
𝟐𝟑: paz y caos
Elena miró por la ventana de su nueva habitación, observando cómo el sol se ocultaba sobre los tejados de piedra de un pequeño pueblo en España. Las calles empedradas brillaban bajo la cálida luz del atardecer, y el sonido lejano de la gente cenando en los cafés le recordaba que estaba en un mundo completamente distinto al que había dejado atrás. Lejos de Mystic Falls, lejos de todo lo que conocía… lejos de él.
Pero, aunque estuviera a miles de kilómetros, Klaus seguía presente en su mente. No importaba cuánto intentara negarlo, él estaba ahí, enredado en sus pensamientos, en su corazón… y en su propio cuerpo.
Llevó una mano a su abdomen aún plano, sintiendo un nudo en la garganta. No había podido decirle a Stefan la verdad aún. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo explicarle que dentro de ella crecía un hijo de Klaus Mikaelson? Un hijo del hombre al que Stefan y todos sus amigos consideraban el enemigo.
Se abrazó a sí misma, sintiendo la desesperación y la incertidumbre envolverla. Había huido con la esperanza de proteger a su bebé, de asegurarse de que Klaus nunca lo encontrara. Pero… ¿Era eso realmente posible? ¿Podía escapar de alguien como él?
El silencio de la habitación la hacía sentir aún más sola. Sabía que Stefan estaba en la sala, probablemente dándole espacio para procesar todo lo que había sucedido. Él la había traído ahí sin hacer preguntas, solo porque ella se lo pidió. Pero tarde o temprano, iba a tener que enfrentar la verdad.
Elena dejó escapar un suspiro tembloroso mientras apoyaba la frente contra el cristal de la ventana. Su corazón latía con fuerza, no solo por el miedo, sino por la certeza de que Klaus no tardaría en darse cuenta de su desaparición. Y cuando lo hiciera… no habría lugar en el mundo donde pudiera esconderse de él.
Klaus Mikaelson no era un hombre que aceptara el abandono. No era alguien que simplemente dejara ir lo que consideraba suyo.
Elena apretó los labios. ¿Eso era lo que ella había sido para él? ¿Solo una posesión más? Durante todo ese tiempo, mientras se acercaba a ella con su encanto y sus promesas susurradas, mientras la hacía sentir deseada, ¿había sido solo un medio para un fin? ¿Un recipiente para su sangre… o algo más?
Negó con la cabeza. No podía permitirse pensar así. No ahora. No cuando tenía que concentrarse en proteger a su bebé.
Pero la imagen de Klaus seguía persiguiéndola. Su mirada intensa, su sonrisa arrogante, la forma en que la hacía temblar con solo un roce. Por un instante, recordó la última vez que lo vio, antes de que Elijah los interrumpiera. Había algo diferente en su mirada ese día. Algo que casi la hacía creer que lo que habían compartido significaba más para él.
Pero ahora eso no importaba. Klaus no solo era peligroso. Era despiadado. Y si descubría la verdad…
Elena tragó en seco.
Si Klaus se enteraba de su embarazo, ¿qué haría?
Una parte de ella quería creer que él no le haría daño. Pero la otra… la otra sabía que Klaus haría cualquier cosa por obtener lo que quería. Y si alguna vez decidía que su hijo era suyo y solo suyo, ¿cómo podría detenerlo?
Un escalofrío recorrió su cuerpo.
No podía pensar en eso ahora. Tenía que concentrarse en mantenerse oculta, en proteger a su bebé y en decidir qué haría después.
Pero mientras miraba el cielo, un pensamiento la atormentó:
¿Cuánto tiempo pasaría antes de que Klaus la encuentre?
Elena cerró los ojos y respiró hondo, obligándose a alejar la imagen de Klaus de su mente. No podía permitirse pensar en él. No ahora. No cuando tenía una nueva vida creciendo dentro de ella.
