
𝐔𝐌 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «06»
Aunque lo primero era el trabajo y a él no le hacía falta que se lo recordaran, Jungkook no pensaba dejar escapar a la contable con sólo una mamada, apenas un trocito de ese rico chocolate coreano. Ni hablar. Había sido muchísimo mejor que la habitual felación exprés de una secretaria o de una de sus arrogantes compañeras. Había estado genial a Jungkook se le hacía la boca agua pensando en el segundo plato y el postre que aquella mujer casada le podría ofrecer. Al día siguiente tendría que llamarla para que le pusiese al día de las novedades y de sus otras destrezas.
Jeon Jungkook llegó a su hotel y encaminó sus pasos hacia la recepción para pedir la llave. Nada más verle, el chico de recepción dejó de estudiar francés para entregársela. Tras darle las buenas noches, le entregó la llave sin preguntarle el número. «Buena memoria», pensó él. Mientras se dirigía hacia el ascensor. Esa noche el muchacho no había intentado entablar conversación, eso sí era nuevo. Tuvo que esperar delante de la puerta metálica y volvió a mirarlo de reojo. En lugar de volver a sus ejercicios de gramática el joven marcó un número de celular.
―Termina con eso. Necesito que bajes al comedor.
A Jungkook le extrañó que hubiera gente de servicio a aquellas horas, pero ciertamente se cruzó a la limpiadora por el pasillo. Aquella señora llevaba el pelo teñido de un estridente color amarillo llamativo. Él abrió la puerta, y desde allí mismo gritó:
―¡Señorita, no han cambiado las sábanas! ¡Avisé esta mañana! ¡Qué falta de profesionalismo!
La limpiadora dio un respingo del susto. La puerta del ascensor se abrió.
―Lo siento, caballero. Me han dicho que vaya al comedor. Subiré en cuanto pueda.
―¡Se va! Pues esperé que vaya con usted. ―exigió malhumorado con un rostro de pocos amigos― Hablaré con recepción. Me pareció una falta de respeto todo esto.
Jungkook tiró del pomo y cerró de un portazo, pero esa súbita reacción por su parte hizo que la limpiadora cambiarse rápidamente de idea.
―No hace falta, caballero. No era mi intención... Voy enseguida. ―se excusó la mujer recogiendo apresuradamente un juego de sábanas del carrito.
―Se lo agradezco, pero me temo que me he dejado la llave en el interruptor. ―se excusó él.
―No se preocupe, tengo una llave maestra. ―le tranquilizó ella.
Dentro de la habitación, mientras la limpiadora comenzaba a cambiar las sábanas, Jungkook descolgó el auricular y marcó el 000.
―Hola, buenas noches. Necesito algo urgentemente… ―respondió― De la 515, le importaría subir un momento... Gracias.
A Jungkook le habían sobrado tres décimas de segundo para darse cuenta de que alguien había usado su ordenador. Desde que se le rompió el adaptador de corriente, siempre lo dejaba desenchufado. Lo tocó y estaba caliente. Él no sabía si era así de valiente, o así de imbécil. El caso es que instintivamente se dispuso a hacerle frente a aquella mujer sin pensar en que ésta pudiera esconder una pistola bajo el delantal.
Era una mujer agraciada por los cuarenta y tantos años que debía tener. Llevaba su estridente melena rubia recogida en un moño, mientras que su tez oscura. Tenía la nariz chata, los pómulos y labios bien perfilados y unas curvas bastante felinas para la edad que aparentaba. Una mujer con todo lo que hace falta, y donde hace falta. De esas que uno desea llevarse a la cama a pesar de que tenga marido, un par de niños a medio criar y unos kilos demás.
Si a una mujer audaz le sumamos un pecho opulento, una figura contenida, un buen culo y dos piernas sin demasiados desperfectos, Jungkook podía dar fe de que su marido debía estar encantado con ella. Además, a juzgar por la altivez con que le había mirado estaba claro que se trataba de una hembra orgullosa y con carisma. Sin embargo, para desgracia de su marido, Jungkook intuía que tras esa hermosa fachada se ocultaba una dictadora con un estricto control de la entrepierna.
