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#2 Who are you? -. Choi Soobin

Limpiaba su rostro delicadamente luego de intervenir aquella herida en su pierna, que por suerte tuvo un nivel bajo de gravedad.

Con cada caricia sobre aquel pañuelo podía ver toda facción del rostro de la chica loba, desde aquellos lunares en una de sus mejillas hasta las finas pestañas pertenecientes a sus ojos. No sabía que era lo que sucedía en su interior, tal vez la sangre ingerida de esos otros vampiros seguía en su nivel sanguíneo o podría ser otra cosa, no encontraba una explicación exacta.

Cuando rozó sus labios, sintió una necesidad extraña de ¿besarlos? No podía responder a eso, debido a que nunca dio un beso ni sabía cómo hacerlo. Siguió su instinto, lentamente inclinó su rostro hacia adelante, una parte de él decía que está bien lo que iba a hacer, pero la otra le advertía. Sentía muchos nervios y unos cosquilleos en su abdomen, ¿qué era todo eso?

Ambos jóvenes tenían el rostro demasiado junto, un solo movimiento provocaría que sus labios chocaran, Soobin sentía una explosión de sentimientos porque no tenía idea de lo que estaba haciendo, pero todo se perdió cuando la chica tomó uno de sus brazos y los apretó un poco, Soobin estaba sorprendido y rápidamente se alejó de ella. Había despertado.

—¿Dónde estoy? —trató de levantarse, pero el dolor en su pierna la detuvo.

Soobin no sabía que decir, el tono de su voz era realmente único, pero de algún modo especial. Pestañeo un par de veces, aún seguía en shock.

—Eh... ¿Quién eres tú? —dijo ella asustada.

Soobin sintió su mirada fija en él, provocándole más nervios, pero debía de decir algo de lo contrario quedaría en ridículo.

—Yo, soy la persona que te salvó —trato de no sonar frío ni directo.

—Oh, entonces gracias —fingió una sonrisa, sabía que no podía confiar en él, era un vampiro—. Creo que ya debo irme.

—¡No! —el grito de Soobin la asustó más, logrando que cayera del sillón provocándole más dolor—. Lo siento —dijo rápidamente tratando de ayudarla a pararse.

—Estoy bien —habló de manera calmada.

—Considero que debes descansar, luego podrás irte... Si quieres —aquello último lo pronunció con un tono bajo solo para él.

—Bien. —Dijo no muy convencida y acomodó su lugar para descansar y recuperarse.

Soobin dejó a la rubia tranquila mientras se dirigía a la cocina sin quitar esa sonrisa de su rostro. De algún modo sentía que algo bueno se avecina y no sentía temor por ello.

Luego de aquel día, Soobin sentía curiosidad por saber quién era realmente aquella chica, podría habérselo preguntado, pero no quería incomodar, esperaría a que ella se lo diga.

Era tiempo de cenar, el esfuerzo que puso Soobin para preparar la comida era mayor a todo lo que hizo antes y esperaba que los consejos de un amigo dieran resultados, no le gustaría quedar mal frente a ella. Ordenó el lugar donde ambos cenarían, no era mucho, pero si lo suficientemente elegante y del gusto del chico, estaba emocionado y nervioso a la vez, debido a que sería la primera vez que comparte la comida con alguien a quien apenas conoció.

Llamó a la chica con cierto temor a ser rechazado, pero todo sentimiento negativo se esfumó cuando vio su sonrisa, no era común, pero se veía muy lindo en ella, aquella tierna facción en su rostro fue la perdición para su débil y gélido corazón. Dejó de pensar en eso y la guió hasta la mesa para dos. El clima era perfecto, en compás con la música de fondo que eligió. Se dio cuenta de que ella no dejaba de observar cada rincón de su casa, por su mente pasó la idea de que tal vez había exagerado y que podría malinterpretarlo. Estaba por explicarle, pero fue interrumpido.

—Todo está muy hermoso —habló mientras miraba los detalles sobre la fina tela que cubría la mesa—. ¿Lo hiciste tú? —miró expectante a Soobin, causando que sus nervios aumentaran.

—S-si —se sintió defraudado consigo mismo por hablar de ese modo—. ¿Te gustaría empezar a comer? —cambió el tema repentinamente, pero fue mala idea, aquellos ojos marrones se posaron directamente en los suyos, provocando un sin fin de emociones.

—Está bien. —Pronunció castamente con una sonrisa.

