
𝐔𝐌 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «11»
Cuando el delegado se colocó tras ella, Yeeun volvió la vista atrás. El miembro viril de Jeon Jungkook ya se insinuaba bajo la tela de su pantalón, como león rugiendo, hambriento por carne. Entonces él bajó lentamente la cremallera de su entallada falda de terciopelo y acarició con delicadeza su trasero. Sin embargo, luego agarró el dobladillo inferior de la falda y de un enérgico tirón, descubrió su suculento culo ajeno. El delegado Jeon rozó la vulva de ella con un solo dedo, sin prisa, arriba y abajo. Luego tomó la goma de sus braguitas y, cuando éste las levantó, Yeeun notó que ya se le habían mojado. Se ruborizó de vergüenza.
―Señor Jeon, por favor…
«Yaeen siempre ha sido la indicada para mí, incluso antes de que supiera lo que era para siempre: ella era mía». Se dijo en los pensamientos Jungkook.
―¡Te he dicho que nada de gimoteos! ―corrigió él, estirando sus largas piernas hasta que casi chocan con la parte trasera de los zapatos de Yeeun.
El delegado le había advertido. Yeeun y Jungkook intercambiaron miradas. De manera que el tiempo que rodeaba la mesa, Jeon Jungkook se fue bajando la cremallera. Una vez enfrente de Yeeun, la agarró por la nuca y la hizo inclinarse hasta que la colombiana tocó con la barbilla la oscura madera de la mesa. La pobre apenas pudo ver de refilón la polla de él antes de que se la introdujera en la boca. Jungkook tenía aferrado a su miembro como si de un puñal se tratase y, en cuanto su mano chocó con los labios de Yeeun, la retiró para completar la estocada en la garganta de la recién casada.
Jungkook había hecho sus propias indagaciones y Yeeun apenas contaba cinco meses desde su noche de bodas. Fueron exactamente tres segundos los que ella tuvo su nariz aplastada contra el pelvis de él, sólo tres segundos en los que aquel hombre estaba atorado en su rostro. No obstante, Yeeun tuvo tiempo de acordarse de los videos turbios de Internet que tanto les gustan a los hombres antes de que Jeon Jungkook obtenga aquella cosa de su garganta.
―Vaya, vaya... ―dijo él, estupefacto.
A Jungkook le costaba creer lo que habían visto sus ojos. Aquella menuda colombiana había aguantado sin dar ni una sola arcada. Quiso asegurarse, pero esta vez su glande chocó contra el paladar de la joven. Entonces la mujer hizo algo y su miembro viril acabó precipitándose en su garganta. No contó hasta tres, espero a que ella decidiera cuando dejarle salir. Lo malo de ser mujer es que perdonas, pero nunca olvidas. Nunca olvidas al hombre que te folló la boca hasta vaciarse los huevos de su semen, ni lo cremoso y caliente que era su semen.
Rememorar aquel regusto amargo en la garganta hizo que Yeeun sintiera ganas de carraspear. Cuando Jungkook logró salir de su asombro, regresó tras ella y le dio unas cuantas refriegas con las toallitas húmedas. Primero adecentaba el prestigioso culto privado de Yeeun, después repasó el estrecho surco entre sus nalgas. Y por último, higieniza a conciencia el oscuro orificio. A Jungkook le pareció oler el intenso aroma del café de la región del Huila y aún le costó más contenerse. Para sorpresa de la morena, él comenzó por sus labios vaginales.
Lo lamía con delectación, no en vano ya era la hora de almorzar. «¡Chups! ¡Chups! ¡Chups!». El delegado le hizo sentir su lengua a lo largo de toda su rajita. No paró hasta oírla gemir y estremecerse, mordiéndose los labios para evitar que la oyeran «¡Ummm! ¡Ummm! ¡Ummm!». Con la lengua de Jungkook atizando su fogón, la bella asistente fue perdiendo los papeles. Un poco más y su vagina empezaría a gotear. Estaba a su merced, haría lo que él quisiera, le dejaría hacerle lo que fuera. Yeeun deseó que el delegado la cogiera, que la follara de una vez por todas y, contorsionándose, se las apañó para agarrarle la polla. La idea de que le metiera todo aquello le resultó tan perturbadora que alcanzó un súbito orgasmo.
