
𝟏𝟗: la puerta entre nosotros
Elena sentía su corazón latir con fuerza, como si cada movimiento de Klaus fuera un recordatorio de la conexión que habían compartido, de la intimidad que solo ellos comprendían. La calidez de su abrazo, el roce de sus labios, hacían que el ruido del mundo exterior se desvaneciera. El peso de sus preocupaciones, las dudas que la habían perseguido desde su llegada a Mystic Falls, parecían desvanecerse por completo con cada beso que él le daba.
Elena cerró los ojos por un momento, sintiendo el pulso acelerado en su pecho. Estaba a punto de hablar, de dejar salir lo que había estado guardando en ese día. Quería contarle a Klaus lo que su cuerpo le estaba revelando, lo que el destino había puesto en su camino
─ Quería decirte que... ─ susurró con la voz temblorosa, su corazón palpitando por la revelación que estaba a punto de hacer.
Pero de repente, un golpe seco en la puerta la interrumpió. Ambos giraron la cabeza al mismo tiempo, como si el sonido los hubiera despertado de un sueño compartido.
─ Niklaus ─ la voz grave y autoritaria de Elijah cortó el aire como un rayo, severa y directa, como un trueno en medio de una tormenta. El rostro de Elena se palideció ligeramente, el miedo y la incertidumbre surgiendo de nuevo, como una ola que amenazaba con arrastrarla.
Klaus, al sentir la tensión en el aire, dejó escapar un suspiro pesado. Elena no podía evitar sentir que algo se le escapaba, algo que había querido decir, pero que había sido arrancado de sus labios en el último instante.
Klaus no podía evitar que la irritación comenzará a burbujear en su interior. Estaba tan cerca de Elena, tan cerca de escuchar lo que ella tenía que decir; por su tono, sabía que quería compartir algo importante. Y la verdad, él deseaba escucharla. Pero ahora todo eso se veía interrumpido por la implacable presencia de Elijah al otro lado de la puerta. Un malestar profundo se apoderó de él, como si cada segundo que pasaba sin poder resolver la situación con Elena fuera un corte más en su paciencia.
─ ¡Elijah! ─ gruñó Klaus, su voz resonando fuerte, retumbando en la habitación con una intensidad que reflejaba su creciente frustración. Sus ojos azules brillaban con furia contenida, mientras sus puños se apretaban, como si pudiera atravesar la puerta en ese mismo instante.
Elena, aunque temerosa del tono de Klaus, también sentía el peso de lo no dicho. No podía dejar que esta oportunidad pasara, pero ahora el espacio entre ellos se volvía más grande, casi palpable. Su corazón palpitaba con más fuerza a medida que la tensión aumentaba.
La puerta se mantuvo cerrada, pero la presencia de Elijah al otro lado era inconfundible. Cada segundo de silencio que seguía parecía hacer que el aire se volviera más espeso, más denso. Klaus, con su paciencia al límite, respiró hondo, tomando un paso hacia la puerta.
Klaus frunció el ceño, su mirada fija en la puerta como si pudiera atravesarla con la pura fuerza de su voluntad. La interrupción de Elijah no solo había roto el momento, sino que también lo había dejado desconcertado. Estaba acostumbrado a que su hermano interfiriera en sus asuntos, pero algo en el tono de Elijah, tan frío y directo, lo había molestado más de lo normal.
─ ¿Qué es tan urgente, Elijah? ─ preguntó Klaus, su voz grave y cargada de desconcierto y molestia mientras abría ligeramente la puerta, cuidando de que Elijah no viera a Elena. Cada palabra que salía de sus labios reflejaba su creciente frustración. El aire en la habitación se volvió denso, y con cada segundo que pasaba sin una respuesta, el peso en su pecho se intensificaba.
Elijah no se movió, su postura erguida y tranquila, como si nada fuera capaz de alterarlo. Su mirada, siempre serena y calculadora, se dirigió hacia Klaus, sin un atisbo de arrepentimiento o culpa. Era como si el mundo alrededor de él no importara en absoluto. La puerta estaba entre ellos, pero la distancia emocional era aún más grande.
─ Te espero en el despacho ─ respondió Elijah, su voz tan fría como el hielo, como si no estuviera consciente de la tensión palpable en la habitación.
Klaus sintió el golpe de esas palabras como un balde de agua fría. El mensaje estaba claro: algo importante lo requería, algo que no podía esperar.
Sin dar tiempo a Klaus para una respuesta, Elijah dio media vuelta y salió de la habitación sin prisa, sus pasos resonando en el pasillo mientras se alejaba. La puerta se cerró con un suave chasquido, dejando atrás un aire pesado, tenso, casi eléctrico.
Klaus se quedó quieto por un momento, la furia que lo había invadido antes ahora mezclada con la incredulidad. Todo había sido arruinado, por la intervención de Elijah.
Elena, aunque había sido testigo de la interacción, se sentía atrapada entre dos mundos. La presión de la situación la hacía sentir como si estuviera suspendida en el tiempo, incapaz de moverse ni de hablar, mientras Klaus digería lo ocurrido. La incertidumbre de lo que habría sucedido si no los hubieran interrumpido la envolvía, pero al mismo tiempo, un leve temor la mantenía alejada, como si las emociones de Klaus pudieran arrastrarla también.