La chica rubia sabía que la actitud de aquel pelinegro no era tan común, podía ver a través de su mirada los nervios que sentía, su pregunta era si ¿ella era la razón de esos nervios? O simplemente era porque le tenía miedo, aunque sabía que la segunda opción era descartada, de lo contrario no la hubiera salvado en aquel día y más aún alojarla en su casa. Entonces, solo quedaba una opción, tragó saliva cuando se dio cuenta que podía gustarle.

Era repentino y le sorprendía, como alguien tan guapo y seductor podría llegar a fijarse en una simple loba, era esa duda lo que la obligaba a borrar toda posibilidad de estar o siquiera pensar en una relación con el vampiro. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando observó como Soobin posicionaba dos platos con su respectivo contenido sobre la mesa. Era su comida preferida, ¿cómo podían tener los mismos gustos?.

Tomó sus cubiertos y empezó a probar la comida, al sentir su sabor lo llevó a pensar ¿qué tan bueno era cocinando?, su perfil no encajaba con un chico que supiera cocinar, pero lo había subestimado.

—Está delicioso —masculló después de probar una porción.

—Eh, gracias. —Pronunció con un leve sonrojo en sus mejillas.

Ella notó ese efecto, pero decidió no decir nada. La noche estaba por llegar a su punto máximo, la luz de la luna era el detalle que más se notaba a pesar de no ubicarse en su posición ideal. Todo era diferente para la rubia, y eso empezaba a agradarle.

Soobin terminó de comer el último bocado, agradecía que su acompañante no se diera cuenta de su demora. Quería preguntar algo, pero tenía miedo de reventar la pequeña burbuja de comodidad que se había formado en ellos.

—Gracias. —Habló ella emocionada y satisfecha por la comida, hace un buen tiempo que no probaba algo digno de su ciudad natal en Corea, extrañaba tanto su país.

—Gracias a ti por aceptar cenar conmigo. —Dijo con una sonrisa.

—Mmm, ¿quieres hacer algo ahora? —preguntó de manera espontánea.

—¿Qué te parece si solo observamos las estrellas? —aquello sonó tan ridículo por parte de Soobin, pero al parecer esa idea le encantaba a ella.

—¡Si! —exclamó sin poder ocultar la emoción en sus ojos.

Ambos jóvenes se encontraban sobre la pequeña manta que los separaba del frío césped. Las estrellas al parecer decidieron salir a flote y billar con su mayor esplendor solo para ellos que hablaban de diversas anécdotas de sus vidas pasadas. Un ambiente tierno, sincero y pacífico para los dos, pero seguían con la curiosidad de saber cuáles eran sus nombres.

Ella giró levemente apoyándose en su antebrazo, y miró el perfil de Soobin que permanecía con los ojos cerrados. Un pequeño clic nació en su delicado corazón, pero sentía que ya lo había percibido antes. No quería dormir sin saber su nombre otro día más, debía de preguntárselo a pesar de tener una respuesta negativa.

—Hey —no sabía cómo dirigirse, podría ser alguien mayor o menor que ella—. ¿Cómo te llamas? —soltó finalmente.

—Soobin, Choi Soobin —respondió sin abrir los ojos—. ¿Y tú?

—Danielle, Jeon Danielle —respondió del mismo modo, pudo ver como una sonrisa se formaba en el rostro de Soobin. No entendía, pero de algo estaba segura, ellos ya se conocían desde antes.

Ninguno de los dos puede arrepentirse después de lo que sucedió aquella noche, aquel pequeño pero gran paso que dieron los llevó a tener una relación muy próspera y hermosa. Sabían el riesgo que corrían, pero no les importó. Nadie podía criticarlos, eran solo ellos dos y con eso les bastaba.

Más de medio año de ser novios y vivir experiencias inolvidables, todo era perfecto. Pero algo cambió en uno de ellos después del octavo mes de relación.

Soobin no se sentía bien, no entendía que pasaba, se realizó todas las pruebas necesarias para ver alguna anomalía en su organismo, pero todo estaba perfecto. Danielle sabía que algo andaba mal con él, pero al saber que no era nada malo o grave decidió sólo ofrecerle su apoyo.

Ambos con cada día que pasaba disfrutaban del amor que se otorgaban, las travesuras que hacían eran los mejores recuerdos que llevarían en sus memorias.

El dolor en el interior de Soobin aumentaba, y con la ayuda de su amigo Kai, un doctor reconocido, descubrió cual era el verdadero problema.

—¿Seguro que no recuerdas cuando pudiste ser infectado? —preguntó mirando fijamente la prueba de sangre en su mano.

—No... —un pequeño recuerdo llegó a su mente en ese momento—. De hecho, hace un año bebí la sangre de unos tipos que querían hacerle daño a Danielle.

