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✶Trentotto

–¡Desde luego que no!

Yoongi contuvo un gemido mientras se enfrentaba a las miradas de sus hermanos, que lo contemplaban desde el otro extremo de la sala de reuniones. La irritacion hacia mella en él, pero se aferró con empeño al control y a la autoridad de los que hacía gala cuando lidiaba con los dramas familiares. Los dos publicistas se miraron como si trataran de decidir que lado ponerse.

El alfa esbozó una sonrisa serena y se concentró en el equipo de publicidad.

–¿Cuanto tardaran en preparar la nueva campaña?

Los hombres lo miraron de nuevo. En sus ojos brillaba la avaricia de conseguir más dinero.

–Una semana. Lo dejará alunacinado y crearemos sensación.

–Muy bien. Discutiré el tema en profundidad con mis hermanas y los llamaré.

–Sí. Grazie, signore Min.

Una vez que la puerta se cerró tras ellos, Yoongi se volvió para enfrentarse al escuadrón enemigo.

–Chaewon, recuerda que los conflictos se tratan en el ámbito familiar

Cuando hablo, Chaewon lo hizo con un deje amargo en la voz.

–Ni siquiera me has escuchado. Como siempre. Yoongi, me he pasado meses colaborando para preparar esta campaña y creo que vas en la dirección equivocada.

El Alfa agitó las manos sobre las fotos que descansaban en la mesa de madera de cerezo.

–He visto los informes. Los consumidores quieren algo más arriesgado. Una pastelería hogareña y sencilla no llamara la atención en Nueva York. Además, necesitamos darle un aire más fresco al negocio aquí en casa. Quiero lanzar una imagen totalmente nueva. Contratar a una modelo que en el anuncio se como dulce quizá, y una frase pegadiza con doble sentido sobre el sexo y la comida.

Chaewon soltó un grito ahogado.

–¿Como dices? ¿Te volviste loco? Esta es la empresa de mamá y me niego a que la explotes por dinero. –Arrojó a la mesa la carpeta que tenia en las manos– Aquí mando yo y me gusta la nueva campaña. Los beneficios son constantes y no hay motivos para cambiar algo que funciona.

–No estoy de acuerdo– Yoongi miró a su hermana y habló con voz fria– Chaewon, aunque seas la directora general, la mayoría de las acciones son mías. Creo que necesitamos arriesgarnos para la apertura de la tienda en Nueva York. Voy a necesitar anuncios en prensa, en televisión y en vallas publicitarias. Todo basado en el nuevo enfoque.

Como de costumbre, cargaba con el peso de la responsabilidad sobre los hombros, pero siguio delante como era habitual. Ojalá no tuviera que ser siempre quien tomaba las decisiones difíciles.

–Se que estas enfadada con mi decisión, pero creo que es lo mejor para familia. Para La Dolce Famiglia.

El negocio contaba con un total de veinte pastelerías por la zona de Milán y Bérgamo. Todas ellas ofrecían dulces artesanos y recién hechos, y también tenían un servicio se catering excepcional. El cuartel general de la empresa se ubicaba en el centro de Milán y ocupaba toda la plata de un edificio. Además, a esas alturas ya habían añadido su propia fábrica, de modo que los ingredientes siempre eran frescos y de primera calidad. Dirigir un imperio empresarial requería tomar decisiones complicadas, aunque eso significara entrometerse en las funciones de Chaewon. Si bien las decisiones corporativas de su hermana siempre impresionaban, sabía que si la nueva campaña fallaba, el culpable sería él. Abrió la boca para explicarse, pero su hermana se lo impidió.

– La falta de respeto que me demuestras en increíble– Chaewon apretó los puños y su expresión, normalmente reservada, se tornó furiosa. Le temblaba la voz. Llevaba un impecable traje azul marino con zapatos de tacón del mismo color, y se había peinado con un pulcro moño. La perfecta empresaria. Por desgracia la imagen quedaba empañada por las lagrimas que tenía en los ojos– No pienso seguir haciendo esto. Contrata a alguien en quien confíes, porque está claro que no confías en mí.

Yoongi retrocedió, sorprendido por el repentino arrebato emocional. Tras acercarse a ella, le dijo en voz baja:

Cara, no pretendía...

–¡No! –Chaewom se alejó de la mesa de un brinco– Estoy harta de que me trates así. Soy lo bastante buena para dirigir La Dolce Famiglia cuando tú no estás; pero, en cuanto apareces, asumes mis funciones e insultas todo aquello que tanto me ha costado conseguir, como el respeto, la admiración y la ética laboral.

–No seas tonta. Me limitó a hacer lo mejor para la empresa.

