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A pesar de apenas dirijirse la palabra en escasos segundos durante una conversación, Mal y Ben decidieron seguir con su plan de viajar solos. Estarían en la casa de la familia Beast en Sherwood por una semana y media.

Con la esperanza de que ese fuera el tiempo suficiente para solucionar todo y tomarse esos días de manera individual y para su relación.

Ya habían pasado dos días, incluyendo el viaje y su llegada. Estaban absolutamente solos. Los únicos que estaban a algunos metros cerca eran los guardias que vigilan los alrededores de la casa.

El primer día estaban muy cansados, así que simplemente comieron y durmieron. Al día siguiente, las paredes del lugar fueron testigos de sus gritos. Quedaron tan devastados que Ben decidió dormir en otra habitación para no incomodar a Mal. Pasaron toda la noche despiertos llorando y pensando en que harían para encontrar una solución.

El tercer día fuera del castillo ya iba bastante avanzado. Se sentaron juntos a almorzar lo que Ben había preparado, no teniendo el valor de mirarse. Cada uno tomó su camino al terminar. El rey trató de hacer ejercicio corriendo en los grandes jardines alrededor de la casa, y la reina se quedó leyendo en la biblioteca, o al menos tratando de hacerlo.

Evie, Carlos y Jay le marcaron para una videollamada grupal, pero Mal no tuvo el coraje para atender porque sabía que se pondría a llorar, y ya estaba cansada de hacerlo. Siguieron insistiendo un par de veces hasta que se preocuparon y comenzaron a escribirle mensajes.

A todos respondió con frases como "Estoy bien", "No tengo ánimos de hablar" o "Hablaré con ustedes más tarde". Pero al leer los mensajes con más calma notó que habían enviado distintos enlaces de periódicos y revistas. Se le revolvió el estómago con solo leer los títulos.

Tomó el valor de abrir uno, porque tarde o temprano los encargados de la prensa del castillo los llamarían y se enterarían de todos modos.

Mientras tanto, Ben corría lo más que podía, tratando de liberar su frustración y dolor. Estaba agotado, lo único que quería era arreglar las cosas con Mal, poder abrazarla, besarla y dormir junto a ella sin tener la sensación de que si la tocaba se enojaría más con él, o la lastimaría.

Empezaba a sospechar que había algo que su esposa no le había contado y que eso la tenía hasta más dolida que a él. Ni siquiera sabía cómo preguntarle, porque en las últimas tres semanas no lograban tener ninguna conversación sin acabar peleando.Y sí, había notado las grandes ojeras que el maquillaje apenas lograba ocultar. Eso lo destrozaba aún más.

Ella se veía tan agotada, y Ben temía que eso pudiera significar que ella ya no tenía fuerzas para luchar por su relación. No la culparía, por momentos él lo había llegado a pensar, pero alejaba esos pensamientos apenas recordaba lo mucho que la ama y como su vida había mejorado estando a su lado.

Paró de correr y se sentó en un banco del jardín. Apoyó sus codos en sus piernas y se llevó las manos a la cara, ahogando el grito de frustración que soltó. Sonrió con tristeza al sentir su anillo de bodas. Secó las lágrimas en sus pómulos y tomó el objeto para admirarlo. ¿En qué momento habían llegado hasta el punto en que veía su anillo y sentía como su corazón se rompía?

Ya no aguantaba más esa situación. Debía hablar con ella, así las cosas entre ellos terminaran para siempre. Necesitaba dejar de sentir que la hería con cada frase o gesto. La dejaría libre si ella deseaba eso, pero no seguiría lastimándola.

No le importaba que Hades cumpliera con su promesa de mandarlo al Tártaro si Mal salía lastimada, en su mente él creía que se lo merecía viendo en retrospectiva como estaban las cosas entre ellos durante el último mes.

Negó para sí mismo, recordando cada sonrisa que la pelimorada le había dedicado. Como sus ojos brillaban al mirarlo. Su risa, sus abrazos, sus besos, la calidez y la paz que siente cuando está con ella. Como su corazón se acelera y se siente pleno cuando hacen el amor. Como a pesar de estar peleados, el día en que fueron al museo buscó su mano para sentirse segura. Como esa misma noche se abrazó a él hasta quedarse dormida.

Se armó de valor y se levantó del banco. Caminó a la casa, dispuesto a recuperarla.

(...)

El ojiverde-miel pasó varios minutos buscando a su esposa en la enorme casa, o bueno, siendo honestos es una mansión. Suspiró de alivio al encontrarla en la biblioteca. Aunque la expresión en su rostro lo alertó de que ella estaba molesta.

Se dirigió a él y le entregó su teléfono con brusquedad. Se cruzó de brazos y caminó con dirección a la ventana, mirando hacia afuera.

Tomó aire y leyó lo que había en la pantalla. Su cara iba transformándose conforme veía cada palabra y cada imagen. Habían tomado fotos de él con otras mujeres en los momentos que estaban separados en el museo. Hablaban de que él coqueteó con la mayoría de ellas, y dos lo "confirmaron".

