6
Él.
Podía verlo, podía ver fijamente a Carl pasear por las aceras de la comunidad. Llevaba aquel vendaje que cubría la cicatriz de su ojo, la cual le había causado el disparo. Podía verlo con aquella típica camisa de un color sólido, siendo cubierta por una polera manga larga de cuadros. Se veía tranquilo, en sus brazos podía ver fijamente a Judith quien acariciaba su caballo ondulado y castaño. Ella balbuceaba, era toda una pequeña con aquel cabello ondulado y con ese color miel que la luz del sol iluminaba. Contemplaba a Carl desde aquí, desde el balcón de mi casa y veía en él aquel amor que sentía por su hermana. Su ojo azul conectó con mi mirada, captando mi presencia y en cómo lo admiraba. En su rostro se vio aquella sonrisa que me había enamorado, mientras que su mano libre se alzó para llamarme, para que me acercará a él. Con rapidez me levante de los escalones de mi balcón, caminando en su dirección pero mientras más me acercaba la imagen se ponía bastante iluminada. Veía como Carl entre medio de la luz se desaparecía, sintiendo como mi corazón palpitaba y como mi tristeza era consumida hasta crear aquel hueco en el.
Mi corazón palpitaba con fuerza, mientras sentía como el frío se pegaba en mi piel ante mi cuerpo llenarse de humedad por el agua que escurría de la cascada hasta llegar a mi cuerpo. El aire me faltaba, mis manos temblaban y me sentía inmóvil. La debilidad se había apoderado de mí ante no recordar nada, solo sentía el agua traspasarse por mi ropa. Escuchaba el sonido de la cascada impactar con el pequeño riachuelo, y ahí fue que empezaba a captar que me había sucedido. Los susurros, aquellos susurros parecieron reflejarse en mis oídos y mi piel empezó a tensarse, sintiéndome mucho más inmóvil. Entre en pánico, los susurros no se detenían y recordaba aquel caminante, aquel caminante que me había transmitido palabras a través de aquel gruñido; pudo haberme mordido pero simplemente no lo hizo. Empecé a respirar agitadamente cuando escuché zancadas en el agua, sintiéndome impotente ante mi falta de movimiento pero mi corazón se llenó de calma y seguridad cuando visualicé aquella cabellera ondulada de color negro azabache. Él estaba aquí, él no me había abandonado. Pude verlo mirarme finamente y como este cayó de rodillas a mi lado, observándome de una forma preocupante.
—Ethan.—susurre, observé cómo salía sangre de su mejilla la cual tenía un corte y rastros de tierra a su alrededor. Él sacó de su espalda la mochila, colocándola aún lado.
—Maldición.—veía en su rostro una expresión que me preocupaba, me sentía aturdida.—Aliana, no te muevas, va ser muy doloroso.—me hablaba él pero no estaba clara con sus palabras, era como si mis oídos estuvieran tapados así que me moví con lentitud pero su mano se detuvo en mi pecho prohibiéndome pasó y empecé a sentir ardor, empecé a sentir dolor.
—No, no, no.—decía una y otra vez cuando vi la sangre salir de mi abdomen, se escurría como la agua de la cascada hasta el río, la mano de Ethan estaba plasmada allí con un trozo que parecía ser de mi misma camisa, ya que estaba rasgada.—Maldición.—maldije, sintiendo dolor, sintiendo el ardor multiplicarse.
—Escucha Aliana, no tenemos mucho tiempo. Voy a saturar tu herida, intentar desinfectarla pero será muy doloroso pero antes haré algo que te dolerá más.—miraba a Ethan con los ojos abiertos como platos, sentía mi corazón palpitar con fuerza y me sentía temblorosa, sentía frío.—Aliana, caíste muy feo. Tu navaja se enterró en tu abdomen, no es tan profundo pero debo saturarla. Y debo acomodarte tu hueso.—quedé confundida mirándolo, Ethan no estaba siendo cortante, estaba siendo protector.
—¿Hueso?—pregunté totalmente perdida, mientras veía que con su mano libre sacaba de su mochila una bolsa de plástico y dentro de ella se veían gasas, incluso alfileres y hilos, se veía un pequeño bote de alcohol. Gemí ante sentir el dolor de mi abdomen, ante sentir el ardor de tener la piel abierta.
—Te dislocaste tu tobillo. Voy a dar un leve estirón, va ser doloroso, pero si lo coloco correctamente podrá ser un problema menos. Con el vendaje lo apretaré fuertemente luego de que lo coloque.—negué ante su petición, intentando moverme y fue ahí que sentí el leve dolor de mi tobillo, el cual no había sentido; gemí nuevamente.—Por favor, necesitamos salir de aquí. Coloca esto en tu boca y sostén el trozo de camisa con fuerza en tu herida.—él me pasó una camiseta que sacó de su mochila, la cual no tarde en poner en mi boca mientras estaba recostada y sentía un doble dolor, sentía como perdía mis fuerzas.—Contaré hasta tres, esto será doloroso pero debo hacerlo.—me repetía él mientras que la ansiedad me carcomía.—Uno, dos... tres.
