┊𝐢𝐢. 𝐭𝐰𝐨
🥀๛ 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐
❛𝑼𝒏𝒂 𝒑𝒆𝒒𝒖𝒆𝒏̃𝒂 𝒓𝒐𝒔𝒂 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒄𝒓𝒊𝒂𝒕𝒖𝒓𝒂𝒔 𝒎𝒂́𝒈𝒊𝒄𝒂𝒔❜
5 meses después
La noche había caído sobre la casa de los Potter, pero el sueño parecía haberse alejado de ellos. En el silencio de la madrugada, un llanto interrumpió la paz. James, medio adormilado, se levantó rápidamente de la cama.
-Voy yo -murmuró, estirando los brazos mientras se dirigía al cuarto de Rosalind.
Al llegar a la cuna, levantó suavemente a la pequeña, intentando calmar su llanto. Sus ojos se llenaron de ternura al verla tan pequeña y vulnerable.
-Shh, tranquila, pequeña, todo está bien -susurró, acariciando su cabecita. Tras unos minutos, Rosalind se tranquilizó y volvió a dormirse.
James suspiró aliviado y regresó a la cama.
Sin embargo, cuando estaba a punto de dormir nuevamente, el llanto de Rosalind se reanudó. Esta vez fue Lily quien se despertó, mirando a James con una sonrisa fatigada.
-Creo que es mi turno -dijo, levantándose y dirigéndose hacia la cuna.
Cuando llegó, miró a su hija y notó que, además del llanto, parecía tener hambre.
-¿Un poquito de leche, pequeña? -le preguntó con dulzura.
Tras alimentar a Rosalind, la bebé volvió a quedarse dormida y Lily la dejó en la cuna, satisfecha. Regresó a la cama, pero no pasó mucho tiempo antes de que el llanto de Rosalind se escuchara de nuevo. Ambos padres se miraron exhaustos, pero se levantaron una vez más.
La noche continuó así, entre sonrisas agotadas y mimos a la pequeña, mientras la casa de los Potter se llenaba de esa dulce, pero cansada, rutina parental.
El sol apenas se asomaba entre las nubes, pero ya se escuchaban risas suaves en la casa de los Potter. James y Lily se habían despertado tarde, habiendo descansado más de lo que esperaban. Aunque las primeras horas de la mañana habían comenzado de manera tranquila, el desayuno seguía en espera, ya que el cansancio acumulado de la noche anterior había dejado a James un poco más perezoso de lo habitual.
La puerta principal se abrió con un suave tintineo de campanillas, anunciando la llegada de Marlene y Mary. Rosalind, quien se encontraba dormida en su cuna, no despertó, pero la vibrante energía de las amigas entró rápidamente en la casa.
-¡Buenos días, Potters! -saludó Mary con su sonrisa característica mientras entraba junto a Marlene tomadas de la mano.
-¡Chicas! -exclamó Lily, con el rostro aún despeinado por el sueño, pero iluminado por la calidez de su sonrisa. Se levantó rápidamente de la mesa donde estaba sentada, notando cómo la energía positiva de sus amigas llenaba la habitación.
James, que estaba medio dormido en el sofá mientras hojeaba un periódico, alzó la vista al escuchar las voces y se incorporó de inmediato, estirando los brazos hacia arriba. Sonrió al verlas y se acercó a saludarlas.
-¡Marlene! ¡Mary! Bienvenidas, aunque parece que ustedes llegaron a la hora justa, porque necesitábamos una buena dosis de energía.
-¡Por favor, no te pongas tan formal! -rió Marlene, abrazando a James-
Mary, que estaba mirando con una sonrisa la escena familiar, se acercó a Lily.
-¿Cómo te sientes? -le preguntó, tocándole el brazo con una caricia cariñosa.
-Estupendamente -dijo Lily, riendo mientras se acariciaba la cara, intentando no cerrar los ojos por el agotamiento que sentía.
Mary y Marlene observaron las evidentes ojeras en los rostros de James y Lily. Luego, se miraron entre sí, intercambiando miradas de desconfianza, sin creer ni una palabra de lo que su amiga decía
-¿Están seguros de que están bien? -preguntó Marlene, cruzándose de brazos y mirando a Lily con expresión maternal.
