
Capítulo 24.
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Emilia sintió que el aire se le atoraba en el pecho mientras huía en dirección a la consola donde se encontraba el amigo de Andreas. Le tendió la mano y se la estrechó, en un intento de agradecimiento silencioso y despedida, para salir de aquel lugar. Él la miró entre confundido y divertido por su repentina llegada.
—¿Y esto? —preguntó, algo desorientado, mientras analizaba el comportamiento nervioso y algo torpe de la chica, que había chocado algunas cosas (como el maletín con los micrófonos de repuesto) que tenía a su alrededor,.
—Me largo. Metí la pata —logró decir, y luego soltó su mano, retrocediendo. Él se rio rompiendo con la idea que se había hecho de ella, ya que era como haber visto a dos personas completamente diferentes: la mujer sobre el ring y la mujer que tenía frente a él.
—¿Qué? ¿Tan pronto? —preguntó, medio en burla, medio sorprendido.
Ella dejó salir un gruñido de frustración y asintió, algo avergonzada. No fue capaz de decir mucho más, dado que la voz de Kevin acercándose la alertó nuevamente y se marchó, como si fuera una cobarde, aunque, en realidad, lo que quería era pasar desapercibida para aquel hombre o, definitivamente, arruinaría el otro favor que Andreas le había pedido, el de investigar.
Para poder comenzar la investigación, su nueva dirección de destino fue el lugar donde Andreas le había dicho que podría encontrar a Grayson. Llegó a las afueras del complejo de departamentos y localizó el del guardaespaldas. Sin embargo, al acercarse a la puerta, no se escuchaban ruidos provenientes del interior, por lo que se desilusionó un poco.
Golpeó unas cuantas veces y frunció las cejas. Nadie respondía.
—¿Disculpa? —la voz suave la detuvo y la sobresaltó, haciéndola girar rápidamente sobre sus talones. Una mujer de cabellos rubios, de aspecto frágil, pequeña y delgada, la miraba esperando una respuesta.
—Oh, lo siento. ¿Aquí vive Grayson White? —preguntó, mirando y leyendo la pantalla de su celular, para luego ver como la mujer joven se acercaba a ella, sacando unas llaves de su bolso.
—Sí, así es. ¿Quién lo busca?
La mujer que parecía vestir un uniforme de recepcionista de algún lujoso hotel, abrió la puerta y se quitó los zapatos en la entrada para luego tomarlos con las manos y detenerse debajo del umbral para mirar fijamente a Emilia. En ese momento, Emilia la reconoció. Era la misma recepcionista del hotel en el que ella y Dante habían compartido su primera y última noche juntos, cuando ambos se filtraron a hurtadillas hacia el ascensor.
El fantasma de una sonrisa se hizo presente en sus labios al recordar aquello, pero tan pronto como el recuerdo llegó, la abandonó. Su semblante cambió a uno más decaído y finalmente volvió a levantar su rostro para mirar a la mujer.
—Andreas me pidió que viniera a ver a Grayson, soy… Emilia. Tengo que hablar con él de manera urgente.
La mujer delante de ella elevó su vista mirando detrás de Emilia, llamando su atención. Emilia se movió un paso al costado y la gran silueta de un hombre robusto, con los brazos cruzados, una pequeña barba de tipo candado y una gran cicatriz en su rostro, apareció de pie detrás de ella.
—¿Alguien te siguió? —fue lo primero que le preguntó, con el semblante serio.
Emilia frunció levemente las cejas y sacudió la cabeza negando. No entendía muy bien a qué se debía tanto misterio y paranoia. A pesar de que Andreas le había mencionado que existía la posibilidad de que alguien los estuviera vigilando y controlando, ella, en realidad, no creía que fuera para tanto.
Grayson la invitó a pasar luego de que Leonora se les adelantara para preparar unas tazas de café, sabiendo de lo que debían hablar. El hombre soltó un suspiro, mirando hacia los lados en el pasillo antes de cerrar la puerta y caminar detrás de Emilia. Luego le indicó tomar asiento en la pequeña sala.
A Emilia le sorprendió que Grayson y Leonora llevaran una vida tan sencilla a pesar de la incontable fortuna que estaba segura de que Kevin debía pagarle por proteger las espaldas de Dante. Ella tomó asiento, paseando su vista por los alrededores, notando la combinación de tonos monocromáticos con algún que otro adorno de algún color vibrante. No pudo evitar sonreír al ver cómo la mujer y él congeniaban muy bien, a pesar de las notables diferencias de personalidad entre ambos.
