones hechas con tiza blanca.
—Es esa —señalo una que había junto a su cama.
Yo lo mire con el ceño fruncido ya que estaba segura él era mejor que yo en eso y esa ecuación no era demasiado complicada. Tome una pequeña tiza que había en su cama con un ademan de manos pues no quería ensuciarme los dedos. No tarde tanto cuando ya la había terminado, deje de nuevo la tiza para luego emprender mi camino dispuesta a salir de la habitación, pero Cinco habló.
—No te conté todo lo que vi en el apocalipsis.
Pare en seco y me gire a mirarlo pues estaba sentado en su cama con la mirada en el piso. Se pasó las manos por el cabello logrando despeinarlo para luego frotarse el rostro.
—Seguías con vida cuando te encontré —comenzó a hablar sin mirarme —. Estabas agonizante, intentabas advertirme, pero no podías hablar mucho —su voz comenzaba a sonar quebrada —. Aún recuerdo lo último que me dijiste antes de morir.
—¿Y qué fue? —murmuré.
—Te amaré hasta el fin de los tiempos...
No dijo nada más pues comenzó a sollozar. Sentí como mi corazón se quebraba al verlo así que me acerqué a él lentamente hasta estar a centímetros de distancia, me puse de cuclillas colocando mis manos en su rostro para hacer que me mirara.
—¿Por qué no lo dijiste antes? —dije con un hilo de voz sintiendo un par de lágrimas caer en mi rostro.
—No quería que te preocuparas —habló entre sollozos —. Pensaba que si no te lo decía quizá no pasaría o no tendría que llegar a vivirlo, no lo sé en realidad.
Balbuceaba por lo que lo acerqué a mi para abrazarlo y sentir que sollozaba en mi hombro. Lo apegue más a mi para apoyar mi cabeza en su hombro sintiendo su aroma entrar por mis fosas mientras se deslizaban varias lágrimas por mis mejillas.
—No quiero perderte... —murmuró haciendo que su aliento cálido impactara contra la piel de mi cuello.
—No lo harás... —comencé a acariciar su cabello —. Solo déjame ayudarte.
Asintió levemente contra mi hombro sin separarse de mí, algo de lo que no me quejé pues me sentía cómoda ante su cercanía. Pasamos ahí el tiempo suficiente para que ambos dejáramos de sollozar, me separé de él un poco notando sus ojos hinchados y lo besé, un beso cálido y simplemente único.
—Aun te faltan resolver las demás ecuaciones —murmuré tras separarnos.
—¿Me ayudas? —dijo dándome una sonrisa inocente mientras yo limpiaba su rostro con mis manos.
—Tu eres mejor con eso —solté una leve risa —. De hecho, creo que sería mejor que revises la que hice.
Él se limitó a reír mientras me mirada. Se acercó a mí de nuevo tomando mi mentón para unir nuestros labios, cosa a la que no me negué pues sabía cuánto nos necesitábamos.
—¿Me lees mientras lo hago?
Lo miré con ternura y asentí para ponerme de pie dispuesta a caminar pero él me sostuvo de la mano. Se puso de pie y me tomo de nuevo del rostro para besarme.
—Otro y ya —dijo al separarnos.
Sonreí y coloqué mis brazos alrededor de su cuello mientras nuestros labios se unían una vez más.
—"Sospecho que la mayor atracción de aquella casa, para Jo, era una gran biblioteca de hermosos libros, que desde la muerte del señor March había quedado abandonada al polvo y las arañas" —narraba mientras Cinco hacía ecuaciones en su pared —. ¿Por qué esto suena tan personal?
Tras lo que había pasado hace unos minutos fui por el libro que papá me había regalado en el último cumpleaños que estuve en casa. Ya se le veía gastado al ser el único que me llevé conmigo hacía unos años, solía leerlo siempre antes de dormir o cada que podía pues de alguna manera hacía que me sintiera de nuevo en casa, o mejor dicho, me regresaba a esos días en los que Cinco entraba sin avisar a mi cuarto mientras leía.
