°1° *Después de la calma, llega la tormenta*
La traté mal, sé que lo que hice no está bien y que no hay excusa pero ese día estaba nervioso. En el trabajo las cosas no iban bien, pues tenía un pie dentro y otro fuera, lo que significaba que no sabía si me despedirían.
-Johnson.
-Si, señor.
-Pase.
Entré en la oficina de mi jefe, mientras el miraba la pantalla de su Notebook. Era amplia, paredes blancas, dos pequeños sillones a la izquierda; y en el centro, su escritorio repleto de papeles.
Tomé asiento y él dejó su incesante tecleo, levantó la mirada y dijo.
-Señor Johnson, ¿sabe usted porqué lo cité?.
-La verdad, señor, no tengo idea -y era cierto.
-Bien -entrelazó sus dedos -Como sabrá nuestra empresa necesita personas más emprendedoras y con espíritu joven... -pensé lo peor -como usted -¿QUÉ?, mi cara de asombro debió ser épica porque mi jefe detuvo su explicación -¿Está usted bien?
-Si, si claro -contesté serio, me miró por unos segundos y prosiguió.
-Lo que quiero decirle, señor Johnson, es que tendrá un ascenso -¡Dios!
-Gracias -dije esbozando una pequeña sonrisa.
-De nada, puede retirarse -dijo en un tono serio.
No lo dudé, salí disparado hacia mi cubículo ya que tenía que limpiarlo, pronto será de alguien más, ahora tendré mi propia oficina.
Llamaré a Debi, quiero contarle, ¡Oh Dios! Tengo que enmendar mi error, haré una reserva en Spelly, el mejor restaurante de la ciudad, le pediré disculpas y le daré la noticia.
-Estará contenta -dije para mi con una sonrisa.
Me condujeron a mi oficina, ¡que bien se sentía decir eso!, me recosté en mi silla y vi en la computadora un e-mail con la información sobre lo que será mi nuevo trabajo y mi nuevo sueldo.
¡Perfecto! Sophie tendrá un cuarto nuevo, ya no puede dormir en el mismo que Jay.
Terminé mi labor e hice la reserva. Me encaminé a casa en mi auto. Eran las 21:00, los niños ya deberían de estar en la cama, aún así llamé a la niñera, son niños después de todo y no pueden estar solos, me dio la confirmación y llegué a casa.
-¡Cariño! -no contestaron y me preocupé -¿Debi? -entré a la cocina y la vi. -¡Oh Dios! ¡Debi! -estaba tirada en el suelo y en sus manos una carta descansaba.
Rápidamente llamé a una ambulancia.
-Vamos hacia allá, señor.
-Vengan lo más rápido posible. -Lloraba al teléfono.
No podía dejarla ahí y sentarme a esperar a esa maldita ambulancia. Intenté practicarle el RCP pero todo indicaba que ya era tarde, no había que ser un experto en medicina para darse cuenta.
-No, ella no puede irse. No puede dejarme solo. NOO!!!!
En ese momento no estaba, no era yo, no escuchaba nada más.
Sólo veía a Debi tirada, los niños llorando en la escalera y a personas que supongo, eran paramédicos.
Y de pronto todo se volvió gris, o al menos para mi lo era.
•••••••••••••••••
Debi murió de cáncer en uno de sus ovarios, nunca le dijo a nadie, ni siquiera a mi.
No tenía familia, era huérfana, vivió su niñez en un horfanato hasta que cursó en la universidad donde la conocí por primera vez. Llevábamos 10 años de casados y compartimos 2 hermosos hijos, Jay y Sophie.
Recuerdo que la invité a salir gracias a Trinity, su única y mejor amiga. También recuerdo cuando amenazó con cortarme mis pelotas si llegaba a hacerle algún daño. Y ahora ya no la tenía.
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