Cuando Leonora le ofreció la taza de café a Emilia, ella la aceptó por simples modales, porque, la verdad era que estaba tan nerviosa que sentía que no podría beber ni una gota de agua.
—Andreas me dijo que posiblemente vendrías a verme, pero me hice la idea de que tardarías más en venir —dijo Grayson.
Estaba sentado delante de Emilia, en un sillón de dos cuerpos, mirándola fijamente, como si estuviera escaneándola de pies a cabeza, intentando descifrar si había algo raro en ella que pudiera ser un indicativo para no poner las cartas sobre la mesa o revelar el as bajo la manga. El guardaespaldas no se permitía confiar en nadie, ni siquiera en él mismo. Por un tiempo había acatado las órdenes de Kevin cuando le había pedido que vigilara a Dante y le notificara sobre cada movimiento que este hiciera. Y eso era algo que traía muy mal a Grayson, pues, como amigo, sentía que había traicionado su confianza.
—También creo que hubiera tardado más, en otras circunstancias —asintió—. Pero esta vez es diferente, no cuento con tiempo suficiente, así que quiero acabar rápidamente con este maldito misterio.
Grayson torció los labios y asintió, estando de acuerdo. Él quería lo mismo y tan pronto como fuera posible. Se puso de pie para buscar un sobre que tenía guardado bajo llave, luego volvió a la sala y dejó el sobre con la información recabada sobre la mesa, deslizándolo frente a Emilia. Ella, algo confundida y curiosa, lo tomó para comenzar a ver el contenido.
—Al principio, me negaba a aceptar otra realidad que no fuera la de que todo había sido mi culpa, pero con el pasar de los días y examinando todo en detalle, me di cuenta de que algo estaba mal —comenzó a decir, mientras Emilia comenzaba a ver las fotografías tomadas en la escena donde se había desarrollado el accidente, y sentía su corazón retorcerse en su pecho al ver las horrorosas imágenes. Por las condiciones en las que había quedado su camioneta, dedujo que Dante se había salvado de milagro.
—Entonces, no fue un simple accidente… —murmuró ella, mientras seguía mirando las fotografías.
Grayson asintió y soltó un suspiro mientras apoyaba sus codos sobre sus rodillas, inclinándose levemente hacia adelante para ver claramente sus reacciones.
—Estoy seguro de que revisé bien esa camioneta antes de que Dante saliera hacia Las Vegas —dijo, una vez más—. Y también estoy seguro de que esto fue ocasionado. No como un asunto de venganza, más bien como un intento desesperado de detener a Dante para que no se desviara del objetivo que debía cumplir.
Emilia se detuvo un momento mirando a Grayson, analizando sus palabras, mientras comenzaba a unir en su mente las piezas sueltas del rompecabezas.
—Rivera… el representante de Dante —dijo, sorprendida, en un murmuro. Jamás hubiera pensado que aquel hombre exitoso fuera capaz de cometer semejante crimen. Sabía de sobra que la discográfica era un mierdero por cómo intentaban controlar la vida de Dante sin importar cómo aquello podía afectarle en un futuro, pero… ¿llegar a esos extremos?
—Sí, pero Kevin no lo hizo solo. Jamás podría… —mencionó Grayson, y al mismo tiempo, Emilia, mirando nuevamente las fotos, encontró la imagen de un hombre que ella conocía perfectamente bien. Sintió que la sangre se le drenaba y un malestar muy grande la invadía, con la sensación de que el cuerpo se le entumecía y un frío irracional la abrazaba sin ánimos de soltarla.
En la fotografía, se podía apreciar claramente el rostro imperturbable de Dylan, con una capucha, saliendo de un bar. Emilia tembló de ira y tomó la fotografía arrugándola entre sus manos mientras sus nudillos se volvían blancos. Grayson no pasó por alto aquello y a pesar de que dudó en seguir hablando, se animó a sí mismo a continuar con lo que ya había comenzado.
—Los primeros oficiales que asistieron al lugar y afirmaron que había sido una falla mecánica, fueron comprados por Kevin. Si bien gracias al investigador contratado por la familia obtuvimos una pista que fue la detonante para confirmar que a Dante lo chocaron, poco después de haber escuchado sobre estos indicios, Kevin también lo compró.
Grayson siguió hablando, relatando cómo se fueron dando los hechos de la investigación. Emilia ya no podía escucharlo atentamente, pues su vista estaba fija en la madera de la mesa ratona, apretando fuerte la fotografía, imaginando que se trataba del cuello de Dylan.