-Estamos perfectamente -insistió James, aunque el bostezo que lo interrumpió desmentía sus palabras.
Mary, más persuasiva, dio un paso adelante con una sonrisa confiada.
-Dejen de mentirnos. Se nota que necesitan un respiro. Nosotras podemos encargarnos de cuidar a Rosalind hoy.
James y Lily intercambiaron una mirada. Aunque querían rechazar la oferta, la idea de descansar era demasiado tentadora. Finalmente, Lily suspiró.
-De acuerdo. Pero prométannos que nos llamarán si algo pasa.
-¡Por supuesto! -exclamó Marlene con entusiasmo mientras tomaba a Rosalind, que estaba despierta en su cuna.
-Nos la llevamos entonces -dijo Mary mientras ajustaba a la pequeña en su cuna portátil. -Nos aseguraremos de que se divierta.
Con eso, Marlene y Mary se despidieron de James y Lily, quienes las miraron partir, aliviados de saber que Rosalind estaría en buenas manos.
Al llegar a su hogar, Marlene apenas soltó a Rosalind. Desde el momento en que la tomó en brazos, no dejaba de acariciar su cabello rojizo, hablándole con dulzura.
-Mira esos ojos, Mary. Son como dos pedacitos de cielo. ¿Y qué tal esos rizos? -Marlene giraba lentamente con la bebé, moviéndose como si estuvieran bailando.
Mary, divertida, observaba a su esposa con los brazos cruzados.
-Len, ¿me dejas cargarla un rato? -preguntó con un toque de impaciencia.
-No, todavía no -respondió Marlene con un tono protector-. Mi pequeña princesa necesita un trato especial. ¿Verdad que sí, Rossie? -La besó suavemente en la frente mientras hacía un leve gesto de reverencia, como si estuviera ante la realeza.
Mary resopló y dio un paso hacia ella.
-Te amo, Len, pero por favor, dame a la pequeña Rossie. Ya la has hecho sentir como una princesa, ahora déjame hacerla reír como una niña.
Marlene rodó los ojos, pero finalmente le pasó a Rosalind a Mary.
-Está bien, pero no hagas que se ensucie demasiado.
-¿En serio? -respondió Mary, riéndose mientras Rosalind comenzaba a reír en sus brazos por las muecas que le hacía.
Poco después, ambas estaban jugando con Rosalind cuando la lechuza de Marlene que entro con una carta las interrumpió. Marlene rápidamente se levantó para leerla al ver el sello del Ministerio.
-Es del Ministerio -dijo, frunciendo el ceño-. Necesitan que pase por la oficina.
-Yo también recibí un mensaje de mi trabajo -comentó Mary, mirando una nota que había aparecido en su bolsillo encantado.
Mary miró a Marlene con una sonrisa burlona.
-¿Qué te parece si yo llevo a Rossie? Mi trabajo va a ser mucho más divertido que el tuyo.
-¿Ah, sí? -Marlene alzó una ceja, cruzándose de brazos-. No sé si a James y Lily les encantaría la idea de que esté cerca de esas criaturas tuyas.
-Por favor, las criaturas mágicas son más tranquilas que los funcionarios del Ministerio -bromeó Mary, guiñándole un ojo antes de besarla suavemente-. Nos vemos luego. Cuídate.
Marlene asintió, dándole un beso en la frente a Rosalind antes de despedirse.
-Bueno, pequeña Rosa, ¿lista para conocer criaturas mágicas y divertirte? -le preguntó Mary con una sonrisa divertida a la bebé, que estaba sentada en el suelo jugando con unos juguetes. Rosalind respondió con una risita y unos balbuceos.
-Creo que eso es un "sí" -dijo Mary, riendo antes de levantar a la pequeña y acomodarla en su cochecito.
Una vez listas, salieron de la casa, y Mary cerró la puerta con llave. Al llegar al santuario de criaturas mágicas donde trabajaba, fue recibida con entusiasmo por sus compañeros, quienes quedaron fascinados al verla cargar a Rosalind en brazos.
-¿Cuándo adoptaron a una niña? -preguntó uno de ellos, mirándola con curiosidad.Mary dejó escapar una risa suave.
