
Capítulo 5.
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Al poco tiempo después, el Servicio Juvenil Sunshine, había lanzado el evento tan esperado por la mayoría del público conocedor de la necesidad de cada niño. El gimnasio "A Puño Limpio", nombrado así para representar la tradición y el prestigio de la familia Forks en su recorrido dentro de aquella industria de entretenimiento para los apasionados por el deporte de contacto, había abierto sus puertas una vez más pero en esta ocasión, el ambiente se sentía diferente.
Ahora no solo estaba lleno de hombres y mujeres que ejercitaban sus cuerpos por diferentes motivos que a Emilia no le interesaban, sino que esta vez, estaba colmado de adolescentes y niños de todas las edades que iban y venían. Algunos con sonrisas y curiosidad en sus rostros, otros aburridos y desganados que, evidentemente, habían sido obligados a asistir.
Tanto el personal del gimnasio como los del Servicio Juvenil Sunshine, se habían encargado de decorar el ambiente dándole un aspecto de parque de diversiones que Emilia detestaba. Miró asqueada sin poder evitarlo, el cómo habían colocado globos en las cuerdas del cuadrilátero, en paredes, puertas y ventanas; también como colgaban algunas guirnaldas de un lado a otro y carteles de diferentes tamaños tanto afuera como adentro del local publicitando las buenas acciones de dicha organización, se sentía fuera de cuadro entre medio del ambiente tan alegre y colorido. Lo único que le hacía falta al lugar era un payaso para dar entretenimiento.
Observó como su padre, junto con la directora de aquella institución, daban una pequeña exclusiva en vivo frente a unas cámaras de los reporteros meticulosamente seleccionados, que venían de parte de las cadenas televisivas más importantes del país. Deseó estar en su casa, recostada en su cama y oculta bajo las sábanas fingiendo no existir en aquel mundo con personas tan agotadoras.
Escuchó las risas de algunos adolescentes a su espalda y giró su torso a medias para poder observar lo que estaban haciendo. Eran por lo menos un pequeño grupo de cinco chicos que se encontraban recorriendo el pasillo de camino a los vestuarios, señalando y fanfarroneando sobre lo muy capaces que ellos serían de ganar todas las peleas que les propusieran.
Ella sintió un poco de lástima, sabía que muchos de ellos no vivían en óptimas condiciones y que se habían visto obligados a cometer delitos que no deseaban con tal de sobrevivir. Las adicciones como el alcohol y las drogas, en los más grandes, los había destruido casi por completo. Muchos eran espárragos analfabetos dispuestos a apuñalarte si no les dabas lo que querían, pero no los culpaba, era la manera en la que estaban tratando de sobrevivir antes de llegar al Servicio Juvenil Sunshine, el único lugar seguro que les había proporcionado una oportunidad de vivir dignamente como todos en el mundo merecían.
—Emilia... —sintió un breve toque en su hombro izquierdo, al mirar en aquella dirección, visualizó las gafas de su entrenador—... Malcolm quiere que des una pequeña entrevista.
—¿Estás bromeando? —preguntó mirándolo con enojo—, creí que no me involucraría demasiado en todo esto. Soy la suplente hasta que Tom regrese, ¿sí lo recuerdas?
Paul sonrió levemente—Yo no soy el que toma las decisiones, tu padre es mi jefe.
—Sólo dices esas cosas cuando te es conveniente —refunfuñó por lo bajo y luego suspiró—. ¿Y qué se supone que debo decir?
—Probablemente te harán preguntas personales, ya sabes, sobre tu vida en el orfanato y como hiciste uso de un deporte para salir adelante —respondió mientras miraba de reojo a las cámaras que estaban apegándose para descansar y acomodarse nuevamente para la próxima nota—. Aunque estoy casi seguro de que hablarán sobre Yamileth.
Sin darle tiempo a escapar, su padre le dirigió una mirada mordaz y como un cachorro regañado se acercó a él cuando las cámaras se encendieron nuevamente, recibiendo un abrazo con uno de los fuertes brazos de su padre y un pequeño beso en la sien.
A simple vista, aquel gesto le resultó enternecedor a muchos de los reporteros pero luego recordaban lo brutal que solía ser Emilia sobre el cuadrilátero y aquella imagen tierna, quedaba opacada casi de inmediato.
