Akiko observaba a Aizawa dormir en la cama del hospital. ¿Qué le diría? La vio, no era un hombre tonto al que podía mentirle y se lo creería. Aunque claro que iba a tratar porque no tenía de otra, cuantos menos supieran de su quirk, mejor.

Soltó un suspiro y se recargó en la silla, involuntariamente sus ojos pasearon por el cuerpo del profesor. Era la primera vez que lo veía sin ese traje tan holgado y las cintas, le sorprendió lo corpulento que era, su espalda ancha y todo su adbomen extremadamente marcado. “Tendría que haber venido antes a esta escuela” pensó distraídamente mirando fijamente sus bíceps, “tengo que invitarlo a salir luego de esto”.

La verdad es que la vida amorosa de Akiko había estado repleta de romances pasajeros que no duraban más de dos meses, ignoraba las relaciones a tal punto que jamás tuvo una pareja estable. Estar enamorada casi toda su vida de Yagi la había perjudicado sentimentalmente, fue su decisión dejarlo, pero luego de él ya ningún hombre era suficiente en cualquier ámbito. ¿Cómo podrían superar al símbolo de la paz? No existía hombre en la tierra más honorable y bueno que él... así que, en consecuencia, se quedó sola.

En cierto punto sabía que su destino no era con All Might, no estaba dispuesta a entregar toda su vida a él cuando su deber con la sociedad era mucho mayor que con ella. Claro que lo entendía, pero no podía con el estrés y el compromiso que llevaba ser su novia. Así que simplemente terminó con Yagi y se enfocó en su carrera.

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Aizawa despertó sólo en el cuarto blanco, se llevó una mano a la cabeza por la migraña que tenía. Muchos recuerdos llegaron a su memoria, el último fue Akiko ahorcándolo con su cinturón.

—¿Qué demonios?—dijo horrorizado sin poder creerlo.

“Trató de matarme... pero es amiga de All Might, no tendría sentido”. Soltó un bufido y miró el techo con cansancio, como siempre sus expectativas en mujeres se derrumbaban en cuanto le interesaban demasiado. Aunque él tampoco se consideraba apto para estar con alguna por un tiempo prolongado, casi siempre ellas se hartaban de su frialdad y él de cualquier actitud tediosa que tuvieran. Probablemente se auto-saboteaba para estar solo y tranquilo.

Al cerrar los párpados las imágenes de la doctora Yosano peleando junto a él lo atacaron. Su expresión de soberbia mientras peleaba, como si se divirtiera, su mirada avasallante y sin temor que le hizo llenar de éxtasis. Ella parecía muy apasionada por ello, seguía preguntándose cómo una médica sabría pelear como heroína.

El crujido de la puerta hizo eco en el cuarto, Aizawa abrió los ojos lentamente esperando conocer al médico, al verla a ella entrar se sorprendió y como consecuencia trató, con brusquedad, de sentarse, provocando un dolor agudo en su abdomen.

—¡No hagas eso!—exclamó ella, y se acercó rápidamente a ayudarlo.

Shouta la miraba incrédulo, no tenía marcas en el cuello y estaba completamente sana.

—Trataste de matarme—dijo con indignación mirándola a los ojos, fue lo primero que salió de su boca sin pensar.

Yosano procesó las palabras del profesor debatiendose entre decirle o no la verdad. Había meditado mucho la mentira que diría, se sentó en la silla frente a él.

—En realidad... eso no pasó, Aizawa—él siguió con su lorada cada movimiento que hacía, ella tomó una carpeta con archivos y se la pasó, dentro estaba el expediente de uno de los villanos que combatieron— él es Daiki Susuki, su quirk se basa en producir alucinaciones en sus enemigos. No sé qué viste, pero probablemente una gran parte no fue real.

Shouta continuó analizando el expediente dudoso, luego volvió a ella, su semblante mostraba tranquilidad y compasión. Un rostro completamente diferente al de la batalla.

—Entonces cuéntame qué fue real.

Akiko trató de disimular lo mejor que pudo su irritación, tenía que mentir demasiado bien y sin cometer errores porque él se daría cuenta.

Aizawa le sonrió de costado esperando su respuesta, “él va a ser un problema en mi vida a partir de ahora”.