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✶Trentanove

Jimin estaba tumbado en la cama, con la vista clavada en el techo. Había tomado una decisión firme.

Se largaba.

Aunque su lobo lloriqueara por alejarse del Alfa.

Desde que había puesto un pie en la casa de los Min, había perdido el norte. Se había visto envuelto en los dramas familiares y, de un modo muy raro, había empezado a preocuparse por ellos. Eso no era nada bueno. Debía lograr distanciarse de Yoongi y acostumbrarse a la idea de que ya no estaría a su lado. Jamás volvería a acercarse a Taehyung. Le daba igual lo que intentara hacer para escaquearse del trato él se aseguraría de que cumpliera su promesa. Además, lo último que necesitaba era llorar por un Alfa que quería cosas distintas de él.

Porque quería otras cosas, ¿no?

Con la cabeza hecha un lío, se puso de costado y gimió. ¿Por qué comenzaba a tener dudas? Su decisión de acostarse con él y de sacárselo de la cabeza había resultado desastrosa. Una sola noche y ya le importaba demasiado. ¿Y si se colgaba de él? ¿Y si empezaba a tener ideas desquiciadas acerca del amor, la estabilidad y una marca? Que sí, que le había dado un montón de orgasmos y lo había satisfecho físicamente. Pero ¿y su corazón? ¿Soportaría semejante golpe?

No. Tal vez fuera un cobarde, pero cuando Yoongi volviera, él se subiría en el siguiente avión de vuelta a casa. Diría que su madre había enfermado. O se inventaria una muerte en la familia, algún tío lejano. Cualquier cosa para poner mucha tierra de por medio.

Alguien llamó a la puerta. Se sentó, presó del miedo.

–¿Quién es?

–Jihoon. ¿Puedo pasar?

–Claro.

El hermano de Yoongi entró y se sentó en la cama. Jimin sonrio al ver la expresión feliz de su cara. Por un rato habia dejado de lado su humor sombrío y parecía muy contento. Llevaba un maquillaje sutil, y una ropa favorecía las curvas de su cuerpo, algo que no conseguían las camisetas y los pantalones anchos que solía llevar. Al menos había conseguido ayudar a Jihoon un poco. Era algo en lo que no había metido la pata.

–¿Como lo has pasado? –le preguntó – Y antes de que contestes, mejor que te lo hayas pasado genial. Anoche tuve que lidiar con tu hermano y todavía no me he recuperado.

El menor soltó una carcajada y se cruzó de piernas. Tenía una expresión emocionada.

–Jimin, fue genial. ¡Adoro a Giada! Es fantástica. Y muy hermosa. Y los chicos fueron muy simpáticos. Era un grupo muy grande y no me sentí incomodo. Y ¿Sabes que? ¡Me dijeron que seria un modelo fabuloso!

El mayor sonrió.

–Lo serias, pero no creo que te gustará como profesion, Jihoon. Personalmente, creo que te irá mejor con los estudios universitarios y con tu arte. Tienes mucho talento.

El chico se ruborizó

–Gracias. Sí, seguramente a mi madre y a Yoongi les daría un ataque. Pero fue estupendo que creyeran que soy bastante bueno para hacer de modelo. Me han invitado a su siguiente sesión de fotos y ahora tengo sus números de teléfono y nos estamos mandando mensajes.

–Me alegro de que hayas hecho nuevos amigos.

–Yo también. ¿Puedo pedirte un favor?

–Mientras no tenga que cuidar de niños...

–¿Me prestas uno de tus pañuelos? ¿Tienes algo en azul cielo? Quiero probarme un modelo nuevo y necesito un complemento lindo – fruncio la nariz– Jennie hace un alboroto cuando tomo algo de ella y Chaewon solo tiene trajes de chaqueta.

–Claro. Me he traído unos cuantos. Están en la maleta, en el armario. Toma los que quieras.

Jihoon empezó a contarle los detalles de la noche mientras el seguía recostado contra el cabecero, relajado por el ritual de compartir la ropa y cotillear. El omega menor exclamó encantado varias veces por las bandanas y tomó dos prestados antes de decir:

–¿Qué es esto?

Jimin levantó la mirada. Se le paró el corazón.

Jihoon tenía en sus manos un libreto forrado en tela con una portada morada. La muchacha lo miró con curiosidad antes de abrirlo.