Ben gruñó de la frustración. Tenía un mal presentimiento con ese evento. Él notó desde el principio que hubieron personas que los separaron apropósito. Esto ya era demasiado. Todo empeoró al ver que hicieron exactamente lo mismo con Mal, usaban las mismas palabras y un hombre aseguró que la reina le había coqueteado con su esposo estando a sólo unos metros.

Soltó una risa seca al entender porqué Mal estaba molesta. Creía parte de lo que habían dicho sobre él.

-¿En serio desconfías tanto de mí para creerte toda esta mierda? - cuestionó.

La ojiverde rodó los ojos, quedándose parada en el mismo sitio.

-No lo sé, ¿tú te crees todas las cosas que dijeron sobre mí? - le devolvió la pregunta.

Él se quedó callado. No porque ella tuviera razón, sino porque la pelimorada lo creía capaz de pensar eso de ella.

-Eso pensaba - dijo ella mordazmente.

Comenzó a caminar con dirección a la salida. Ben la detuvo, tomando su muñeca. No fue nada brusco, pero a Mal no le gustó su acción.

-¿Qué carajo quieres, Benjamin?- lo miró desafiante.

-Hablar contigo sin que te conviertas en dragón. Resolver las cosas. Salvar nuestro matrimonio- le pidió.

La princesa del Inframundo evitó mirarlo a los ojos, viendo a la puerta.

-¿En serio crees que todavía estamos a tiempo? - preguntó.

Ben la soltó al ver que Mal ya no pretendía irse. Ella retrocedió unos pasos y mantuvo la mirada fija en la puerta.

-Ben, yo te amo. En serio lo hago. Pero este último mes, o más bien, casi dos meses, cada vez que te veo o hablo contigo solo siento ganas de llorar y gritar- se sinceró - Y odio sentirme así, odio sentirme a la deriva con la persona a la que he considerado mi hogar por tantos años.

Alzó la mirada, con los ojos llorosos.
Ben se acercó a ella y tomó sus dedos, sin terminar de entrelazar sus manos.

-Me amas, ¿pero aún quieres ser mi esposa? ¿Aún quieres ser la reina, y vivir esta vida donde jamás tendrás privacidad, donde cada cosa que hagas será juzgada y malinterpretada? - interrogó.

Mal soltó su mano y se abrazó a sí misma, tratando de calmarse.

-¿Cómo tú coqueteando con otras mujeres en mi cara? Claro, eso es lo que más he disfrutado de estos días - dijo con ironía.

Ben puso los ojos en blanco.

-Mal, yo no...

-¡No! No vas a negarme esto. Tal vez no coqueteabas con ellas, pero claramente disfrutabas más de hablar con ellas que conmigo - ahogó las ganas de llorar- No creas que no noto lo mucho que te ha costado estos días, como si tuvieras que pensar cada palabra antes de que salga por tu boca.

Él dejó que siguiera hablando.

-Así que perdoname por creerme lo que decían los periódicos. Pero lamentablemente hemos herido tanto al otro en las últimas semanas que ya no sé que pensar.

Se puso de espaldas a él, no queriendo que la viera llorar. Ben se dio cuenta en ese momento de que Mal había estado tratando de construir de nuevo ese muro que tuvo por años para protegerse en la Isla y de Maléfica. Ese muro que él la había ayudado a derribar con mucho esfuerzo.

-Es cierto, tal vez si disfruté hablar con otras personas. Disfruté no tener el miedo de herir al amor de mi vida - dijo.

Ella lo oía atentamente, aún sin darse la vuelta.

-Pero jamás pensaría en otra mujer. Nunca tendré en la mente una mujer que no seas tú- confesó- Esto ha sido difícil para ambos, no solo para ti o para mí por separado.

Se acercó un poco a ella, manteniendo cierta distancia.

-El divorcio no es una opción, Ben. No para nosotros. No para los reyes de Auradon, las personas que deben de dar el ejemplo a un pueblo entero - sorbió su nariz y se dio la vuelta- Y sinceramente, no es una opción cuando te sigo amando con cada fibra de mi ser.

Los dos lloraban, pero de cierto modo sentían que al fin la conversación tomaría un rumbo positivo. Que encontrarían una solución pronto.

-Debemos estar aquí a solas estos días. Nos tomaremos más tiempo si es necesario, pero no nos iremos de aquí hasta arreglar todo - pidió la reina.

Él extendió su palma. Ella la tomó con cierta duda, pero terminó aceptando las caricias en sus dedos.

-Nadie, absolutamente nadie, entrará a esta casa hasta que nosotros lo decidamos. No hablaremos de nada relacionado a nuestro reinado hasta regresar a casa. No evitaremos ningún tema, así nos duela. ¿Ok? - preguntó el castaño.

Mal asintió. Esta era su oportunidad, debían parar de discutir y al fin ser personas civilizadas y racionales. Debían recordar porqué estaban juntos en primer lugar, como llevaban diez años como pareja y no se habían separado, ni ningún tercero se había entrometido entre ellos.

Se sentaron en el sillón, uno frente al otro. Por fin confesaron y admitieron lo que venían reprimiendo desde ese primer artículo tres meses atrás. Como cada palabra había entrado en sus cerebros y como poco a poco les generaron inseguridades y miedos.

