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Capítulo 12.

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Cansado de ensayar, Dante se apartó del micrófono que tenía frente a él y se levantó de su silla para encaminarse a un pequeño mueble de vidrio donde había algunas botellas de agua y algunos aperitivos para el consumo entre cada descanso de él y los músicos que lo acompañaban, ya que solían pasar horas y horas ensayando.

—Buen trabajo, chicos —los felicitó, mientras comenzaba a beber agua.

Ellos asintieron en su dirección e inmediatamente imitaron su acción, algunos tomaron unas botellas y otros decidieron aprovechar para consumir algún snack.

—Dante, ¿qué creés que haces? —se escuchó a través de los parlantes.

El mencionado miró hacia la izquierda ante el tono severo, unos grandes ventanales dejaban visualizar el cuarto de controles y la silueta enfadada de su representante que aflojaba su corbata color coral. Kevin parecía un león rugiente y hambriento, a punto de saltar desde la ventana para sujetar a Dante por el cuello del polo azul que llevaba ese día y sacudirlo como un sonajero, tratando de hacerlo entrar en razón.

Faltaban tan solo horas para el estreno de su nuevo álbum y Kevin quería que todo estuviera en perfecto orden, quería que Dante practicara más sus nuevas letras para el concierto que tendría que dar a fin de mes y luego debían hacer un checklist con todo lo necesario para la gira mundial que comenzaría a fin de año.

—Hoy no me siento bien, siento una molestia en la garganta —mintió sin pestañear—. No puedo seguir forzando mi voz, voy a dañar mis cuerdas vocales.

Kevin suspiró pesadamente y mientras llevaba su mano derecha a su cadera y la mano izquierda a su rostro, refregando el mismo en señal de frustración; miró hacia abajo e intercambió un par de palabras con la persona a cargo de los controles, la misma que al parecer le había dicho algo que a su representante no le había agradado en absoluto y que por resignación se había limitado a asentir, para después salir rápidamente de aquella habitación, no sin antes solicitar la presencia del cantante en su oficina.

Dante escuchó a sus espaldas como el equipo de músicos, que lo habían acompañado durante gran parte de su carrera musical, se reían de él y bromeaban al respecto y, a pesar de que él quería bromear también, no pudo hacer nada más que una mueca torcida hacia abajo que detuvo a sus compañeros. Estos lo miraron un poco preocupados, quizás no eran los mejores amigos porque ellos solían intercambiarse entre solistas cuando algún músico hacía falta pero lo conocían lo suficientemente bien como para saber que algo no estaba bien en él.

El solista agradeció una vez más a su equipo y tomando su celular que reposaba sobre la silla donde antes estaba sentado, se dirigió a la salida mientras miraba el suelo. No tenía ánimos para enfrentar a Kevin y escuchar lo que sea que tuviera para decirle, estaba más que seguro de que no se trataba de nada bueno y consideraba que era demasiado pronto para amargarse la tarde que recién comenzaba.

Golpeó ligeramente la puerta con sus nudillos y aguardó a que el creador de aquella disquera le diera la autorización para ingresar. Cuando éste lo hizo, Dante inhaló fuertemente y contuvo la respiración mientras contaba hasta cinco y luego dejaba escapar el aire, al mismo tiempo que pensaba en poner su mejor cara.

—¿Qué ocurre, Kevin? —preguntó.

Mientras, tomaba asiento en uno de los sillones de cuero negro que se encontraban frente a una mesita rectangular. La secretaria de Kevin le ofreció una pequeña taza de té a lo cuál él aceptó para no ser descortés. Odiaba aquel té nefasto que habían conseguido de oferta al por mayor en algún proveedor que tenía su mercancía en alguna bodega infestada de ratas.