Se llevó nuevamente una mano al vientre, aún plano, pero donde latía una pequeña y frágil existencia. Su bebé. Su hijo.
Una sonrisa temblorosa se dibujó en su rostro. A pesar del miedo, de la incertidumbre y del dolor, había algo hermoso en todo esto. Nunca había imaginado ser madre tan pronto, y mucho menos en estas circunstancias, pero lo único que importaba ahora era el futuro que le daría a su bebé.
Lo criaría lejos de la oscuridad, lejos de la violencia de los vampiros, lejos de Klaus. Le daría una vida normal, una donde pudiera ser feliz sin temer por lo que era o de dónde venía.
Pensó en el lugar donde estaban ahora, en España. Stefan la había traído a una pequeña y acogedora casa en un pueblo apartado, donde nadie haría preguntas y donde nadie la buscaría. Podía empezar de nuevo ahí, construir un hogar seguro para su hijo.
─ Te prometo que estarás a salvo ─ susurró, acariciando su vientre con dulzura ─ no dejaré que nadie te haga daño.
Se permitió imaginar el futuro por un momento. Un futuro donde su hijo corría por el jardín, riendo bajo el sol. Un futuro donde ella lo acunaba entre sus brazos, leyéndole cuentos antes de dormir. Un futuro donde no tenía que temer que Klaus Mikaelson tocara su puerta para arrebatárselo.
La idea le dio fuerzas.
Sí, aún quedaban muchas decisiones por tomar. Aún no sabía cómo iba a enfrentarse a todo esto. Pero sí sabía una cosa: haría cualquier cosa por proteger a su bebé.
Respiró hondo una vez más y se apartó de la ventana. Ya no miraría al pasado.
El futuro la esperaba.
Un golpe suave en la puerta la sacó de sus pensamientos.
─ Elena… ─ la voz de Stefan era baja, cuidadosa. Sabía que ella no estaba bien, y eso lo preocupaba.
─ Entra… ─ susurró ella.
Stefan cruzó la habitación con pasos tranquilos hasta quedar a su lado. No dijo nada al principio, simplemente la observó con esa mirada serena que siempre le ofrecía cuando la veía luchar contra sus propios pensamientos. Elena no pudo evitar sentirse expuesta.
Se abrazó a sí misma y miró hacia la ventana, intentando encontrar en el paisaje alguna distracción, pero nada evitaba la tormenta dentro de ella.
─ Jeremy está a salvo ─ dijo Stefan con voz calmada ─ no tienes que preocuparte por él.
Elena sintió un peso menos en su pecho al escuchar esas palabras. Jeremy era su única familia, y saber que estaba bien le daba un poco de paz.
─ Gracias, Stefan ─ susurró, sintiendo la sinceridad en cada palabra ─ gracias por ayudarme… por no preguntar demasiado.
Stefan esbozó una sonrisa.
─ No necesitas agradecerme, Elena. Yo solo quiero que estés bien.
Ella bajó la mirada, sintiendo una oleada de culpa. Quería decirle todo, confesarle lo que realmente pasaba, pero temía su reacción. No porque Stefan fuera como Klaus o Damon, sino porque él era diferente.
Era bueno.
Y ella lo había dejado ir.
La culpa le pesaba en los hombros. No es que hubiera engañado a Stefan, pues cuando se acercó a Klaus, ella y Stefan ya estaban separados… pero aún así, sentía que lo había traicionado.
Stefan había sido su refugio en los momentos más oscuros, el que la había salvado cuando la pérdida de sus padres la había consumido. Había sido su ancla cuando todo lo demás se desmoronaba. Y ahora, una vez más, estaba ahí para ayudarla, para sacarla de un infierno que ella misma había permitido que la envolviera.
Se mordió el labio con fuerza y cerró los ojos, odiándose por haber elegido a Klaus sobre alguien como Stefan.
─ Sé que tienes muchas cosas en la cabeza, Elena─ dijo Stefan con suavidad ─ no tienes que decirme nada si no quieres. Solo… quiero que sepas que estoy aquí.
