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Capítulo 23.

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El lunes comenzaba preparándose para ser un día soleado y lleno de aventuras nuevas para Emilia. Mentiría si le dijera a quien sea que estaba calmada y entusiasmada por lo que le deparaba el día, cuando la realidad era que estaba nerviosa y asustada. No pudo evitar replantearse el hecho de que había aceptado los dos favores de Andreas y ahora se encontraba dando comienzo al patético plan que consistía en diez fases para ayudar a Dante a recuperar su memoria o para que, al menos, se volviera a enamorar de ella. Anhelaba con todo su corazón que cualquiera de las dos cosas sucediera, ya que estaba segura de que, con cualquiera de ellas, el resultado sería el mismo: se reanudaría su historia de amor, que había quedado accidentalmente en pausa.

Para comenzar, tenía que cumplir el paso uno de su plan: atraer su atención, y tener paciencia y comprensión.

Si bien se habían visto aquel día en el que ambas familias habían decidido cenar juntas, ahora que sabía que Dante se encontraba en una situación difícil y necesitaba tiempo para adaptarse a su nueva realidad, necesitaba crear un nuevo encuentro, un poco más amistoso. Para ello, Andreas había dicho que iba a ayudarla, un poco, al cumplir el rol de un pequeño puente entre ambos.

Emilia sujetó con fuerza el pase VIP que Andreas le había conseguido para facilitarle la posibilidad de poder infiltrarse en las instalaciones del escenario donde se llevaría a cabo la primera presentación de Dante después del accidente —algo prematura, a su parecer—. Acomodó la gorra negra que llevaba sobre la cabeza para ocultar su rostro de algunos integrantes del equipo de sonido y seguridad que merodeaban por allí y, por supuesto, de los paparazzis, que aún seguían intentando obtener una entrevista exclusiva con ella desde que había dejado el ring. 

Al pasar, no pudo evitar detenerse detrás de un grupo de personas que se arremolinaba alrededor de una caja de la que tomaban camisetas negras que decían Staff. Esperó pacientemente, hasta que una chica desconocida le pasó una camiseta, creyendo que era parte del equipo. Sonrió, se colocó la camiseta y se dirigió a donde se encontraba el equipo de sonido preparando el escenario para la tan esperada noche del regreso de Dante.

Emilia estaba realmente impresionada de que hubiese tantos fanáticos esperando por volver a ver al cantante. Sabía que era bueno y que tenía un amplio grupo de seguidores, pero nunca se imaginó que todas las entradas se hubiesen agotado dentro de la primera hora. Casi podía figurarse las largas filas de gente afuera de aquel lugar, esperando entrar y presenciar un show que, sabía de sobra, sería espectacular.

Según había investigado en internet y confirmado de la boca de Andreas, Dante siempre daba los mejores conciertos porque el equipo de sonido y ambientación eran de última generación y todo siempre era meticulosamente planificado por el experto Kevin Rivera. Algo no le cuadraba a Emilia con ese hombre. Solo lo había visto en televisión y en fotografías, y ya podía notar la soberbia en sus ojos, el afán por seguir siendo el mejor y que su nombre sea pronunciado en la boca de las personas durante generaciones enteras. Además, recordaba cómo Rivera controlaba la vida de Dante a su antojo, y ese era suficiente motivo para detestarlo.

Algo intranquila con ese pensamiento, se acercó a uno de los amigos de Andreas que, con indicaciones previas del mismo, sería su cómplice en ese lugar.

 —Dante aún no ha llegado —le mencionó el amigo de Andreas al verla acercarse. Era un tipo alto y fortachón, con una espalda ancha y unos brazos fuertes para poder levantar los grandes y pesados parlantes que estaban acomodando por todo el escenario.

Emilia asintió y soltó un suspiro, un tanto nerviosa, mientras agitaba las manos para ventilar el leve sudor que comenzaba a aparecer en sus palmas.

—Genial, creo que está todo listo, ¿verdad? —preguntó, mientras se detenía a su lado. Con las manos en su cadera, frunciendo sus cejas, miró la amplia consola frente a ellos. Jamás en la vida había estado frente a una y, al ver tantos botones para presionar, la ansiedad por querer apretarlos todos le hizo picar los dedos. Respiró hondo y apartó la mirada, concentrándose en el amigo de Andreas, que asentía mientras prestaba atención a una pantalla donde había gráficos y cosas escritas que ella no entendía.

 —Le dije a Andreas que esta podría ser una pésima idea… —murmuró y luego miró a Emilia—. Quiero decir, no es que… —carraspeó su garganta y miró hacia el frente.

Ella lo miró, levemente insegura.

El amigo de Andreas tomó una bocanada de aire, meditando en sus palabras para no parecer tan torpe delante de ella, de quien, a decir verdad, era un admirador. La había visto pelear muchas veces.

