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𝐔𝐌 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «10»

―Bien, entonces, nos estamos entendiendo. ―afirmó Jungkook en tono marcial y sus cejas se fruncieron―  Por último, custodiará dichas tarjetas hasta entregármelas personalmente. Y otra cosa señorita, no mencioné nada sobre este malentendido, ni email, ni llamadas telefónicas, ni mensajes en kakaotalk. Nada, ni una palabra. Sólo en persona y en privado. ¿Estamos?

Yeeun lo miró con inquietud. Ella nunca había cometido ningún delito, ni siquiera una infracción de tráfico. Al parecer el asunto era más serio de lo que ella había pensado.

―Así lo haré, señor Jeon, no se preocupe. Estará todo como desea. ―contestó resuelta a cumplir la tarea asignada.

Entonces Jungkook le entregó un documento que ella leyó de inmediato. Aquel papel la facultada para llevar a cabo todas las diligencias necesarias para aquel importante cometido. El escrito decía que Yeeun actuaría en representación de él mismo con su misma autoridad y facultades en lo concerniente a ese asunto, asumiendo toda responsabilidad. Después de todo, él confiaba plenamente en ella.

―¡Pues a trabajar! ―concluyó Jungkook―  Vendré a por esas tarjetas mañana miércoles, señora Park.

Yeeun se quedó helada cuando escuchó el apellido de su marido de labios de Jungkook. Hizo ademán de protestar pero la malévola sonrisa de su superior le hizo pensárselo mejor. Salió de allí de inmediato, aquel iba a ser un día muy largo. Al día siguiente, una estirada secretaria a la que Yeeun nunca había visto por allí la conminó a entrar en el despacho de Jungkook. A pesar de ser bastante más baja que aquella elfa, ella entró con paso triunfal, sabía que había hecho un buen trabajo. A diferencia del día anterior, Yeeun había escogido un discreto traje de falda y chaqueta con unos tacones tan comedidos como el tema a tratar.

―Buenas tardes, señora Park. ―puntualizó Jungkook con una sonrisa―  ¿Todo bien?

―Buenas tardes, señor Jeon. ―ironizó ella a su vez―  Sí, todo bien.

Yeeun señaló a su espalda, manifestando su desconcierto por la presencia de aquella otra mujer.

―Seguridad privada. ―aclaró él―  La otra noche, alguien intentó robarme. Debo estar protegido.

―Pensé que me llamaría. ―refunfuñó ella, sin discutir demasiado porque sabía que tenía razón―  Que alguno de esos directivos tendría reparo en desprenderse de su tarjeta de crédito.

Yeeun alzó las cejas, aunque no supo qué le extrañó más, lo del intento de robo o que aquella lady con aspecto de modelo fuera la guardaespaldas de un hombre como Jungkook.

―Bueno, ya sabe, los rumores vuelan. De hecho, salvo los dos o tres primeros afectados, el resto parecía estar esperando mi aparición.

―Le advertí claramente sobre la necesidad de discreción, señora Park.

A Jungkook le cambió el rostro.

―Y así se lo advertí a todos después de que me entregaran las tarjetas. Sin embargo, muchos estaban claramente al tanto de todo. Algunos hasta la tenían preparada en un sobre a la espera de que pasasen a recogerla.

―Entonces o no explicó usted suficientemente claro que no debían comentar nada a nadie, o no tomaron en serio su advertencia. ―Le recrimina Jungkook a la mujer.

―O alguien filtró este asunto hace meses desde China. ―se defendió Yeeun―  O como dijo el de exportación, «era algo que olía mal»

Un tenso silencio invadió el despacho. La contable y el delegado se estudiaron con la mirada.

―Bueno, más tarde le pediré que me señale a tres de esos enterados para poder hacerles un par de preguntas ―dijo Jungkook para enfriar el ambiente―  ¿Le resultó de ayuda el documento que le entregué?

―Si le soy sincera, ese documento me resultó especialmente útil a mí misma, para sentirme respaldada y darme confianza para tratar de tú a tú con todos esos tipos con tanta rosca.