–¡No!

El castaño se inclinó hacia él en un intento por quitárselo.

–¿Qué pasa? ¿Es un libro de hechizos de amor? Ay, por la Diosa. Que bueno.

Diosa...

El recuerdo de su noche de borrachera lo golpeo con fuerza, provocandole un dolor de cabeza inmediato. Sí, había apoyado a Taehyung cuando su amigo le dijo que había realizado un hechizo de amor para atraer a un hombre. Si, Taehyung había terminado casándose con su hermano y eran felices. Pero ni de coña era fruto del hechizo. De hecho, Jungkook era todo lo contrario a lo que Taehyung había pedido en un principio; pero cuando se lo comentó. Taehyung se echó a reir y le aseguró que la Diosa Luna sabía lo que hacía.

Taehyung lo obligó a aceptar el libro y a usarlo. Jimin se negó al principio, pero acabó metiendolo en el bolso para olvidarse de él.

Hasta aquella noche. Cuando se dio cuenta de que tal vez nunca encontraría al hombre adecuado para casarse, de que nunca tendría hijos y de que estaría solo el resto de su vida. Aquella noche bebió demasiadas margaritas, vio una película romanticona y sacó el librito morado. Después, procedió a encender un fuego en su sala de estar y a elaborar la aciaga lista.

Las cualidades que exigió hicieron que cerrará los ojos con fuerza al recordarlo. Ridículo e infantil. Por supuesto, los hechizos de amor no funcionaban, pero dejar el papel debajo de la cama le parecía lo menos que podía hacer después de haber encendido la dichosa fogata y haber quemado la lista. No se lo había contado a Taehyung y era una de las pocas cosas que le había ocultado a su mejor amigo. Pero mejor guardar el secreto a que se corriera la voz.

De cualquier forma, no había un Alfa sobre la faz de la tierra que poseyera todas las cualidades que él buscaba. Tal vez debería haber buscado el significado de la palabra héroe en el diccionario y esperar a que Superman apareciera el la ventana de su departamento.

Se le había olvidado por completo que había metido el libro en la maleta en un esfuerzo por olvidar lo que había hecho. En ese momento, la realidad de su locura se burlaba de él con un morado chillón.

–Jihoon, no es nada, de verdad. Ya no recordaba que estaba ahí –Soltó una carcajada, pero incluso a él le sonó falsa– Mi mejor amigo me lo dio a modo de broma.

Jihoon hojeo las páginas.

–¿Lo hiciste? Me refiero al hechizo de amor. ¿Así es como se conocieron Yoongi y tú?

La humillación lo abrumó, hundiéndolo como una corriente traicionera en el mar.

–No, claro que no. Es una tontería y se me olvidó deshacerme del libro.

Jihoon lo observo.

–¿Puedo quedármelo?

El castaño apretó los puños y miró el libro con expresión espantada.

–¿Que? No, no, es una tontería. Esas cosas no funcionan. Además, tu hermano me matará si te ve con un libro de brujería.

–No es brujería. Aquí dice que tienes que hacer una lista con las cualidades que buscas y que necesitas en una pareja. Que realices el conjuro y él acudirá a ti. –Hojeó las páginas mientras Jimin intentaba contener el pánico– Vaya, aquí dice que tienes que hacer una fogata en honor a la Madre Luna. Ay, Jim, por favor. Te lo juro no se lo diré a nadie. Esto es lo más.

Jimin estaba boquiabierto como un pasmarote. ¿Por qué no habia tirado el libro cuando tuvo oportunidad? Mataría a Taehyung por obligarlo a llevárselo. Pero matarlo de verdad.

–¿Jimin? Por favor.

Con gran expectación, Jimin clavó la mirada en el libro, como si estuviera esperando a que se desintegrara por combustión espontánea. No tendría esa suerte. Menudo día de mierda, empezando por un gato loco. Cerró los ojos y rezó por qué ese no fuera el peor error de su vida

–Bien. Bien. Pero no se lo digas a nadie. Sabes que son tonterías, ¿Verdad? Como no me asegures que no vas a tomártelo en serio, Jihoon, lo tiro ahora mismo.

Jihoon negó con la cabeza y levantó una mano.

–Te lo prometo. Creo que son tonterías. Cuando me lo haya leído, lo tirare. ¡Gracias Jimin!

