✶Quarantaquattro
En cuestión de una hora Jimin se encontró sentado en el Alfa Romeo de Yoongi, volando por las estrechas y serpenteantes carreteras que llevaban al lago, el Alfa se había cambiado de ropa y llevaba unos jeans desgastados y una camiseta negra. El pelo se agitaba en torno a su cara y de vez en cuando ocultaba su expresión, confiriendole el aire de un pirata sexy que despertaba sus más bajos instintos.
Notó un hormigueo en el estomago y sintió su entrada lubricar. Cambió de postura en el asiento e hizo un esfuerzo por dejar de pensar esas cosas.
-¿Qué vamos a hacer? - le preguntó sin rodeo- ¿Te detuviste a pensarlo siquiera? ¿Vamos a contárselo a mi hermano y Taehyung? ¿Y si tu familia va a Corea? ¿Qué me dices de la boda de Jennie?
Yoongi soltó un hondo suspiro, como si se estuviera preocupando de tonterías y no de un matrimonio.
-No pensemos en eso ahora, cara. Creo que necesitamos pasar la noche a solas para arreglar algunos asuntos entre nosotros. -dijo dirigiendole una elocuente mirada que iba cargada de una sensual tensión.
El omega intentó contener un estremecimiento. Se enfadó con él porque sabía que lo controlaba con el sexo. Siempre había sido el que manejaba las riendas, y eso era lo que le gustaba. Tal vez había llegado el momento de que se volvieran las tornas.
-Lo siento, es que soy un imbecil. ¿Por qué preocuparme por algo como un voto ante La Diosa Luna y un divorcio? Vamos a pasárnoslo en grande. Ah, conozco un tema estupendo para hablar. Tu madre me dijo que habías sido piloto de carreras.
Lo vio apretar las manos en el volante. Había dado en el clavo. Se sintió un poco culpable al ver que el Alfa tenía problemas para replicar.
-Así que te lo contó. Ya nunca hablamos sobre el tema- murmuró - Era piloto de Joven. Mi padre enfermo y llegó el momento de dirigir el negocio familiar, así que lo dejé. Fin de la historia.
Parecía muy tranquilo, pero el repentino cambió de aroma y distanciamiento le indicó que sus emociones estaban a flor de piel. Continuo en voz baja;
-Eras bueno. Podrías haber sido un profesional.
-Seguramente. Nunca lo sabremos.
El viento le azotaba el pelo mientras el paisaje pasaba volando a su lado.
-¿Te arrepientes de haberlo dejado? -le preguntó- Nunca quisiste dirigir La Dolce Famiglia, ¿Verdad, Yoongi?
Su perfil le recordó a una estatua de granito. Tenía un tic nervioso en la barbilla.
-¿Importa? -replicó él- Hice lo que tenía que hacer. Por mi familia. No me arrepiento de nada.
Sintió que se le partía el corazón. Sin pensar en lo que hacía, deslizó la mano por el asiento para darle un apretón al Alfa, que lo miró, sorprendido
-Sí, importa. ¿Alguna vez has reconocido y llorado la pérdida de algo que querías? No me refiero a tu padre. Sino a tu sueño. Estabas apunto de conseguir algo que siempre había deseado y de repente te lo arrancaron. Yo me hubiera enojado mucho.
Consiguió que el mayor soltara una carcajada, aunque siguió con la vista clavada en la carretera.
- Mi padre y yo teníamos una relación complicada -admitio- Creía que mis carreras eran un pasatiempo peligroso y egoísta. Llegado el momento, me obligó a elegir entre mi profesión y la pastelería familiar. Elegí los circuitos, así que me echó de casa. Empaqueté mis cosas, e intenté labrarme un nombre. Pero, cuando me llamaron para decirme que había tenido un infarto y lo vi tan debil y enfermo en el hospital, me dí cuenta de que mis deseos no eran tan importantes por ahora como había creído en un principio - se encogió de hombros- Me di cuenta de que a veces había que dar prioridad a los demás. Como me dijo mi padre en una ocasión, un Alfa de verdad toma decisiones para todo el mundo, no solo para él. En mi caso, estaba en deuda con mi familia y debía lograr que el negocio triunfara, y lo hice. En ese sentido no me arrepiento.
El omega lo observo en silencio un buen rato.
-¿Lo extrañas?
El Alfa ladeo la cabeza como si estuviera meditando la respuesta antes de mirarlo con una sonrisa.
-Joder, sí. Extraño correr todos los días.
Por el amor a la Diosa Luna, ese hombre lo iba a destrozar. No solo era sincero, sino que no consideraba que su sacrificio fuera algo negativo. Muchos de los hombres con los que había salido se quejaban de cualquier cosa que no les gustara o que no encajara a la perfección con sus deseos o sus necesidades. Yoongi no lo hacía. Se guiaba por un código que nunca había encontrado en otro Alfa.
-Tu familia tiene suerte de contar contigo - susurró.
El Alfa no contesyo. Se limitó a darle un apretón en la mano como si no quisiera soltarlo jamás.
Llegaron a residencia de vacaciones al cabo de unas horas. Jimin se echó a reir al ver lo que los Min consideraban una segunda residencia. La magnífica mansión contaba con un helipuerto privado, un lago, jardines y varios jacuzzis. La paleta cromática era muy variada gracias al blanco del mármol, a los distintos colores del solado y a los tonos marrones y dorados. Una cálida brisa se colaba en las habitaciones a través de las ventanas abiertas, y el olor a lila le inundó los sentidos.
Sus zapatos resonaron por el suelo mientras Yoongi tomaba una botella de vino y los copas antes de guiarlo a la planta alta. Una puerta abierta conducía a un enorme dormitorio con una cama matrimonial situada sobre una plataforma. La puerta del balcón estaba abierta, como si su llegada se hubiera preparado de antemano. En una de las cómodas había un ramo de rosas rojas que llamaba la atención de inmediato. El omega cruzó la estancia, pisando al lujosa alfombra oriental, mientras admiraba las antigüedades dispuestas por la habitación y las diáfanas cortinas de encaje. Entonces fue cuando se dio cuenta que su marido estaba a un lado, apoyado en la cómoda, observándolo desde el extremo de la habitación.
Jimin trago saliva. De repente, lo asaltó el pánico atroz. Todo eso era demasiado, la cama, la boda y el descubrimiento de sus verdaderos sentimientos por el Conde. La tierra se sacudió bajo sus pies, dejándolo tembloroso. Se clavó las uñas en las palmas, como si estuviera buscando un buen asidero. Antes muerto que dejar que le temblará la voz como su fuera un novio virginal. Se reprendió por su comportamiento y enderezó la espalda.
-¿Quieres que cenemos?- preguntó
-No.
-¿Darte un baño?
-No.
Cruzó los brazos delante del pecho para ocultar que se le habían endurecido los pezones.
-Pues ¿que quieres hacer? ¿Quedarte ahí de pie como un pasmarote haciéndome ojitos?
-No. Quiero hacerle el amor a mi Omega.
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