—Quizá sea porque ahora que papá murió tienes todos los libros para ti —me respondió con la mirada en la pared.
No me sorprendía que lograra entender que le leía en español por todas las veces que se lo traducía, además de que durante su estancia en la Comisión me hicieron darle un par de cursos para que lo aprendiera —antes de que supiera que era él, claramente —.
—Quizá...
Continué leyendo sentada en su cama con mi espalda apoyada en la cabecera con las piernas contra mi pecho mientras me las cubría con una pequeña cobija ya que por mi posición se levantaba mi falda y se podría ver mi ropa interior. Por su parte Cinco estaba de pie en la cama trazando operaciones con tiza.
—Delores dice que le está gustando como lees, aunque no entienda del todo bien —soltó sin mirarme —. Pero piensa que tu voz es relajante.
—¿Ella es la única que lo piensa? —pregunté con un tono divertido.
Él soltó una leve risa mientras continuaba a lo que yo solo sonreí para luego mirar a la mencionada, quien estaba sentada en la silla del escritorio de Cinco. Le di una leve sonrisa para luego continuar con el libro
—Bien, creo que tengo algo —murmuró deteniéndose para luego mirarme —. Es débil, pero prometedor.
Elevé mi mirada del libro para luego mirar la pared donde ya tenía algunos nombres escritos: Milton Green, Aleks Cameron, K.C. Chavez y Robert Pulko.
—¿Qué es todo esto? —preguntó Luther entrando a la habitación.
—Probabilidades.
—¿Probabilidades de qué?
—La muerte de quién salvaría al mundo —respondí yo esta vez.
—Lo he reducido a cuatro.
—¿Una de estas cuatro personas causa el apocalipsis? —cuestionó de nuevo número Uno.
—No, digo que su muerte podría prevenirlo —aclaró Cinco.
De nuevo permanecimos en silencio, mi chico continuó anotando palabras en su pared mientras yo regresaba mi mirada a mi libro dispuesta a leer para reanudar mi lectura, pero el más alto habló de nuevo.
—No entiendo.
—Que sorpresa —murmure sarcástica sin apartar mi mirada del libro, aunque sentía como me miraba con rencor.
—El tiempo es caprichoso, Luther —comenzó a hablar Cinco dejando de escribir para girarse a mirarlo —. La más pequeña alteración de eventos puede llevar a resultados muy distintos en el continuo temporal.
—El efecto mariposa —agregué.
—Lo que debo hacer es encontrar a las personas con la mayor probabilidad de tener impacto en la línea temporal, donde sea que estén, y matarlos.
Se bajó de la cama cuidando no pisarme para luego hacerme una señal de que ya nos iríamos, miré el reloj en su pared y al ver que cada vez me faltaba menos para ir con mi hermana me puse de pie dejando el libro en la cama. Me acomodé la falda para luego colocarme al lado de mi chico, quien apuntaba los nombres en el ejemplar del libro de Vanya que tenía repleto de cálculos, el cual tenía junto a su cama.
—Milton Green —leyó Luther el primer nombre —. ¿Quién es? ¿Un terrorista o algo?
—Creo que es un jardinero.
—Pobre hombre —murmuré con ironía riendo levemente mientras me colocaba los zapatos.
—No hablan en serio —nos miró.
Yo me terminaba de colocar mi calzado mientras Cinco levantaba el estuche de un arma del suelo y lo colocaba en su cama.
—¿De dónde sacaste eso?
—La habitación de papá —respondí yo —. No era lo único que tenía, pero a él le gustó más ésta.
