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✶Quarantasei

Yoongi estaba sentado junto a la cama con dos copas de champán, observándolo mientras dormía. Se le hacía faro que lo hubiera reclamado como suyo el día anterior.

Por lo general, cuando se acostaba con alguien por el que sentía algo, el anhelo iba disminuyendo con cada encuentro hasta que solo quedaba una tibia amistad que no les satisfacía a ninguno de los dos. Sin embargo, mientras miraba a su flamante esposo, le recorría una sensación de paz. Era la misma sensación que había experimentado en la pista de carreras, era la llamada de lo desconocido, mezclada con la certeza de que estaba destinado a conducir un coche de competición.

Jimin estaba destinado a ser suyo.

Por fin lo sabía. Lo aceptaba. Era consciente d eque tenía que ir con pies de plomo si quería convencerlo de que podían disfrutar un verdadero matrimonio.

Resultaba curioso que el amor que siempre pareciera algo distante y mágico que llegaría en el futuro y que incluso a veces se deseara con tanta desesperación que se fingían sentimientos que no existían.

Pero por fin lo tenía claro. Había estado esperando a Park Jimin durante todo ese tiempo.

Había sentido la conexión la noche de su cita a ciegas. Su ingenio y su irreverente sexualidad lo habían golpeado como un gancho en el estomago. Lo fascinaba en todos los aspectos, pero percibió la ilusión de algo más profundo y permanente, de modo que retrocedió por el pánico. Supo nada más al verlo que en cuanto le hiciera el amor, no querría dejarlo marcharse. Y él representaba todo lo que creía no querer en una pareja. Estaba seguro que le pisotearia el corazón y no se recuperaría jamás.

Había pensado en él muchas veces a lo largo del año que había transcurrido desde entonces, pero siempre había desterrado su imagen a lo más recóndito de su cerebro, convencido de que formarían una pareja imposible. En ese momento parecía que todos los cambios conducían a Roma.

Era su alma gemela.

Su destinado.

Solo tenia que convencerlo.

Sin embargo para conseguirlo necesitaba derribar algunas barreras. Inspiró hondo al pensar en la tarea que le esperaba. Había estado reflexionando sobre el mejor plan de acción, pero era arriesgado. Quería llegar a él de un modo más profundo, y la continua incomodidad de Jimin cada vez que él lo controlaba en la cama ponía de manifiesto que tenía que contarle unos cuantos secretos. ¿Llegaría a confiar e él lo suficiente como para compartirlos? ¿Se rendiría por completo?

Estaba a punto de descubrirlo.

El omega abrió los ojos

El Alfa sonrió al ver la expresión soñolienta y satisfecha de su cara mientras se desperezaba entre la almohadas. La sabana se deslizó, ofreciéndole una tentadora visión de sus lindos pezones chocolate. Jimin sonrio.

–¿Viste algo que te gustó?

Ese omega iba a matarlo, pero llegaría al paraíso con una sonrisa pintada en la cara. Meneó la cabeza al tiempo que le ofrecía la copa de champán.

–Con la letra C empiezan las cosas más imprescindibles de la vida; café, chocolate y champán

El omega suspiro, encantado, y acepto la copa.

Yoongi se sentó en el sillón de estampado floral y esbozó una sonrisa socarrona.

–¿No te estas olvidando de la mejor letra?

‐¿Y cual es?

–La S. De sexo.

La sonrisa de Jimin se ensanchó, más que satisfecho. Se puso durisima al instante, tanto que tuvo que cambiar de postura

–Ay, Conde, a ver si mejoramos ese vocabulario –replicó con sorna– Con la C también empieza Clímax

Se echó a reir al escucharlo.

Cara, eres increíble. Tanto dentro como fuera de la cama.

–Lo intento.

El Alfa lo observo beber un sorbo de champán, consciente de que estaba levantando sus defensas. Tenía que moverse con calma para seguir descolocandolo.

–Jimin, ¿te gusta tener el control?

–¿Te parece malo?

Lo miro fijamente, pero el se negó a alzar la mirada.

–En lo absoluto. Eres un omega fuerte y no habrías llegado tan lejos en la vida sin esa cualidad. Es que me preguntaba que te parecería la idea de que te dominará en la cama.

El omega suspiro y levanto la cabeza al instante.

–¿Por qué? ¿Eres un Dom? – se estremecio– No me gusta eso de los sumisos, Conde. He leído novelas del genero, pero los látigos no me excitan.

Por la Diosa, estaba tan loco por ese omega.

–No, cara, a mi tampoco me excita el dolor. Es que me parece que prefieres mantener el control cuando hacemos el amor, cosa que esta bien, pero me preguntaba si te someterlas alguna vez.

Lo vio entrecerrar los ojos.