—¡Mhm!—sentí como aquel hueso se movió con brusquedad hasta ser colocado en su lugar correctamente, aquella camiseta había ahogado el grito estruendoso que pude haber causado.—¡Mhm!—mis gritos se ahogaban, mientras que ante la colocación del hueso me removí con brusquedad, lo que me causó mas dolor en mi abdomen mientras que con fuerza tapaba la herida y mis lagrimas se desprendieron de mis ojos.
—Lo lamentó.—mis ojos estaban algo cerrados ante la iluminación del cielo pero la sombra de Ethan al ver cómo me encontraba me hizo enfocarme solamente en sus ojos, en esos ojos... —Coloque el vendaje, con mucha fuerza así que provocará que tu hueso se quede acomodado ahí. Proseguiré en saturar tu herida, así que primero te echaré alcohol para desinfectarla. Una... dos... tres.—un grito ahogado, mordía con fuerza la camiseta mientras sentí como el alcohol se traspasó por la tela rota que lo cubría para hacerlo menos doloroso pero aún así ardía y moverme lo empeoraba, mis lagrimas salían.
Sentía mis ojos cerrarse, pero los mantenía abiertos, mordiendo con fuerza aún la camisa ante el dolor continuar y empeorarse por el ardor que el alcohol provocaba. Era un dolor inmenso, uno que me dejaba inmóvil y sin fuerzas. Me sentía débil y solo podía ver a Ethan sentado aún lado de mi, mientras veía como abría la bolsa de plástico y sacaba de ahí el hilo, junto a uno de los alfileres. La ansiedad que sentía por pensar en cómo se sentiría el dolor, me provocaba pánico pero no podía echarme hacia atrás, no podía moverme del dolor. Así que solo me espero sentir aquella aguja atravesarse por mi piel, enterrarse de una manera dolorosa y cosquillosa. Mis lagrimas y mis gritos ahogados no fueron suficientes para sentir el dolor, solo sentí como perdía mis fuerzas y como el aire me faltaba, me removí y me hizo sentir más dolor pero quería que Ethan se detuviera. Mis ojos se nublaron, mis ojos se fueron en negro y no sentí dolor, no sentí absolutamente nada. La iluminación del cielo molestaba mis párpados cerrados, mientras que mi mente me llevaba más allá de mi realidad. Aquellos ojos azules se visualizaron en mis memorias, dándome una tortura diaria para recordar lo que nunca pude evitar, y a lo qué me debía acostumbrar, a estar sin él; sin Carl.
Sentía mi cuerpo estar elevado mientras que el frío aún se pegaba en mi piel, podía jurar que veía a Carl cada vez que intentaba de abrir los ojos pero él no estaba, no estaba nunca más. Mis piernas parecían elevadas en el aire y mi cabeza parecía estar recostada, mi cuerpo estaba recostado pero el dolor aún era reciente. Él me cargaba, me cargaba en su espalda y pude saberlo cuando en medio de aquella alucinación mis ojos se abrieron, mostrándome los bosques y aquel caballo ondulado. Vi como sus brazos estaban agarrando mis muslos pero también, sus manos sosteniendo las dos mochilas que nos pertenecían. Mis ojos se cerraban, mientras sentía como retomaba el aire, el tiempo había pasado desde que me desmayé pero estaba consiente de que alucinaba. La voz de Carl resonaba en mis oídos, trayéndome memorias pasadas que nunca olvidaría, incluso podía alucinar que estaba sentada frente al lago de Alexandria con Carl a mi lado. Intentaba bloquear esos recuerdos pero sólo veía como su imagen se borraba, lo llamaba, deseando que la irrealidad se volviera real en mi presente pero se me rompía el corazón cada vez que imaginaba una realidad alterna en donde Carl Grimes estuviese vivo.
De un instante, pude ver cerca del lago otra imagen borrosa. Podía jurar que eran ellos, que Rick junto a Glenn me llamaban pero se distorsionaban en aquella imagen borrosa donde perdí de vista a Carl. El desespero de no encontrarlo a tiempo me consumía y era ahí donde todo se distorsionaba, dejándome ver aún lado de la imagen clara de Carl a Nathan. Veía como ambos me miraban fijamente, como la sangre escurría de la cabeza de Carl pasándole por toda su frente mientras que miraba como en su abdomen se mostraba la mordida, la mordida que el hombre a su lado le había causado. Nathan, este tenía su cuello ensangrentado con su piel estirada ante una mordida y en su abdomen una herida profunda. El pánico de salirme de esa horrible irrealidad me consumió, hasta que simplemente mis párpados pesados se pusieron livianos y fue ahí donde miré una total oscuridad. Abrí mis ojos levemente viendo una corta iluminación de fuego alrededor de mi con algunos papeles en una chimenea, a mi alrededor me encontraba sentada en un sofá, cubierta con una manta. Era una sala de estar, y estaba en completa oscuridad, era de noche.
