
𝟏𝟔: malestar y vómitos
El sol apenas comenzaba a teñir el cielo de tonos dorados y rosados cuando Elena despertó de golpe, con el corazón latiéndole en la garganta. Apenas tuvo tiempo de procesar la sensación antes de que una oleada de náuseas la golpeara con fuerza. Su estómago se revolvió dolorosamente, obligándola a apartar las sábanas con torpeza y salir de la cama a toda prisa.
Atravesó la habitación tambaleándose y, al llegar al baño, apenas logró inclinarse sobre el inodoro antes de que el malestar la consumiera por completo. Un escalofrío recorrió su espalda mientras su cuerpo se tensaba, y cuando finalmente dejó de vomitar, se quedó jadeando, con las manos aferradas al borde de la fría porcelana. Sentía la piel ardiendo, cubierta por una delgada capa de sudor.
Con esfuerzo, se puso de pie y se apoyó en el lavabo, sintiendo la frescura del mármol contra sus palmas temblorosas. Levantó la vista y se encontró con su reflejo en el espejo. Su rostro estaba más pálido de lo normal, con ojeras profundas que delataban sus noches de insomnio. Sus labios estaban secos, ligeramente entreabiertos mientras intentaba controlar su respiración.
Desde aquella noche con Klaus, su mente no había conocido la paz. Quería odiarlo, odiar cada instante de lo que había sucedido entre ellos. Pero en la soledad de su habitación, cuando cerraba los ojos, la asaltaban imágenes de su mirada intensa, del peso de su cuerpo sobre el suyo, del calor abrasador de sus caricias. Y lo peor de todo era que su cuerpo aún recordaba esas sensaciones, como si se hubieran grabado en su piel.
Sacudió la cabeza con frustración y se pasó una mano por el rostro, como si eso pudiera borrar tanto su malestar físico como la confusión que la atormentaba. No tenía tiempo para dejarse llevar por pensamientos inútiles. Había cosas más importantes de las que preocuparse. Como el hecho de que su cuerpo estaba reaccionando de una forma que no entendía.
Respiró hondo, obligándose a recomponerse. No podía alarmar a Jeremy ni a nadie más. Enderezó los hombros, fingiendo una normalidad que no sentía, y se lavó el rostro y los dientes. Luego, salió del baño.
Después de unos minutos, Elena bajó las escaleras con pasos medidos, esforzándose por ocultar su fatiga. Su cuerpo aún se sentía débil, y la sensación de malestar persistía, pero no podía dejar que Jeremy notara nada fuera de lo normal.
Al llegar a la sala, lo encontró sentado en el sofá, con la mirada fija en la pantalla del televisor, aunque su postura tensa dejaba claro que su atención estaba en otra parte. Apenas la vio, se puso de pie.
─ Por fin te levantas ─ dijo, cruzándose de brazos ─ ¿Qué pasó, Elena?
Ella parpadeó, fingiendo confusión.
─ ¿A qué te refieres?
─ No volviste a casa. Bonnie dijo que pasaste toda la noche en la mansión de Klaus. ¿Qué te hizo?
Elena sintió un nudo formarse en su estómago, pero se obligó a mantener la calma. No podía decirle la verdad. No podía contarle lo que realmente había sucedido, ni cómo se sentía ahora.
─ No fue nada ─ respondió con un tono más firme de lo que esperaba ─ solo necesitaba más de mi sangre para sus híbridos. Me sacó bastante, y por eso me obligó a quedarme en su mansión. Dijo que si me iba en ese estado, podría desmayarme en el camino y eso no le convenía ─ le dijo.
Jeremy frunció el ceño, evaluando sus palabras.
─ ¿Te lastimó?
─ No ─ respondió rápidamente ─ solo... ya sabes cómo es. No le importó que me sintiera débil, solo quería lo que necesitaba.
Jeremy suspiró y sacudió la cabeza con frustración.