–Me someto cada vez que llego al orgasmo. ¿A donde quieres llegar?

Yoongi fue al cuarto de baño, tomó los cinturones y dos albornoces blancos y regreso junto a la cama.

–¿Que haces? –preguntó el– ¿Te va el morbosidad?

Se sentó junto a él.

–¿Confías en mi Jimin?

–¿Por qué? –preguntó con expresión inquieta.

–¿Confías en mí?

Él titubeó antes de contestar.

–Sí, confío en tí.

Un gran alivio lo inundó al captar la indiscutible sinceridad en su voz.

–Gracias. Te estoy pidiendo que me dejes hacerte algo.

–¿El que?

–Atarte.

Jimin soltó una carcajada estrangulada y carente de humor.

–Dime que es una broma. ¿No podemos hacerlo a la antigua?

–Sí, pero quiero algo más contigo. Quiero darte tanto placer que exploten. Quiero que seas capaz de dejarte llevar, sin presiones. Te pido que confíes en mi lo suficiente como para cederme el control por esta noche. Su te sientes incómodo, solo tienes que decirme que pare. ¿Lo harás por mi?

El omega se sentó y clavó la mirada en los cinturones mientras se mordía el labio con fuerza.

–No sé si seré capaz de renunciar al control. –admitio.

–Creo que puedes– Sonrió mientras agitaba los cinturones con gesto travieso a fin de calmar sus nervios– podemos divertirnos. Siempre he soñado con atar a mi Omega. Tu puedes volver mi sueño realidad.

Espero con paciencia mientras él sopesaba el escenario. Vio que sus emociones luchaban por hacerse con el control. A la postre, Jimin asintió con la cabeza.

–Lo intentare –soltó el aire, írritado– Pero solo porque creo que tienes un fetiche con las ataduras y hay que quitártelo.

Soltó una carcajada al escucharlo. Con movimientos precisos le ató las muñecas con uno de los cinturones mientras que usaba el otro para atarlo a uno de los postes del cabecero de la cama. Jimin dio unos tirones, pero él se había asegurado de que tenia bastante holgura como para que no se sintiera atrapado. Lo suficiente para permitirle que se liberarse. Ver su cuerpo desnudo le provocó un deseo abrasador.

–Y ahora ¿que?

Jimin sopló para apartarse el pelo de la cara y frunció el ceño. Yoongi sonrio al ver su expresión enfurruñada, se sentó a horcajadas sobre él y lo miró.

El buen humor lo abandono de golpe. Era hermoso y tenía un cuerpo de infarto con esas curvas. Despacio, se inclinó sobre él y se apoderó de su boca, introduciendole la lengua e imitando lo que pensaba hacerle con otra parte de su cuerpo. Cuando se apartó de sus labios, Jimin respiraba se forma entrecortada y el deseo le enturbiaba la mirada.

Se tomó su tiempo. Le mordisqueo y le lamió los pezones mientras sus manos le recorrían el abdomen, las caderas y se apoderaban de su trasero a fin de instarlo a separar las piernas. Sus dedos se detuvieron sobre ese punto que se moría por sus caricias antes de penetrarlo.

Jimin gritó y tiro de las ataduras, pero él lo llevó más allá, utilizando dos dedos para pentrar su húmeda calidez mientras le acariciaba el miembro con el pulgar. Sintió que empezaba a estremecerse y lo vio retorcerse en la cama.

–¡Maldición, desatame! Quiero tocarte.

–Todavía no, cara. Me estoy divirtiendo demasiado con mi fantasía.

Cuando el omega lo insultó, se echó a reir y acto seguido bajo la cabeza para saborearlo.

Jimin se corrió al instante. Soltó un grito ronco y él siguió acariciándole para que disfrutará al máximo. Cuando se recuperó, su cuerpo temblaba. Él le separó los muslos Todavía más y penetro en él una sola embestida.

Apretó los dientes y rezó en busca del control. Jimin lo acogía como un guante, apretandolo con los espasmos que aun sacudian su cuerpo. Lo llenaba por completo, y el placer explotó en su interior. Despacio, lo aplastó contra el colchón.

–Yoongi– De repente, el pánico veló sus ojos mientras se retorcía en la cama y tiraba de las ataduras– No.

Verlo así lo hizo dudar

–Mírame, amore mio. Mírame a los ojos. Soy yo.

Jimin se concentró en sus ojos. Sus pupilas se dilataron al reconocerlo y poco a poco la tensión desapareció. Tenía los ojos llenos de lágrimas, de modo que lo besó con ternura y le seco con el pulgar la solitaria lagrima que se deslizó por su mejilla.

–Te quiero, Jimin. Nunca ha sido Taehyung ni nunca lo será. Estoy enamorado de tí.

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