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𝟐𝟓: la verdad

Elena se sentó en el borde de la cama, con la espalda ligeramente encorvada, como si el peso de lo que estaba a punto de decir se apoyara sobre sus hombros. Sus manos temblaban levemente, entrelazadas con fuerza sobre su regazo. No se atrevía a mirar a Stefan a los ojos. La habitación estaba en silencio, tan quieta que podía oír el leve tic-tac del reloj en la pared, acompasado con los latidos erráticos de su corazón.

Stefan estaba de pie frente a ella, con las manos relajadas a los costados, aunque su postura rígida delataba la tensión que intentaba ocultar. Su mirada permanecía fija en ella, serena, comprensiva, como si supiera que cualquier palabra apresurada podría derrumbarla.

─ Tengo que decirte la verdad ─ susurró Elena, con voz quebrada ─ toda la verdad.

Stefan asintió con suavidad, sin decir nada. No la apuró. Solo esperó.

Elena inhaló profundamente y soltó el aire de a poco, obligándose a empezar.

─ Todo comenzó aquel verano… cuando Klaus me llevó con él ─ empezó, y sus palabras parecían pesar toneladas ─ como sabes, no me fui porque quise, Stefan. Klaus me obligó. Me amenazó, me chantajeó, y no tuve otra opción.

Se humedeció los labios, sintiendo cómo un nudo le oprimía la garganta.

Finalmente levantó la vista, encontrándose con los ojos de Stefan. Estaban llenos de dolor, pero no por él. Por ella.

─ Así que fui. Me subí a su coche sin mirar atrás. Durante semanas, me mantuvo en diferentes lugares. No era una prisionera encadenada, pero no podía escapar. Sus híbridos me vigilaban constantemente.

Su voz se quebró, y Stefan dio un paso hacia ella, pero se detuvo. Sabía que necesitaba terminar.

─ Lo odié. Lo odié con cada parte de mí ─ repitió, con la voz cargada de resentimiento ─ pero con el tiempo… algo empezó a cambiar. Aunque seguía odiándolo por lo que me había hecho, por lo que me quitó, hubo momentos en los que… no podía ignorarlo. Una parte de mí dejó de serle indiferente.

El silencio que siguió fue denso, casi insoportable. Stefan no dijo nada. Se quedó ahí, inmóvil, como si sus pensamientos se hubieran detenido por completo. Sus ojos, antes tan atentos y pacientes, parpadearon lentamente, como si intentaran procesar lo que acababa de oír.

No apartó la mirada de Elena, pero su mandíbula se tensó. Un músculo vibró en su mejilla. No gritó, no se enfureció… pero algo en él se rompió un poco. Se negaba a aceptar lo que su mente comenzaba a dibujar: la posibilidad de que Klaus, el monstruo que tanto habían combatido, hubiera llegado a un rincón del corazón de Elena.

Y sin embargo, no la juzgó. No podía. La conocía demasiado bien para hacerlo. Pero dolía. Más de lo que había esperado.

Elena lo miró, como si esperara una reacción, cualquier cosa, y eso fue lo más devastador de todo: su silencio era peor que cualquier grito.

─ Stefan… ─ susurró, apenas audible.

Él bajó la mirada por un segundo, contuvo el aire en sus pulmones y al fin respondió, con un hilo de voz que casi parecía quebrarse:

─ ¿Te enamoraste de él?

Elena tragó saliva, con lágrimas acumulándose en sus ojos.

Sintió cómo todo dentro de ella se congelaba ante esa pregunta. Por un momento, quiso mentir, negarlo, borrar todo. Pero ya no podía esconder más verdades. No con Stefan. No después de lo que habían sido.

Sus labios temblaron antes de pronunciar la palabra más dolorosa de todas.

─ Sí ─ confesó Elena, con un suspiro entrecortado ─ me enamoré de él.

Stefan dio un paso hacia atrás, como si esas palabras lo hubieran golpeado en el pecho. Su expresión cambió por completo: la incredulidad se mezcló con tristeza, confusión y una pizca de enojo que luchaba por no salir a la superficie.

No dijo nada. Solo la miró, como si ya no la reconociera del todo.

─ Estuve con él durante ese verano ─ continuó Elena, obligándose a mantener la mirada en él, aunque le doliera ─ no fue solo un juego de Klaus… ni una manipulación. Yo… quise estar con él. Me aferré a lo que sentía.

Stefan negó lentamente con la cabeza, como si al hacerlo pudiera deshacer lo que estaba escuchando.

─ ¿Y después? ─ preguntó, la voz tensa, apenas controlada ─ cuando volviste a Mystic Falls… ¿siguió?

Elena tragó saliva. Sus ojos se llenaron más de lágrimas. Cada palabra era un puñal, pero aún así, siguió.

─ Sí… ─ admitió con un hilo de voz ─ no como antes. Pero… no terminó.

Stefan apretó los labios. Giró el rostro hacia otro lado por un segundo, tratando de mantener la compostura. Su respiración era más rápida, más pesada. Estaba herido, profundamente herido. Y lo peor era que no sabía si dolía más por ella… o por el hecho de que se tratara de Klaus, su mayor enemigo, aquel que llegó a destruir todo.

─ No puedo creerlo ─ murmuró finalmente, su voz quebrada ─ él… Elena, es Klaus. ¿Cómo… cómo pudiste?. Mató a Jenna.

─ No lo sé ─ dijo ella, desesperada ─ no lo planeé, no lo busqué. Solo… pasó. Y lo odié por eso, por hacerme sentir así. Pero no podía negarlo, Stefan. No podía seguir mintiéndote.