El rostro de Kai cambió radicalmente, entonces podría ser verdad que aquella sangre pudo estar envenenada y su amigo estaría en peligro.

Soobin sabía perfectamente lo que pasaba, no había otra cosa que hacer, ahora su prioridad era su amada novia, no quería provocarle un dolor tan grande como era el decirle la verdad de su estado, debía de pensar en algo.

La idea apareció de repente, no pasó mucho tiempo para que Kai se entere de lo que pretendía hacer.

—¿Estás seguro Soobin? —lo miró tristemente.

—No tengo otra opción —decía mientras pequeñas lágrimas se deslizaban por su mejilla.

Su amigo no dudó en abrazarlo, esto era muy doloroso para el joven vampiro y debía de apoyarlo.

Soobin se encontraba junto a Danielle en el mismo lugar donde inició todo, las estrellas y la luna serían testigos de lo que estaba a punto de hacer. Guardó sus lágrimas para después y recolectó la suficiente valentía para realizar su propósito.

—Danielle, ¿sabes que te amo inmensamente, verdad? —era una pregunta innecesaria, pero quería decírselo, quizá esta sería la última vez.

—Binnie, eso no se pregunta —rio con su típica sonrisa —, ¿y sabes que yo te amo infinitamente?

Soobin sonrió por el tono que usó, realmente se había sacado la lotería con esa chica, era lo único que necesitaba en esta vida, es por eso que no merecía que sufriera por él.

Tomó delicadamente su mano y las entrelazó, seguido de un beso que dejó en su mano. Recordó el día cuando Danielle lo sorprendió por su cumpleaños, ella era el regalo junto a una pintura de los difuntos padres de Soobin. No había manera de olvidar aquel momento. Ella era la indicada.

Es demasiado tarde ahora, casi más de la medianoche, llegó el momento de hacerlo. Verificó que Danielle estuviese dormida, así sería más fácil o eso pensaba.

—Danielle, mi hermosa lobita, el día que te vi, sentí como un pequeño lazo se formaba entre nosotros, a pesar de ser de distintas especies el amor que sentimos nos hizo ser solo uno —una pequeña lágrima se deslizó por su rostro.

—Recuerdo cada detalle, cada momento, cada aventura, cada travesura, y aquella noche tan especial donde sentí y conocí todo tu cuerpo, fue tan sincero y tierno la manera en cómo nos entregamos, realmente me doy cuenta de que eres y siempre serás una gran persona. No quiero hacer esto, pero me lastimaría aún más si sufrieras por mí, prefiero que olvides todo y empieces una nueva vida. Y-yo... —No podía continuar, todo lo que sentía en ese momento era horrible, y el dolor crecía aún más con cada palabra que decía, pero prefería mil veces la felicidad de su amada que el dolor que sentiría si seguía con él.

—Te amo Danielle, te amé y te amaré siempre mi amor. —Las palabras vencieron la poca valentía que tenía y no soportó más, empezó a llorar silenciosamente tratando de no despertar a la chica que amaba.

Tapó su boca con ambas manos, en el frío ambiente solo se escuchaban los sollozos de dolor y sufrimiento del vampiro, debía de hacerlo ahora, la luna se posicionó en su punto fijo, listo para presenciar el momento tan melancólico y triste de aquellos jóvenes.

Soobin tomó la mano de la dulce chica y la posicionó en su cabeza con delicadeza, solo algunos recuerdos permanecerán en su memoria, pero no reconocerá con quienes vivió esos momentos. Una pequeña luz azul se hizo presente en la frente de Danielle, símbolo de que el proceso terminó. Observó una pequeña lagrima deslizarse por su bello rostro, ya no había vuelta atrás, borrar su memoria no fue la mejor decisión que eligió, pero sentía la necesidad de hacerlo por la felicidad de ella.

Limpió su rostro débilmente, debía de ingresar al interior de la casa de lo contrario podrían enfermarse. Colocó el cuerpo de Danielle en sus brazos y lo elevó, tenía pensado llevarla a su cuarto así no sospecharía de nada cuando despierte. Se acomodó a un lado de ella, hoy sería su última noche juntos.

Las lágrimas volvieron, pero con mayor abundancia, no podía soportar perderla, era demasiado tarde para arrepentirse de lo que hizo, sentía un fuerte nudo en la garganta, muy sofocante, no estaba preparado para todo esto.

No lo estaba.

Soobin se levantó minutos antes que la rubia, sabía su horario habitual así que eso lo ayudó a organizar todo y despedirse de su bella novia. Los minutos pasaron y era hora.

