O3
Hace dos días que no sabía nada de la bruja Zhou. Se había ido a buscar aquel misterioso libro al sótano y no volvía desde entonces, no sin antes, por supuesto, prohibirme merodear por la casa. Sólo tenía permitido entrar a la cocina, usar el baño y prender el televisor para grabar el programa de Oprah.
Yo no me moví de la mesa, lo único que faltaba era que tocara algo embrujado que me convirtiera en una escoba, un ratón o quién sabe qué. Por eso no me atreví a tocar nada... la primera noche.
Me moría de frío y de hambre. Cuando los gruñidos de mis tripas se pusieron insistentes tuve que ir a la cocina por algo de comer.
Esa noche no pude dormir pensando en todo lo acontecido; el hechizo, en lo que me dijo la bruja y en mis madres.
¿Qué estarán haciendo ahora? Seguramente buscándome. Deben estar muy preocupadas.
Lo siento, mamá Mina.
Por un momento deseé estar en casa para que supiera que estaba a salvo, hasta que recordé mi última discusión con mamá Chaeyoung.
—Si regreso pronto probablemente me castigue por pasar la noche afuera sin avisar. ¿Qué estoy diciendo? Me meterán a un manicomio después de contarles la verdad.
Tenía que hacer algo para distraerme o las ansias por tener nueva información me comerían el cerebro. Fui por una manzana de la nevera y me puse a mirar los cuadros colgados chuecos en la pared que por cierto parecían sacados de una película de terror. Como si no fuera suficiente con que las velas se prendieran y apagaran solas, las pinturas cambiaban de posición a veces.
Qué creepy.
Ya era la tarde del segundo día y yo estaba aquí, caminando por los pocos espacios alumbrados. ¿Que si había sentido curiosidad por recorrer los demás cuartos? Más de una vez. Pese a lo oscuro y sombrío que pintaba la casa, algo me insitaba a ir a echar un ojo, pero para qué iba arriesgarme a meterme en otro problema, por las dudas no hice nada.
—¿Qué hago aquí? —Me cuestioné en un momento.
Esa chica me mintió. Dijo que el deseo duraría un término de tiempo o algo así, ¿o yo entendí mal? Además, ¿cómo supo mi nombre? Acabo de recordar ese dato. ¿Debería decírselo a la bruja?
De pronto se escucharon unos pasos viniendo desde el fondo del pasillo sin luz.
—Regresé.
Era la bruja, sosteniendo un libro de cubierta color carbón, y de gran volumen por cierto, mientras caminaba con dificultad hacia la mesa.
—¡Al fin! —Ya era hora— Yo la ayudo.
—¡Atrás! —exclamó de golpe. Yo frené sin entender qué pasaba— Ni se te ocurra tocarlo, es sumamente peligroso.
—Okay...?
Qué rayos.
Luego de apoyarlo en la mesa arrastró la silla para sentarse y me mandó por un vaso de agua a la cocina.
—Gracias —dijo exhausta después de beberlo.
—Ya entiendo por qué sus prohibiciones fueron tan específicas, porque sabía que se tardaría mucho.
—Adonde fui las horas equivalen a días, niño.
—Debí sospechar que no se trataba de un sótano común y corriente. Entonces, ¿este es el libro? —dije señalándolo con curiosidad.
—Así es.
—Es viejísimo.
—El Meikai es uno de los libros de brujería más antiguos del mundo. Afortunadamente pocas veces fue utilizado antes de llegar a mis manos. Me llevó un buen tiempo recuperarlo, pero esa es otra historia. Ahora, a lo que nos compete aquí —Se levantó quedando delante del libro. Acto seguido, lo abrió cuidadosamente.
Yo miraba atento cómo iba hojeando las páginas beige de bordes quemados, cuyos textos estaban escritos en un idioma desconocido. En algunas de ellas la tinta se escurría, en otras desaparecía hasta que cambiaba de página o la hoja estaba agujereada. Vi dibujos también, no sabía qué significaban.
—Es este, página D9.
—No entiendo lo que dice ahí.
—Obviamente no. Tendrías que ser brujo para poder leerlo. Ugh, como lo sospeché. Volverás al futuro después de que tu verdadero deseo se cumpla. Déjame entender, tú pudiste haber pedido conocer a tu padre en el futuro pero no lo hiciste. En tu corazón lo que deseas es conocer la razón por la que tus padres no terminaron juntos, qué fue lo que los separó. ¿Me equivoco?
Dió en el clavo.
—No. No se equivoca. Supongo que es el mayor misterio de mi vida.
