✶Quarantasette
Comenzó a moverse. Con cada embiste lo reclamaba como suyo, le dejaba claras sus emociones y la necesidad que sentía de poseerlo. Al final, la resistencia abandonó por completo el cuerpo de Jimin y salió al encuentro de sus embestidas, clavandole los talones en los muslos cuando llegó al orgasmo. Jimin explotó bajo su cuerpo y él se dejó llevar. El increíble placer lo estremecio, se apoderó de él y lo lanzó al precipicio. Cuando por fin amainó la tormenta, Yoongi se dio cuenta de que su vida jamás sería la misma.
Y de que no quería que lo fuera.
Lo quería.
Las palabras se repetían sin cesar en su cabeza. A veces con la belleza se una ópera. A veces con una carcajada socarrona y traviesa. Fuera como fuese, tenía que pensar en eso, pero de momento estaba demasiado aturdido.
Movió las manos, que ya tenía libres. Yoongi lo abrazaba con más ternura de la que ningún hombre le había demostrado hasta la fecha. Le había hecho el amor con menos incidencia en el morbo y más a la hora de darle placer, y de exigirle el mismo placer a cambio.
Trago saliva para no pronunciar las palabras que tenía en los labios y permanecer callado. Dos palabras muy cortinas, pero no se le ocurrían unas más difíciles de pronunciar. Sentía su piel sudorosa contra él, sólida y real. Le había dado un regalo que no tenía precio. Confianza. De alguna manera, al atarlo y obligarlo a someterse, había aprendido a confiar en otro ser humano.
Yoongi lo beso en el pelo enredado con ternura.
–Gracias por confiar en mí. Quiero saberlo todo de tí, cara, pero puedo esperar.
Su paciencia lo descolocó por completo. ¿Por qué quería conocer algo más que si cuerpo? Le había parecido sincero cuando le confesó que nunca había querido a Taehyung. Tal vez había sospechado la verdad, pero no quería deshacerse del último obstáculo. En ese momento ya no tenía adonde huir, pero tampoco podía pronunciar dos palabras que él necesitaba oír.
Cerró los ojos y le dio el único otro regalo que le quedaba por dar. Su verdad.
–Tenía dieciséis años. Y estaba coladito por el típico chico, el capitán del equipo de fútbol. Por supuesto, él ni se había fijado en mí, pero yo hacía todas las tonterías típicas para llamar su atención. Un día se me acercó y me habló. Días más tarde me pidió salir. Yo estaba loco de alegría y creía que por fin seríamos novios.
El Alfa dejo de acariciarle el cabello castaño y se apartó de él para poder mirarlo a la cara. Jimin sintió su mirada como una caricia, pero clavó la vista en el techo, como si todo estuviera sucediendo delante de él.
–Me maquille lo mejor que pude. Siempre me ha gustado usar faldas así que me puse una cortisima y una bonita camiseta. Por aquel entonces no tenía a nadie que me acompañará, así que iba y venía a mi antojo, sin reglas. Me llevó al cine y después fuimos al campo de fútbol. Nos sentamos en la hierba y contemplamos la luna. Me sentía muy feliz. Hasta que me tiró sobre la hierba y me metió la mano debajo de la camiseta. La verdad era que se me iba la fuerza por la boca. Nunca había salido con alguien. Ni siquiera me había dado un beso. Dejé que me hiciera ciertas cosas porque creía que era lo correcto. Hasta que me subió la falda.
Trago saliva, y Yoongi le tomó la mano y espero en silencio. Le costaba seguir pero su ternura lo reconforta poco a poco.
–Abuso de mí. Después se apartó, se puso de pie y me dijo que se había llevado una decepción. Que tenía muchas ganas de hacerlo por mi ropa y mi actitud. Que sí se lo contaba a alguien, me convertiría en el hazme reir del instituto. Me vestí y me llevó a casa. Cuando llegamos, me dio las gracias por el buen rato que había pasado y me dijo que lo repitieramos. Salí del coche y al entrar vi a mi madre que estaba viendo televisión. Fui con ella y se lo conté todo.
Los acontecimientos de aquella espantosa noche lo abrumaron, pero en esa ocasión tenía a alguien al lado. En esa ocasión contaba con alguien que lo quería lo bastante como para escucharlo.
–Mi madre solo se echó a reir y me dijo que tenia lo que me había buscado. Me dijo que empezará con el cuidado de los supresores y que me aguantara. Después me dejó solo. – Apartó la mirada del techo y lo miró a él– No sabía que hacer. Creía que me iba a volver loco. Estuve unos cuantos días sin ir a clase y después volví al instituto. Y cuando me lo cruce por el pasillo, me limite a saludarlo con un gesto. La prueba de embarazo salio negativa. Empecé a tomar las píldoras que me recomendó el doctor. Y de repente me di cuenta de que podía elegir entre dos caminos: podía ocultar mi sexualidad con ropa ancha y no sentirme cómodo físicamente con otro chico; o podía olvidarme se todo y sobreponerme. De alguna manera descubrí que podía sentir placer con el sexo, pero que tendría que hacerlo con mis condiciones. Así me aseguraría de que no volvía a pasarme nada parecido.
Le latía el corazón tan rápido que estaba apunto de darle un infarto.
– Decidí que no iba a permitir que ese imbecil me arrebatará mi forma de ser. Así que me puse la ropa que se me dio la gana y a partir de ese momento empecé a controlar con quien me acostaba. Cuando yo quería, donde yo quería y como yo quería. Pero a veces, cuando un hombre está encima de mí... a veces algo me devuelve a ese momento y me entra el pánico. Lo detesto, pero parece que soy incapaz de controlar esa parte de mi mente. O lo era hasta ahora.
El mestizo extendió un brazo y lo instó a apoyar la cabeza sobre su pecho. La fuerza, la calidez y la sensación de seguridad que lo envolvieron con tanta facilidad lo dejaron sin aliento.
Suspiro extasiado al sentir las mezclas de sus aromas.
–Lo siento muchísimo, cara. De haberlo sabido, no te habría presionado tanto.
Meneó la cabeza.
–No, me alegro de que lo hicieras. Ahora ya no tengo miedo.
Yoongi siseó, y él se dio cuenta de que estaba temblando. Muy despacio levantó la cabeza para mirarlo a la cara.
En sus ojos relucian un intenso orgullo y una rabia feroz. Sin embargo, sus manos fueron tan delicados como las alas de una mariposa cuando le apartó el pelo de la cara.
– Que alguien te hiciera daño de esa manera hace que me pregunte si existen el bien y la justicia en este mundo. Pero tú, amore mío, conseguiste fortalecerte tras ese suceso. Tú te labraste una vida con tus propias reglas, sin la ayuda de nadie. Eres alguien digno de admiración.
El omega se mordio el labio y volvió a apoyar la cabeza en su pecho, aspirando su dulce aroma a Vino, café y jazmines. Las palabras del Alfa resonaron por la estancia y derribaron el último muro que protegía su corazón. Él no dijo nada sobre la lagrima que cayó sobre su torso.
Y eso hizo que Jimin lo quisiera todavía más.
Es nuestro Alfa. Lo quiero para mí.
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