Chaewon asintió con la cabeza.

–Muy bien. Bueno, pues en ese caso creo que ya no me necesitas. Renuncio a mi puesto. Con carácter inmediato. Busca a alguien que se deje mangonear.

Merda–pensó él.

Jennie se plantó frente a Yoongi y agitó con furia un dedo en el aire.

–¿Por qué tienes que ir dándole órdenes a todo el mundo? –le preguntó– Eres nuestro hermano, no nuestro padre.

El alfa apretó los dientes y después se relajó de nuevo.

–Exacto, porque si fuera papá no te habría permitido que te dedicaras a vestir a la muñeca Barbie como si eso fuera una profesión aceptable. A lo mejor si fuera papá, te habría obligado a asumir el lugar que te corresponde en la empresa de la familia para que Chaewon no cargará con toda la responsabilidad.

Jennie siseo como si fuera Dante y se irguió sobre los zapatos rojos con tacon de ochos centímetros.

–¡Lo sabía! Siempre he sabido que no respetabas mi profesión. La moda es una industria importante, Yoongi, y me he hecho un nombre en un sector muy competitivo. Pero, aunque haya elegido hacer algo que me gusta, eso no es suficiente para tí. No nos respetas a ninguno.

Zitte! Dejen de comportarse como niñas pequeñas. Siempre he hecho lo mejor para la familia.

Jennie hizo una mueca desdeñosa y agarro a su hermana de la mano.

–¿Quién te crees que eres? Nos das órdenes como si fuéramos niñas, te niegas a respetar las decisiones que tomamos y finges que te importamos. Hemos conseguido encauzar nuestras vidas y nos ha ido muy bien sin ti.

Yoongi sintió una dolorosa punzada en el pecho y tuvo que esforzarse para respirar.

–¿Cómo puedes decirme eso después de todo lo que he hecho?

Jennie se apartó el pelo hacia atrás y camino hasta la puerta con Chaewon de la mano.

–Ya no te necesitamos, Yoongi. A lo mejor ha llegado el momento de que regreses al Corea, el lugar donde perteneces.

Cerraron la puerta al salir.

El Alfa se quedo inmóvil en la silenciosa estancia mientras su vida estallaba en pedazos. Después comenzó a pasear de un lado a otro de la sala de reuniones en busca de una solución. Le dolía la cabeza. El cuidadoso control que tanto le había costado crear para proteger a su familia se le escapaba de las manos por culpa de las descarnadas emociones. Chaewon siempre ha sido la racional de la familia. Sin embargo, el dolor que había percibido en sus ojos tras anular su decisión se le había clavado en el alma. ¿Habría cometido un error? ¿Debería haberse mantenido al margen aún cuando sabía que la compaña publicitaria no era la mejor y dejarla fracasar?

Alguien abrió la puerta.

Vio que Jimin asomaba la cabeza.

–Bien. Estoy aburrido y quiero irme a casa. He estado dos veces en la cafetería he pasado un rato con la secretaria de Chaewon y me he quedado muy impresionado con la organización de su empresa. Ya cumplí con mis deberes como esposo, así que me largo.

Yoongi se obligó a asentir con la cabeza, pero el omega parpadeó y abrió la puerta del todo.

–¿Qué te pasa?

–Nada –le hizo un gesto con la mano para que se fuera– Nos vemos en casa.

El omega paso de él por completo y entró decidido en la sala de reuniones.

–¿Discutiste con tu hermana?

Debería haberlo echado de mala manera y mantener las cuestiones de negocios en él ámbito familiar. Sin embargo, le contestó sin apenas ser consciente de lo que hacía.

–Más bien con mis hermanas, en plural. No estoy de acuerdo con la campaña publicitaria de Chaewon y se han... ¿como se dice? Se han mosqueado un poco.

–Ah, ya. –Jimin parecía incomodo e incluso miró de reojo hacia la puerta. Aunque Yoongi pensaba que iba a irse, lo vio cambiar el peso del cuerpo de un pie a otro con la cámara en las manos, a esas alturas ya le parecía una extremidad más de su cuerpo. –¿Esa es la campaña? –Le preguntó mientras se acercaba a la mesa.

El Alfa se fijo en sus piernas, estilizadas por los pantalones ajustados y las botas de tacón. De repente recordó que esas piernas le habían rodeado las caderas mientras lo hacía suyo.

–Sí. Es anticuada. Le dije que necesitamos una imagen más erotica que equipare la comida con el sexo. Hay que impactar a los estadounidenses. Así es como se vende.

–Mmm.. –El omega ojeo las fotos y después cerró la carpeta– Bien, nos vemos en casa.