―¡Oh mi Dios!
Jeon Jungkook dejó de hostigarla para que ella pudiera gozar de aquel intenso clímax en toda su plenitud. Cuando Yeeun por fin dejó de temblar, él supo que era hora de que la fogosa contable supiese cómo era que le lamiera el culo. Delicadamente, el delegado hurgó con la punta de su lengua en el apretado esfínter de Yeeun. Al contrario que su babeante y acogedor chochito, el ano de la contable tendría que abrirlo. Conmocionada, ella no dejaba de apretar el culo. De modo que su agujerito permanecía herméticamente cerrado.
―Relájese, por Dios. ―dijo Jungkook, sin moverse. Su bonito cuello está inclinado― No le haré nada que usted no quiera recibir.
―Pues no sea idiota y follame de una maldita vez. ―exigió ella, enojada.
No se lo tuvo que pedir dos veces. De un enérgico tirón hacia atrás, Jungkook hizo que la contable apoyara sus sandalias en la moqueta y quedase echada sobre la mesa, enseñándo las nalgas. Entonces él untó un par de dedos en el flujo que rezumaba de su intimidad.
―¡Ogh! ―gruñó la mujer con algo dentro del orto.
―Tranquilícese un poco, está muy alterada. ―susurró él con sorna― Es sólo un dedito, no debe ser tan exagerada.
Jungkook empezó a follarla analmente con su dedo corazón, el más largo de todos. Su brazo deja de moverse por un segundo.
―¿Por dónde quieres que te folle? ―le preguntó introduciendo el dedo hasta los nudillos.
―¡Por la putísima madre, gran imbecil! ¡Por la concha! ―clamó acuciada por la contundencia con que aquel hombre horadaba su trasero.
A pesar de su respuesta, durante un buen rato el delegado siguió perforando el orto a toda velocidad. Puede que su marido se conformará con lo que ella le daba, pero aquel hombre no parecía dispuesto a hacer lo mismo. Jungkook escupió en su ano y siguió metiendo y sacando aquel dedo como un loco. Pero no se quedó ahí. Hábil en aquellas lides, el delegado empezó a sacarle brillo a su clítoris.
―¡AAAAAAY! ―chilló desquiciada, con la cabeza todavía agachada― ¡Me vengo! ¡Me vengo!
―¡Véngase, Señora Park! ¡Véngase!
Yeeun no podía articular palabra, pues comenzó a sentir como el gozo de su ano se unía al de su furibundo clítoris. Aquel arrollador ejecutivo no cejaba en su asedio, excitándola y haciendo que ella misma se estrujaba los senos. La contable notaba el ano como si fuese un volcán a punto de entrar en erupción. Súbitamente, Yeeun supo que, al igual que su esposo, tarde o temprano Jungkook quería cogerla por ahí. «¡Qué carajo les pasa a los hombres!», se dijo para sí misma, Yeeun.
Y sin poder evitarlo empezó a fantasear que era el miembro de un hombre lo que le rompía el orto. Ella se vio a cuatro patas como una perra en celo y él sobre su espalda, montándola. Parecían animales, una hembra y el macho seleccionado por ésta para saciar sus más básicos instintos. Sólo que Yeeun no estaba interesada en perpetuar la especie, no. Ella no quería procrear con aquel semental, sino saber de una vez por todas qué sentía una mujer cuando la cogían por ese orificio. La joven, recientemente comprometida, se imaginó su ano cediendo al empuje de un hombre, acogiendo por primera vez un miembro viril entre las nalgas. Lo peor de todo, lo más turbador, era saber que el rostro de aquel hombre no era el de su esposo.
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