Jeon Jungkook aprovechó para colocar su iphone en un estante que había en un lado de la habitación, justo detrás de una figura con forma de caballo de manera que apenas sobresaliera. Ya estaba grabando. Cuando la limpiadora se disponía a salir, él le informó de que había llamado a recepción. Luego le preguntó quién le había encargado que husmeara en su ordenador. Aunque ella lo negó, Jungkook siguió preguntando para quién trabajaba, y le pidió que se identificara en caso de ser policía. Sin embargo, la mujer insistió en no saber de qué estaba hablando. La discusión fue aumentando de tono hasta que llamaron a la puerta. Era el muchacho de recepción.
―Vamos a ver. ―comenzó a hablar Jungkook mirando a la mujer― Uno: Alguien acaba de apagar mi ordenador, y las cámaras del pasillo nos dirán quién. Dos: Tú trabajas aquí. ―le dijo ahora a la recepcionista― pero a ella es el primer día que la veo. Y tres: Cuando he llegado la has avisado para que saliese de mi habitación, luego estás metido en esto. Así que sólo lo preguntaré una vez. ¿Qué mierda está pasando?
Tras unos instantes de silencio y un intercambio de miradas entre el muchacho y la limpiadora, éste comenzó a hablar.
―Al comienzo del turno, un hombre llamó por teléfono y...
―¡Cállate la boca! ―le interrumpió la mujer― ¡Qué hombre más desesperante!
―¡No, cállese usted si no quiere que llame a la policía ahora mismo! ―evocó, Jungkook― ¡La acusare por acreción a un cliente!
El recepcionista continuó hablando.
―Me dijo que vendría una mujer, y que si no hacía todo lo que ella me pidiese, envenenaron a mi perro.
El muchacho decía la verdad. Su rostro emanaba vergüenza y desolación. En circunstancias normales, era un chico joven y alegre. De complexión atlética, tendría entre 20 y 25 años. Y, era casi tan alto como él mismo. Seguramente estaría trabajando en el turno de noche de aquel hotel para poder asistir a la universidad y pagarse el alquiler de un piso compartido, tal y como él había hecho en su día. Probablemente tuviera novia porque era un muchacho alto, simpático y bien parecido. Posiblemente tuviera además una amiga, con esa edad se dispone de energía a raudales. Jeon Jungkook ya sabía todo lo que el muchacho podría decirle, razón por la que pasó a interrogar a la mujer.
―Muy bien, guapa. ¿Qué has venido a buscar? ―le preguntó sin rodeos.
―Si necesitas que yo te lo diga, es que no eres tan listo como crees. ¿Estamos? ―respondió ella con sarcasmo.
Jungkook no pudo contener la sonrisa por el elegante golpe que acababa de recibir, y prosiguió.
―Bueno, quizá tú seas la más lista pero yo tengo algo que tú quieres... ¿verdad?
―O no... ―le cortó la mujer con otro menosprecio. Sonreía.
―De acuerdo. ―prosiguió Jungkook― Veamos. Alguien quiere saber si va a tener o no, problemas. Evidentemente, usted no me va a revelar de quién se trata. Lo cual nos devuelve a la cuestión inicial, ¿es usted policía?
Jungkook comprendió que ella no iba a responder a aquella pregunta. Habría apostado a que no lo era, lo mismo que un jugador apuesta todo al negro en la ruleta rusa. Siguió hablando.
―Aunque no quiere usted colaborar conmigo, en señal de buena fe, le informo que éste de aquí es mi ordenador privado y no contiene lo que vino a buscar... También le informo que soy un hombre razonable al que le gustan las personas intrépidas... sobre todo si son tan hermosas como usted. Así que, si lo desea, ya puede marcharse, pero... Si está usted interesada en negociar, entonces desnúdese.
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