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𝐔𝐌 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «07»

―Una lista. ―aquella mujer no era de las que se asustan― Deme una lista de los directivos y consejeros a quienes está investigando y veremos si yo puedo hacer yo por usted.

Con exquisita picardía, la supuesta limpiadora solamente necesitó abrir descuidadamente su escote para devolverle la pelota. Jungkook estudió su oferta. La mirada que la mujer le dirigió era un cóctel de insolencia y seducción que estimuló su erección tanto como su codicia.

―¿Sabe el nombre que le interesa? ―preguntó Jungkook interesado.

Su pecho se agita por el esfuerzo y, para cuando llegó a acercarse sus pulmones están ardiendo.

―Sí. ¿Por qué? —dice, se encoge de hombros y las líneas de su uniforme negro y entallado suben y bajan con el movimiento.

―Y no prefiere sacar... digamos... 1000 dólares por decirme ese nombre. —Jungkook posa las manos sobre la superficie inmaculada de su escritorio y se inclina ligeramente hacia adelante mientras se levanta, la mira desde arriba con esos ojos entrecerrados y observadores que se parecen tanto a los de los dragones tallados en las enormes patas de los muebles. No necesito el poder prohibido de leer mentes para saber qué es exactamente lo que ve― Si está en mi lista como si no, él nunca sabrá que me lo ha dicho.

A él le gustaba regatear. La mujer esbozó una perspicaz sonrisa e inmediatamente respondió:

―Disculpe caballero, pero mi trabajo es un 50% dinero y un 50% de confianza. Lo siento.

―No me lo está poniendo fácil... ―se quejó Jungkook― Así que veamos, no puedo darle una lista como esa y dejar que se la lleve, pero le diré que haremos... y le advierto que va a ser la última propuesta que le haga. ―puntualizó él con severidad― Parece usted una mujer con recursos, y me encantaría comprobarlo. Quiero verla desnuda, y nuestro amigo se desnudará también. ―indicó Jungkook en referencia al joven recepcionista― Después, él se tumbó sobre la cama y usted tendrá que conseguir que él se corra. Después de lo que él ha hecho por usted...

―¿Y usted no sé va a desnudar? ―añadió ella, con una simulada contrariedad.

―Yo... ―él hizo una pausa mirándola a los ojos― Le dejaré los papeles. Podrá ojearlos cuanto quiera pero me los devolverá antes de marcharse.

La falsa limpiadora no dijo nada más. Se puso en pie y, tras estudiar a ambos con la mirada, se llevó las manos a la espalda y deshizo el nudo de su delantal. Shin Yuna de apenas un metro sesenta de estatura era una mujer madura y luchadora, una hermosa mujer de piel canela, ojos café, nariz delicada, labios sensuales y coño negro como la noche. Le encantaba su trabajo como profesora de lengua y literatura, pero desde pequeña le interesó la policía y todo lo relacionado con la investigación y el crimen.

No sólo había una motivación económica detrás de los encargos que hacía para detectives, empresas y agencias públicas y privadas. Yuna era independiente y temeraria, por eso no le había dicho a su marido nada sobre sus otras actividades. Claro que tampoco sabía que ella tenía un amante. Se trataba de un subcomisario enérgico y resuelto en el uso de la porra. Su esposo le daba cariño y caricias, el otro la follaba hasta que le temblaban las piernas. Así, los hombres de su vida se complementaban para satisfacerla.

Si bien el recepcionista estaba demasiado delgado para ser su tipo, a sus 40 años Yuna se sentía orgullosa de que aquel chico joven y guapo se mostrase tan entusiasmado con acostarse con ella. Además de una musculatura marcada, el muchacho tenía una verga de buen tamaño. Sin embargo, lo que a Yuna le llamó la atención fue la verticalidad de su miembro. Parecía un mástil apuntando al cielo, y eso que aún no se la había tocado. «¡Qué barbaridad!», se dijo para sí. «¡Qué bien preparados están los jóvenes hoy día!», volvió a pensar. Yuna sabía cómo atraerlo a su terreno.

No estaba completamente desnuda, pues Jungkook le había pedido que se dejara las medias y las braguitas. A ella le pareció bien, aquellas medias hacían que sus piernas lucían increíblemente contorneadas. Durante un rato, ambos se acariciaron sintiendo el contorno del otro. Ella recorrió el torso del chico hasta agarrar su sólida verga. El muchacho exploró con impaciencia sus tetas, su culo, su boca hasta que Jungkook le ordenó a Yuna que se pusiera a cuatro patas sobre la cama.

El muchacho la vio acomodarse con movimientos felinos. Tras tomar firmemente el miembro que él le ofrecía, Yuna le brindó una sonrisa de conformidad y se lo llevó a la boca. Llevaba puestas las bragas y las medias, pero sus tetas colgaban libremente. Como el chico no había tenido muchas tetas al alcance de sus manos, mientras que ella le chupaba la polla, él le tanteaba delicadamente los pezones. Con todo, fue de su garganta de donde emergieron los primeros gemidos.

Yuna se alzó para besarle el cuello, era ella quién controlaba la situación. Luego volvió a caer por el pecho y el abdomen del mármol del recepcionista. Yuna se deslizó como una serpiente hasta tener frente a ella aquél joven y poderoso rabo. Apenas podía resistir la inquietud que aquel amenazante objeto hacía crecer en su intimidad. Comenzó a besarlo muy delicadamente, empezando por el inflado glande. Después sacaba la lengua y la deslizaba por toda la columna, en un cálido y largo lametón de casi veinte centímetros.

El muchacho permanecía inmóvil con los brazos a la espalda, con aspecto de terrible excitación, la mirada fija en Yuna. Acto seguido, la señora abrió su boca y engulló aquel hermoso miembro hasta donde fue capaz. Siempre se le había dado bien. Con la boca llena, Yuna variaba de técnica. Unas veces chupaba ruidosamente como si se tratase de un ChupaChups y luego sacaba la lengua por debajo. También movía la cabeza en círculos, eso le gustaba a su primo.

Unas veces lamía los huevos y otras frotaba con fuerza en el frenillo como le había pedido el marido de una vecina entre los coches del garaje y, por supuesto, de vez en cuando devoraba entero el pollón del muchacho. Jeon Jungkook pronto sintió envidia. Ingenuamente, él había creído que aquella señora sería una nulidad en la cama. En cambio, Yuna se mostraba tan desinhibida y ávida de sexo como una muchacha con su primer novio.

Los gemidos del chico dejan evidencias que la mujer sabía mamarla. Sin duda, aquella habilidad era fruto de la experiencia. Como ella misma se había burlado una vez, «Ninguna mujer nace enseñada, todas debemos aprender», y ella había practicado bastante desde que se la chupó a su primer chico en las escaleras de casa de sus padres. De hecho, cuando Yuna cumplió los cuarenta hizo el cálculo. Una vez por semana, habría hecho unas tres mil mamadas a lo largo de su vida. Yuna miraba a los ojos del muchacho cuya polla engullía, eso les gusta a todos.

Sabe más una bruja por vieja, que por bruja. La mujer estaba tan concentrada en hacerle a aquel chico la mejor mamada de su corta vida que no se dio cuenta de que Jungkook estaba ahora de pie junto a la cama. En contraste con ellos dos continuaba elegantemente vestido con la camisa y el pantalón de su traje, salvo que llevaba la polla fuera a través de la cremallera del pantalón. De repente, Yuna se percató de su presencia.

―¿Es que no veías bien desde el sillón? ―le dijo burlona, sin dejar de menear la polla del chico.

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