
𝐔𝐌 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «04»
No obstante, en ningún momento a Yeeun se le pasó por la cabeza irse de allí. Siguió mirando a Jungkook o, más bien, haciendo como que estaba meditando lo que ocurría, pero de reojo no dejaba de vigilar a su alrededor. La disciplina y el sometimiento que ejercía él hacía ella, convertida en un mero objeto capaz de sentir placer, se excitaba sobremanera. Saber que podían ser observados la hacía sentir más cachonda incluso que si fuese ella quien realizará las diestras atenciones a Jungkook. Estar en sus manos debía de ser delicioso. Era un hombre joven, esplendoroso y vital, con una envolvente voz grave, alto y de hombros anchos, la negrura de su pelo, el fulgor de sus dientes, de pronto todo en Jungkook le gustaba.
Y entonces recibió desde algún lugar remoto el efluvio de su perfume corporal combinado, quizá, con Boss Bottle. Su torso se erguía poderoso, firme, aunque su cuerpo esbelto y de estrechas caderas le daban cierta impresión juvenil, una visión que contrastaba con la robustez de su erección, en esa ambigua apariencia de madurez juvenil que sólo se rinde tras los primeros síntomas de vejez. De siempre le habían gustado las felaciones, también el semen de Jungkook. Por eso no se escandalizó al sorprenderse fantaseando con que aquél buenorro la invitara a degustar una suculenta ración. Se le hacía la boca agua de pensar en todo aquel esperma de importación.
―¡Vamos! ―dijo él con voz severa.
Sin rechistar, Yeeun dirigió su mirada a tan hermosa polla. «¡Cómo se iba a divertir!». Sin duda, el delegado le iba a dejar la vagina bien jodida. Lo tomó por la base y cerró los ojos para sentir la hinchada glande dentro de su boca.
―¡Así no! ¡No me gusta! ¡Hazlo bien! ―protesto Jungkook― ¿Es que tu mamá no te enseñó que es de mala educación comer con las manos?
Y entonces hizo justo lo que tenía que hacer, sin dejar de mirarle a los ojos, porque últimamente todos querían eso, porque algún amigote le había chivado cuánto le gustaba, porque había memorizado cada paso, porque era justo lo que tenía que hacer sin dejar de mirarle a los ojos: tirarle del pelo sin violencia pero obligándole a quedar de rodillas, siempre de rodillas, bajarse la cremallera, sacarse la tranca y decirle la palabra mágica acompañada de un piropo.
—Chupa, preciosa. —dice él— Chupa, encanto.
Ella lo miró atentamente, y él continúa hablando:
—Chupa, princesa. —le susurró cándidamente al oído— Chupa, bombón. Llevo meses queriendo sentir esos morritos mamando mi pollón.
El glande lo tenía a reventar, desde luego, las pelotas también. En efecto, Yeeun tiene la sana costumbre de tomarle las pelotas a los chicos, o más bien a su esposo, mientras les hace una felación. Sólo por seguridad, prevención, prudencia. Le vuelve loca chupar pollas y hacerlas eyacular, pero no que los chicos intenten operarse las amígdalas. La joven soltó aquel grueso trozo de carne y comenzó a succionar ruidosamente como si estuviera saboreando un riquísimo helado.
Al principio, Jungkook la dejó jugar a su antojo con su polla. La joven se afanaba con auténtica voracidad. Francamente sorprendido por el afán con el que le chupaba la polla, el auditor se deleitaba por partida doble. Por un lado, físicamente por haber dado con una mujer con auténtico talento para la felación. Y, por otro, psicológicamente por haber conseguido despojar a la contable de su máscara de soberbia serenidad. Quiso hacérselo saber.
―Con tantas reticencias como tenía usted hace un rato, ahora parece que le está gustando. ―le reprochó― Las casadas son las mejores, yo siempre lo digo. Y confirmó.
La joven no conseguía saciarse. Como los comentarios del delegado la ponían realmente cachonda, Yeeun fue aumentando la intensidad de sus cabeceos y succiones. Sin saberlo había comenzado a buscar el orgasmo y la eyaculación del hombre.
―A todas les gusta. ¡Pero lo tuyo no es normal!