-No es nuestra -aclaró con amabilidad-. Es la bebé de James y Lily. Estamos cuidándola para darles un respiro y que puedan descansar un poco.
-¿Cuando nació?- Preguntó uno de sus compañeros, con curiosidad.
-Hace unos cinco meses -respondió Mary, esbozando una sonrisa- Llegó al mundo apenas unos minutos antes de la medianoche. Técnicamente, debía nacer un día después, pero parece que tenía prisa por conocerlo todo. Marlene y yo la estamos cuidando para darle un respiro a James y Lily. Es un trabajo agotador, especialmente cuando la pequeña Rossie no quiere dormir.
Los presentes intercambiaron sonrisas, claramente cautivados por la bebé.
-Es increíble que confíen en ustedes para algo tan importante. ¡Es adorable! -comentó una de sus compañeras, mientras hacía una mueca graciosa que hizo reír a Rosalind.
-Pues ya ven -dijo Mary, riendo suavemente mientras acomodaba a Rosalind en su cochecito-, aunque honestamente, cuidar de ella es un placer. Ahora, vamos a trabajar.
Con esa nota, Mary comenzó su rutina diaria, llevando a Rosalind con ella para alimentar a las criaturas mágicas del santuario.
La primera parada fue el recinto de los Occamy. Estas criaturas de plumaje brillante y colores iridiscentes miraron con curiosidad a la bebé desde sus nidos elevados. Sus ojos dorados destellaban con cautela mientras se movían de un lado a otro.
-Bueno, pequeña rosa, estos son los Occamy. Fascinantes, pero un poco reservados -le explicó Mary en tono cariñoso, inclinándose ligeramente para que Rosalind pudiera ver mejor.
Rosalind, con sus grandes ojos curiosos, balbuceó y agitó sus pequeñas manos en dirección a las criaturas. Aunque los Occamy no se acercaron, sí parecían fascinados por la presencia de la niña, sus cabezas ladeadas en un gesto de atención.
-Vamos, déjenla tranquila -bromeó Mary mientras colocaba cuidadosamente la comida en los lugares designados y dirigía el cochecito de Rosalind hacia el siguiente recinto.
El área de los Demiguises estaba más tranquila, con las criaturas de largos pelajes plateados observando desde las ramas altas de los árboles que decoraban su recinto. Rosalind soltó una risita al verlos moverse con gracia.
-Estos son un poco más amigables, pero mejor no confiarnos demasiado -murmuró Mary mientras miraba con cautela.
De repente, uno de los Demiguises bajó lentamente, acercándose a Rosalind. Aunque Mary sabía que estas criaturas eran pacíficas, no pudo evitar la cautela.
-Eh, amigo, sé que eres bueno, pero mantén las manos lejos de la niña -dijo, interponiendo su brazo entre el Demiguise y Rosalind.
Sin embargo, el Demiguise pareció entender su intención y, con delicadeza, extendió una de sus patas para tocar el cochecito. Rosalind, riendo con entusiasmo, estiró sus manos hacia la criatura. Mary observó con sorpresa y ternura cómo el Demiguise tomaba a Rosalind con sus largos brazos peludos y la sostenía con cuidado, como si supiera exactamente lo delicada que era.
-Parece que tienes un nuevo amigo, Rossie -dijo Mary, con una sonrisa aliviada. Pronto, otros Demiguises se acercaron, observando a la bebé con una mezcla de curiosidad y ternura. Tras un rato, Mary les entregó su comida, recogió a Rosalind y se despidió del grupo.
La siguiente parada fue el recinto del hipogrifo. La majestuosa criatura de plumaje gris y cuerpo musculoso observó a Mary y Rosalind desde la distancia, con una mirada fija y evaluadora.
-Bien, pequeña, aquí hay que tener cuidado. Los hipogrifos son orgullosos, pero si eres respetuosa, te aceptarán -le explicó Mary con voz calmada.
Rosalind, sin comprender pero llena de curiosidad, se inclinó hacia adelante en el cochecito y extendió sus manitas hacia el hipogrifo, soltando una risita. Mary intentó contenerla, pero antes de poder hacerlo, la criatura avanzó con pasos firmes. Con una mezcla de sorpresa y admiración, Mary vio cómo el hipogrifo agachaba su imponente cabeza hacia Rosalind, permitiéndole tocar su pico. La bebé dio pequeñas palmaditas en el hocico del hipogrifo, quien cerró los ojos y emitió un suave sonido de aprobación antes de alejarse para comer.