―¿Con tanta rosca? ―gruñó la mujer―  Imagino que se refiere a tener buenos contactos, ¿no?

Él se rió y asintió.

―Sí, es verdaderamente lamentable la cantidad de sueldos que esta empresa podría ahorrar.

―Eso pasa siempre, pero alguien debe tomar las decisiones y supervisar cada departamento ―explicó Jungkook.

―Con un sistema de incentivos por objetivos para la gente que trabaja de verdad sobrarían la mitad de esos consejeros, supervisores y chupamedias. Cómo se diría en Argentina, que no hacen nada de nada.

―¿Chupamedias? ―preguntó el delegado verdaderamente hechizado por la perspicacia de aquella guapa asistente de contabilidad.

―Empleados que sólo se dedican a alabar y agradar a sus superiores, sobre todo a quienes les ayudaron a entrar en la empresa y que, objetivamente, no aportan nada.

―¡Chupamedias! ¡Dios mío! ¡Qué gracioso! ―río él―  Tengo un amigo español que me mencionó que en España se los llama, ¡Lameculos!

―Lameculos... ―repitió Yeeun―  Es gracioso, la verdad.

Un nuevo silencio se abrió hueco en la conversación. Sin embargo, esta vez en el rostro del delegado fue dibujándose una mueca malvada.

―Sí, gracioso... ―comenzó a hablar Jeon Jungkook al tiempo que se levantaba―  Pero porque usted se imagina a un hombre haciéndoselo a otro.

Un click hizo en la cabeza de ella. Yeeun se quedó sin respiración al escuchar cómo se cerraba el picaporte de la puerta.

―Pero... ―continuó Jungkook―  Si usted imagina, a un hombre lamiendo su culo, no le resultaría tan gracioso, ¿verdad?

―Esto... Yo no... ―Yeeun no sabía qué demonios contestar a aquella pregunta.

―¿Alguna vez le han lamido el culo, señora Park?

―Creí que hablábamos en sentido figurado, señor jeon. ―fue la mejor evasiva que se le ocurrió.

―¿En sentido figurado? ―le recrimina él―  Parece mentira que sea usted la misma mujer que quiso mamarme la polla cuando me ofrecí a llevarla a su casa.

Silencio. Ese mismo silencio que lo envuelve todo cuando la presa descubre al depredador, ese silencio que precede a la tormenta. Después de cruzar las puertas, Jungkook enredó sus dedos alrededor de su muñeca para tirar de ella, hacia dentro de la oficina.

―Por supuesto que no hablo en sentido figurado. Hablo de que se suba usted a la mesa y se ponga a cuatro patas. Ayer me comió usted la polla. Así que hoy me toca a mí. Lamerle el culo. Estaría pagando mí deuda, no me gusta ningún deber.

―Pero... Por favor. No...

―Vamos, no tenemos toda la tarde. ―insistió cogiéndola del brazo y haciendo que Yeeun se parase.

―Señor Jeon, deje que me marche. ―sollozó desesperadamente viendo que aquel hombre volvía a hacer con ella lo que le apetecía.

―¿De verdad quiere marcharse? ―le inquirió el delegado con serenidad.

Yeeun se quedó pasmada, mirándolo. La noche anterior había fantaseado bajo la ducha con aquel hombre y de pronto supo que no, no saldría del despacho. Aquella breve vacilación bastó para que el delegado se hiciera con las riendas, las riendas de ella.

―¡Vamos! ¡Súbete! ―Jungkook le sonríe―  Y como te vuelva a oír gimotear, se te va a atragantar eso que tanto te gustó anoche.

Yeeun le miró con ira apretando los puños. A ella no le gustaba comportarse de forma sumisa, ella no era así. Por eso no entendió por qué estaba intentando subir la rodilla derecha a la mesa de Jeon Jungkook. Su falda era, sin embargo, demasiado estrecha. Ella tuvo que sentarse primero sobre el borde para después girarse y colocar sobre la superficie ambas rodillas a la vez. Jungkook aprovechó para sacar un envoltorio de plástico de uno de los cajones. Se trataba de un paquetito de toallitas higiénicas.


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