"Como acariciar a una rosa en temporada de primavera, como acaparar sus pétalos sin importar con cuantas heridas de espinas tengamos que hacer frente. Sus ojos permanecieron cerrados, su mente aislada, sus manos temblorosas aferradas a su camisa mientras se abrazaba a sí mismo. Era el comienzo o, tal vez, era el final, pero no estaba preparado para ninguno de ellos, por eso, alzó su cabeza y no se dejó caer, tomó su espada y la empuñó en un agarre firme. Juró y perjuró por todos sus antepasados que su rey jamás tendría que temer por alguien más que él mismo, que siempre cumpliría con su promesa, aunque fuese tarde, demasiado tarde, al mismo momento en el que sus ojos conectaban con la realidad; el reinado había caído"

Cerró el diario y lo apartó a un lado, refugiándolo junto a su pluma y tinta, resguardándolo todo junto en una funda de papel desgastado y manchado, envolviéndolo en una fina cuerda. Luego, la llevó a su pecho y la mantuvo entre sus frazadas de ropas interiores con tal de que nadie osara a ellas. La sostuvo entre sus brazos, abrazándose a sí mismo como el propio personaje de su diario para, después, levantarse resignado y caminar por el largo pasillo de su castillo.

Los destellos no se hicieron esperar, su cerebro comenzó a captar todos y cada uno de los ruidos exteriores a las murallas, los salpicones de la laguna y las escopetas siendo cargadas por decenas de cartuchos y bolines de plomo.

Caminó sin preocupación, no se permitió mirar a su alrededor mientras tanto, se detuvo en la puerta de su recámara y cerró tras él cuando estuvo dentro.

— Él nunca podría salvarme —habló consigo mismo, se acercó a su cama y la empujó lo suficiente como para apartarla a un lado. Tras eso, encajó sus uñas en una de las lozas y tiró de ella con todas sus fuerzas—. Él no existe, nunca lo hizo más que en mi imaginación. No volverá... ya no existe un reino al que salvar más que el que está hecho cenizas, ya no existe a un rey para proteger porque el castillo está en ruinas —sacó la loza, desenvolvió sus prendas y dejó el diario envuelto en ellas en el hueco de la pieza que faltaba, volviendo a cubrirlo y haciendo presión sobre la loza para volver a encajarla—. Al igual que mi corazón —se detuvo, dejó su mano sobre el suelo y cerró sus ojos, evadiendo en su mente cada sonido exterior que indicaba su fin—. Un día más me despido, acabando la hoja y subsistiendo la tinta. Hasta el próximo capítulo, amor mío.

Volvió a colocar la cama en su lugar y alcanzó a tomar la máscara que siempre decoraba su rostro desde las últimas décadas, reposando en la pequeña mesa junto a su lugar de descanso. En cuanto se levantó y su mirada se detuvo a las afueras de su castillo, lo vio.

Le estaba sonriendo.

Y no le importó nada más, ni siquiera el detonante previamente lanzado en catapulta con dirección a sus aposentos, lo cual acabaría con su vida segundos más tarde.

Pero no le importaba en lo absoluto, porque también le había devuelto la sonrisa antes de verse desvanecer.

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✩ 𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠'𝐬 𝐃𝐢𝐚𝐫𝐲 ✩
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