Él la miró una vez más, pero esta vez no hubo dulzura en su mirada. Solo una tristeza inmensa, devastadora, que lo llenó por completo.

─ ¿Por qué huir entonces? ─ preguntó Stefan, con la voz quebrada por la impotencia ─ si estás con él, si lo elegiste… ¿por qué? No lo entiendo, Elena.

Elena desvió la mirada, incapaz de sostener sus ojos. Sus dedos se entrelazaron con fuerza sobre su regazo, como si intentara encontrar valor en ese gesto. Se sentía extraña en su propia piel, ajena a sí misma y a las decisiones que había tomado en los últimos meses.

─ Yo… ─ susurró, temblorosa ─ estoy embarazada.

Stefan se quedó inmóvil. Lo miró como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor. El mundo se volvió un zumbido lejano.

─ ¿Qué? ─ logró decir, apenas audible, con los ojos bien abiertos.

─ No sé cómo es posible ─ continuó Elena, apresurada, con lágrimas comenzando a nublarle la vista ─ en todos estos meses, solo estuve con Klaus. Sé que suena absurdo, sé que los vampiros no pueden procrear… pero lo estoy. Estoy embarazada de él, Stefan.

La incredulidad se apoderó del rostro de Stefan. Dio un paso hacia atrás, como si necesitara espacio para procesar lo imposible. Su mente intentaba encontrar una lógica que no existía.

─ ¿Estás segura? ─ murmuró Stefan, aún impactado ─ ¿Segura de que es de él?

─ Sí ─ asintió con firmeza, aunque su cuerpo temblaba ─ no hay margen de error. No ha habido nadie más. No sé si es una anomalía de la naturaleza o algún tipo de milagro sobrenatural… pero llevo dentro de mí un hijo de Klaus. Y huí porque… no quiero que lo sepa.

Stefan se pasó una mano por el cabello, respirando con dificultad. Se sentía atrapado en una pesadilla. Todo lo que conocía, todo lo que creía entender de Elena, de Klaus, incluso de las leyes sobrenaturales, se estaba derrumbando.

─ Él te hizo algo… ¿cierto? ─ preguntó de pronto, su tono más bajo, más íntimo, como si temiera la respuesta ─ yo te conozco, Elena. No hubieras huido… no de esa forma.

Elena volvió a mirar al suelo, sus ojos llenos de culpa y dolor. Tardó unos segundos en responder, y cuando lo hizo, su voz fue apenas un susurro.

─ Él solo me usó. Me necesitaba por mi sangre… para sus planes. Yo… yo fui una estúpida. Creí en sus palabras. Pensé que… que tal vez lo que sentía era real. Pero me equivoqué. Todo fue una mentira.

Stefan la observó en silencio. Ya no sentía solo rabia o tristeza, sino una mezcla devastadora de compasión y decepción. Quería odiar a Klaus más que nunca, pero también sentía una profunda lástima por Elena. Por lo rota que estaba. Por lo sola que se había sentido.

─ Y ahora… vas a criar al hijo de Klaus ─ dijo, más para sí mismo que para ella.

Elena no respondió. Solo asintió, las lágrimas cayendo en silencio por sus mejillas.

Stefan se quedó ahí unos segundos más, observándola con el corazón hecho trizas, antes de murmurar:

─ No sé cómo ayudarte, Elena. Pero si Klaus descubre esto… no habrá un lugar en el mundo donde puedas esconderte de él.

─ Lo sé ─ dijo Elena con firmeza, interrumpiendo el silencio que había dejado Stefan ─ sé que si Klaus llega a enterarse… no habrá lugar donde esconderme. Por eso huí. Lo hice antes de que fuera tarde. Antes de que pudiera atarme aún más a él.

Stefan apretó los labios. Sus pensamientos eran un torbellino imparable. Cada palabra que ella decía le abría una nueva herida. El saber que Elena había compartido su vida, su cuerpo, sus emociones con Klaus, era algo que su corazón se negaba a aceptar.

Y sin embargo… ahí estaba ella, temblando frente a él. Cansada. Asustada. Embarazada.

No sabía qué decir. No había palabras suficientes para comprender todo lo que acababa de escuchar. Solo quedaban preguntas sin respuestas, emociones sin nombre. Dolor.

Elena se quedó en silencio también. Ambos parecían atrapados en un espacio suspendido entre lo que fueron y lo que ahora eran. Ya no había juicio, ni recriminación. Solo un momento de humanidad entre dos personas que una vez se amaron profundamente.

Fue entonces cuando Stefan dio un paso hacia ella, lentamente. Y sin decir una palabra, la rodeó con sus brazos.

Elena no dudó. Se aferró a él con fuerza, como si su abrazo fuera el único ancla que la mantenía firme en un mundo que se desmoronaba. Su cabeza se apoyó en su pecho, donde el silencio se volvió un refugio. Ninguno dijo nada más. No hacía falta.

En ese instante, no eran un vampiro y una humana embarazada del enemigo. No eran un amor perdido ni una traición inconcebible.

Solo eran Stefan y Elena. Compartiendo el mismo dolor, el mismo pasado… y quizás, el mismo deseo de encontrar algo de paz, aunque fuera en un abrazo.

¡𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐𝟓!

Hola, ¿cómo están?. Aquí les dejo un nuevo capítulo. ¡Espero que les guste!

Elena le confesó la verdad a Stefan.

¿Qué les pareció?

Prepárense para llorar en los siguientes capítulos. 💘

100 comentarios para desbloquear el próximo capítulo.

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