—Según lo previsto aquí, el hechizo dejará de tener efectos cuando completes el propósito de este viaje, cuando descubras la razón de la separación de tus padres.
Aquello no hacía más que aumentar mi intriga.
—Para eso tienes que volver a Yiseon.
—¿Por qué Yiseon?
—Dímelo tú. No por nada apareciste allí. Esa ciudad debe tener algún vínculo especial con tu familia.
—No lo creo, siempre he vivido en Seongnam con mis madres, mis abuelos son de Chuncheon...
—¿Estás seguro?
—Sí.
—Intenta recordar si alguna vez escuchaste a alguien de tu familia mencionar el nombre de esa ciudad y por qué.
Yiseon, Yiseon, Yiseon... No me suena. Probablemente cuando alguien dijo algo de aquel lugar yo no estaba.
A ver, mis abuelos, mamá Chaeyoung y la tía Jeongyeong son de Chuncheon y mamá Mina... Un momento. Ella es japonesa pero nació en este país.
—Mi madre. Yiseon es la localidad donde se crió mi madre.
—¿Cuál de tus madres? Porque veo que tienes dos.
—Mina, mi madre biológica. Ella mencionó en una ocasión haber vivido con su tía en un vecindario de una localidad llamada Siyeon o Yiseon.
—Entonces mañana mismo vamos para allá. No te preocupes, te acompañaré por unos días para evitar que lo arruines.
—Se lo agradezco.
Al día siguiente tomamos el primer tren a Yiseon.
Rentamos un pequeño apartamento y en lo que ordenábamos las cosas aproveché para contarle a la bruja un poco más de mi historia y también de Chaeyoung. Me dijo que debía encontrarla lo antes posible, y lo haría, pero primero lo primero.
En el 2005 no existía el google maps, tampoco el gps móvil ni nada parecido. Recién se estaban poniendo de moda los celulares con tapa y no todos podían adquirirlo, lo que me hacía pensar en los medios que usaba la gente para comunicarse a distancia en un caso de emergencia. ¿El correo electrónico o... la carta? Creo que sí.
Creo que durante mi estadía tendría que acostumbrarme a determinadas cosas. Y ahora sabía por qué la bruja había entrado a una librería en el camino.
—Te presento a la guía telefónica —dijo extendiéndome un libro con tapa amarilla—. Además de números tiene direcciones, con eso matamos dos pájaros de un tiro. Y esta es una guía de autobuses que nos será de mucha utilidad, a ti sobretodo para no perderte —Este era azul y más pequeño.
—Gracias. Sí, me servirá de mucho. Y está clarísimo —Murmuré con sarcasmo tratando de leer una página al azar del librito que tenía letras milimétricas y muchas flechas. Lo dejé y mejor abrí el otro—. A ver... Índice. Apellidos con la letra M...
—Dudo que hayan muchos japoneses residiendo en Yiseon. Tengo entendido que no son muy... bienvenidos por la gente de esta provincia.
—Buscaré el nombre de su tía.
—¿No sabes cómo se llama?
—No. Solo sé que una tía la crió y... nada más. Nunca expresó una queja o resentimiento hacia ella así que supongo que era una buena persona.
—Adelántate. Voy por café.
Cuando se fue me puse a buscar entre ansioso y temeroso el apellido de mi madre entre la larguísima lista de nombres. Era de no creer la cantidad de veces que podía llegar a repetirse un solo apellido en una pequeña localidad.
Luego de una minuciosa búsqueda en la lista de nombres con la letra M como inicial, finalmente lo encontré. Por fortuna, solo tres personas compartían el apellido de mi madre.
Estaba muy cerca de hallarla y, por ende, de hallar a mi padre. Ni siquiera sabía qué le diría cuando lo tuviera enfrente y ya me sentía emocionado.
Fui a una cabina telefónica y esperé a que un tipo terminara su llamada para poder entrar.
—Necesitas monedas para el teléfono, ¿sabías?
—¡Ah! ¿Cómo me encontró?
—Te vi salir —Me dió un vasito con café—. Está caliente. Dime, ¿diste con el nombre?
—Tres. Por eso estoy aquí, para llamar a las tres personas con ese apellido.
—Bien hecho. Ten, son cincuenta centavos por llamada.
—¿Cómo sabe?
—No lo sé, quizás por la papeleta pegada en tus narices.
—Tiene razón —Recibí las monedas—. Sabe, sonríe mucho y sociabiliza bastante bien para ser una bruja ermitaña que vive en el bosque.
—Porque soy muy encantadora y tengo talento para la actuación. Ah y señora Zhou es como tienes que dirigirte a mí por si se te olvidó.
—Sí, lo siento.