Me encogí de hombros mientras Cinco preparaba el arma. A mitad de sus calculo me preguntó si sabía si nuestro padre tenía en su poder algún tipo de arma, algo a lo que asentí y le mostré donde estaban pues nuestro querido progenitor alguna vez me enseñó donde las guardaba... Ahora que lo pienso, sí que era mal padre. ¿Quién le enseña a su hija de nueve años donde guarda "sus artilugios de violencia"? El padre del año, claramente —¿Tengo que aclarar que es sarcasmo? —.
—Creo que lo uso para dispararle a un rinoceronte —agregué.
—Es similar al modelo que usé en el trabajo —dijo Cinco mirando por el ojal para luego seguir acomodándola —. Ajustado a los hombros y altamente confiable.
—Pero no pueden... —se interrumpió Luther a si mismo —. Este tipo, Milton, es un hombre inocente.
—Son matemáticas básicas —exclamó Cinco con fastidio —. Su muerte podría salvar las vidas de millones. Si no hiciera nada, estaría muerto en cuatro días.
—Así como el resto del mundo —agregué —. El apocalipsis no perdonará a nadie.
—Esto no es lo que hacemos...
—Nosotros no haremos nada —interrumpió mi chico —. Yo lo haré, la única que me ayudara es ella —me señalo con la cabeza.
—No dejare que maten a inocentes, no importa a cuantos salven.
—Buena suerte deteniéndonos —dije acercándome levemente a él con una sonrisa sarcástica.
—No van a ir a ningún lado —dijo tomándome del brazo.
Yo lo miré con el ceño fruncido, intenté zafarme apretó más su agarre. Lo miré enfadada sin entender mientras sentí me jalaba hasta la ventana.
—Pelearon, ¿No? —preguntó en el trayecto.
—¿A ti que te importa? —respondí forcejeando.
—Eso significa que tuviste un ataque.
El enfado desapareció y mis ojos se abrieron a más no poder al ver lo que pensaba, mis poderes eran inestables después de tener algún "ataque", los cuales solo me daban después de que muchas se emociones se mezclaran en mi o de que una muy fuerte llegara a mí y de pronto se esfumara.
—¡Ni siquiera lo pien-...!
No logre terminar la oración cuando sentí mis piernas se elevaban del suelo, Luther me tomó y me elevó por fuera de la ventana. Solté un grito ahogado al ver el piso haciendo que Cinco se girara de inmediato y le apuntara con el arma.
—Suel...ta...la —dijo con la mandíbula tensa.
—Baja el arma, no mataran a nadie hoy —le respondió Luther —. Se que es importante para ti y si no está estable no lograra protegerse antes de caer, recuerda que, aunque sea la más poderosa también tiene limitaciones. El tuyo es el cansancio y el suyo sus mismas emociones —me sacudió ligeramente en el aire sintiendo como el aire salía de mis pulmones —. No me hagas hacer esto.
—Pero que sexista —dije llamando la atención de ambos —. La damisela en peligro teniendo que ser salvada por un caballero, que asco.
Solté intentando parecer tranquila para que Luther se sintiera inseguro, aunque por dentro moría de miedo ya que si no lograba estabilizarme antes de que llegara a soltarme no tendría una caída para nada agradable.
—¿Estás segura de querer retarme cuando soy yo el que evita tengas una horrible caída? —me preguntó sacudiendo su brazo haciendo me balanceara por el aire —. ¿O quieres que pongamos aprueba si ya estás estable? —yo permanecí en silencio por lo que se giró a mirar a Cinco —. ¿Es ella o el arma? Tú decides.
—Es lo mismo —dije intentando alargar el tiempo —. Papá también me hizo, corrijo, nos hizo mini armas. ¿O me equivoco, número Uno?
No dijo nada, sino que se limitó a aflojar el agarre aun sin soltarme. Cinco permaneció en silencio sin bajar el arma, ambos se miraban directamente a los ojos sin moverse hasta que de pronto sentí me acercaba nuevamente a la ventana para tomar impulso luego soltarme al extender de nuevo el brazo.