—Danielle, despierta —dijo mientras movía levemente el cuerpo de la chica.

—Dos minutos más~ —exclamó con ternura, típico de ella en cada mañana.

Nuevamente las lágrimas amenazaban con salir de sus delicados y dolorosos ojos. Pero no debía de llorar, tenía que ser fuerte ahora. Observó como Danielle se movía de un lugar a otro hasta que se levantó, quedando sentada. Soobin esperó su reacción, temía que algo malo hubiese pasado, pero al ver su cara de confusión significaba que salió tal como lo predijo.

—Hola —utilizó un tono suave.

—¿Hola? —preguntó con un tono débil en su voz—. ¿Quién eres tú y qué hago aquí? —miró expectante al chico.

Soobin al sentir esos ojos marrones sobre él, provocó que la armadura de hierro que trató de construir se rompiera fácilmente. Desvío la mirada al no soportarlo y trató de decir las palabras correctas sin titubear.

—Tuviste un accidente el día de ayer, te encontré y te traje a casa, porque no sabía dónde vivías exactamente. Luego traté tu herida y decidiste descansar un poco, pero como habías perdido mucha energía provocó que te quedaras dormida. —Habló rápidamente, esperaba que pudiera entender lo que dijo.

—Oh, muchas gracias por todo —dijo no muy convencida, pero sintió que podía confiar en él—. Creo que debo irme —se levantó de la cama y buscó sus pertenencias, fue entonces que se dio cuenta de lo que tenía puesto—. ¿Ésta es tu ropa? —preguntó con un ligero color carmesí en sus mejillas.

—Si, la ropa que traías ayer estaba muy maltratada y lo deseché. Puedes tomar cualquier conjunto, no te preocupes en devolverlo, será un regalo mío —giró en dirección a la puerta.

—¿Porque me das un regalo? —preguntó aún más confundida.

—Me siento culpable de botar tu ropa, y no creo que quieras salir desnuda a la calle, ¿verdad? —volteó ligeramente la mirada, encontrándose con el rostro totalmente rojo de Danielle—. ¡Ya! Ponte algo y bajas a desayunar, no puedes irte sin antes comer algo.

Salió del lugar sin escuchar nada más. Una risa amarga salió de su interior cuando recordó el rostro de la chica. Sin duda todos los recuerdos permanecerán en su corazón el resto de su vida.

Luego de un desayuno silencioso, era momento de que Danielle partiera. No era el momento favorito de Soobin, pero no podía hacer nada.

—Creo que ya debo irme —mencionó ella al lado de la entrada principal.

—Si... —Soobin estaba muy perdido en sus emociones.

—Bueno, muchas gracias por todo nuevamente —sonrió de oreja a oreja.

—No fue nada, cuídate mucho. Adiós. —movió ligeramente su mano en forma de despedida.

—Adiós Soobin.

Aquellas palabras lo dejaron sin aliento, ¿cómo recordaba su nombre? Tal vez lo vio en uno de sus cuadernos que estaba en su habitación. Debía de ser eso. Vio como ella giraba por una esquina, este era el fin.

—Adiós mi amor. —Susurró con lágrimas en el rostro.

Pasaron dos años desde aquella despedida, la vida para Soobin no fue nada fácil, el veneno en su sangre hacia efecto con cada hora que pasaba se preguntaba porque seguía vivo hasta ahora.

Decidió caminar un poco, tal vez serían las últimas horas que le quedaban. Avanzó por las solitarias calles de París, un clima perfecto para tomar un delicioso café, con los audífonos puestos y la melodía que le encantaba hacían del momento uno melancólico y libre. Vio el cartel de su restaurante favorito, había llegado. Estaba por dar un paso, pero fue detenido al escuchar una voz, era su voz.

—Soobin. —Dijo con un tono triste.

La emoción que sintió el chico en ese momento no tenía explicación, tal vez deliraba y se estaba volviendo loco, no quería voltear y caer en una falsa ilusión. Ignoró la voz y continuó su camino, pero unos brazos lo detuvieron y sabía perfectamente de quienes era.

—Soobin, soy yo. —Repitió afirmando su identidad.

Era ella, era su Danielle.

Fin.

"Hacer lo que amas no significa que siempre amarás lo que haces, también existirán los sacrificios, pero estos valdrán la pena. No tengas miedo, que la vida puede darte grandes sorpresas."

—Yemi.

.

Así termina esta melancólica historia, espero les haya robado un par de lágrimas, y muchas gracias por leer hasta aquí. Que la luna los acompañe siempre.

Esto ha sido "Who are you?" 

.

夢│生│活│日

🍃✨

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