
𝐏𝐑𝐄𝐅𝐀𝐂𝐈𝐎
HELEN SWAN NUNCA PENSÓ MUCHO EN CÓMO MORIRÍA.. Aunque había tenido suficientes razones en los últimos meses, pero incluso si hubiera pensado en ello, ya sea ahogándose en el mar, ahogándose con su propia comida ó en un accidente auto movilístico, nunca hubiera imaginado esto. Miró sin respirar a lo lejos, a los ojos oscuros del cazador, de la bestia.
Estaba rodeada.
Una docena de pares de ojos frenéticos brillantes le miraban bajo la fría luz de la luna llena, el olor de la muerte se cernía sobre la nieve ensangrentada a sus pies y las lágrimas caían lentamente por su rostro. Estaba rogando, ¿por vivir? pidiendo morir? no podia recordarlo ahora. Seguramente era una buena manera de morir, en el lugar de alguien a quien amaba. Algunos pueden decir que noble incluso. Sus oídos escuchan el gorgoteo, los sonidos de arcadas de su respiración y luego de alguien más cerca, sus ojos se desvían, la vista que le da la bienvenida le destruye y escucha a alguien gritar de horror... para luego entender que es ella de quien viene, sus pulmones son rocas, pesando sobre su pecho, el dolor quema en su alma. Pero los ojos son indiferentes, no sólo a sus súplicas sino a todo.
Mirando hacia el cielo oscuro, las estrellas brillan pálidas y frías recordándole algo que le hace sonreír cuando algo cálido gotea desde sus labios hasta su barbilla. Sangre. Su sangre..
Morirá esta noche. Sola. la única forma en que puede estarlo. Los últimos pensamientos en su cerebro aturdido. Desearía poder haberlo visto una última vez...
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