Me fue inevitable no soltar un leve grito mientras intentaba elevarme, pero no lo conseguí. Cerré mis ojos con fuerza aun intentando no caer sin resultado, pero nunca sentí el impacto, sino que en su lugar unos brazos me envolvieron para luego ya no sentir el aire fresco del exterior.
Abrí mis ojos notando estaba de nuevo en el cuarto de Cinco junto a la ventana con este cargándome con uno de sus brazos en mi espalda mientras sostenía mi cabeza con su mano y su otro brazo rodeando mi cintura a la vez que yo rodeaba la suya con mis piernas. Mi cabeza estaba apoyada en su hombro mientras intentaba regular mi respiración.
—¿Estás bien? —me susurró comenzando a acariciar mi espalda a lo que yo solo me limité a asentir —. ¡Casi la matas, idiota!
—Puedo hacer esto todo el día —respondió Luther ignorando su comentario mientras ya sostenía el arma en sus manos.
Se sentó en la cama aun conmigo en brazos haciendo que me sentara en su regazo. Hizo que me separara un poco de él para poder mirarme a los ojos, notando como los tenía cristalizados. Colocó su mano con la que no me acariciaba en mi mejilla para sobarla suavemente.
—Se que aún eres una buena persona, Cinco —soltó el más alto de pronto —. Al igual que tú, Ocho, ambos lo son. De otro modo no habrían arriesgado todo volviendo aquí a salvarnos.
Escuché sus pasos acercarse pues solo me limitaba a mirar a mi novio y él a mí, sentía como mi cuerpo temblaba ligeramente debido al miedo que sentí al casi caer por lo que no pensaba dejar de verlo hasta sentirme tranquila, sus ojos me traían paz. Sentí un leve cosquilleo en mis ojos y de pronto una diminuta sonrisa en el rostro de Cinco apareció por lo que supuse se habían tornado verdes.
—Pero ya no están solos —agregó número Uno.
Permanecimos en silencio unos segundos, Cinco apretó por un momento sus labios mientras yo agachaba la cabeza sin animarme a mirar a nadie pensando en alguna alternativa que no implicara acabar con inocentes.
—Hay una manera —dijimos mi novio y yo a la vez haciendo que yo riera por lo bajo.
—Pero es casi imposible —agregó Cinco tras unos segundos.
—¿Más imposible que lo que te trajo aquí? —preguntó Luther.
Lo miré y coloqué mi mano en su hombro para entrar en su mente y efectivamente pensaba lo mismo que yo. Solté un suspiro ya que algo me decía que quizá no aceptarían tan fácil, pero no perdíamos nada intentándolo.
—¿Sabes que ya puedes bajarte de él? —soltó Luther de pronto mirándome —. No volveré a arrojarte por la ventana.
Yo no dije nada y me límite a abrazar a Cinco por los hombros apegándolo más a mí, por lo que él río. El más alto nos miró mal mientras mi novio se ponía de pie aún conmigo en brazos, yo miré a Luther enseñándole mi lengua haciendo que rodara los ojos mientras comenzaba a seguirnos.
—¿Puedo escribir la nota? —murmuré.
Asintió Cinco a lo que yo hice un ademan acercando lápiz y papel ganando una mirada por parte de Luther.
—¿Cómo...?
—Ya estoy mejor —dije escribiendo, sacando ligeramente mi lengua concentrada en la nota.
"Queridos Hazel y Cha-Cha
¿Cuánto tiempo sin vernos? Claro, a excepción de estos días donde han intentado dañar a Cinco. Temo informarles que para su mala suerte nosotros tenemos ahora el maletín proporcionado por mi querido hermano.
Si quieren tenerlo de vuelta les recomiendo que acepten nuestra treta de paz para llegar a un acuerdo, les dejamos la hora y lugar al reverso. No falten si saben lo que les conviene.
Con cariño, su querida amiga Ocho (y Cinco)."
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