Un continúo; «¡Chups! ¡Chups!», fue la única respuesta de la mujer.
―Con lo bien que la chupas, no debe serte fácil encontrar hombres que consigan aguantar hasta que te sacies.
Jungkook con las manos a la espalda y adelantando ligeramente su pelvis, se limitaba a mirarla y ofrecerle su miembro. Después de recrearse viéndola disfrutar con su polla, él apoyó con delicadeza una mano sobre el cogote de la mujer y le marcó el ritmo, lento y cadencioso, con que deseaba que chupara. Mi chico eyaculó generosamente mientras emitía pequeños suspiros de placer y temor, de la absoluta certeza de que iba a dejarlo vacío por dentro.
―Mastúrbate. ―dijo Jungkook acercando su rostro al de ella, invadiendo mi espacio, traspasando el límite, dándome un suave beso en los labios que me dejó sin respiración― Quiero ver cómo te corres. Cómo mojas todo a tu paso con ese orgasmo donde el causante fui yo. Sólo yo.
Sus bragas ya estaban empapadas cuando ella llevó los dedos a su punto central.Aunque la pequeña joven casada gozaba metiendo y sacando aquel rabo gordo de su cálida boquita, el chapoteo en su boca amenazaba con atragantarla. Yeeun no tenía otra forma de remediarlo que no fuera tragando de vez en cuando parte de su abundante saliva. Lo sacaba a cada rato para recobrar el aliento y admirar, reluciente. Eso animó a Jungkook que ahora empujaba su cabeza con más fuerza, llenándole completamente la boca y sofocándola por un instante nada más.
—¿Qué quieres que te haga?
—Hazme lo que quieras…
Él a fin de ayudarla a alcanzar ese orgasmo, había deslizado su mano libre dentro del escote de Yeeun. Aunque le estrujó las tetas con rudeza, luego pellizcó cuidadosamente sus sensibles y duros pezones. Con la falda completamente remangada, Yeeun se masturbaba con ahínco. Sus braguitas estaban completamente empapadas y, sin que ella se diera cuenta, empezó a salpicar el suelo de gotitas. Hasta que por fin se corrió como sólo lo hacen las mujeres casadas cuando las folla el marido de una amiga.
―¡OOOGH! ―emitió no más, la joven.
Yeeun no pudo verlo pero el delegado sonrió complacido al verla estremecerse con su glande dentro de la boca.
―¡AAAGH! ―volvió a sollozar apenas unos segundos después.
Yeeun había enlazado un segundo orgasmo, incapaz de dejar de frotar su moreno coñito. Aunque le pareciera inaudito, acababa de descubrir que era capaz de tener varios orgasmos seguidos. ¡Increíble!
―¡AAAAAAH! ―cada orgasmo resultaba más intenso aún que el anterior.
El delegado se dio cuenta de que debía parar a la colombiana antes de que ésta se desplomara de puro placer.
―Debes tener hambre, ¿verdad, preciosa?
Sin esperar la respuesta de la joven, Jungkook la tomó por el cabello y comenzó a follarla oralmente. La joven esposa se quedó de piedra. Ella era de buena familia y ningún hombre había osado a ultrajarla de aquella manera. Si aquel hombre seguía así, no aguantaría mucho, pronto la haría vomitar. Por fortuna, Jungkook se detuvo y le dejó tomar aire. Al sacar el grueso miembro viril de su boca, un hilo de saliva unió su barbilla con el formidable rabo del español. «¡Gran polla se le ha puesto!», pensó al contemplarlo. «¿Qué mierda esperará para follarme?», volvió a pensar. Aquel vil ejecutivo permanecía inmóvil, observándola. «¡Gracias señor por esta bendición!», y sonrió.
―Haz que me corra. ¡Ahora! ¡Apúrate! ―ordenó por fin Jungkook en tono grave y autoritario.
Jungkook la huele en el cuello, detrás de la oreja, y luego le ofrece un dedo para que ella lo chupe. Pero ella está tan necesitada que no lo chupa, lo devora.
―A su servicio, señor Jeon. ―contestó Yeeun sarcásticamente, antes de volver a introducir en la boquita el rabo del auditor.
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