
«𝐄𝐏𝐈́𝐋𝐎𝐆𝐎»
Cuando Jimin se despertó a la mañana siguiente, los invitados ya se habían marchado. Le sorprendió que su esposa no hiciera ni un solo comentario sobre lo ocurrido y de pronto, tuvo un mal presentimiento. En vez de sentarse, Yeeun se había puesto a desayunar de pie junto a la encimera.
―¿No te sientas, Ye? ―le preguntó entornando los ojos. Se remueve en su asiento— ¿Pasa algo? ¿Puedo ayudarte en algo? ¿Estás molesta por lo de ayer? ¿Es eso, no? ―su voz es tranquila. Casi perezosa.
Él sonríe. Le guiña el ojo y Yeeun no sabe si está bromeando o no.
―No. Es que tengo prisa, tengo que… ―susurro, girando en su lugar. Da una falsa dulzura a su voz, añadiendo una sonrisa como un bono extra― Quédate tranquilo, cariño.
Ella frunce los labios pero no le dice que está equivocado mientras le mira fijamente.
―¡Espera!
―Es que…
Casi tropieza con la última palabra, preocupada por haber dicho algo que pueda revelar que es una esposa infiel. Jimin no siguió escuchando. Se levantó, fue hacia ella y sin mediar palabra, la empujó contra la superficie de mármol. Sus ojos son tan intensos, se posan en cada parte de ella a la vez, su mano baja para ajustar la hebilla de su cinturón de oro.
―¡Estate quieta o...! ―le advirtió al primer signo de resistencia.
Jimin bajó de un tirón el pantalón del pijama que su mujer todavía llevaba puesto. Para su sorpresa, Yeeun no llevaba bragas. La razón era evidente, tenía ambas nalgas en carne viva, un rojo inexplicable. Entonces cuando Jimin hizo ademán de separarle las nalgas, su mujer dio un chillido de dolor.
―¡No! ¡Espera! ¡Me duele!
Jimin no se arredra y a la fuerza, comprobó sus malos augurios, que temía. Su esposa tenía el ano escocido, más bien, roto. Es realmente mezquino. Crudo. Exigente.
―¡Te follo por detrás! ―dijo Jimin sin dar crédito a lo que estaba viendo.
―Dos... Dos veces. ―confesó Yihyun entre sollozos, llenos de dolor verdadero.
Se hace el silencio. Luego:
—Supongo que tienes razón. —se aclara la garganta con fuerza.
Las mejillas de Yeeun se calientan ante la acusación de que su afición favorita se hace inmadura, poco después se echó a llorar y visiblemente compungida, explicó como el delegado la abrió de piernas, le devoró la vagina y el ano, sin miramientos. La temperatura de su rostro se enfría. Preguntada por su esposo, la pobre trató de reconocer que sí. Jungkook la hizo tener un orgasmo de aquella vil manera al tiempo que le iba abriendo el ano con los dedos. Angustiada, Yeeun confesó que entonces Jungkook le exigió que desbloqueara su celular y que insistió hasta lograr que accediera.
Evidentemente Jimin quiso que le mostrará el vídeo. Lo que Jimin vio con sus propios ojos no fueron abusos ni nada por el estilo. Lo que él vio fue a su esposa de rodillas en el suelo chupándo con fervor el enorme miembro de aquel tipo, a su esposa completamente cautivada por el vigor de aquella erección. No, Jimin no vio que la sujetara de la nuca para forzarla a tragar su polla, lo que vio fue a su esposa lamiendo con frenesí la polla de su jefe, chupando con glotonería el imponente glande y cabeceando como una puerca para atestar la boca de una polla ajena.
El vídeo se terminó de repente y Jimin la miró con tanta furia como incredulidad. Aquel vídeo supera ampliamente todo el porno que él haya visto. Jamás lo hubiera pensado posible pero lo cierto era que casi se sentía orgulloso de ella. Aquella grabación sería un magnífico tutorial para cualquier mujer, soltera o casada, que quisiera aprender cómo ha de chupar la polla al hombre que paga su salario. Ofuscado por aquellas imágenes, Jimin quiso saber qué ocurrió después. A Yeeun no le pasó por alto que él parecía estar disfrutando con su confesión de modo que no escatimó en detalles. Indignada, empezó a explicar que había sido ella misma quien se había desvirgado.