Se disculparon por todo, las peleas, los gritos, las heridas que causaron sin intención, por los momentos en que se ignoraron. Pasaron tal vez dos horas de ese modo, ni siquiera le prestaron atención a las llamadas o mensajes que llegaban por los últimos artículos.

Lo único que importaba era que al fin tenían varias horas sin discutir. Se reían y sonreían con sinceridad, cosa que no pasaba desde hace mucho. La falta de comunicación había hecho un gran desastre en sus vidas.

La última ocasión que había sucedido eso fue antes del Cotillion, y después nunca había vuelto a suceder. Se habían vuelto mucho más abiertos y expresivos entre ellos. Esta había sido la excepción, la peor que podrían atravesar.

-Prometeme algo - suplicó él.

Mal lo miró a los ojos, apretando sus manos entrelazadas.

-Prometeme que nunca más nos sucederá algo como esto. Sí, tal vez discutiremos muchas veces más. Pero quiero que no dejemos que las cosas vuelvan a llegar hasta como estaban ahora - dijo.

Ella se acercó a él, apoyando su cuerpo sobre sus propias rodillas, puso una mano en la mejilla de su marido. Él cerró los ojos, extrañaba su toque.

-Te prometo que el orgullo, los celos y las inseguridades no volverán a ser un obstáculo para nosotros - le aseguró Mal, sin dejar de rozar sus dedos por su mejilla- Somos unos idiotas de alto nível.

Ben se rió, rodeando su cintura con su mano libre para abrazarla. Mal se escondió en el hueco entre su hombro y su cuello. Besó su coronilla con cariño, oliendo el característico acondicionador con olor a fresas y lavanda de su esposa.

-Te amo tanto, amor - le dijo.

Mal sonrió, decidiendo que debía decirle lo único que no había confesado en su conversación.

-Y nosotros a ti, mi vida.

Ben dejó de acariciar su espalda. Se quedó pasmado, analizando lo que ella acababa de decir.

-¿Mal? - cuestionó, tratando de no ilusionarse.

Ella sonrió, se levantó y buscó algo en la mesa frente a ellos. Abrió el libro que estaba leyendo y sacó algo impreso en papel fotográfico. Ben se paró rápidamente cuando ella le dio la vuelta. Miró la ecografía con muchísimo amor.

-¿Estás embarazada? - preguntó, con las ilusiones por las nubes.

Mal asintió sonriendo, sintiéndose aliviada porque ya se lo había dicho.

-¿Cómo? ¿Cuándo te enteraste? ¿Todo está bien? ¿El bebé y tú están sanos? - preguntó con rapidez, preocupado porque ella no había estado en las mejores condiciones.

Ella soltó una risita, tomó sus manos de nuevo para tranquilizarlo.

-Me enteré hace un mes, no te había dicho nada porque fue el día que las peleas aumentaron - hizo una mueca- Tengo poco más de dos meses- posó sus manos entrelazadas en su vientre- Eres el primero al que le digo, ni siquiera mi papá o Evie lo sabían.

Él corazón de Ben se encogió.

-¿Pasaste por esta parte tan arriesgada del embarazo sola? - preguntó él, aún más arrepentido por todo lo que había pasado- Eso no era sano ni para ti ni para el bebé. Demonios, te hice sufrir justo en esta etapa donde necesitabas más tranquilidad y apoyo que nunca, ambos lo necesitaban. Cuánto lo siento.

Mal lo tomó de las mejillas para tranquilizarlo. Tal vez ella era la que sufría con la ansiedad, pero Ben podía entrar en un ataque de pánico si no le aclaraba todo rápido.

-Lo que sucedió ya es pasado, nos fortaleció como pareja y no volverá a suceder - juntó sus frentes - Te prometo que el bebé y yo estamos bien, y muy sanos - separó sus rostros y juntó sus manos otra vez- Ya estamos por superar lo más difícil, y ahora que todo volverá a la normalidad, será más fácil para los dos.

Ben pudo respirar en paz.

-Y con respecto a tu pregunta del cómo, bueno... - se rió suavemente- Creo que los dos sabemos cómo pasó - ahora él se rió- Según mis cuentas pudo haber sido el día del cumpleaños de Audrey, o tal vez un poco antes.

Ben lucía tan fascinado y feliz, que Mal sintió que de algún modo todas las piezas habían regresado a su lugar.

-Tendremos un bebé - dijo él, al fin tranquilo.

Ella se rió y sonrió.

-¿Quieres que te cuente lo que la doctora me ha dicho hasta ahora?

-Por favor, necesito saber todo sobre él o ella - acarició su estómago con amor.

Se sentaron cerca de la ventana, hablando con tranquilidad, las sonrisas no abandonando sus rostros.

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Saben como soy, no puedo mantenerlos separados por mucho tiempo.

La intención siempre fue que a la mitad de la historia las cosas se hubieran solucionado.

Quedan 2 capítulos 🤭😏

¡Nos leemos pronto!

~Con amor, su escritora💕.

Publicado el 13/09/2022.

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