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009 - parte I

Tokio, Marzo del 2019

Pasó un mes desde el primer día de clases, un mes dónde Hyeon conoció perfectamente a lo que se enfrentaría, cada insulto, cada jalón de cabello, cada vez que le manchaban el uniforme, cada momento de sufrimiento; pero ella no estaba dispuesta a seguir recibiendo todo eso, no lo toleraría.

Ingresó al salón de arte, por lo menos hoy no vería a "sus compañeros favoritos", ya que ellos consideran ese curso como una clase para perdedores. Tomó asiento en una zona vacía, no quería incomodar a nadie con su presencia, pero tampoco quería sentirse incómoda.

Recibió un mensaje de su madre, diciéndole que hoy no llegaría a casa, algo raro, pero Hyeon entendía. El trabajo de su madre la tenía muy ocupada estos días, eso le preocupaba, pero luego de ver cuán feliz era ella al realizar lo que más quería, la hacía sentir aliviada.

La profesora aún no llegaba, aprovechó esos minutos para ver algunos de los bocetos que hizo en su cuadernillo, sin duda heredó aquella creatividad de su madre, y estaba muy orgullosa de eso.

Estaba tan concentrada, que no se percató de que alguien había tomado lugar a su lado.

Luego de unos segundos, sintió la sensación de estar acompañada, se asustó por un momento, pero quizás podía hacer un amigo. Con una sonrisa levantó la mirada, pero no imaginó que sería el mismo chico con el que chocó más de una vez en la clase de educación física, con el que intercambió un par de palabras sólo por un malentendido, y que por su culpa desaprobó una materia, era nada menos que Asahi Hamada.

Hyeon al principio creyó que él era diferente, ya que fue el primero en ser amable con ella, no directamente, pero la ayudó en su primer día.

Sin embargo, durante ese mes se dio cuenta de quien era realmente.

Rápidamente comenzó a guardar sus materiales para salir de la clase, agradecía que la maestra no estuviera presente, se levantó y sin decir nada abandonó el salón. No quería más problemas con Liren, la novia de ese chico, si ella se enteraba que compartieron clases, sería otro día más de mantequilla en la cara, una experiencia muy desagradable.

Caminó hasta el patio trasero del colegio, su mejor refugio ante estas situaciones, la naturaleza era su mejor aliada. Faltaban dos horas para terminar el día y que mejor manera de relajarse. Era una buena estudiante y el haber escapado de la clase de arte no le afectaría mucho.

Se puso unos audífonos para escuchar su canción preferida, pero al escuchar aquella voz que pronunció su nombre detrás de ella, la dejó inmóvil.

Yoshinori Kanemoto.

Ahora estaba segura que prefería mil veces tener mantequilla en su rostro, que volver a ser "el juguete" de Kanemoto.

Respiró profundo y giró, cuidando cada una de sus acciones, no quería molestar al chico.

—Vaya, vaya, ¿qué hace aquí la mejor estudiante del colegio? —se preguntó así mismo.

Hyeon sabía muy bien qué no debía pronunciar ninguna palabra hasta que él se lo permitiera.

—Oh, espera... —miró a la castaña. —¿No me digas que no fuiste a clase? —cuestionó con una sonrisa burlona y empezó a reírse, algo que incomodó más a Hyeon, ya que sabía muy en el fondo que había tomado una mala decisión al salirse de clase.

—Al parecer, también eres una chica mala. —se dirigió a ella.

—No es —calló inmediatamente, olvidó que no debía hacer eso.

—¿Qué dije sobre interrumpirme? —comenzó a acercarse a ella.

—Lo siento —fue lo único que pudo pronunciar Hyeon.

—Mmm, está bien —dijo de repente Yoshinori, sorprendiéndola totalmente—. Pero tendrás que hacer algo por mí.

Hyeon esperaba realizar una tarea, un trabajo o un proyecto, pero no debía de fiarse de las palabras de un tipo como él.

—Quiero que hoy vayas a mi casa —dijo entregándole una tarjeta—. No soporto la tardanza, así que se puntual por favor.

Hyeon apenas tomó la tarjeta, se quedó perpleja. Vio como Kanemoto se iba dejándola aún más confundida.

El dilema estaba en sí iría o no. Pero sabía claramente cuál era su respuesta.

La clase de arte había terminado, indicando el final de la jornada escolar del día. Asahi recogió sus materiales sin ninguna expresión, solo tenía una cosa en la mente, el por qué la chica de cabello claro había salido literalmente corriendo luego de verlo al inicio.

Sabía quién era exactamente, Lee Ji Hyeon. Recuerda que fue él quien la salvó de una posible humillación cuando fue su primer día, pero nunca imaginó que realmente sentiría una pizca de interés por "la chica nueva".

Estaba por retirarse, pero notó que había un cuaderno debajo de una carpeta. Sin tanto interés lo tomó, quizá se le había olvidado a algún alumno. No quería abrirlo, pero debía de encontrar el nombre o algo para saber a quién le pertenecía.

Sus ojos se sumergieron en el interior del cuaderno, era como apreciar hermosas obras de arte, casi tan parecidas al estilo que él usaba.

Cada página era algo nuevo, algo interesante y maravilloso, no podía describir todos esos dibujos. Con rapidez quiso buscar al posible autor de tan bellas pinturas, pero se detuvo.

Si sabía a quien le pertenecía era obvio que debía de devolverlo de inmediato.

—Quizás, no hoy. —dijo, cerrando el cuaderno y lo guardó en su mochila.

Mientras caminaba rumbo a la salida del colegio, la volvió a ver. Ella caminaba para la misma dirección, entonces, tal vez, quizás... Podría hablarle un momento. Pero...

Escuchó como una voz muy aguda se interpuso en su visión, volvió a la realidad y regresó a ser el mismo.

—¿Qué quieres Liren? —dijo con fastidio.

—Quiero pasar más tiempo con mi novio... —respondió ella rodeando su cuello con sus delgados brazos.

Asahi estaba cansado de esa situación, si no le ponía un alto, estaba seguro que le traerían duras consecuencias con su padre.

—Lo repetiré por última vez, tu y yo no tenemos ninguna relación. —recalcó en la última palabra.

Alzó la mirada buscando a Hyeon, pero no la encontró, con un ligero enojó dejó a la chica rubia hablando sola. No tenía humor para soportarla.

—¡Asahi! ¡Asahi! —gritó—. ¡No me dejes hablando sola! —fue ignorada.

Hamada sin pensarlo dos veces comenzó a correr detrás de aquella mochila personalizada que vio al doblar una esquina, tenía esperanzas de que hablaría con ella, pero no espero que se equivocaría de persona.

Con una reverencia se disculpó de la estudiante desconocida, y volvió hacia el colegio, no tenía opción, debía volver a casa.

Pero esta vez con algo sumamente valioso.

Aquel cuadernillo de dibujos. Que le aseguraba algo, había encontrado a su artista favorito.

¿Listos para la segunda parte? Sigamos conociendo un poco más del pasado.

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💛~

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