Salió corriendo del dormitorio, cerrando la puerta tras el.

El omega rodó en la cama y hundió la cara en la almohada.

Se acabó. Detestaba regodearse en el sufrimiento, especialmente en el propio. Empezaría a hacer el equipaje, reservaria un billete de avión y se marcharía de allí.

Alguien llamó a la puerta.

Gimió contra la almohada.

–¡Largo!

–Jimin, voy a entrar.

¡Yoongi!

Se incorporo como impulsado por un resorte. Tal vez fuera lo mejor. Quitarse de en medio la discusión. Él le gritaría por inmiscuirse en los asuntos de su familia, él le replicaria que se largaba y después llegarían a algún tipo de acuerdo para que ambos consiguieran lo que querían. Se pasó una mano por el pelo e inspiró hondo.

–Pasa.

Yoongi entro y cerró la puerta. Se le seco la boca y el estómago le dio un vuelco al verlo. Su aroma llenaba la estancia, saturando hasta el último rincón con una masculinidad que era innata en él. Jimin tuvo la desquiciada visión de quitarle la ropa y de rendirse a él en el acto. Sin más dilación.

Antes de marcharse.

Luchó contra el impulso y mantuvo la calma. Sus ojos oscuros se clavaron en él como si esperase que hablara.

–Supongo que has venido a gritarme.

Lo vio contener una sonrisa.

–Esta vez no.

El silencio cayó sobre ellos con un cariz peligroso. La tensión sexual crepitar en el aire, lo que lo llevo a retroceder un centímetro. Solo un centímetro.

–Ah. Genial, porque no estoy de humor. He tenido un día espantoso.

–Yo también, pero estoy apunto de remediarlo.

Jimin escucho un golpe y se dio cuenta de que Yoongi se había quitado los zapatos con los pies. La elegante tela de la camisa contenía a duras penas su ancho torso y sus musculosos brazos. Apretó los puños para contener el deseo de explorar su duro cuerpo. Continuo:

–Yoongi, tenemos que hablar. Quiero volver a casa.

Aunque enarco una ceja, Yoongi permaneció callado. Se quitó lentamente la corbata azul marino y la deslizó por su cuello hasta dejarla caer.

–¿Por que?

Se quedó boquiabierto al escucharlo.

–A ver que lo pensare... Porque el viaje ha sido un desastre. Porque soy muy infeliz y tu eres infeliz, y estamos embarullando a toda tu familia. Porque detesto mentir y no soporto pasar un día más fingiendo ser tu amante y devoto omega. Se me ocurrirá alguna excusa. Diré que ha muerto alguien. Un primo o un Tío lejano y estoy convencido de que podremos mantener la farsa hasta la boda de Jennie.

Yoongi ladeo la cabeza como si estuviera prestando atención, pero se quitó la gomilla que le sujetaba el pelo. Los mechones le cayeron a ambos lados de la cara, rozandole los hombros. El gesto hizo que el omega tensara los muslos, preso de un deseo agónico que lo mojo al instante. Se moría por fotografiarlo. Un hombre poderoso y peligroso, oculto bajo un traje civilizado. Por La Diosa, era hermoso.

Siguió hablando en un desesperado intento por contener el ardiente anhelo que lo consumía. Controlando su aroma.

–De hecho, si quieres, vendré para la boda de Jennie. Te doy mi palabra. Y pienso cumplir mi parte del trato.

Lo miró, impotente y convencido de que había alguna clase de juego en marcha, cuyas reglas desconocía.

Una lenta sonrisa apareció en los labios del Alfa.

–¿Huyes despavorido, tigre mío? –preguntó con sorna– Menuda decepción. ¿Pasamos una noche juntos y eres incapaz de soportarlo?

El omega resoplo al escucharlo.

–Tu eres el único incapaz de soportar la verdad, Conde. Estoy hasta la coronilla de ir de puntillas a tu alrededor, como el resto de tu familia. Es hora de que espabiles, de que reconozcas el modo en el que tratas a tus hermanos y de que admitas que te gusta tanto el control que harías cualquier cosa por conservarlo.

–Tienes razón.

Se desabrocho los primeros botones de la camisa.

El omega parpadeó. Vio un atisbo de vello. De piel palida. De unos pezones planos en su amplio rostro.

–¿Cómo? ¿Qué dijiste?