La madre que lo trajo– pensó Yoongi.

Acababa de percatarse de lo mucho que valoraba su opinión.

–¿Qué te parece?

–¿La campaña?

–Si. ¿Tengo razón?

Jimin se volvió sobre sus talones y lo miró en silencio. El flequillo le caía sobre un ojo, confiriendole un aura tan sensual que a Yoongi le costó concentrarse en los negocios y no recordar los gemidos de la noche anterior.

–Estoy de acuerdo contigo.

Yoongi soltó el aire de golpe. Se enderezó, contento por haber tomado la decisión.

–Eso pensaba.

–Pero no me gusta tu idea.

Sus palabras hicieron que frunciera el ceño

Scusa?

El omega agitó la mano en el aire e hizo un mochin con la nariz.

–El impacto publicitario esta bien, pero no para una pastelería familiar. Tu madre lo detestaria.

La frialdad se apoderó de él.

–Entiendo. Bueno, gracias por tu opinión, pero esto no te incumbe. Nos vemos en casa.

La expresión del rubio se tornó molesta. Tras tirar su bolso sobre la mesa, cogio la cámara de fotos. Como era habitual en él, su tigre se acercó a él con ademanes decididos, se puso de puntillas y le soltó en la cara.

–¿Eso es lo que haces con tus hermanas cuando estas de acuerdo con su opinión? Con razón se han largado. En cuanto a mí, descuida que no me olvida cuál es mi sitio. No quiero involucrarme en tus asuntos pero es que no te das cuenta. ¡Por la Diosa, Conde, espabila! Tratas a tus hermanos con una actitud paternalista que ellos aborrecen. Chaewon es muy capaz de dirigir un negocio sin tí, pero, en vez de respetarlas, pones en tela de juicio todas sus decisiones.

–Ya bien – El Alda fruncio el ceño– No tienes ni idea de lo que piensan mis hermanos.

El omega soltó una carcajada agria.

–¿Estás bromeando? Si es clarisimo. Los tres te adoran y te creen capaz de caminar sobre el agua. Lo que quieren es que su hermano mayor les dé unas palmaditas en la espalda. Un poco de respeto por los logros que haz alcanzado. ¿Sabes que Jennie cree que no la tomas en serio? Aunque sea Estilista de muchos famosos y se haya ganado el respeto de sus colegas de profesión, para ella no significa nada porque tu no reconoces su éxito. ¿Y Jihoon? Le encanta pintar, pero para ti es un pasatiempo más y lo obligas a estudiar ese máster de Gestión y Administración de empresas. Tiene talento a espuertas y está deseando mostrarlo, pero quiere tu aprobación. En el fondo no lo conoces, no ves al hombre en que se está convirtiendo. Chaewon sigue luchando contra la idea de que es una usurpadora y de que el negocio nunca será suyo. Has hecho que dude de su instinto.

En el mentón del Alfa apareció un tic nervioso.

–Los respeto y los quiero más que a nada en el mundo. ¡Por la Diosa, son mi vida! Lo sacrifique todo para que fueran felices.

De repente, la expresión de Jimin se suavizó.

–Lo sé– susurró – Has hecho lo mismo que habría hecho tu padre. Los has apoyado con dinero, disciplina y buenos consejos. Los has mantenido a salvo. Te has asegurado de que no cometieran errores y de que no les faltara nada. Pero se te ha olvidado lo más importante. No quieren un sustituto de su padre. Quieren un hermano mayor que sepa bromear con ellos, que los apoye y los deje brillar. Cada uno a su modo. Yoongi, ya no te necesitan. –le acarició la mejilla y el Alfa sintió que la ternura se colaba por las grietas de su corazón– Necesitan que les digas que los quieres. Tal y como son.

Las palabras de Jimin lo zarandearon y sacudieron los cimientos de la cómoda posición que ocupaba.

Lo vio levantar la cámara de fotos.

–Esto es lo que veo como imagen de La Dolce Famiglia –dijo. En la pantalla había una foto de su madre en sí acogedora cocina, con un cuenco pegado al pecho y una expresión soñadora en la cara– Tu empresa no tiene nada que ver con el sexo y la comida. Es esto. Los sueños que tu madre imaginaba para su familia, su determinación para convertirse en la mejor y ofrecer una calidad suprema todos los días. En eso deben basarse en el eslogan y la campaña publicitaria.

Yoongi contemplo la foto en silencio. Cuando alzó la mirada, descubrio un sinfín de emociones en la cara del omega.

–Tienes suerte de contar con ellos. Si cometes un error, te perdonarian. En eso consiste la familia. –Y siguió como si el tema estuviera relacionado– No pertenezco a este lugar, Yoongi. Mi sitio no está a tu lado. Ni con ella. No puedo seguir con esto.