Kevin no soltaría ni dos centavos por algo de buena calidad, era un tacaño de primera. Le gustaba viajar por el mundo e ir a los mejores restaurantes de cada capital, porque él solo viajaba a las capitales, lugares altamente poblados y con tiendas de primeras marcas; incluso Dante sabía muy bien que Kevin guardaba sus mejores reservas de unos buenos granos de café colombiano de su último viaje, bajo llave en un mueble al lado de su escritorio, pero sólo cuando se trataba de él mismo y de algún gran inversor, gastaba el dinero suficiente para impresionar. El resto, debían de tomar té amargo y de agua entibiada porque ni siquiera quería gastar electricidad para encender la hervidora. No se sorprendería si luego reutilizara el saquito de té que estaba hasta el fondo de la taza que la secretaria había dejado sobre la mesita.

—Lo mismo quiero saber, Dante… —comenzó a hablar, mientras se ponía en pie y se acercaba hasta el mencionado, tomando asiento frente a él.

Colocó sus brazos sobre el respaldo del sillón de tres cuerpos y apoyó su espalda sobre esta, mientras cruzaba su pierna derecha por sobre la izquierda y agitaba suavemente la punta de su pie. Estaba impaciente e irritado, lo podía notar en su mirada mordaz que parecía querer perforarle el cráneo, hasta en la quijada le podía ver como se le tensaba la mandíbula al apretar los dientes.

—No sé de qué me estás hablando —respondió con simpleza, haciendo la vista gorda.

Aquello pareció ser el fuego que encendió la mecha de Kevin, quien saltó de su lugar y comenzó a caminar de un lado a otro a punto de agujerear el suelo.

—¡Y te haces el tonto! —exclamó colérico—. Te dije cientos de veces que debías aparecer en público junto a Marie, ¿qué has estado haciendo durante estas semanas?

Dante ocultó una sonrisa al recordar sus días junto a Emilia y simplemente rascó su nuca mientras miraba el fétido líquido verdoso en la taza de cerámica blanca.

¿Debía de responder sí o sí?, porque no deseaba hacerlo.

—Estuve ocupado, buscaba inspiración para mis nuevas canciones —mintió a medias.

Kevin apretó el puente de su nariz mientras su mano derecha se posicionaba en su cintura—Dime quién es.

—¿De qué hablas? —una leve sonrisa se formó entre sus labios con algo de diversión.

—Dime quién es esa mujer y el niño. ¿Qué hacías con ellos en el parque?, ¿por qué diste un concierto de caridad sin mi consentimiento?, ¿por qué fuiste al recinto deportivo?

A Dante se le iba distorsionando la sonrisa con cada pregunta que Kevin le hacía, era como una ametralladora con municiones infinitas y tampoco tenía idea de que él supiera aquellas cosas. Quizás Grayson le podría haber dicho, pero sabía que su guardaespaldas no lo traicionaría de aquella manera, aún así, la duda no pudo salir de su interior dado a su inseguridad.

—¿Grayson te lo dijo? —preguntó sin llegar a morder su lengua.

—¿¡Grayson lo sabía!? —le gritó.

Dante sintió que había metido la pata, por lo que rápidamente negó e intentó corregir lo que había dicho para no involucrar al hombre que había estado a su lado la mayor parte del tiempo, el único al que parecía importarle dentro de aquella industria, a pesar de que no se lo demostraba con palabras. Grayson era más de acción.

—¡No, él no tenía idea! —lo defendió Dante, mintiendo descaradamente—, solo intentaba adivinar.

—Pues fue tú estupidez la que te delató. El fotógrafo que compramos de la revista Acordes Ocultos, me envió unas fotografías —le confesó—. De no ser porque eres mi estrella favorita, hubiera dejado que seas comidilla de tiburones pero te salvé el pellejo una vez más.

—Gracias, Kevin… —murmuró recuperando el aliento.

Sintió que el alma le había regresado al cuerpo, no quería involucrar a Emilia en todo aquello porque ellos, lastimosamente para él y su prematuro enamoramiento, no eran nada. Ni ella ni Edward se merecían estar envueltos en un escándalo de gran magnitud, porque todo lo que implicaba la vida de Dante y estar a su lado, solo ocasionaba grandes escándalos. Incluso se había mudado de ciudad para que los paparazzis dejaran de molestar a su familia, intentando indagar más sobre la vida privada de Dante. Se sentía triste por ello, porque amaba a su familia y los extrañaba.