La cabina ya estaba disponible así que me metí.
Saqué de mi bolsillo la hoja arrancada y la desdoblé. Sin rodeos, le marqué al primero.
Se trataba de una guardería cuya dueña había muerto recientemente por causas naturales. Su nieto dijo que nunca tuvo sobrinas. Taché mentalmente ese número.
Pasé al siguiente nombre y no, tampoco era la tía de mi madre ni nadie que la conociera. Una mujer atendió y según me indicó el apellido de su esposo estaba mal escrito en la guía.
Unos golpecitos en el cristal trasparente hicieron que voltee. La bruja Zhou quería saber si había tenido suerte. La respuesta era no y se lo hice saber bajando el pulgar.
Decidí tomar un breve descanso antes de continuar con el último número en el arrugado papel. Mi última esperanza.
Peor. Almenos cuando les marqué a los otros dos me contestaron. Este ni un hola. Como si estuviera fuera de servicio, yo qué sé.
Salí decepcionado de la cabina. Seguía estando en cero como antes.
—¿Nada?
—Nada —Le dije a la bruja—. El último ni siquiera contestó.
—¿Qué haces? Dame eso —Me sacó la hoja justo cuando la hacía un bollo para tirarlo a la basura.
—¿Qué se supone que haga ahora?
—Todavía podemos buscar en otras guías. A lo mejor se mudó.
—Todo es tan confuso. ¿Qué si decidió no registrarse y por eso no aparece en esa lista? Usted dijo que los japoneses no son bienvenidos aquí, puede que haya decidido estar fuera del sistema para evitarse problemas.
—Lo dudo, es poco probable que haya tomado esa decisión teniendo a una menor a su cargo.
—Entonces... ¿Qué sigue?
—Vuelve a llamar al que no respondió.
—El número está muerto, como si ya no funcionara.
—Eso lo vuelve más sospechoso.
—Sí. Si es ella, puede que haya conseguido un celular móvil y por eso dejó el servicio de telefonía.
—Vamos, tenemos la dirección.
—De acuerdo.
⏳
No conocíamos las calles y por eso deduje de antemano que esto consumiría más tiempo del debido. Y sí, en efecto anduvimos cerca de dos horas dando vueltas en círculos.
—Sabía que ese librito solo nos confundiría más.
—Pero qué dices. Gracias a este "librito", no nos perdimos —Replicó enrrostrándome la guía de autobuses.
—Solo mire lo engorroso que es llegar a la parada del bus más cercana usando esa cosa.
—Lo importante es que encontramos el barrio.
—Es verdad. Además conseguí memorizar algunas calles y sitios. Iré a preguntarle a esas personas si saben dónde queda la dirección.
—No hace falta. Es la casa de allá —Apuntó con el índice.
¿Eh?
Si no estaba equivocado, era la única casa de madera dentro del vecindario. Se veía precaria y bastante descuidada, como si estuviera abandonada o al menos por fuera. Por un momento dudé y pensé en descartarla también, cambiar de rumbo y buscar en otra guía como propuso la bruja. Pero bueno, ya que estaba aquí al menos iba a preguntar.
—Ve. Te espero aquí.
—Está bien.
Caminé unos metros, crucé la calle y en cuestión de segundos me hallé enfrente de la casa de "Myoui Akira". Me fijé si la dirección en la pared coincidía con la del papel y sí, era la misma.
Las ansias empezaron a jugar conmigo de un segundo a otro. Las manos me sudaban al igual que la frente. No había timbre. Tendría que golpear la puerta pero... no podía hacerlo, no sin reflexionar antes. No, no podía pretender entablar una conversación de un segundo para el otro con mamá Mina. Aparte, ¿qué se supone que le diría?, ella no sabía que era mi madre, no en esta época y por supuesto que no iba a decirle "hola mamá Mina, soy Chaemi, tu hijo del futuro. Viajé en el tiempo para que me presentes a mi padre". Eso se oía muy alocado hasta para mí.
Mientras seguía con mi debate personal escuché un par de voces a través de la puerta, o mejor dicho gritos. Alguien se acercaba. Yo me asusté, lo admito, no lo pensé dos veces y fui a esconderme detrás de un árbol.
—¡Vuelve aquí, niña malcriada! —Resonó desde el interior de la casa al mismo tiempo que una chica salía azotando la puerta —¡Mina! Niña estúpida —Era un hombre de mediana edad el que gritaba desde el marco de la puerta. No sabía quién era, pero no tenía nada de "tía".
Un momento, ¿la llamó Mina?
Tardé un par de segundos en captar las palabras de aquel sujeto.
¿Mamá Mina?
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