—Te desmayaste cuando saturaba tu herida.—giré mi mirada, viendo un sofá personal en donde Ethan estaba sentado, con una botella de agua en manos y observándome fijamente.—Te cargue hasta aquí, es la urbanización que nos alertó el letrero.—dijo de una manera cortante, mientras que yo veía como la fogata parecía disminuir su fuego ante el frío.
—Los caminante... ellos... —di un leve gemido ante mi movimiento para acomodar mi espalda en el sofá, viendo en mi abdomen el cual estaba al descubierto un gran vendaje blanco, al igual que mi tobillo.
—Se lo que viste.—me respondió, mirándome.—No es la primera vez que me topo con algo así pero me aferraba a la idea de que solamente estuviera alucinando.—dijo, este se levantó del sofá estirando su brazo y dándome de la botella de agua, la cual acepte con un asentimiento viendo cómo él volvía a sentarse.
—¿Por qué me salvaste?—le pregunté, antes de tomar un sorbo de mi agua.—Pudiste dejarme morir y volver.—dije, para así tomar un sorbo de agua y sentir como mi garganta se refrescaba.
—Porque tus hijos te esperan.—mire fijamente a Ethan ante su respuesta, una respuesta honesta que me cautivo. Un silencio se inundó en aquella sala, aquella cómoda sala pero Ethan tenía su mirada puesta en mi, mientras que yo tomaba sorbos de agua.—¿Quien es Carl?—trague el agua, quedándome ida ante la pregunta de Ethan, una pregunta que me sorprendió.—Alucinabas y pronunciabas su nombre, lo hiciste varias veces.—me explicó.—¿Es el padre de Alanna y Caleb?—añadió una pregunta que me hizo reaccionar.
—Si.—le respondí de manera cortante, me había sorprendido su pregunta, fue más dolorosa que el dolor que sentía en mi cuerpo ante mi herida y mi lesión en el tobillo.
—¿Él era el hijo de Rick?—pregunto Ethan, no culpaba que no tuviese tanto conocimiento pues a mi entender, Ethan no estuvo tan involucrado en las peleas del santuario como aparentemente sus dos hermanos. Asentí.
—Carl murió primero, durante la guerra contra los salvadores.—le explicaba para que no sintiera confusión ante el tema.
—¿Qué le pasó?—veía en Ethan la curiosidad, algo que me sorprendía de su parte, a diferencia de él; quizás mi libro no era tan difícil de entender su conclusión.
—Fue otra víctima de Nathan.—algo fría le respondí aquella pregunta, llenándose de facilidad para que supiera entender.—Nathan era bueno jugando con la psicología de las personas, así que provoco que Carl fuera mordido. Yo estaba inconsciente así que no pude ayudarlo. Según Jayden, eso fue lo qué pasó.—le añadí, para que la historia encajara más con la respuesta que le había dado.—Luego de eso, Carl solo terminó con su vida. Tiempo después supe que estaba embarazada, así que yo misma hice que Nathan pagara con sangre todo el daño que hizo.—musité, mirando fijamente a Ethan quien estaba atento ante mi confesión.—Es la primera vez en mucho tiempo que hablo de esto con alguien.—le confesé, sonriéndole un poco y viendo en él algo de lástima ante mi situación.
—¿Vengarte de tu hermano te hizo bien?—me pregunto de una manera seria, ante muchos pensamientos y conclusiones, negué.—Ahí es donde te das cuenta que siempre arrastramos a nuestro pasado hasta donde estamos en la actualidad, es un tipo de escudo.—me dijo, dándome la aclaración en qué me igualdad con
Magna, incluso con él.
—¿A quien arrastras tú?—le pregunté, viendo cómo parecía pensativo, sus ojos me miraron fijamente y él tan sólo parecía recordar a aquellas personas que quizás lo marcaron.
—Cuando supe que Nathan mato a mi hermano Caleb pensé que nunca lo superaría.—veía la dificultad de él expresarse conmigo pero ver el esfuerzo para entablar una conversación sin incomodidad, era algo que agradecía.—Mi hermano era una pieza esencial en mi vida, era alguien a quien admiraba pero aprendí a vivir con que ya no estaba. Me consolaba el hecho de que Michael estuviera en mi vida y jure que siempre lo protegería.—me comentaba, mirando al suelo como si recordara a su hermano, entendía como podía sentirse.