—Me refiero a que podría haber buscado otra manera. El concierto es en tres días… —explicó—. Si algo sucediera…

—Sí, pero eso no ocurrirá —interrumpió ella, mientras miraba hacia otra parte.

Su cuerpo se tensó de repente, siendo consciente de lo que sus ojos se encontraban mirando en ese momento. La silueta del cantante finalmente había aparecido en escena. 

Dante se encontraba recorriendo el escenario, con aires de supervisar todo y comenzar con las pruebas de sonido, pero la verdad era diferente. Él estaba aterrado hasta los huesos. La simple idea de estar sobre el escenario tan pronto, no le parecía correcta. Y no se trataba de que le estaba gustando quedarse y descansar en casa, sino del miedo a equivocarse en las letras, porque no recordaba nada de su último lanzamiento. Había tenido una pequeña discusión con Kevin al respecto. Él le aseguraba que todo saldría bien, porque para eso Dante había estado ensayando las letras nuevas, y que, si no las recordaba, podía recurrir a ver las pantallas ubicadas en lugares estratégicos, donde pasarían las letras de las canciones por si llegaba a olvidarlas en medio del show. Pero el miedo de Dante iba, quizás, más allá de eso. Le daba ansiedad enfrentarse a un escenario con tantas personas que tenían tan altas expectativas debido a su regreso. Además, su brazo aún seguía con el yeso, así que se vería raro en el escenario.

El cantante saludó a algunos miembros del staff que se encontraban acomodando los cables arriba del escenario y también intercambió una serie de conversaciones con los músicos, que lo animaban a dar lo mejor de sí.

Emilia sonrió desde donde estaba, y no pudo evitar suspirar ante el leve fruncimiento en las cejas de Dante. Se veía muy tierno estando nervioso, mirando en diferentes direcciones. Para suerte de ella, aún no había notado su presencia.

El amigo de Andreas se movió hacia un costado, buscando el micrófono de Dante y luego se lo entregó.

—Suerte —fue todo lo que le dijo a Emilia, y apuntó en dirección al cantante, el cual había bajado un momento del escenario y hablaba por llamada telefónica.

Emilia suspiró y asintió, en un impulso de valentía que, poco a poco se iba escurriendo como el agua por un colador. Sacudió su mano libre en el aire y maldijo internamente, mientras comenzaba a caminar más lento hasta quedar detrás de él.

—Hey, Daniel… ten tu micrófono —dijo ella, fingiendo confundir su nombre. Dante se giró sobre sus talones, algo turbado, mientras seguía hablando por teléfono. Apoyó el aparato en su hombro para sostenerlo mientras estiraba su brazo bueno para tomar el micrófono. Mirándola bien, casi estuvo seguro de haberla visto antes.

—O-oye, espera… —dijo y se apresuró a seguirla, finalizando abruptamente su llamada. Con algo de torpeza, guardó el teléfono, sostuvo el micrófono con la mano del brazo enyesado, y tomó el brazo de Emilia para detenerla. Ambos temblaron en contacto con el otro y se miraron fijamente a los ojos, sintiendo que el entorno a su alrededor se había silenciado y detenido.

Mientras Emilia se alegraba de que aquello tan simple hubiera funcionado, Dante tembló ligeramente —aunque fue notorio para ella—, y la soltó, avergonzado por el impulso que había tenido.

—N-no me llamo Daniel —respondió abrumado—. Soy Dante.

Se le hizo extraño que, siendo que su nombre estaba por todos lados, ella se confundiera. La idea de que había vivido dentro de una botella durante todo ese tiempo, no le parecía la mejor opción, aunque fuera posible, ya que era consciente de que no todo el mundo tenía el mismo gusto musical, así que, por más famoso que fuera, si ella nunca se hubiera interesado en su música, era obvio que no lo conocería. Sintió una ligera molestia… ¿de verdad nunca había escuchado alguna de sus canciones o lo había visto en las redes sociales?

—Ah… lo siento, entonces —se limitó a responder Emilia—. Es que soy nueva…

Dante ladeó la cabeza como un tierno cachorro que no entendía una orden y luego sonrió, al escanear más a fondo el rostro inconfundible.

—Tú estuviste en mi casa hace unos días —dijo—. Eres… ¿la hija de Malcolm?

—Oh, así que me recuerdas… soy Emilia —dijo ella, sonriendo levemente.

—Soy Dante —repitió otra vez, y ella se rio ante las maldiciones que él soltó por lo bajo, al darse cuenta de que no sabía lo que decía debido a los nervios que sentía.

—Sí, creo que ya me lo dijiste —respondió y soltó un pequeño suspiro. Observó sus ojos de ese color tan llamativo que le encantaba y sintió el deseo de poder abrazarlo y hasta, quizás, besarlo. Pero se contuvo. «Santo Padre…» pensó. Realmente se contuvo.

—Conozco a muchos del equipo de sonido, pero creo que nunca te había visto —mencionó Dante, intentando mantener una conversación, mientras pasaba los dedos de su mano buena sobre el micrófono, intentando disipar sus nervios.