Jungkook se había echado en el piso y le había pedido que lubricarse su miembro. Después cuando su polla estaba completamente parada, el delegado le indicó que se parase con una pierna a cada lado de su cintura y que fuera poniéndose en cuclillas. De aquel modo, sería ella misma quien controlaría todo el proceso. En efecto Yeeun dejó que el glande fuera cumpliendo su función de ariete y, si bien no lo logró a la primera, se dio cuenta de que cada vez estaba más cerca de conseguirlo. Fue entonces cuando en un último y agónico esfuerzo, la gruesa cabezota se quedó atorada en su ano. Fue rarísimo, tenía la sensación de estar haciendo de vientre. Después todo fue más sencillo.
En realidad, bastaron dos o tres minutos para que su fisiología se adaptará. De que quiso darse cuenta, la mujer se había metido en el orto toda la polla de su jefe. Tardó más, no obstante, en superar el estupor de lo que acababa de hacer. Sólo la tensión a la que estaba sometido su ano logró hacerle asimilar lo ocurrido. Por fin un hombre había logrado invadir su último reducto de decencia. Por extraño que suene, Yeeun sintió una especie de consuelo. Siempre había sentido congoja de no ser capaz de entregar el orto a su marido. No ya por la insistencia de Jimin que también, sino porque ella era consciente de que todas lo hacían.
Algunas, las menos por alguna retorcida clase de placer; otras para conseguir algo a cambio; pero Yeeun opinaba que la mayoría de mujeres simplemente se dejaba encular de vez en cuando para tener satisfecho al marido. A pesar de la obvia molestia, Yeeun intentó frotar su clítoris contra el pubis del delegado. Tal y como ella había supuesto, al comienzo fue imposible obtener nada ni remotamente parecido al placer. Su incipiente frustración la llevó a ir incrementando el contoneo de sus caderas hasta que, un rato después, se vio restregando ferozmente su vagina contra el abdomen de aquel hombre y por ende, sodomizándose a sí misma.
Displicente Jungkook había entrelazado las manos por detrás de la cabeza y se limitaba a mirarla de manera jactanciosa, sin hacer ni el más mínimo esfuerzo. Sólo cuando ella perdió la cabeza y comenzó a botar sobre su verga, el delegado se dignó a sonreír. Envilecida, Yeeun había comenzado a saltar como si realmente estuviera cabalgando, sólo que al hacerlo, la amazona también se estaba chingando al semental. Incómoda por el bamboleo de sus pechos, Yeeun tomó las manos del delegado y le indicó que se las sujetará. Aunque no se estuviera moviendo, ella sabía que su cuerpo se dirigía hacia el orgasmo.
En efecto, aquella sobredosis de sensaciones y emociones no tardó en hacer que Yeeun alcance un impresionante clímax. Jungkook se encabritó, alzando las caderas y levantándose más de un palmo del suelo. Aquel acto presuntamente reflejo, hizo que el miembro del semental ocupará su recto por completo. Para estupor de Yeeun, la erección de Jungkook salió de entre sus nalgas sólo unos segundos después. Ella no se esperaba que se la sacara tan pronto, ni tampoco que eso le dejará una desagradable sensación de vacío. Ella creía que el final de la enculada aliviaría la incomodidad de su trasero pero por contra, lo que sintió fue una gran desazón por la ausencia de la verga.
Naturalmente, esa inesperada y lasciva añoranza la hizo sentirse terriblemente fulana. Por suerte para ella, el miembro del delegado seguía exactamente igual que al principio. Por desgracia para ella, el que sí cambió fue él, ya que de pronto dejó de ser el hombre paciente y considerado que había sido hasta ese momento. El delegado le tiró con decisión del pelo para hacerla poner en cuatro, sobre el piso, y volvió a metérsela por el culo sin contemplaciones. Esa vez era él quien la montaba y ella quien aguantaba que la empotrasen.
Yeeun rezó para que cesaran aquellas rudas embestidas. Sin embargo, cuando Jungkook se detuvo y empezó a azotar sus nalgas, la mujer deseó que no hubiera dejado de sodomizarla. Después de poner al rojo vivo la suave piel de su trasero, aquel bruto empuñó su larga cabellera a modo de riendas. Aquel hombre debía entender de hípica, pues de un tirón la forzó a erguir la cabeza. Luego le hizo juntar las piernas y finalmente, le indicó que arqueara la espalda y alzó el cuerpo. Yeeun estuvo a punto de relinchar como una loca.
