✶Quaranta
Yoongi le acarició la espalda y él se estiró, disfrutando de la caricia. La profunda satisfacción que lo embargaba le recordó una vez más que por fin Park Jimin le pertenecía.
Su respuesta, erotica y desinhibida, borró por completo el recuerdo de cualquier otro encuentro sexual. Una señal de alarma comenzó a sonar en lo más recóndito de su ser, pero se negaba a estropear el momento con preocupaciones. Solucionarían las cosas de alguna manera. Una vez que acababa en la cama con la pieza cobrada después de la caza, siempre se sentía muy satisfecho. Sin embargo, con Jimin era algo más profundo. Experimentaba la increíble sensación de sentirse completo. Como su hubiera encontrado por fin a su media naranja.
Por la Diosa, seguro que se había vuelto loco.
Solo él podía escoger un omega capaz de ponerle la vida patas arriba. Su lobo le susurró la verdad con sorna. También le había aportado la felicidad, la vitalidad y el desafío que tanto ansiaba, aunque hubiera intentado por todos lo medios conformarse con un omega fácil de llevar. Era como si su pasión por pilotear coches de carreras se hubiera trasladado a los omegas. Salvajes, libres y tercos. Recordaba el subidon de adrenalina cuando se ponía al volante de semejante potencia, manteniendo a duras penas el coche en la trazada cuando tomaba las curvas. Jimin le ofrecía algo similar. Sacaba a relucir todas las emociones que mantenía bajo llave, ocultas por la buena educación. Su pasado por fin le pasaba factura. Y estaba contento.
De repente, el castaño se levantó de un salto. Con el pelo alborotado tapándole un ojo y el pecho al descubierto, miró la puerta cerrada con expresión alborotada.
–¡Ay, por la Diosa, tu madre! ¡Jihoon! Hice un gran escándalo, me había olvidado de que estaban en casa
Se echó a reir al escucharlo y lo obligó a tumbarse a su lado.
–Antes de venir a tu dormitorio, mi madre me dijo que tenía que ir a la ciudad para encargarse de no sé qué sorpresa. Jihoon se fue con él, así que sabía que íbamos a tener unas cuantas horas para nosotros solos.
El omega soltó un suspiro aliviado.
–Así que lo habías planeado– lo miró, fingiendo estar enfadado– Y yo qué creía que vendrías a echarme bronca por meterme en tus negocios.
–Había pensado echarte la bronca después.
El castaño extendió el brazo y empezó a acariciarle el pene después de darle un apretón. El Alfa soltó una carcajada y lo aprisionó contra el colchón con un muslo. Por supuesto, se le puso duro al instante y comenzó a frotarse contra el del omega. Con un brillo travieso en los ojos, Jimin siguió acariciandolo, rozandole la punta y subiendo y bajando la mano. Ese omega tenia unas manos peligrosisimas, que le iban a costar la vida. Aún así, moriría feliz.
–¿Qué me decías? –le preguntó él con voz sensual mientras alternaba delicados roces y caricias más vigorosas.
Yoongi apretó los dientes.
–No juegues a lo que no puedes ganar, tigre mío –gruño, y acto seguido lo beso en los labios con fuerza.
Su olor floral lo embriagó al tiempo que paladeaba el dulce sabor de su boca.
–Yo voy a ganar esta vez, Conde–le susurró él, que procedió a lamerle el labio inferior antes de darle un buen mordisco.
El leve dolor le provocó un remalazo de deseo que se lo puso todavía más duro, empalmandolo al máximo.
–Te dejaría muy claro quien manda ahora mismo, pero no tengo un condón a mano.
El omega se acomodo dejando a alfa en medio de sus piernas y tomó su miembro. Se lo un tentador centímetro.
Yoongi se detuvo sin penetrarlo del todo. La cabeza le daba vueltas, como si fuera su primer omega.
–Tomó los supresores, así que no pasa nada– aseguró él.
El brillante deseo que relucia en los ojos de Jimin lo estaba volviendo loco.
Lo penetro con una embestida.
Se quedaron tumbados de costado, mirándose a los ojos, y Yoongi disfrutó de la intimidad de poder contemplar la expresión de su cara mientras lo penetraba. Sus glúteos le llenaba las manos, y sus pezones, lo incitaban a llevárselos a la boca y succionarlos. El olor a Laureles, canela y lirios lo envolvía mientras él salía al encuentro de sus embestidas con su desenfreno que lo puso a mil. Sin embargo, siguió moviéndose despacio, ya que no quería acelerar el placer que sentía al tenerlo tan cerca, tan entregado. El omega lo aprisionó en su interior a medida que se acercaba el orgasmo, y tuvo que hacer acopio de todo su control mientras movía las caderas su punto dulce, justo antes de verlo explorar.
Se trago su aliento cuando él pronuncio su nombre y se corrió en su interior. Después se dio cuenta de que le había dicho algo que jamás había pronunciado. Un termino que reservaba para el omega que se convertiría en su esposo. Uno que jamás había empleado, ni siquiera en medio de un orgasmo.
Amore mío.
Amor mio.
Trago saliva para aliviar el tremendo nudo que tenia en la garganta y lo abrazo con fuerza.
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