—Soy nueva —repitió ella riendo, y se cruzó de brazos—. En realidad, le estoy haciendo un favor a alguien.

Dante ladeo la cabeza, pensativo, preguntándose de quién podría tratarse. Se detuvo a mirar el micrófono un momento y, antes de que pudiera frenar su lengua, volvió a hablar.

—Y… ¿vas a quedarte solo por este show o vas a acompañarnos a la gira? —preguntó,  dirigiendo nuevamente su atención a ella.

Emilia frunció sus cejas, algo confundida. Ella no tenía idea de que iba a haber una gira luego del show, y eso la puso con los nervios de punta. ¿Qué tal si ahora debía modificar todo su plan? ¿Y si ya no lograba pasar el tiempo suficiente con él para cumplir con el favor que le hacía a Andreas?

—Oh… ¿vas a hacer una gira después del show? —preguntó—. ¿No es demasiado pronto? Digo… Como mi padre es amigo de tu madre, supe lo de tu accidente.

Dante hizo una mueca y rascó levemente su muñeca.

—Creo que sí. Pero mi representante dice que es la oportunidad perfecta.

—Pues, ¿quién diablos se cree que es? —dijo, abriendo la boca por accidente, sonando molesta—. Te lo dije. Te dije que ese imbécil solo iba a causarte problemas y que debías detenerlo.

Su voz sonaba exasperada, mientras sacudía su cabeza con evidente molestia y frotaba su cabello, soltando maldiciones por lo bajo. Cuando se dio cuenta de lo que decía, se detuvo. Se quedó helada en su lugar, deseando que la tierra se la tragara. Había mandado por la borda todos sus planes por abrir la boca por demás. «Dios, ¿qué estabas haciendo cuando debías cerrarme la boca?», pensó, mirando al techo.

—¿De qué estás… hablando?

Sus cejas se fruncieron mientras la miraba, confundido por aquellas palabras que le indicaban que esa no era la primera vez que ambos habían entablado una conversación. Deseaba poder hablar más. Ahora tenía un millar de preguntas al respecto de quién era ella realmente y qué rol cumplía en su vida. Porque ahora sospechaba que debía de tratarse de alguien importante, como para que, tanto ella como el niño, del cual no se había olvidado, reaccionaran huyendo de la casa de su madre al descubrir que había perdido la memoria. Las cosas no le cuadraban en absoluto y se sentía como un tonto por no poder darse cuenta de algo que le parecía realmente obvio, a pesar de que no lograba entender nada.

Había cosas que sabía que le ocultaban por diversos motivos, desde Kevin hasta su propia familia, y eso era algo que lo frustraba. Sabía que, quizás, Grayson podría saber muchas cosas, pero su madre no quería verlo cerca de él, así que Kevin lo envió a trabajar con otro artista. Uno más novato y menos problemático.

Emilia abrió su boca, a punto de mandar todo al cuerno y confesar la verdad. ¿Por qué debía ser tan cuidadosa? ¿Por qué no decía las cosas tal como eran? Era injusto para Dante que todos decidieran por él qué recuerdos sí, y cuáles no podía tener. Ella no iba a controlarle la vida como los demás estaban haciendo y ahora se daba cuenta de ello, sin embargo, no fue capaz de decir nada más, pues escuchó voces que se acercaban cada vez más a ellos.

Podía reconocer que se trataba de Kevin, porque había escuchado a alguien llamarlo por su nombre, y antes de que él llegara, Emilia miró a Dante algo abrumada por los nervios de ser descubierta y por la verdad revelada a medias.

—Te prometo que te lo contaré todo, Dante… —murmuró mientras tomaba su muñeca y dejaba un pequeño papelito con su número telefónico garabateado allí, en la palma de su mano. 

—E-espera…

Dante parpadeó, aún más confundido, y todo lo que pudo ver fue cómo ella se alejaba rápidamente, mezclándose entre la multitud.

—¿Qué estás haciendo ahí? —preguntó Kevin.

El muchacho escuchó la voz de su representante y se sobresaltó al verlo con los brazos cruzados, de pie detrás de él. No pudo evitar tragar grueso y guardar, con disimulo, el papel en el bolsillo de su pantalón. No sabía por qué, pero algo dentro de él le gritaba que no dejara que Kevin descubriera que había hablado con Emilia.

Dante sacudió el micrófono en el aire y sonrió intentando distraerlo.

—Vine a buscarlo.

Kevin lo miró, sintiendo sospecha, y luego sacudió la cabeza y soltó un suspiro, frotando su frente.

—Cómo sea, súbete al escenario de una vez, para comenzar con los ajustes de sonido.

Dante no le dio oportunidad a que se lo dijera dos veces y se apresuró a subirse al escenario, sintiendo que el pequeño papelito arrugado en su bolsillo, pesaba una tonelada.

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