—¿La cadena es de él?—pregunté llena de curiosidad, Ethan parecía abrir pocas páginas de su libro, aquel que me llenaba de curiosidad leer.
—No.—me respondió, sacando de su bolsillo aquel collar color oro.—Era de Caroline.—me aclaro pero me llene de confusión ante ese nombre desconocido.—Caroline era mi pareja, estábamos esperando un bebé. Fue mi época más agradable en esta década, en este mundo. Era lo poco que tenía pero un día, solo llegue tarde. Una manada había arrasado en el área de reclutamiento, no pude hacer nada.—tristemente lo miraba pero veía en él algo de felicidad en recordarlas, vi una pequeña sonrisa que duró poco tiempo.
—Lo lamentó.—mire fijamente como sus ojos conectaban con los míos en aquel sentimiento de tristeza que parecíamos compartir.—Lamentó lo que has perdido, y lamentó que Nathan fuera parte de eso.—dije entristecida pero él rápidamente negó.
—Hay cosas que simplemente deben pasar para llegar a otras.—me contradijo, guardando en su bolsillo aquel collar de oro.—Hay personas que siempre llevaremos en nuestro corazón pero es un error arrastrarlas a un tiempo en donde ya no encajan, porque ya no están.—continuaba hablándome, mientras me miraba fijamente.—Lamentó tus perdidas.—dijo él, sin quitar su mirada de mi rostro mientras sentía una ansiedad desconocida en mi, sentía una química.
—Gracias por ayudarme y traerme hasta aquí, te debo una.—le dije llena de agradecimiento. Viendo cómo él solo se encogía de hombros.
—Hice lo que debía hacer, lo que era correcto.—me respondió.—Mañana en la mañana revisaré si el área está seguro, y revisaré algunas casas para saquearlas. Tú intenta descansar porque creo que es lo que necesitas.—me aconsejo, asentí mientras que sentía el frío pegarse a mi.
—Hace mucho tiempo no solía lesionarme de esta forma y se me hace impotente no evitarlo.—dije, observando cómo el empezó a apagar la chimenea.—¿Qué haces?—le pregunté, pues yo estaba sintiendo mucho frío.
—La luz puede traer a los caminantes, debemos pasar desapercibidos. Créeme, lo que presenciaste hoy es un peligro.—me respondió, pero recordar lo que había pasado me llenaba de miedo.—Descansa.—me dijo, mientras que vi como él tenía intenciones de irse de la habitación, lo que me causó pánico.
—Espera.—lo llame, deteniendo su paso.—¿A donde vas?—le pregunté curiosa, viendo cómo él se acercaba a mi observándome mientras que mi cuerpo temblaba del frío.
—Te daré espacio. Quiero mantenerme despierto para hacer guardia, debes descansar.—me respondió, mientras que pude ver cómo se acercaba a su mochila y de ahí sacaba una pequeña manta.—Caleb me dijo que traía suerte.—no tarde en sonreír, aquella manta se la había regalado Rick Grimes a mi hijo, así que debía devolvérsela sana y salva. No tarde en colocármela en mis piernas.
—No te vayas.—mi mano se estiró para agarrar el brazo de Ethan, viendo cómo este me miro fijamente, nuevamente sentí ese cosquilleo en mi ante el tacto.—Por favor.—le pedí, me sentía aterrada y quería sentir seguridad.—Tengo mucho frío y no quiero quedarme sola, por favor.—le volví a pedir, viendo cómo este suspiro y vi cómo asintió.
Me removí un poco de aquel sofá, el cual estaba algo grande y sabía que él cabía. No sentía incomodidad en que él se recostara a mi lado, era la primera vez en muchos años que un hombre se acostaba junto a mi, que un hombre compartía mi compañía. Sentí sus brazos estirarse para abrazarse, para darme calor y pude sentir la forma tan cuidadosa en la que él lo hacía. Mi pecho subía y bajaba por razones desconocidas que aún no entendía, me causaba escalofríos que sus brazos me rodearan pero me daba calor y era lo que necesitaba. Algo adolorida me removí para darle espacio, estábamos frente a frente y abrazados para transmitirnos calor. La posición me resultaba cómoda ante no darle presión a mi herida, la cual él había saturado y desinfectado. Mi respiración era una ordinaria, al igual que la de Ethan pero sentir como chocaba con la mía era una emoción curiosa. Este hombre me causaba sensaciones, sensaciones tan desconocidas y su cuerpo se pegaba al mío con cuidado para no lastimar mis lesiones. Podía sentir la tensión, la química y como nuestros labios estaban a centímetros pero tan sólo sentí como su rostro se removió, creando un gran espacio entre nosotros. Sentí sus brazos soltarme levemente, hasta que simplemente nos despegamos y mis ojos se llenaron de oscuridad, quedándome dormida a su lado.
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