Saludó a las personas frente a ella y se preparó para las preguntas que se le estaban por avecinar como una gran avalancha de nieve, el motivo de aquello era por el simple hecho de que ella no solía dar entrevistas a nadie, no cuando involucraban su vida personal en las preguntas. Podía hablar por horas sobre su carrera pero le molestaba cuando le hacían preguntas personales, ya que casi la mayoría de las veces, las conversaciones tomaban otro rumbo y terminaba por hablar de su padre.
No había que malinterpretarla, adoraba a su padre pero el problema estaba cuando todos asociaban su éxito con él, como si éste le hubiera hecho el favor de acomodar todo para ella y no hubiera logrado nada por sus propios méritos.
—Emilia, es un placer para nosotros que un día tan importante como hoy, puedas acompañarnos... —habló con fluidez, una mujer que iba en representación de un programa deportivo.
—El placer es mío, Valerie —sonrió con cortesía, mientras se paraba firmemente con las piernas levemente separadas para mayor estabilidad y entrelazaba sus manos por detrás de su espalda.
—Tu padre nos ha comentado cómo ha surgido todo este movimiento y estamos encantados con esto, pero dinos, ¿es cierto que serás la entrenadora de los chicos? —preguntó con evidente entusiasmo, sin borrar la sonrisa televisiva que la caracterizaba.
Emilia suspiró mirando de reojo a su padre y a su entrenador que observaban a lo lejos como marchaba aquella entrevista y a regañadientes, afirmó aquello, deseando abandonar su posición e ir en búsqueda de ambos para cobrarse lo sucedido.
—Bueno, así como ustedes, yo me enteré repentinamente —asintió mientras reía levemente junto al equipo de filmación—. Tenemos un gran equipo de entrenadores; Thomas Pickett era nuestra mejor opción para los chicos pero lamentablemente, tuvo una cirugía hace unos días y le tomará tiempo recuperarse —informó sobre cómo sucedieron los hechos-. Por el momento seré su reemplazo. Hasta su recuperación, me ocuparé personalmente de los niños. En lo personal, creo que es una fantástica oportunidad para mi desarrollo. ¿Quién sabe?, quizás en un futuro pueda dedicarme a dar clases —bromeó al escuchar su propia mentira.
Jamás haría tal cosa, ni aunque el presidente del país se lo suplicara de rodillas.
—Bueno, esperamos que Tom pueda recuperarse pronto —asintió y miró a la cámara—. Aprovechando esta ocasión, queríamos saber así como todos tus seguidores que nos están mirando en vivo en este momento, algo que nos tiene muy ansiosos y creo que sabes a lo que me refiero... —le sonrió y Emilia asintió—... queremos que nos hables de tu próxima pelea con Yamileth Persoon.
—Sí, todo el equipo que me acompaña en cada pelea y yo, estamos igual de ansiosos por esta revancha. Creo que es un momento crucial en mi carrera porque después de todo, ser la campeona invicta más joven y con una racha impecable depende del resultado que obtenga dentro de cuatro meses —respondió mientras frotaba sus manos por delante de ella con una radiante sonrisa y el entusiasmo plasmado en su rostro.
Pero tan pronto como Valerie abrió su boca para continuar con la entrevista, los murmullos se hicieron presentes afuera del local, las personas exclamaban sorprendidas y algunos que otros, habían comenzado a gritar ante la llegada de una nueva persona.
En la entrada, seguido de un hombre de aspecto grotesco, la cabellera chocolatosa de Dante y su mirada nebulosa que hacía suspirar a más de una persona pero que a Emilia solo le provocaba blanquear los ojos, se hicieron presentes dentro del gimnasio.
Principalmente, se acercó hasta Malcom para saludarlo de manera amistosa, pero en cuanto intercambió algunas palabras con él, se sorprendió a sí mismo tratando de encontrar a aquellos ojos grafitos con los que tanto soñaba noche tras noche, desde aquel primer encuentro.
Al darse media vuelta ambos, ignorando las palabras de segundos y terceros que no dejaban de tratar de llamar su atención, ellos intercambiaron una serie de miradas curiosas; Emilia por su lado, quería averiguar el motivo de su presencia en aquel lugar a pesar de que sospechaba de lo que se podía tratar, y Dante por su parte, tenía muchas ganas de acercarse a saludarla y entablar una conversación con ella que sentía pendiente, a pesar de que Emilia le había dejado claro desde el inicio el límite que no debía de cruzar.
Con algo de torpeza, Emilia se disculpó con las personas delante de ella y se encaminó sin mirar en ninguna dirección en específica a su alrededor pero concentrada en el rostro mortificado de su padre, que estaba apunto de salir huyendo de allí.
—¿Qué está haciendo él aquí? —preguntó ella, con evidente desagrado como si Dante no estuviera de pie a un lado de ambos.
—¿De qué hablas? —su padre miró hacia los costados tratando de buscar una salida efectiva.
—Sabes a lo que me refiero.
—Oigan, ¿pueden dejar de fingir que no estoy aquí?, al lado de ustedes —mencionó Dante, mientras se removía incómodo en su lugar.
—¡Ah, mira por allí está tu madre! —señaló Malcolm en una dirección al azar que Emilia trataba de seguir, de no ser por el hecho de que su padre bajó el brazo para dejar de señalar—, creo que me está llamando, ¡te veo al rato! —exclamó alejándose.
Emilia suspiró mientras se cruzaba de brazos y miraba de reojo al cantante a su lado, que ahora tenía sus orbes de una extraña combinación, puestos sobre ella, recorriendo cada detalle de su rostro.
Se removió con nerviosismo, estaba acostumbrada a recibir cientos de miradas casi todo el tiempo pero él tenía algo que transmitía con aquellos ojos brillantes, y no estaba segura de que era ni las intenciones que él traía consigo, por lo que no sabía cómo actuar ante aquellas nuevas sensaciones que comenzaban a florecer dentro de ella.
—¿A qué viniste? —preguntó con hostilidad, siendo directa.
Él elevó sus cejas sintiéndose entre ofendido e indignado, ignorando la pequeña risa nasal de su guardaespaldas que estaba a un par de pasos, escuchando todo y vigilando como un águila desde el cielo.
Vaya que ella ni siquiera trataba de ocultar el desagrado que le causaba verlo y a Grayson le divertía aquella reacción, dado que lo usual era que las chicas o chicos, intentaran abalanzarse sobre él, no lo contrario. Cómo podía notar, Dante tenía un arduo trabajo para romper aquella barrera que la mujer le había puesto.
Pagaría con toneladas de dinero para ver el resultado.
—La directora quería entretenimiento para este hermoso evento de interés social y Malcolm se acordó de su amigo que es furor en estos momentos, pensando en la buena publicidad para el Servicio Juvenil Sunshine y el gimnasio. Es como un ganar-ganar para ambos —sonrió y ella negó lentamente con su cabeza—. Además, ser tu telonero será un honor para mí, me verás y escucharás cantar. Te enseñaré lo que es la buena música que los jóvenes e incluso los ancianos, prefieren —alardeó con una sonrisa satisfecha.
Emilia no pudo evitar reírse de las tonterías que aquel hombre decía con tanta seguridad, confirmando que el payaso que pensó que faltaba en aquel evento, ya había llegado; con algo de atrevimiento y exceso de confianza que no supo de dónde había sacado, incapaz de detenerse, se posicionó frente a él y palmeó su pecho suavemente con su mano izquierda mientras torcía los labios en una sonrisa muy atractiva al parecer de él, sólo para decirle:
—Sigue soñando, estrellita.
Dante contuvo el aliento y sintiendo como cada músculo de su cuerpo se tensaba al mínimo contacto, la observó dándole la espalda para alejarse de él y dirigirse a quién sabe dónde.
El cantante tragó en seco, sintiendo como si su saliva fuera una especie de horrorosa slime y movió varias veces su cabeza de lado a lado para salir del pequeño trance en el que se encontraba. Había quedado como un tonto.
—Grayson, creo que olvidé la letra de todas mis canciones.
El mayor soltó una carcajada—Tranquilo, recuerda que siempre tienes el plan b que usan todos los artistas.
—¿Y qué es? —preguntó con inocencia.
—Puedes hacer playback.
Él más joven viró los ojos y empujó vagamente al de mayor porte; ignorando las carcajadas de Grayson, trató de memorizar el vestuario que ella tenía, unos pantalones engomados con una camisa blanca con finas lineas verticales de color negro, la cual había escondido en los bordes por debajo de un cinturón con una gran hebilla y sobre sus hombros, cubriéndose del frío, llevaba una chaqueta de cuero con tachas plateadas, cuadradas y pequeñas, en el área de los hombros.
Su cabello estaba suelto, ondulado casi por completo, y no supo si ese era su estado natural o simplemente se había olvidado de cepillarlo como a él le sucedía a veces. Como sea, le quedaba muy bien.
Grayson le llamó la atención una vez más, indicando que lo estaban esperando para comenzar pronto con su presentación, pues tanto la directora de la organización como Malcolm, ya se encontraban de pie sobre uno de los cuadriláteros que habían adaptado para que fuera más similar a un escenario.
Rápidamente, se acercó al equipo de sonido y le ayudaron a colocarse todo lo necesario y de una manera cómoda para no pisar los cables en su posible caminar sobre el escenario. Cuando escuchó su nombre subió rápidamente, dándole una corta vista a su equipo de músicos, que esa tarde lo estaban acompañando, para asegurarse de que todos estuvieran en posición y luego se paró en el centro, deslizando sus dedos con habilidad sobre las cuerdas de su guitarra mientras miraba al público entusiasta, naufragando entre ellos buscando un solo par de ojos que deseaba encontrar y cuando lo hizo, sonrió.
Por un instante había creído que ella se resguardaría a propósito para perderse su show de apertura, pero no, ella estaba casi entre las primeras filas y en cuanto el baterista comenzó a golpear los palillos marcando el inicio como una cuenta regresiva, cerró sus ojos un momento y comenzó a deslizar sus dedos con habilidad sobre las cuerdas.
Ya no estaba tan nervioso porque sabía que la música era su motivo de vivir, era todo lo que conocía desde que era un niño y estaba tan aferrado a ello que simplemente formaba parte de su ser, como si fuera algún miembro primordial de su cuerpo. Así que, de memoria, tocó los mismos acordes de la primera canción que interpretaría esa tarde, una composición original que formaba parte de uno de sus primeros éxitos.
Separó sus labios para comenzar a cantar la primera estrofa y Emilia, que en ese momento estaba a punto de marcharse, se detuvo al sentirse atraída por lo que llegaba a sus oídos.
En una ciudad sin nombre, bajo un cielo estrellado,
Encontré un amor tan brillante como el sol dorado.
Pero como una danza en la sombra, nuestro amor era un juego,
Un fuego ardiente, un romance lleno de deseo...
Aquella voz ronca entonaba perfecto con la melodía de la canción que realmente había elevado los ánimos de muchos rostros infantiles que se veían decaídos, ya sea por estar fuera de su zona de confort como por aburrimiento. En ese momento descubrió que habían unos cuantos pequeños fanáticos del cantante y no pudo evitar sonreír cuando nuevamente intercambiaron un juego de miradas.
Él tenía razón, su música sí era buena.
Por otro lado, le causaba un poco de diversión como las personas allí presentes podían cantar a coro con tanta efusividad, aquellas letras que parecían contar una historia de amor trágica. Incluso los niños, ¿qué podían saber ellos sobre el romance trágico cuando apenas estaban comenzando a vivir la vida?, se cuestionaba.
Una canción detrás de la otra y algunos flashes de las cámaras de los fotógrafos asignados para asistir al evento, acabaron tan pronto como Dante se despidió del público, prometiendo dar alguno autógrafos y tomarse fotografías con sus admiradores, antes de tener que marcharse.
—Vaya, él realmente es bueno —comentó una persona del público.
—También lo creo, pero no durará mucho —se lamentó—. Criar a un hijo no es fácil.
Emilia borró lentamente la sonrisa de su rostro que no sabía que tenía y tomando la punta de una de sus trenzas que se había hecho momentos antes de llegar allí, cuando se desvió hacia los vestuarios para ignorar el hecho de que haber tocado a Dante y estar tan cerca de su rostro la había puesto nerviosa, decidió agudizar su audición y quedarse un poco más para escuchar.