–Que tienes razón. He hablado con mis hermanas y les he pedido perdón. Te doy la razón en todo lo que has dicho hoy en la sala de reuniones.

Asombrado, lo observo en silencio mientras seguía desabrochandose botones. Un estómago como un tableta de chocolate. Una intrigante línea de vello negro que desaparecía por la hebilla de los pantalones. Se le hizo agua en la boca y su cerebro sufrió corto circuito. Los vio sacarse los faldones de la camisa, tras la cual quedó completamente abierta.

–¿Qué... que estas haciendo? –preguntó con voz chillona.

–Acostarme contigo.

Se quitó la camisa, que cayó al suelo, y comenzó a desabrocharse el cinturón, que procedió a quitar las trabillas. A continuación se bajo la cremallera.

Jimin recorrio con la mirada avariciosa el hombre perfecto que tenia delante. Yoongi puso los brazos en jarras.

–Ven aquí, Jimin.

Acelerado por el subidon hormonal, el corazón le latía tan fuerte que estaba a punto de marearse.

–¿Como?

–Mmm, debería haber hecho esto hace. ¿Quién iba a pensar que podías quedarte sin habla?

Le cogio la mano y lo levanto de la cama.

Aturdido por la corriente sexual que le había provocado el roce de su piel, dejó que lo colocará delante de él.

–Dejemos la cosas claras, tigre mio. Voy a acostarme contigo. Voy a desnudarte, a metertela hasta el fondo, te daré mi nudo y haré que te corras tantas veces que la única palabra que brote de tus labios será mi nombre, cuando supliques que lo repita todo de nuevo. –le sumergió los dedos en el pelo y le dio un tirón. Después lo miro fijamente, prometiendole con la mirada todos y cada uno de los placeres eroticos que pudiera imaginarse– Capisci?

Yo... no... no creo....

El Alfa le presiono los labios con la boca.

Tal vez su mente necesitará un momento para recuperarse, pero su cuerpo cobro vida y se sometió a su asalto. Aceptó cada sedosa caricia de su lengua y exigió más mientras le clavaba las uñas en los hombros y se aferraba a él. En cuestión de minutos, lo había desnudado.

Su sabor sensual se le subió a la cabeza, al igual que su olor. Hacía un buen rato que estaba mojado, anhelando que lo hiciera suyo. El Alfa gruño y se puso el condon a toda prisa. En esa ocasión lo instó a colocarse en cuatro patas sobre la cama, le separó los muslos y lo penetro desde atrás.

El omega grito por la deliciosa sensación de sentirlo dentro y movió las caderas pidiendo más. La postura lo dejaba completamente vulnerable. Jadeo mientras intentaba mantener cierto control, pero Yoongi pareció percatarse de su reserva y extendio los brazos para pellizcarle los pezones mientras aminoraba el ritmo de sus embestidas. Cada embiste, lento y deliberado, lo acercaba más al orgasmo, pero no bastaba para que lo alcanzará. Gimió e intentó obligarlo a acelerar el ritmo

Su cálido aliento le rozó la oreja.

–¿Quieres algo?

Se estremecio al escucharlo.

–Te odio.

El italiano soltó una ronca carcajada.

–Y yo te adoro en esta postura. Tienes un culo precioso.

Yoongi realizó un movimiento circular con las caderas e hizo algo que debería ser ilegal.

–Yoon, por favor.

–Quédate.

El castaño intentó asimilar lo que había dicho, otro le dolía todo el cuerpo por el deseo.

–¿Qué?

Él le mordisqueo la oreja y bajo sus manos hasta su miembro, que comenzó a acariciar suavemente dando leves presiones.

–Quédate conmigo hasta que acabe la semana, amore mio. Prométemelo.

Cada vez más cerca. El orgasmo estaba al alcance de su mano y él lo deseaba como antes, deseaba que lo llenará por completo y lo reclamara. Quería que lo envolviera completamente con todo su ser.

–Si, me quedaré.

Yoongi musito su satisfacción, lo tomó de las caderas y se lo entregó todo. El brusco movimiento lo catapultó al orgasmo y lo dejó tembloroso. Él grito su nombre y lo siguió, tras lo cual ambos se desplomaron sobre las almohadas. Yoongi lo abrazó con fuerza, dejando su nudo dentro. Lo envolvió completamente como si no quisiera soltarlo jamás.

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