Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝐔𝐌 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «03»

Él no supo qué contestar. Le resultó tan extraño oírla hablar de una forma metafórica y explícita al mismo tiempo, se quedó en silencio mientras ella intentaba librarse de él. La mujer casada fue más rápida, pero él fue más directo. La tomó de la cintura y, a la voz de «atrás», «atrás», «atrás», la empujó hasta que su glorioso trasero chocó con el escritorio. Cuando la alzó para que se sentara le sorprendió que aquel cuerpecillo pesase tanto, pero eso me hizo comprender lo maciza que estaba la cabrona. La lengua de Jungkook hizo una incursión furtiva en el interior de la boca de Yeeun mientras la empujaba contra la madera. Sus fuertes manos levantaron el corto vestido rosa acariciando con suavidad sus esculturales piernas.

El tacto de las medias de liga sobre la carne de aquella mujer acabó de nublar la razón de Jungkook. Yeeun también había sucumbido a los encantos de aquel monumento coreano. Sin dejar de besarla apasionadamente, el auditor la tomó del culo y la sentó sobre el escritorio. Él ya se había quitadola chaqueta, pero cuando empezó a deshacer el nudo de la corbata ambos oyeron un ruido procedente del pasillo. «¡Maldita sea!», pensaron al unísono, mirándose. A Eva se le había olvidado algo y había regresado. Al entrar, Eva los miró negando con la cabeza.

―¡Qué fuerte, por Dios! ¡Qué fuerte! Y yo en primera fila. Sólo me faltan las palomitas. ―grito Eva― ¡Qué muchachos tan trabajadores! ¡Son el orgullo de la empresa!

Eva no se percató de lo sucedido, ambos habían regresado a su sitio. Ella sabía que aquellos dos acabarían discutiendo, ambos eran de esas personas que creen que todo lo hacen bien, que siempre creen tener la razón. Así que tomó sus papeles y se despidió con un gesto de desaprobación.

―Adiós, y no peleen... —dijo Eva, dejando entrever que sabía que estaban discutiendo— Dejen eso para mañana, ya es tarde.

Yeeun estaba más asustada que excitada. Tomó su bolso y emprendió la huida del escenario del crimen.

―Esperé, señorita Shin. ―dijo Jungkook tomándola por la muñeca.

―Soy señora.

―Señorita queda mejor. ¿No lo crees?

Yeeun lamento su actual desinterés por agradar, pues antes ella no era así. Es éste un signo más de la edad que tiene. Pero lo prefiere a ese afán de conquista de sus coetáneos, a su exceso de vitalidad, su deseo de seducir, a la constante necesidad de éxito para encubrir su creciente inseguridad en sí mismos.

―Suélteme y haré como que no ha pasado nada. ―exigió Yeeun.

Él, pendiente de aquellos ojos, se esforzó en negar con la cabeza. Sus piernas deciden seguir bloqueadas.

—Brava… —elogió su voz, y su mano rozó por primera vez su mejilla— ¿Estás mejor?

Sin darse cuenta, llevó sus dedos hacia el lugar exacto que él había rozado, mientras Jungkook ya se incorporaba. Avergonzada por lo pueril de su conducta, retiró la mano de su rostro.

—Sí.

―Exacto, aún no ha pasado nada. Vamos... ―ordenó.

Jungkook no esperó su respuesta. Literalmente la arrastró escaleras abajo hasta el aparcamiento. Sin saber qué alegar, Yeeun permaneció muda durante el camino, hasta que él le abrió la puerta del coche esperando que ella subiera.

―Ya está bien. ¡Suélteme en este momento! ―dijo Yeeun con voz firme.

Jungkook la soltó, pero con las mismas le dijo:

―Sube. Y no es pregunta, es una orden.

Durante unos segundos se miraron a los ojos sin pestañear. Para bien o para mal, ella debía tomar una decisión apremiante. El delegado sabía lo que quería y ella también. Jungkook transmitía seguridad, osadía y eso sacaba de quicio a la joven mujer. Estaba muy nerviosa pero por alguna razón confiaba en él. No le haría daño, estaba segura, ni la forzará contra su voluntad. Aquel hombre era tosco y salvaje pero también un caballero. Alzando el rostro con dignidad, Yeeun se subió al coche.