―¿Esto es real? ―preguntó, poniendo mis manos en sus caderas― Ahora todo tiene sentido, ¿Sabes? Esas preguntas raras que me hizo el día de ayer. ¡Va! Seguramente, se me cagaba de risa en el rostro por sus adentros.
Esta vez Jungkook empezó a encularla de manera lenta y acompasada, con temple y resolución. Por una parte quería acabar de domar a su compañera de trabajo y por otra deseaba disfrutar realmente de la esposa del hombre que yacía inconsciente allí al lado y al que ella misma había drogado. No obstante, eso no fue lo más denigrante de todo. Para Yeeun fue aún peor cuando la obligó a masturbarse. Tener aquel tremendo orgasmo con esa cosa metida en el culo fue demasiado vulgar, impropio de una mujer moderna y cosmopolita como ella.
Yeeun se estremecía al recordar lo ocurrido pero estaba decidida a que su esposo supiera toda la verdad. El muy cretino se había quedado petrificado, sin nada que decir, de modo que Yeeun continuó con su confesión. Por último, sin esperar siquiera a que dejara de temblar, el delegado la follo hasta el alma. Su polla entraba y salía frenéticamente, haciéndola sentir una terrible picazón. Jungkook siguió follándosela por el culo de manera ruda y estruendosa, sin hacer ningún caso a sus sollozos, deteniéndose solamente para volver a ensañarse con sus nalgas.
Después cuando el delegado se dispuso a eyacular se la clavó con tal furia que la mujer pensó que le saldría el esperma por la boca. No obstante, y aunque a Yeeun le sonrojara admitirlo, recibir aquella ardiente riada la indujo a gozar una última vez. Por fin le habían inaugurado el trasero, ya no se echaría a temblar cuando otros hombres intentarán cambiar de agujero. Tras escuchar aquel humillante relato, Jimin no pudo disimular su ira. Sentía hervir la sangre en las venas de su sien.
―Ahora deberías descansar, cariño... ―habla Jimin, hace un movimiento brusco con la cabeza, momentáneamente perdido en un mal recuerdo, así que le dice― Pero no más regrese de mí viaje, saldremos a celebrarlo. Iremos a cenar por ahí y después... Yeeun, su esposo hará que le salgan fuegos artificiales del culito. ¿Estamos?
―Jimin… yo… ―comenzó. Está en la punta de su lengua decirle lo que piensa, pero calla abruptamente.
«¿Por qué tiene que hacer esto incómodo? ¿Por qué no simplemente me grita y me pide el divorcio? ¿Será por qué quiere vengarse?», los pensamientos de Yeeun comenzaron a rondar en su cabeza. Se quitó los lentes, guardandolos en su caja antes de frotarse la cabeza. Le duele la cabeza.
―No digas nada. Estamos a mano. Cuando regresé, resolveremos esto como adultos que somos. Y veremos en qué termina. ―el inquietante silencio que los saluda es un poco alarmante, pero como sus nombres están en la escritura y es su cuenta bancaria la que financia este refugio― Creo que estamos bien, Yeeun, aunque tal vez esto sea un quiebre, no es nada que no se pueda reparar.
La bocina de un auto suena y el humor descarado de Jimin se disipa. Dobla la tableta sobre su pecho y mira con recelo a la puerta. Por dentro, maldecía a Jungkook. «No puedo hacerla feliz en cada momento del día. Sé que eso no es posible, pero veo que es mi deber eliminar tantos obstáculos en su camino como pueda. Este es un golpe que se puede solucionar fácilmente», fue lo que pensó Jimin, antes de cerrar la puerta de su casa e irse en el taxi que lo esperaba en la vereda.
Yeeun pensaba que había dos formas de mirar a su esposo Jimin. Algunos lo encuentran aterrador. Es grande, ancho y trabaja con los muertos, pero, para ella, es el hombre del que se enamoró la primera vez que lo vio. Y al haberlo engañado sabiendo que tarde o temprano él se enteraría de la verdad, la asustó. Por qué ese lado de Jimin que todos desconocen, solo lo conoce ella. Él ya no sería el hombre que le prepara la cena, le frota los pies y le hace el amor hasta que el sol se lleva las estrellas. Ahora sería ese lado que él oculta, pero ella lo conoce.
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