Klaus resopló con evidente frustración, su ira ardiendo por debajo de la superficie. Sin pronunciar palabra, tomó rápidamente su camiseta y pantalón, cambiándose con movimientos rápidos y precisos, como si cada segundo fuera una eternidad. Elena se quedó quieta en la cama, observando en silencio, sintiendo cómo la incomodidad de la situación la envolvía. La atmósfera entre ellos era tensa, cada gesto de Klaus lleno de esa mezcla de irritación contenida y algo más que parecía estar oculto.
Antes de salir, Klaus le lanzó una última mirada, sus ojos reflejando una mezcla de irritación y, por un breve momento, una pizca de preocupación.
─ Espera aquí, no te muevas ─ le ordenó, su tono firme, con esa autoridad que hacía que sus palabras parecieran una orden irrefutable, como si su sola presencia fuera suficiente para asegurarse de que Elena lo obedecería.
Elena, aún procesando lo que acababa de suceder, se quedó allí, inmóvil por unos instantes. La ansiedad comenzó a apoderarse de ella, una necesidad imperiosa de salir de esa habitación antes de que Elijah la descubriera. Sabía que su presencia allí no era algo que pudiera explicarse fácilmente, y eso solo la impulsó a levantarse con rapidez, los latidos de su corazón resonando en sus oídos mientras tomaba una decisión que la llevaría fuera de ese lugar, con la esperanza de escapar antes de ser vista.
Con las manos temblorosas, Elena se apresuró a ponerse la ropa que había dejado sobre la silla, cada movimiento una carrera contra el tiempo. Su mente estaba nublada por el pánico mientras trataba de acomodar su ropa lo más rápido posible. El sonido del tejido al moverse, de la tela deslizándose sobre su piel, parecía amplificarse en sus oídos, como un recordatorio cruel de que el tiempo se agotaba. Un nudo denso se formó en su estómago al pensar en la posibilidad de que Elijah la encontrara en esa situación. Cada segundo que pasaba aumentaba la presión en su pecho, y su mente corría a mil por hora, buscando frenéticamente una salida, una excusa, cualquier cosa que pudiera ofrecerle una oportunidad para escapar sin ser descubierta.
Cuando finalmente logró vestirse, sus dedos se movían con torpeza, aún tratando de calmar la ansiedad que amenazaba con desbordarse. Se acercó a la puerta con cautela, respirando con cuidado, y la abrió solo lo suficiente para espiar el pasillo. La mansión estaba en silencio, la penumbra del pasillo parecía engullirla, como si el lugar entero estuviera vacío, como si Klaus fuera la única presencia que importara en ese momento. Sin embargo, la idea de ser descubierta por Elijah, de ser vista y confrontada en ese mismo instante, la impulsó a moverse aún más rápido.
Bajó las escaleras con paso sigiloso, sus pies rozando el suelo con suavidad, pero la tensión en su cuerpo la hacía sentir como si cada movimiento pudiera traicionarla. Cada crujido bajo sus pies la obligaba a detenerse por un segundo, su respiración entrecortada, esperando que el sonido no se extendiera por la mansión y alertara a alguien de su presencia. El miedo a ser atrapada, la sensación de estar siendo observada por ojos invisibles, la mantenía en constante alerta. Su piel erizada por cada sombra, cada giro inesperado del pasillo, mientras se acercaba al final de las escaleras. El miedo a ser descubierta la envolvía, como una niebla que la acompañaba en cada paso, manteniéndola en vilo hasta el último momento. Elena alcanzó el primer piso, y el aire parecía más frío, como si la mansión misma respirara con un peso mayor.
Desde allí, logró escuchar las voces que se filtraban a través de las paredes. Klaus hablaba con Elijah, su tono grave y autoritario. Un impulso de curiosidad la invadió, y, sin pensarlo mucho, Elena se acercó al despacho con sigilo. Sus pasos eran ligeros, casi flotando sobre el suelo, pero el ritmo acelerado de su corazón competía con el sonido de sus propios movimientos. Cada latido resonaba en sus oídos, como si todo su cuerpo estuviera al borde de estallar.
Su mente estaba centrada en una sola cosa: escuchar sin ser vista. No quería ser descubierta, no quería que Klaus o Elijah supieran que había estado cerca. Con cada paso hacia la puerta del despacho, el aire se volvía más pesado, y la sensación de estar cruzando una línea invisible se intensificaba. Se apoyó contra la pared, quedándose lo más quieta posible, esperando que las voces se acercaran lo suficiente para comprender lo que estaba sucediendo detrás de esa puerta cerrada.
La tensión en su cuerpo era palpable, cada músculo tenso y preparado para reaccionar al más mínimo movimiento. Elena contuvo la respiración, prestando atención al sonido de las palabras, al tono de voz de Klaus, buscando pistas sobre lo que estaba por venir. A cada momento, la necesidad de saber más la impulsaba a quedarse allí, escuchando en silencio, mientras el mundo alrededor de ella parecía desvanecerse, reduciéndose a esa única puerta entre ella y lo que Klaus y Elijah compartían.
¡ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟗 !
Elijah interrumpió a Elena justo cuando estaba a punto de hablar con Klaus sobre su embarazo.
💔 ¡Se viene la bomba! 💣
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