-Definitivamente tienes algo especial, pequeña -murmuró Mary, maravillada por la escena.
Finalmente, Mary llevó a Rosalind al recinto de los Escarbatos. Estas pequeñas criaturas, conocidas por su atracción por los objetos brillantes, se acercaron de inmediato al cochecito, atraídas por las hebillas metálicas y los botones en la ropa de la niña. Rosalind, divertida por sus movimientos rápidos y juguetones, soltó carcajadas que resonaron en todo el recinto.
-No, no se lleven nada de ella -advirtió Mary, aunque sin dejar de reír. Los Escarbatos parecían responder al tono juguetón de Rosalind, brincando a su alrededor y entreteniéndola mientras Mary colocaba su comida.
Con la rutina terminada, Mary se dirigió a la salida, despidiéndose de sus compañeros.
-Se nota que esta niña es especial. ¡Ha conquistado a todos! -comentó uno de ellos, mientras hacía muecas para arrancarle las últimas risitas a Rosalind.
-No esperaba menos de alguien que es hija de James y Lily.- respondió Mary, orgullosa y sonriente. Se despidió rápidamente de sus compañeros y se dirigió a casa.
Ya en casa, Mary se encargó de atender a Rosalind con ternura. Se sentó en el sofá con la bebé en brazos, sosteniendo un pequeño biberón de leche tibia que la niña aceptó con entusiasmo. Mientras Rosalind bebía, Mary le canturreaba suavemente una canción que había aprendido de su madre, notando cómo los ojitos de la pequeña comenzaban a cerrarse.
- Fue un día muy largo, ¿verdad, pequeña rosa? -murmuró Mary con cariño, observando cómo Rosalind terminaba el biberón y bostezaba.
Con cuidado, Mary le cambió el pañal, asegurándose de que estuviera cómoda antes de colocarla en la cuna que James y Lily habían llevado especialmente para que usaran durante la noche en su habitación compartida. Después de arroparla con una suave manta, Mary la observó durante unos segundos, admirando cómo la bebé caía en un sueño profundo.
-Duerme bien, pequeña. Mañana será otro gran día -susurró antes de apagar la luz y cerrar la puerta con cuidado.
Mary miró el reloj. Ya era tarde, así que decidió comenzar a cocinar algo ligero para la cena. Mientras cortaba verduras y tarareaba una melodía, escuchó el sonido de la puerta abriéndose. Marlene entró con su característica sonrisa relajada y la saludó dulcemente.
-Buenas noches, amor. ¿Cómo estuvo tu día con nuestra pequeña invitada? -preguntó Marlene mientras dejaba sus cosas a un lado y se acercaba a abrazarla.
-Fue maravilloso, pero agotador. ¿Y tú? ¿Qué tal el trabajo? -respondió Mary con una sonrisa mientras seguía cocinando.
-Un poco cansado, pero no había mucho que hacer hoy. ¿Dónde está Rosalind?
Mary señaló con la cabeza hacia la habitación.
-Está durmiendo como un angelito. Tuvimos una tarde muy divertida. ¡No te imaginas lo que pasó con el hipogrifo!
-¿Qué pasó?-Marlene arqueó una ceja, intrigada.
Mientras Mary le explicaba la sorprendente conexión de Rosalind con el hipogrifo, Marlene escuchaba con asombro.
-¡Eso es increíble! Esa niña tiene algo especial -comentó, riendo, mientras ayudaba a preparar la mesa.
Mientras cocinaban juntas, la atmósfera se llenó de risas y bromas. En un momento, Mary, fingiendo estar distraída, tomó un poco de harina y se la lanzó a Marlene, quien soltó una exclamación de sorpresa.
-¡Oh, así que quieres guerra! -respondió Marlene, sonriendo pícaramente mientras agarraba un puñado de harina y se la devolvía. Ambas rieron, cubiertas de pequeñas manchas blancas.
-¡Deja de jugar con la comida! -dijo Mary, intentando sonar seria, pero sin poder contener la risa.