─ Deberíamos hacer algo. No puedes seguir siendo su suministro de sangre cada vez que se le antoje.
Elena forzó una sonrisa cansada.
─ No te preocupes. Estoy bien.
Pero no lo estaba. Y lo peor era la culpa que la carcomía por mentirle. Miró a Jeremy, su hermano, y sintió que el peso de su engaño se hacía aún más insoportable.
No podía decirle la verdad. No podía admitir lo que había hecho. Porque si lo hacía, tendría que enfrentarse a ello. Y no estaba lista.
[...]
Más tarde, en la escuela
Elena estaba frente a su casillero, con una mano apoyada en la fría superficie metálica mientras intentaba ignorar el cansancio que pesaba sobre ella como una losa. Sus párpados se sentían pesados, su cuerpo adormecido, como si estuviera librando una batalla interna contra algo que no terminaba de comprender.
Abrió el casillero con movimientos mecánicos, sacando sus libros sin prestar demasiada atención. Cada músculo de su cuerpo protestaba, y un leve mareo nubló su visión por un instante. Se sostuvo del borde del casillero, cerrando los ojos por un momento, obligándose a respirar hondo.
Sabía que no era solo el agotamiento. Había algo más. ¿Pero qué?.
Su cuerpo, su mente, incluso sus emociones estaban en un caos absoluto.
Respiró hondo, enderezó los hombros y cerró la puerta del casillero con más fuerza de la necesaria, como si así pudiera silenciar los pensamientos que la atormentaban.
─ ¿Elena?
Elena sintió cómo su corazón dio un brinco al escuchar la voz de Stefan. Se giró, encontrándose con su mirada preocupada, su ceño fruncido mientras la observaba de cerca.
─ Hey ─ murmuró, forzando una sonrisa, intentando ocultar el malestar que aún pesaba sobre ella.
Stefan no parecía convencido. Se acercó un paso más, su mirada fijándose en ella con una intensidad que hizo que Elena sintiera una punzada de incomodidad.
─ ¿Estás bien? Te ves… agotada.
Elena intentó desviar su atención, haciendo caer un libro al suelo, como si ese simple gesto pudiera cortar la conversación.
─ Solo estoy cansada. No dormí bien ─ respondió, evitando mirarlo directamente, su voz más suave de lo que hubiera querido.
Stefan levantó el libro del suelo y se lo entregó con una leve sonrisa. Luego la observó en silencio durante un momento, sus ojos recorriendo su rostro. Notó las ojeras profundas bajo sus ojos y la manera en que sus hombros estaban caídos, como si un peso invisible la estuviera aplastando. Todo en ella parecía hablar de agotamiento, de algo más allá de la simple falta de sueño.
No pareció convencido con su respuesta.
Stefan la miró con una mezcla de preocupación y frustración mientras daba un paso hacia ella. Su mirada se suavizó al ver la expresión distante en el rostro de Elena, pero las palabras que siguieron mostraron la inquietud que había estado acumulando en su interior.
─ Últimamente has estado distante. Apenas contestas mis mensajes y cuando te veo, parece que siempre estás huyendo de mí. ¿Pasa algo? ─ preguntó, la voz ligeramente tensa, como si intentara contener algo más que no sabía cómo expresar.
Elena sintió que un nudo se formaba en su pecho, apretando su respiración. La incomodidad creció, junto con la sensación de estar atrapada entre dos mundos: el que ella trataba de ocultar, y el que Stefan esperaba que compartiera. Se sintió vulnerable bajo su mirada, como si todo lo que había estado guardando se filtrara de alguna manera en ese momento.
Suspiró, bajando la mirada. Intentó encontrar las palabras correctas para calmar la tormenta que parecía estar a punto de desatarse.
─ Stefan, no es nada. Solo he tenido muchas cosas en la cabeza ─ dijo, su voz un poco más baja de lo que había planeado. La frase sonó vacía incluso para ella misma.