Se volvió y salio corriendo, dejándolo solo con sus pensamientos. Todo aquello en lo que creía y por lo que tanto había trabajado parecía burlarse de él de repente. Recordó su pasdo, pero rechazó con saña la sensación de fracaso. Vio el rostro se su madre en la pantalla de la cámara. Se merecía mucho más que eso. Se merecía mucho más por su parte.

Apartó el sillón de cuero de la mesa y se sentó. Poco a poco, fue viendo las fotos que el omega había hecho desde que llegaron. No solo había preciosos paisajes. Había logrado capturar algo efímero en casa una de las instantáneas, ya fuera un color o forma. Vio a sus cuatro sobrinos, la imagen sonriente de los cuatro nos traviesos moldeando la plastilina. Soltó la cámara despacio y se enfrentó a la verdad.

Se estaba enamorando de él.

Pero al mismo tiempo Jimin lo acojonaba. No era el Omega con el que se había imaginado compartiendo el resto de su vida. Jimin le provocaba una miriada de emociones y lo llevaba al limite. Comparados a él, los demás omegas con los que se había acostado quedaban reducidos a nada. Era irritante, testarudos sincero al máximo y ocultaba una ternura que derretía su corazón.

Lo peor de la conversación que acababan se mantener era que sabía que Jimin tenía razón.

No había hecho bien su trabajo. Lo torturaron las imágenes de su padre en el lecho de muerte. Lo torturó la culpa de haberse marchado a perseguir sus sueños egoístas mientras su padre trabajaba el día entero a fin de crear una empresa en la que sus hijos nunca habían creído.

El vacío amenazó con apoderarse de sus entrañas. Jimin había dicho la verdad. Mientras luchaba por llevar el negocio hasta lo más alto, se había negado a ver a sus hermanos como iguales. En su mente seguían siendo los niños desolados por la muerte de su padre que necesitaban protección y estabilidad. Aunque contaba con la fortaleza de su madre, siempre había sabido que dependían de él y que debía asumir el liderazgo de la familia como Alfa. Y lo había hecho. Había impartido disciplina, consejos, y había sido el guía.

Sin embargo, nunca había alabado el trabajo que hacían. Nunca les había dicho que los quería. Nunca los había escuchado.

Habia sido terriblemente injusto con los tres. No le había permitido a Chaewon sentirse recompensada por haber asumido el papel de directora general de la empresa. Aunque llevaba a cabo las tareas diarias del puesto, no le concedía el mérito que merecía. Se guardaba lo bueno para sí mismo, como un niño egoísta, y jamás la apoyaba.

En el caso de Jihoon estaba tan acostumbrado a verlo como el niño de la familia que jamás se le había pasado por la cabeza preguntarle por sus sueños. Se limitaba a darle órdenes, a exigirle y a poner el listón alto. Sí, sabía que le gustaba el arte, pero no había comprendido que sus sueño podían ir por ese camino en vez de por el mundo empresarial hasta que Jimin se lo había señalado.

Aunque era Jennie quien se había llevado la peor parte. Se sintió abrumado por la vergüenza de reconocerlo. Jennie había perseguido el sueño de ser estilista; sin embargo, él siempre le recriminaba que no hubiera asumido su responsabilidad en el negocio familiar y siempre menospreciaba su profesión. En ese momento comprendía por qué. Estaba celoso. Porque su hermana podía perseguir sus sueños cuando él había perdido el suyo. Tenía que desterrar la ira que llevaba dentro. Siempre se había enorgullecido de tomar las decisiones correctas, y dejar la vida de piloto de carreras había sido su decisión. Jennie no tenía por qué pagar las consecuencias por haber perseguido sus sueños o por el hecho de que él hubiera renunciado al suyo.

¿Y qué pasaba con Jimin? Estaba a punto de marcharse. No sabía cómo podía convencerlo de lo contrario no como lograr desestabilizarlo lo justo para conmoverlo, pero antes muerto que no intentarlo con todas sus fuerzas. No le permitiría subirse al avión hasta que lo hubiera convencido de que le entregará su alma. Sólo entonces sabría con seguridad si tenían un futuro juntos.

Su vida yacía a sus pies, rota en pedazos. Había llegado el momento de tomar una decisión. Primero, debía enmendar el error cometido con sus hermanos. Después, tenía que dar un salto de fe. Jimin poseía el corazón y el alma de un guerrero herido, y ya era hora de que luchará por él.

Necesitaba encontrar a su esposo ficticio y convencerlo de alguna manera de que se quedara.

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