―Lléveme a mi casa. ―indicó Yeeun con decisión.

―Claro... Tú mandas, guapa. —respondió el delegado con una sonrisa pícara— Pero... después.

Una vez en marcha tomaron la Avenida Insadong en dirección al centro de la ciudad. No tardaron en llegar al céntrico hotel.

―¡No quiero entrar ahí! ¡Déjame bajar o grito! ―protestó con petulancia, alzando con gracia la ceja izquierda.

Jungkook detuvo en seco el vehículo, la miró a los ojos y le dijo:

―Claro que gritarás, preciosa. ―asintió, besándola del mismo modo que lo había hecho en la oficina.

Jungkook se adelantó para solicitar la llave de la habitación. Cuando el joven y atento empleado preguntó si la señora deseaba algo, Yeeun trató de ocultar su rostro mirando distraídamente la decoración. Sin duda tanta luz sólo pretendía que las cámaras de seguridad grabasen a cada huésped con suficiente nitidez. Mientras Yeeun se preguntaba qué pasaría a continuación, Jungkook volvió a arrastrarla junto a él. Sujetándola por la muñeca. Todo era trepidante, urgente, torpe. Una vez en la habitación, la arrinconó contra la puerta y escuchó cómo echaba el cerrojo.

En vez de sentirse encerrada, la joven esposa se sintió aliviada. Nadie les sorprendería, todo quedaría en la intimidad, en secreto. Aquel lugar era tan sugerente y elegante como él, un cómplice circunstancial que, sin duda, Yeeun agradecía. Había una alfombra color beige de pelo largo y afilado, al fondo de la amplia habitación se encontraba una cama de estilo contemporáneo de gran tamaño. La suite contaba además con un enorme armario cuyas puertas eran espejos, justo como el que a ella le hubiera gustado poner en su habitación de matrimonio.

Mientras Jungkook le comía el cuello con pasión, Yeeun distinguió un confortable sofá súper elegante de cuero marrón frente a una gran pantalla de televisión, también un pequeño tocador y una lámpara de pie orientada al techo. Al fondo, unos metros más allá, se encontraba el baño a través de cuya puerta se distinguía en parte un jacuzzi con exterior de madera. No sabía de cuantas estrellas era aquel hotel, pero sin duda ningún hombre la había llevado a un sitio así. Comenzaron a acariciarse y besarse de forma desesperada. Jungkook ni siquiera perdió el tiempo en quitarle la ropa, se perdía lamiendo desde su hombro desnudo al lóbulo de su oreja, pasando de ahí a la barbilla, después a la boca. Yeeun se estaba volviendo loca.

Las manos de aquel hombre se enredaban en su pelo, su magia recorría todo el cuerpo, toda su piel. Le amasaba los pechos, ambos a la vez y, de pronto, unos dedos rozaron su intimidad por debajo de la falda. Yeeun estaba fuera de sí, las caricias y besos de Jungkook la tenían completamente ofuscada. Le palpó el pene por encima del pantalón y, tras examinar su tamaño, lo comenzó a sobar. Sus bocas batallaban sin tregua. Aunque ella no era una mujer sumisa, no entendía por qué de repente era maravilloso sentirse dominada por ese hombre, arrastrada por esa desconocida ferocidad y rudeza.

Tampoco importaba, ella nunca pertenecería a aquel bastardo. En cambio, ella sí tendría lo que deseaba. Súbitamente, Jungkook tomó a Yeeun por el cabello con fuerza y la hizo arrodillarse frente a él. Su potente miembro se marcaba descaradamente a través de la fina tela del pantalón italiano. Ella se moría por comerle la polla y lo gritó con la mirada. Sin embargo, él se bajó la cremallera con toda la calma del mundo, jactándose de tenerla esperando. Ya la había palpado, ahora ansiaba comérsela. Sin embargo, cuando de un solo puñado él extrajo, además, sus testículos, Yeeun se sorprendió. Jungkook tenía los huevos en consonancia con el tamaño de su miembro. Al verle las pelotas, ella comprendió que la utilidad de la contundente herramienta del auditor no era follar a mujeres casadas como ella, sino llenarlas de esperma. «Ojalá me llene la boca», pensó súbitamente la joven esposa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro