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Capítulo 27.

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Después de aquella madrugada, para Dante las cosas no habían marchado con tanta calma como creía que sucedería. La verdad es que, el hecho de que Emilia le enseñara la otra cara de la moneda, no había aclarado sus dudas, sino que las había acrecentado, y todas giraban en torno a Kevin y el porqué de su manera de actuar.

Dante se sentía bastante herido, por no decir terriblemente apuñalado. Rivera había sido su representante desde que tenía dieciséis años y un poco más, así que, la idea de que fuera la mente maestra detrás del accidente, se le hacía tan difícil de aceptar que cada vez que se ponía a pensar en ello, se le hacía un nudo en la garganta. ¿Eso significaba que Kevin también pudo estar involucrado en algunas cuestiones del accidente de su padre? Rogaba que no, porque no sabría cómo reaccionar si fuese así.

Sus manos temblaron levemente sobre su regazo, suspiró por tercera vez y miró a través de la ventana de la camioneta que lo estaba llevando hacia la discográfica. Todo se le hacía un tanto aburrido desde que Grayson ya no lo acompañaba, y no tenía más opción que aceptarlo, porque a su madre no le agradaba que estuviera cerca de él. No después del malentendido. Además, Emilia le había pedido que guardara las apariencias, mientras ella y Grayson se encargaban de entregar las pruebas para demostrar la inocencia del guardaespaldas y ponerle fin al plan malévolo de Rivera y Shaplen. Así que no tuvo más opción que aceptarlo, aunque por dentro estaba feliz, porque sabía que eso implicaba que pronto Grayson regresaría a su lado y, ¿por qué no?, hasta podría darse el lujo de conocer una vez más a Emilia.

«Llegamos», dijo el nuevo guardaespaldas. El semblante estoico, que era novedad para él, y el alto profesionalismo del hombre, le provocan unas tremendas ganas de poner los ojos en blanco. No es que Grayson no fuera profesional, solo que parecía tener una habilidad para convertir cualquier actividad monótona en algo más divertido.

Bajó de la parte trasera de la camioneta y, escoltado por el nuevo equipo de seguridad, mientras algunos fotógrafos intentaban tener buenas tomas de él para las portadas de las revistas de chimentos musicales, se dirigió al edificio. Una vez adentro, las puertas se cerraron detrás de él y sus pasos resonaron por los extensos pasillos. En el camino se cruzó con otros artistas y personal que trabajaba allí, pero no reparó en ninguno de ellos. Iba mirando sus propios pies, hasta que se detuvo frente a las puertas de la oficina de Kevin. Suspiró una vez más y sostuvo el picaporte de las puertas entre sus manos sudorosas, intentando apaciguar sus pensamientos para poder enfrentarlo, como si no supiera lo que tramaba Rivera.

—Sí… para hoy en la tarde estará bien.

La voz de Kevin al teléfono resonó por toda la oficina mientras Dante se habría paso entre los mullidos sofás y decidía tomar asiento en uno de ellos, el que estaba más cercano a la puerta. Esperó pacientemente a que su representante finalizara la llamada, aunque una de sus piernas se movía de arriba hacia abajo con rapidez, en un gesto ansioso. Cuando los pasos de Rivera le indicaron que se estaba acercando a él, sintió un escalofrío.

—¿Ya fuiste al set de grabación? —dijo Kevin, tomando asiento y acomodándose a gusto en su sillón de cuero, frente al joven, y desviando un poco la mirada a su celular, que vibraba con insistencia. Dante torció levemente los labios.

—No, luego iré hacia allá.

Kevin asintió, algo distraído, mientras seguía con la mirada fija en la pantalla, respondiendo algunos mensajes que Dante supuso importantes, pues sus cejas se fruncían mientras lo hacía.

El cuerpo del músico se tensionó, pues temió que Kevin estuviera siendo advertido acerca de que la verdad de los hechos pronto saldría a la luz. No quería poner en riesgo a nadie más. Mientras ese pensamiento lo rondaba, el rostro de Emilia se le apareció, como un fantasma del recuerdo. Parpadeó rápidamente, algo confundido, y luego sacudió suavemente su cabeza, mientras intentaba enfocar nuevamente su vista en su representante.

—Bien. ¿El concepto para el vídeo te quedó claro? —preguntó Kevin, levemente distraído—. Tienes que terminar de grabar el video para la primera canción del álbum antes de la gira. La voy a atrasar un poco, para que puedas hacerte un examen médico más antes de comenzar el viaje. Después haremos el resto.

Dante asintió sin decir ni una palabra, mientras escaneaba con sus ojos la silueta y el comportamiento de Kevin. Una pequeña molestia se instaló en su pecho. No entendía cómo hacía Rivera para estar delante de él sin siquiera mostrar un mínimo rastro de culpa por sus cometidos. Se preguntó internamente cuántas cosas más habría hecho (como ocultarle información y manipularla a su conveniencia), a lo largo de todos los años en los que había permanecido ingenuamente debajo de la sombra de sus alas, que tenían plumas tan afiladas como navajas. Las probabilidades de que aquello fuera posible eran muchas, y eso le causó tanto malestar, que se llevó la mano a su estómago, sintiendo náuseas. Aquel gesto no pasó desapercibido para Kevin, sin embargo, decidió ignorarlo para contestar una nueva llamada.

Dante se marchó de allí, con la única meta de llegar al baño más cercano. Al encontrarlo, se encerró en uno de los cubículos y comenzó a devolver lo que había ingerido, que era poco, ya que, últimamente, su estómago parecía no querer aceptar bocado alguno. Eso había ocasionado que su peso ideal, el mismo que Kevin le exigía mantener, decayera, y, por ende, su entrenador personal iba a tener más trabajo… Se sentía un poco culpable, parecía que, en el transcurso de los últimos días, le estaba ocasionando mucho trabajo a todos los que lo rodeaban. No quería sentirse una carga para nadie, y eso también le pasaba factura.

—Mierda… —murmuró mientras temblaba, sacando la cabeza del retrete. Su respiración se mantenía agitada y una leve capa de sudor se adueñaba de su frente y cuello mientras cerraba los ojos e intentaba recomponerse, realizando los ejercicios que su hermano Henry le había indicado que hiciera cada vez que sentía que iba a darle un ataque de pánico.

Con las manos temblorosas, intentó sacar el celular de sus pantalones de jean. La desesperación lo invadió, y comenzó a soltar bufidos exasperados. Sintió un dolor punzante en el pecho… y al final lo logró. Desbloqueó el aparato y sus ojos navegaron por la pantalla, leyendo rápidamente los nombres de sus contactos hasta encontrar el que buscaba.

—¿Dante? —se escuchó decir a una voz femenina del otro lado. La respiración agitada del músico fue la única respuesta que ella escuchó—. ¡Mierda! Dime dónde estás, por favor…

Él se llevó la mano al pecho y tomó un puñado de su ropa entre sus dedos apretando la tela de su polo.

—Dis… disco… ahg… Ems…

Al otro lado de la línea se escuchó un golpe y una pequeña discusión apresurada, antes de que la atención de Emilia se volviera a dirigir hacia Dante.

No te preocupes, estrellita —dijo ella con la respiración un poco agitada—. Prometo que llegaré tan pronto como pueda.

Los minutos parecieron eternos para Dante. La suave voz preocupada de Emilia que intentaba calmarlo desde el otro lado de la línea le traía un poco de paz, mientras igualaba su respiración, imitando las acciones que ella le indicaba con paciencia y suavidad. Sus ojos se cerraban mientras comenzaba a relajarse, pero, aun así, no podía dejar de sentir la presión en su pecho.

Joss estacionó su camioneta a pocos metros de la entrada de la discográfica. Él y Emilia observaban a través de la ventana al grupo de fotógrafos que permanecía allí afuera, esperando para capturar en cámara a los artistas. Emilia se removió en su lugar y luego miró a Joss, esperando que tuviera alguna clase de plan brillante que la ayudara a infiltrarse.

El pelirrojo suspiró y rodó los ojos. Abrió la puerta de la camioneta y se acercó, caminando con las manos en sus bolsillos, al grupo de fotógrafos. Emilia salió lentamente de la camioneta, mirándolo intrigada y luego se sorprendió al escuchar cómo su amigo suspiraba y se aproximaba corriendo hacia los paparazzis, captando su atención mientras les gritaba que había visto al famoso y aclamado Dante Mitras, tan difícil de capturar en fotografías o videos en los últimos tiempos. La multitud, bastante desesperada, rápidamente se dirigió hacia el lugar que Joss les había indicado y, cuando la zona estuvo despejada, Emilia se acercó a su amigo.

Sacudió su cabeza con una sonrisa divertida. Luego el pelirrojo le colocó una gorra en la cabeza, para ocultar su identidad y ayudarla a infiltrarse dentro de la discográfica.

—No tardes demasiado, sabes que es peligroso y me vale mierda que sepas dar buenos golpes. Ese tipo, el tal Kevin, es capaz de cualquier cosa —le advirtió.

Ella, consciente de lo que le decía, tragó grueso y asintió.

En cuanto Joss logró distraer a los guardias que custodiaban la entrada, creando un gran alboroto y yéndose a los golpes con algunos de ellos, Emilia se apresuró a adentrarse, sintiendo el corazón en la boca. Los nervios a flor de piel le provocaban mover sus ojos rápidamente, buscando por los alrededores cualquier señal de Dante. Recordó y siguió las indicaciones que él le había dado y logró llegar, finalmente, a la puerta del baño. Tomó el picaporte y entró, cerrando rápidamente la puerta detrás de sí, esperando no haber sido vista.

Caminó mirando los cubículos, hasta que encontró a Dante acurrucado en el suelo, con la cabeza entre los brazos y las rodillas en el pecho, en posición fetal. Algo dentro de ella se sacudió con fuerza y, sorpresivamente, sus ojos se llenaron de lágrimas de angustia por él. No le gustaba verlo tan vulnerable, extrañaba, de cierta forma, el gran carisma que poseía y que lo hacía lucir tan radiante como una estrella. Su estrella.

Emilia se dejó caer a su lado, ignorando el leve dolor en las rodillas. Con cuidado, deslizó una de sus manos sobre el brazo de Dante, sobresaltándolo un poco, ocasionando que elevara la vista para verla. Entonces, como si fuera un resorte, él se sentó y rodeó su cuello con uno de sus brazos, estrechándola en un abrazo desesperado. Emilia se tensó un momento, algo sorprendida, pero luego suspiró y rodeó su torso con sus brazos.

—Lamento hacerte venir —mencionó él, con la voz un poco rota—, sé que te dije que no era justo para ti, pero, ahora mismo… eres lo único real que tengo.

A ella se le apretó el corazón en el pecho y acarició levemente el cuello de él con su nariz, aspirando su dulce aroma y sintiendo su agradable calor corporal. Sus manos, que se deslizaban por la espalda del hombre en un intento silencioso de consolarlo, lograron sentir pequeñas protuberancias, debido a la condición física más delgada del cantante. Quería gritarle por no haberse cuidado, decirle que era un tonto sin remedio, pero un gran nudo se formó en su garganta.

—Te prometí que vendría, ¿no? —apenas fue capaz de decir, casi ahogándose con su propio nudo. Cerró sus ojos con fuerza y sintió cómo él se sacudía levemente, sin lograr contener el llanto. Lo entendía, o al menos, intentaba hacerlo. Estaba aterrado y confundido por los cambios de su vida, los vacíos de su historia y las traiciones de quienes menos hubiera imaginado.

Cuando lo consoló y Dante se calmó, ella le ofreció un poco de papel higiénico para limpiarse el rostro, antes de ayudarlo a ponerse de pie para que pudiera lavarse la cara. El cantante arrastró sus pies con desgana hacia el lavabo y ahuecó sus manos, sintiendo cómo estas se llenaban de agua helada, que luego se arrojó al rostro para intentar, vagamente, detener sus ideas, que iban a doscientos kilómetros por hora. Tembló un poco ante la frialdad del líquido sobre su piel ardiente, y luego suspiró, sosteniéndose del borde del cerámico mientras sentía las manos de Emilia acariciarle la espalda con mucho cuidado y en silencio, acompañándolo.

Dante la miró a través del espejo y suspiró, sin apartar la mirada de sus ojos. Había algo en su mirada que le provocaba retorcijones en el corazón y en los pensamientos, como si Emilia fuera la llave a la solución de sus memorias ausentes, que intentaban regresar a casa cada vez que la veía. Una de las manos de ella acarició su brazo y él apoyó su mano sobre la de Emilia, sintiendo la calidez de esta. Siguió mirándola a través del reflejo para luego enderezarse lentamente, sin soltar su mano ni por un instante. Su brazo derecho se alzó en el aire y su mano se dirigió algo tímida hacia su mejilla, acariciándola con su pulgar, tan suavemente, que a Emilia le ocasionó escalofríos en la piel.

Sus ojos se cerraron por inercia ante la caricia, una pequeña lágrima rodó por su mejilla ante la herida punzante en su pecho, debido a que estaba desesperada por intentar que Dante la recordara. De pronto, el aliento del cantante invadió su espacio personal, sus suspiros chocaban en sus labios y se sintió ansiosa por volver a probar sus besos.

Levemente, ella se movió hacia adelante, rozando sus labios para animarlo a continuar y, casi de inmediato, Dante sujetó ambas mejillas entre sus manos y la acercó a su rostro mojado. Las gotas de agua que se deslizaban por su frente, se mezclaron en aquel beso, que había comenzado a subir de intensidad. Sus labios se movían a un compás rítmico mientras ellos retrocedían, hasta que la espalda de Emilia chocó contra la pared. Un suave y casi inaudible gemido se escapó de entre sus labios ante el contacto, y él aprovechó aquello para poder profundizar el beso y deslizar su lengua buscando la de ella.

Las manos de Emilia se deslizaron por los brazos de él hasta reposar en sus hombros. Suspiros se escapan de los labios de ambos, mientras se dejaban llevar, entre besos y caricias. Dante se apartó un breve momento, apoyando una mano en la pared, a un lado de la cabeza de Emilia, mientras cerraba sus ojos ante imágenes borrosas que aparecían en su mente, donde veía secuencias rápidas de dos personas en una habitación, entregándose mutuamente.

Emilia besó su mejilla y acarició el cabello crecido en su nuca.

—¿Qué sucede? —le preguntó.

—Creo que… creo que recuerdo algo, pero no sé si es real —respondió.

—Dime qué es, quizás pueda ayudarte.

Dante relamió sus labios y abrió sus ojos, encontrándose con la mirada preocupada de Emilia. Apartó su mano izquierda que reposaba en la cadera de ella y la elevó hasta acariciar su mejilla, mientras miraba los labios levemente hinchados y rojizos de ella.

—¿Nosotros ya…? —dejó la pregunta al aire sin terminarla, esperando a que ella lo entendiera.

Emilia soltó una pequeña risa y asintió, mordiendo su labio con suavidad.

—Sí, lo hicimos… y fue… increíble.

El cantante se sintió levemente avergonzado, mientras ella le daba otro beso en la mejilla, y no pudo evitar esconder una sonrisa entre el cuello de Emilia, cuando decidió esconder su rostro allí, para evitar que la mujer pudiese notar el leve sonrojo en su rostro. Daría todo lo que pudiese para recuperar su maldita memoria de una buena vez y poder recordar aquel momento con completa nitidez.

Sin resistirlo, besó el cuello de la boxeadora, causándole escalofríos y provocando que ella inclinara su cabeza para dejarle un poco más de acceso. Sin embargo, un golpe en la puerta los sobresaltó, y ella rápidamente se metió en uno de los cubículos, cerrando la puerta.

El nuevo guardaespaldas de Dante había ingresado, con su característico semblante estoico.

—¿Estás bien? —le preguntó. El cantante se limitó a asentir—. Bien. Kevin te está buscando para ir al set de filmaciones.

Dante suspiró y asintió mientras se dirigía hacia él, para evitar que comenzara a indagar en el baño y descubriera a Emilia.

Cuando los pasos se oyeron lejos y todo quedó en silencio, Emilia soltó un suspiro de alivio y buscó una rápida salida.

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