—Vi las noticias, pero ya sabes, con todo el dinero que ambos tienen, podrán contratar a todas las niñeras que quieran —le restó importancia.
—Bueno, en eso tienes razón —suspiró—. Sólo espero que tengamos a Dante por mucho tiempo.
—Sí, sería una lástima que dejara de hacer música.
Sin ánimos de seguir escuchando a aquellas personas parlotear sobre la vida privada de Dante, se alejó caminando por el borde del escenario con algo de curiosidad, para saber sí lograría encontrarlo nuevamente y así poder confirmar o desmentir lo que aquellas señoras hablaban.
Lo visualizó a unos pocos pasos, mientras agradecía genuinamente al equipo de sonido y a sus colegas que lo habían acompañado sobre el escenario. Luego miró con una gran sonrisa a unas niñas que se le habían acercado con un poco de vergüenza y le pidieron que firmara un cuaderno con dibujos de animales en la tapa, entregando un plumón rosado con un diamante en la punta, Dante no perdió tiempo e hizo una gran firma en algunas hojas para cada una de ellas y luego se tomó unas fotografías que supo de inmediato que no tardarían en circular por las redes sociales.
Emilia, se acercó hasta él y cuando estuvo a punto de asustarlo, éste se dio la vuelta y la miró sorprendido, tragando grueso por la cercanía. Se sentía patético, no era la primera vez que estaba así o incluso más cerca de una chica pero ella excedía los límites con solo una mirada.
—¿Qué tal estuvo? —preguntó él luego de recomponerse, mostrando una gran sonrisa.
—Estuviste bien, ¿crees que puedas darme el número del bajista? —lo molestó pero a él no pareció agradarle mucho—. Sólo bromeo, estuvieron bien, quizás tenías razón y tu música sí sea algo que el público en general desea escuchar.
—Sólo di que te gustó, podía ver como tus ojos brillaban.
—Claro que mis ojos van a brillar si las luces del escenario apuntaban al público —replicó apresurada—. Supongo que ahora te irás, debes desear estar junto a tu pareja e hijo, ¿no es así? —sus intenciones no eran emplear un tono de burla en su voz pero ya era tarde para corregirlo—. Felicidades, no tenía idea, Malcolm no me dijo que...
De pronto dejó de hablar.
Dante ni siquiera era capaz de sostenerle la mirada, había apretado sus puños a los lados de su cuerpo con tanta fuerza que sus nudillos se habían puesto blancos y sus cortas uñas presionaban en la palma de sus manos. Su rostro se contrajo del enojo, un rastro de impotencia se expandía sobre sus ojos que ahora eran más verde olivo que las propias aceitunas.
—No sabes de lo que hablas y tampoco tienes idea de lo que sucede realmente —sentenció a muerte a la conversación más extensa que alguna vez habían logrado tener.
Ella elevó las palmas de sus manos en el aire y se hizo a un lado dejándolo pasar. Sus pasos eran firmes y largos, tratando de escapar de allí pero había resultado interceptado en el camino por algunos fanáticos con los que se tomó fotografías y les dio autógrafos, antes de marcharse sin mirar atrás.
Quizás era una actitud cobarde la suya, pero no quería contarle la verdad en aquel lugar cuando no era el indicado y el momento tampoco, y para variar, Grayson estaba escuchándolo todo a un par de pasos, estaba muy seguro de que si habría la boca y le dijera la verdad, tendría una discusión con Kevin.
Emilia chasqueó la lengua con frustración al no haber logrado lo que quería, ganando mucha más intriga por aquel hecho que parecía acosar al cantante a donde quiera que vaya.
—Tsk, por lo menos te hubieras despedido... —balbuceó con molestia, mientras se cruzaba de brazos y observaba como Dante se iba.
Acto seguido, le dio la espalda a la salida y se aproximó a su grupo de amigos que la llamaban para saludarla al haber llegado hace poco.
Sintiéndose intranquila y con un sabor amargo en la boca dado que ni siquiera había tenido la oportunidad de indagar más, se prometió a sí misma que buscaría información por otros medios. Su padre era la principal fuente de chismes que visitaría la próxima vez, daba por sentado que su amistad era tan grande y sólida que seguramente él sabría algo al respecto.
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