—¿Cuál, “gracias”? —Kevin intervino sus pensamientos—, ¿tienes idea de la fortuna que acabo de gastar para comprar el silencio de todos los paparazzis? —le preguntó con enojo—. Esto fue un intercambio, una noticia por otra. Te quiero mañana cerca del mediodía en la consulta médica de Marie y más te vale que les des de qué hablar.

—Pero eso es injusto, Kevin, yo no….

—¡Injusto mis pelotas! —lo tomó por el cuello del polo y rechinando sus dientes lo miró fijamente—, no arruinarás todo tu éxito por una don nadie. No me importa quien sea ella, si es un viejo amor del pasado o uno nuevo; irás con Marie y la llevarás a un lugar público, me da igual el que elijas, pero la llevarás y la besarás tanto que tus labios quedarán tan hinchados que ni un alfiler pasará por ellos, ¿me oíste?

Dante lo empujó molesto y se alejó varios pasos bajo la sorprendida mirada de Kevin mientras negaba con su cabeza. Jamás haría eso, ni aunque se lo rogara de rodillas. No podía hacerle tal cosa a Marie ni al padre del bebé porque éste la amaba y Dante sabía muy bien que sus sentimientos eran correspondidos, sólo que Marie sabía actuar muy bien y fingía demencia para no aceptarlo.

El cantante se marchó de allí, ignorando las advertencias de su representante, escuchando sus chillidos histéricos a la distancia. Sintió que el pecho se le apretaba y la respiración se le atoraba a medio camino. Una leve capa de sudor le cubrió la frente y la espalda baja, le estaba dando un ataque de pánico.

Como pudo, salió de aquel lugar con pasos torpes llamando la atención de Grayson que estaba apoyado sobre la camioneta, terminando su cigarrillo matutino. Arrojó la colilla al suelo y la pisó mientras se acercaba a Dante para ayudarlo a subir a la camioneta, la misma estaba en el estacionamiento privado del edificio, el que se encontraba en el subsuelo para evitar que los artistas sean identificados cada vez que se iban de allí. Todas las camionetas eran exactamente iguales, negras y blindadas para mayor seguridad.

—Llévame al hotel —fue todo lo que pudo decirle.

Se recostó y cerró sus ojos mientras se colocaba la botella de agua fría, que había en la mini nevera dentro de la camioneta, sobre su mejilla y frente, alternando entre una y otra para luego beber un gran trago.

Al haber llegado al hotel después de un trayecto de más de media hora, se bajó siendo escoltado por Grayson, quien se mantuvo en silencio en todo momento. Dante ignoró a la recepcionista que lo había recibido con una amable sonrisa, la misma que se esfumó al ver al guardaespaldas que le había dirigido una mirada ruda como si le pidiera silenciosamente, que cerrara la boca.



Dante M.:
Tú lo sabías, ¿cierto?

Marie:
Perdóname, no pude hacer nada.
Marcella y Kevin estuvieron completamente de acuerdo en esto.

Dante M.:
Esto es una mierda, no lo haré.



El cantante arrojó su celular al pie de su cama y desabotonó su polo sintiéndose asfixiado, caminó de un lado a otro en la habitación mientras tenía sus manos apoyadas sobre su cintura, pensando y planteándose alguna manera de salir de aquel lío. Aún tenía un par de horas para pensar en algún buen plan que evitara aquel suceso al que lo estaban orillando.