Stefan la observó por un largo momento, y la tensión creció entre los dos. No parecía estar dispuesto a dejarlo pasar tan fácilmente. Sus ojos se entrecerraron, y su tono se volvió más firme, casi más severo.
─ ¿Tiene que ver con Klaus? ─ preguntó, la mención del nombre pesado en el aire, su voz más dura de lo que Elena había esperado.
Elena sintió cómo su estómago se retorcía ante la pregunta. Sabía que Stefan había notado la creciente tensión entre ella y Klaus, pero nunca pensó que llegaría a mencionarlo de esa forma. El simple hecho de que él lo hubiera sacado a colación la hizo sentir como si estuviera expuesta, atrapada en una mentira que ni ella misma quería enfrentar.
No respondió de inmediato, y por un momento, el silencio entre ellos fue más fuerte que cualquier palabra.
Elena apretó la mandíbula, su cuerpo poniéndose tenso.
─ No quiero hablar de él.
─ ¿Por qué no? ─ insistió Stefan, dando un paso más cerca ─ Elena, sé que las cosas entre nosotros no han sido fáciles, pero me importa lo que te pase. Si Klaus te está manipulando o usando…
─ No es eso ─ lo interrumpió rápidamente.
Stefan la miró fijamente, con esa intensidad que la hacía sentir expuesta.
─ ¿Entonces qué es? ─ preguntó con un dejo de frustración ─ porque algo está pasando contigo. Lo sé, te conozco.
Elena abrió la boca para responder, pero en ese instante, un dolor agudo recorrió su estómago. Antes de que pudiera decir algo, una ola de náuseas la atacó con tal violencia que apenas tuvo tiempo de girarse. Se llevó una mano a la boca y corrió al baño, luchando por no perder el control.
Stefan, con los ojos llenos de preocupación, la siguió sin pensarlo. Cuando la vio entrar en el baño, se detuvo en seco, consciente de que no podía seguirla dentro. Se quedó fuera, apoyado contra la pared del pasillo, esperando con los nervios al límite, deseando poder hacer algo, pero sin poder acercarse.
Dentro, Elena se arrodilló junto al inodoro, su cuerpo temblando mientras vomitaba de nuevo. La sensación de malestar era cada vez más fuerte, y la angustia comenzó a apoderarse de ella. ¿Qué le estaba pasando?
Estaba cansada, agotada, pero esto era diferente. Algo no estaba bien. Se quedó allí un rato, tratando de recuperar la respiración, sintiendo el peso de la preocupación acumulándose en su pecho.
Finalmente, se levantó lentamente, apoyándose en el borde del lavabo. Abrió el grifo y dejó que el agua fría corriera mientras se enjuagaba la boca con rapidez, el sabor amargo aún persiguiéndola. Miró su reflejo en el espejo, pero sus ojos solo mostraban una versión de sí misma que ya no reconocía del todo.
Suspiró profundamente. Se secó la boca con una toalla de papel y salió del baño.
Stefan estaba ahí, esperando afuera, su mirada suave pero llena de ansiedad. Cuando la vio salir, no dijo nada, solo la observó con una mezcla de preocupación y silenciosa paciencia, como si estuviera esperando que ella dijera algo.
Elena trató de ofrecerle una sonrisa, aunque apenas era un reflejo de la que solía tener.
─ Estoy bien ─ dijo Elena, tratando de forzar una sonrisa, pero su voz salió más apagada de lo que hubiera querido.
Stefan la observó en silencio, su mirada fija en ella. No necesitaba que le dijera nada más; lo veía en su rostro, en la forma en que se sostenía contra la pared, como si estuviera a punto de caer. El agotamiento era evidente, pero había algo más, algo que no podía identificar con claridad, pero que definitivamente no era "estar bien".
No, nada estaba bien, y él lo sabía perfectamente.
¡ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟔 !
Los malestares de Elena se intensificaron, y pronto comenzara a sospechar lo que realmente esta ocurriendo.
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