Elena sintió cómo algo en su pecho se apretaba con fuerza. Su respiración tembló un poco mientras miraba a Stefan, viendo en él esa misma tranquilidad que siempre le había ofrecido, esa seguridad que le recordaba que no estaba sola.
Sin pensarlo demasiado, se acercó a él y rodeó su torso con los brazos, hundiendo el rostro en su pecho.
Stefan se tensó un segundo, sorprendido por el gesto, pero no tardó en corresponder el abrazo. Rodeó su espalda con delicadeza, apoyando su barbilla sobre su cabeza mientras la mantenía contra él.
Elena cerró los ojos y dejó escapar un suspiro. Había olvidado lo que era sentirse así, protegida, comprendida sin necesidad de explicaciones. Con Stefan no tenía que fingir, no tenía que ser fuerte todo el tiempo.
Stefan, por su parte, sintió una sensación de paz al tenerla en sus brazos. Durante el tiempo que había estado separado de Elena había tratado de olvidarla, de aceptar que su historia juntos había cambiado, pero ahora, en ese instante, le era imposible ignorar el consuelo que le brindaba su cercanía.
─ Gracias… ─ susurró Elena contra su pecho, con la voz quebrada.
Stefan cerró los ojos y la abrazó un poco más fuerte.
─ Siempre estaré aquí para ti ─ murmuró.
Y en ese momento, solo por un instante, ambos se permitieron olvidar el caos que los rodeaba.
[...]
La furia de Klaus era un incendio que devoraba todo a su paso. No quedaba rastro del hombre que solía jugar con ironía o contener su temperamento con una sonrisa socarrona. No. Ahora era una tormenta desatada, un huracán de violencia y sangre.
Aquellos que alguna vez lo desafiaron estaban muertos o incapacitados. Y quienes quedaban en pie temblaban al verlo.
Su mandíbula estaba tensa, sus ojos dorados brillaban con una furia asesina y su ropa estaba salpicada de sangre, la mayoría de sus víctimas ni siquiera habían tenido oportunidad de gritar antes de ser destrozadas.
Sus hermanos intentaron detenerlo, pero Klaus no tenía piedad, ni siquiera por ellos. Elijah, con la compostura rota, intentó razonar con él.
─ Niklaus, esto no te llevará a nada ─ dijo, manteniendo la voz firme a pesar de la tensión en su rostro.
─ ¡Lo único que no lleva a nada son tus malditas palabras, Elijah! ─ rugió Klaus, su voz vibrando con una ira incontrolable.
Sin previo aviso, se lanzó contra él y lo mordió en el cuello con tal fuerza que lo hizo gritar. Elijah se estremeció por el dolor.
─ ¡Basta, Nik! ─ gritó Rebekah, desesperada.
Pero Klaus giró sobre sus talones, y la agarró del cuello antes de que pudiera siquiera moverse.
La arrojó al suelo con brutalidad. Rebekah jadeó de dolor, mirando con horror cómo su hermano se transformaba en algo peor de lo que nunca había sido.
─ Tú no tienes derecho a decirme qué hacer, Rebekah ─ soltó Klaus ─ ¡Ninguno de ustedes lo tiene!
Finn y Kol ni siquiera intentaron pelear. Sabían que era inútil.
Mientras Klaus se alejaba, dejando tras de sí cuerpos, destrucción y miedo, todos comprendieron una verdad aterradora: no quedaba nadie que pudiera detenerlo.
Ni siquiera su madre, a quién había matado sin piedad nuevamente.
¡𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐𝟑!
Stefan llevó a Elena a un pequeño pueblo de España.
Elena se siente segura con él.
¿Quién no?. Es Stefan. 😭
Klaus está más furioso que nunca.
Mató incluso a su madre, Esther. Además, amenazó a sus hermanos, mordió a Elijah y arrojó al suelo a Rebekah.
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