Sintiéndose incapaz de pensar en una escapatoria que aparentaba no ser intencional y que le salvara el pellejo, se arrojó de espaldas sobre la cama y miró sobre él, el cielo raso con molduras de yeso en las esquinas le resultaba mucho más interesante que las notificaciones que estaba recibiendo en ese momento. Por un lado supuso que se trataba de Kevin, quién no se iba a rendir fácilmente, por otra parte, se imaginó que Marcella le había arrebatado el celular a Marie y había leído su último mensaje. De lo que sea que se tratara, no tenía intención absoluta de responder. Estaba agotado física y mentalmente.

Cerró sus ojos luego de un suspiro y su agotamiento era de tal grado que se quedó dormido de inmediato.

Él no era como la mayoría de los famosos que estaban envueltos en escándalos o que se viera a diario en la vía pública, Dante era más como un prisionero pero a gusto. Le gustaba estar rodeado de sus sólidas paredes de su habitación, refugiado de los paparazzis entrometidos y de los fanáticos que no respetan su privacidad, amontonándose a su alrededor como corderos siguiendo a su pastor.

Para cuando volvió a despertarse con unas leves sacudidas en su hombro, lo primero que visualizó fue la silueta borrosa del rostro de Grayson.

—Es la hora del lanzamiento, arriba —le dijo.

—¿Los de multimedia ya tienen todo listo? —preguntó luego de suspirar y sentarse en medio de la cama.

—Sí, ya te enviaron todo lo que necesitas para publicar en tus redes sociales —le informó.

Dante se colocó de pie y se dirigió hacia su armario para buscar una sudadera, se quitó el polo que traía puesto y deslizó por su cabeza un canguro de algodón extra grande y de color negro que tenía unas letras y dibujos blancos.

Cuando estuvo listo, lavó su rostro e hizo una pequeña rutina de limpieza antes de despeinarse el cabello y dirigirse hacia la sala donde se encontró que Grayson ya había preparado una cámara sobre un trípode, globos y algunos aperitivos para que pudiera comer mientras hacía un video en vivo con sus admiradores.

En el momento en el que la cuenta regresiva comenzó y finalmente se lanzó el nuevo álbum que había titulado “Susurros de amor”,  el mismo se trataba de un álbum que combinaba la pasión del rock con letras románticas y melodías suaves. Cada canción era como un susurro al oído, una declaración de amor, y una invitación a dejarse llevar por el poder de la música.

En la portada, Dante se encontraba en un escenario íntimo, rodeado de velas y con una guitarra acústica en sus manos. La iluminación tenue resaltaba su expresión apasionada y su conexión con la música.

Era su primer álbum de este tipo y se sentía orgulloso de cada una de sus siete canciones que lo componían, sobre todo porque había decidido hacer unos cuantos cambios debido a su más reciente fuente de inspiración. Luchó contra viento y marea, Kevin se lo quería comer vivo por ello, pero finalmente lo había logrado y estaba satisfecho con el resultado.

Después de su interacción con sus fanáticos, Dante se sentía satisfecho con los resultados, Grayson lo felicitaba por su nuevo éxito que estaba arrasando en cada plataforma, posicionándose entre los primeros puestos en diferentes categorías de ranking.

—¡Esto merece una celebración!, ¿no lo crees, Grayson? —le preguntó entusiasmado.

El mayor suspiró y asintió levemente—Supongo que tienes razón.

—¡Vamos, ponte guapo que nos iremos de fiesta! —exclamó.

Su guardaespaldas soltó un quejido que pasó desapercibido debido a que el cantante no le prestaba la mínima atención y por el contrario, salía disparado hacía su habitación para cambiar su ropa por algo más elegante. Una camisa negra de mangas largas y unos pantalones entallados del mismo color, junto con un par de botas y unos collares plateados con forma de cadena fueron parte de su nuevo vestuario. A la pasada tomó su chaqueta de cuero negro y en su celular recibió las notificaciones de los mensajes de sus familiares y amigos que lo felicitaban. En el grupo que tenía junto a los músicos, acordaron encontrarse en una discoteca muy famosa y exclusiva de la ciudad.

Definitivamente, Dante disfrutaría de aquella noche como si fuera la primera vez luego de pasar muchos años en prisión.

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