—Creo que este hombre, Dylan Shaplen, fue la conexión clave para que Kevin encontrara a los sujetos adecuados para hacer semejante trabajo. Al principio no tenía idea de cómo ambos podrían conocerse, pero creo que ahora lo entiendo… lo conoces, ¿cierto?
La pregunta del guardaespaldas la trajo a la realidad en un parpadeo. Emilia lo miró, entre ligeramente avergonzada y muy enojada.
Irremediablemente, comenzaba a culparse sobre todo lo ocurrido con Dante. Aunque no quisiera, podía ponerse en los zapatos de Kevin y entender el hecho de que quería hacer hasta lo imposible para recuperar a su artista de oro a quien, poco a poco, comenzaba a perder gracias a la influencia de Emilia… Pero, ¿y Dylan? Ese patán no era más que un viejo amor del pasado tan destructivo que había vivido. Creyó poder mantenerlo a raya cuando presentó una orden de alejamiento para que no siguiera hostigándola. Si ella no se hubiera metido en el camino de Dante, quizás si se hubiera mantenido al margen… ¿Habría logrado preservar su vida y su carrera?
Emilia sacudió su cabeza y miró el papel arrugado entre sus puños.
—Fue hace mucho tiempo… —murmuró sin atreverse a mirar a Grayson, comenzando a sentir cómo sus pensamientos la asediaban, haciéndola sentir responsable del dolor de Dante y su familia.
Grayson suspiró y la miró con un poco más de suavidad que antes, mientras sentía que Leonora lo miraba desde la cocina y asentía, animándolo a seguir hablando.
—No fue tu culpa, Emilia.
La voz del guardaespaldas fue como un salvavidas y los frágiles brazos de Leonora, que la rodearon tomándola por sorpresa, fueron como un soplo de aire fresco. En ese momento, Emilia comenzó a llorar, sintiéndose frustrada por la situación, pero aliviada de que al menos Grayson, la persona más allegada de Dante, pensara eso.
—Kevin siempre ha sido un embustero con todos sus artistas, manejándolos a su antojo como si fueran títeres, desechables cuando ya no puede exprimirlos más para tener ganancias —dijo con desprecio—. Y durante mis primeros años, fui participe de eso —en la mirada de Grayson se podía ver genuino arrepentimiento por las obras de su pasado—. Pero ahora quiero mi redención, así sea lo último que haga. No voy a descansar hasta obtener todas las pruebas necesarias para poder ponerle fin a todo su maldito teatro —dijo, con seguridad.
Leonora asintió, apoyándolo, mientras se levantaba para ir por unos pañuelos y luego regresar para ofrecerle uno a Emilia, quien parecía haber descorchado la botella de sus lágrimas, porque no podía retenerlas más.
—¿Cómo puedo ayudarte? —preguntó ella, intentando en vano limpiarse las lágrimas y dejar de llorar, pues las caricias de Leonora la hacían temblar y seguir desahogándose, como si fuera el abrazo de una amiga de toda la vida.
Grayson ladeó un poco la cabeza.
—No sé si hago lo correcto al pedirte esto, pero… —se detuvo un momento, suspirando y pensando en si lo soltaba o no. Finalmente aclaró su garganta y asintió para sí mismo—. Ya que conoces a Shaplen… me ayudaría muchísimo que intentaras averiguar cualquier dato sobre él sin levantar sospechas que puedan alertar a Kevin. Sé que Rivera no cometería errores, pero no estoy seguro de lo mismo con respecto a Dylan.
Emilia miró furiosa la fotografía arrugada en sus manos y asintió, aceptando lo que Grayson le pedía.
—Déjamelo a mí, me encargaré de esa maldita escoria humana —fue todo lo que le dijo, apartando sus últimas lágrimas.
Se quedó unas horas más en aquel lugar, planificando algunas cosas con Grayson y agradeciéndoles a ambos por todo, para luego ponerse de pie y marcharse de allí.
La ira en su mirada era ardiente y flameante, de fuego.
Suspiró y sacó el celular de su bolsillo, marcando el número de su mejor amigo.
—¿Jo-Jo? —preguntó, y no le dio tiempo a responder—, necesito que esta noche me hagas un favor…
Escuchó la buena predisposición de su amigo al otro lado de la línea y siguió hablando con él sin entrar en muchos detalles, mientras se subía a la camioneta para ir a su departamento a cambiarse de ropa.
Dylan no se iba a salir con la suya.
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