-Entonces déjame probarla. ¿Cómo sabré si está buena si no lo hago? -replicó Marlene, llevándose un poco de la comida a la boca antes de que Mary pudiera detenerla.
Finalmente, terminaron de cocinar y se sentaron a comer juntas, charlando tranquilamente sobre su día, los animales en el santuario y algunos recuerdos compartidos que las hicieron reír.
Después de cenar, ambas entraron silenciosamente en la habitación para revisar a Rosalind. La bebé seguía durmiendo plácidamente en la cuna, su pequeño pecho subiendo y bajando con cada respiración. Mary y Marlene se miraron con ternura, agradecidas por la tranquilidad del momento.
Se acostaron, pero como era de esperarse, se levantaron un par de veces durante la noche al escuchar a Rosalind llorar. Cada vez que la consolaban, la pequeña se calmaba rápidamente, volviendo a dormir sin problemas.
Al día siguiente, con Rosalind en brazos, Mary y Marlene se dirigieron a la casa de James y Lily. Al abrir la puerta, los jóvenes padres lucían notablemente mejor: sin ojeras y con una energía renovada.
-¡No saben cuánto se los agradecemos! -dijo Lily, abrazándolas a ambas.
-¿Cómo se portó nuestra pequeña terrorista?-preguntó James, siempre con su humor característico.
-Fue un ángel, aunque nos hizo correr un poco -respondió Mary, sonriendo.
-Deberían escuchar lo que hizo con el hipogrifo. Nos dejó a todos boquiabiertos.-Marlene agregó.
Con calma, les contaron todo lo que había sucedido, desde el encuentro con los Demiguises hasta las risas que Rosalind compartió con los Escarbatos. James y Lily escucharon con atención, alternando entre risas y expresiones de asombro.
Después de un rato, Mary y Marlene se despidieron, dejando a Rosalind nuevamente con sus padres. James tomó a la bebé en brazos.
-Apuesto a que extrañaste mucho a papi, ¿no? -dijo James con una voz juguetona.
-Seguro me extrañó más a mí que a ti, amor -respondió Lily, riendo mientras organizaba unas cosas en la sala.
-¡Eso no es cierto! -replicó James, fingiendo estar ofendido-. Estoy seguro de que soy su favorito.
-Deberíamos hacer una apuesta. ¿Qué palabra dirá primero, "mamá" o "papá"? -propuso Lily, con una sonrisa traviesa.
-Hecho. ¿Qué apostamos? -preguntó James, acercándose con los ojos brillando de entusiasmo.
-El próximo peluche de Rosalind llevará el nombre que elija quien gane -dijo Lily, cruzando los brazos con aire de desafío-. ¿Qué dices?
-Prepárate para que el "Capitán Cornamenta" se convierta en su nuevo compañero de aventuras -bromeó James, estrechando la mano de Lily como si fuera un trato oficial.
-Si ganas, James... Pero cuando diga "mamá" primero, yo misma me encargaré de bordarle "Sr. Bigotes" a su osito -replicó Lily, sonriendo con aire de superioridad.
Ambos miraron a Rosalind con ternura mientras reían, llenando la casa de una atmósfera cálida y familiar. En ese momento, el amor y la dulzura que rodeaba a la pequeña Rosalind era tan palpable que cualquier cansancio o preocupación parecía desvanecerse.
๛𖦹∴*°:•˙˚ʚ ✾ ɞ˚˙•:°*∴𖦹๛
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"ℕ𝕠𝕥𝕒 𝕕𝕖 𝔸𝕦𝕥𝕠𝕣𝕒"
"¡Hola! bellas damas o bellos caballeros, quienes adornan mis páginas con su presencia. ¿Qué les pareció la apuesta entre Lily y James? ¿Quién creen que gane? Y, hablando de cosas adorables, ¿qué opinan de la interacción de Rossie con los animales mágicos? ¿Cuál fue su favorita? La mía, sin duda, fue la de los demiguises.
¡Espero que hayan pasado una hermosa Navidad! Y si han disfrutado este capítulo, no olviden dejar su voto. ¡Me encantaría saber lo que piensan!
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๛𖦹∴*°:•˙˚ʚ ✾ ɞ˚˙•:°*∴𖦹๛
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