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Las luces cálidas alumbraban la banqueta por la cual caminaba nuestro protagonista; estaba usando un abrigo grande debido al frío de la noche. Su nariz estaba de un llamativo color rojo y sus ojos húmedos sentían el frío atacarlos.
Había estado devorando libros, con dedicación e interés, sobre todo lo que los grandes ajedrecistas de todos los tiempos escribían. En realidad adoraba encontrar nuevas técnicas, ataques y defensas que sus ídolos habían aplicado en el pasado.
Aún si eso significaba que sus ojos le iban a doler e iba a comenzar a llorar inconscientemente. Simplemente sus ojos se llenaban de agua para lubricarlos, y cuando estás caminando con aire helado en tu contra, en realidad es molesto y contraproducente.
Por supuesto que había sido un estudio efectivo, e iba con toda intención de vencer a JiMin, a HoSeok y a todo aquel que osara desafiarlo aquella noche. Incluso se había prometido a sí mismo que iba a dejar a TaeHyung arrastrándose por el suelo y mordiendo el vidrio de su botella de cerveza cuando le ganara todos y cada uno de los juegos.
El antes mencionado vivía en la zona más concurrida de toda Seúl; Itaewon. Lo que significa que siempre había gente, los clubes siempre estaban abiertos y las luces siempre estaban prendidas. Era un lugar hermoso, sinceramente.
Pero... TaeHyung no vivía en una casa bonita per sé. Él vivía en un edificio, en un departamento, sí. Pero ese departamento estaba, no sólo a nivel suelo, sino que a nivel subsuelo. Vivía prácticamente en una especie de sótano en uno de los edificios de departamentos de aquella cuidad.
Bajó las escaleras de piedra con bastante velocidad, tocó la puerta tres veces y se le hizo casi imposible no escuchar la música que emanaba desde adentro del lugar. También las risas y el barullo se hicieron presentes; él no era fanático de eso, y batalló mucho consigo mismo para no irse corriendo.
Cuando la puerta fue abierta, todo sentimiento escapista abandonó su ser. La sonrisa con la que TaeHyung lo recibió lo hizo derretirse cual mantequilla en un pan tostado. Simplemente ya no pudo salir corriendo de ahí.
Observó a Kim con la misma camisa negra de la mañana, sólo que ahora con tres botones de arriba hacia abajo desabotonados, mostrando su pecho y sus clavículas. Se puso completamente nervioso.
¡Es normal! JungKook podía ponerse nervioso al ver a su mejor amigo con el pecho descubierto y una radiante sonrisa; y podía sentirse completamente seguro al momento de observar un tablero de ajedrez con cinco piezas restantes y sólo una posibilidad de diez para que él gane. Pero, ¿qué se puede hacer?
Jeon se perdió en lo hermoso que se veía ese chico y apenas pudo escuchar las palabras de bienvenida que le dió Tae antes de abrazarlo; pasó su mano por su sedoso cabello y terminó en la espalda. Él en realidad era su lugar seguro.
—¡Pasa, JungKook! Apenas estamos comenzando. —finalmente pudo escuchar las palabras del castaño, quien rompió el abrazo y lo hizo pasar a su departamento; cerró la puerta a sus espaldas.
Al entrar, Jeon observó a un chico rubio con aretes en cada oreja; ese chico le sonrió y los músculos que utilizaba para formar esa sonrisa, hicieron que sus ojos se vieran aún más pequeños. Sin duda, era JiMin.
—¡JungKookie! Me da mucho gusto que hayas venido. —saludó Park JiMin, con una botella de cerveza en su mano y un alfil negro en la otra. JungKook simplemente le sonrió, notando que este chico estaba a la mitad de una partida junto con otro chico.
El castaño que estaba sentado frente a Park, era Jung HoSeok; al igual que JiMin, él era un jugador nato, con mucho talento en realidad. Pero jamás iban a ser tan buenos como JungKook y, por lo tanto, como TaeHyung.
El de amplia sonrisa y aura brillante volteó a ver al azabache que se mantuvo rígido en su lugar, lo saludó amablemente y lo invitó a ponerse cómodo.
—JungKookie va a jugar con nosotros esta noche, ¿no es así, Kook? —Jeon se quedó sin habla; además de JiMin y HoSeok, a quienes más o menos ya conocía de antes, en ese pequeño lugar habían otros cinco chicos más y dos chicas. Tragó saliva duramente cuando todas las personas que ocupaban un espacio lo miraron; ¿qué era lo que estaban esperando de él?
—Sí —comenzó cuando su voz regresó a la fuerza—, seguro. —fingir sonrisas nunca le salía bien, pero era mejor hacerlo a mostrarse como en realidad se sentía en ese momento.
La noche más pesada de su vida comenzó; los tableros abundaban en ese lugar al igual que el alcohol. No mentiría si dijera que jugó con absolutamente todas las personas que ahí se encontraban. TaeHyung estaba viviendo el mejor momento de su vida, ya que le encantaba apostar.
Apostaba sus victorias y se hinchaba los bolsillos de dinero en una noche. JungKook, por su parte, se concentraba en ganarles a todas y cada una de las personas que se atrevían a retarlo.
Todos jugaban al mismo tiempo, hasta que, después de que Kim les quitó el dinero a todos, JiMin habló.
—Yo sugiero que TaeHyung y JungKook jueguen entre ellos; me carcome la duda de quién es el que ganará.
JungKook sonrió; había logrado relajarse demasiado gracias al alcohol ingerido durante esas horas. Kim simplemente soltó una risa—. JungKook y yo jugamos hace poco, apostamos cada juego y él tuvo que regresarse a pie a su casa, así que no creo que-
—¿Tienes miedo, TaeHyung? —preguntó, un ya muy borracho, JungKook. Sonrió con burla y sacó su cartera, la colocó sobre el suelo frente a él y miró al castaño.
Kim se sintió retado y atacado por aquellos ojos negros que lo retaban de una manera descarada. Jamás se imaginó que su lindo amigo podría portarse así con él y retarlo a quietarle el dinero. Estaba, tal vez, demasiado confiado en que la victoria sería de él; pero, aun así, prefirió soltar un reto mucho más grande.
—Por supuesto que no te tengo miedo, Jeon. Pero temo que aún no estés listo para enfrentarme. —habló con una sonrisa que de arrogancia, estaba llena. Se cruzó de brazos mientras observaba la manera en la que el azabache se levantaba del suelo y caminaba hacia él.
—Oh, ¿eso crees, Kim? —preguntó muy cerca del rostro del chico que le gustaba. Todos podían observar la inmensa tensión que el ambiente, había inundado. JiMin simplemente sonrió, no ignoraba el obvio hecho de que Jeon se moría por su mejor amigo, Tae. Pero jamás se imaginó que el alcohol tuviera ese tipo de efecto en él—. Pruébame.
El mayor comenzó a reír con burla; esa risa lo hacía ver demasiado sensual a los ojos del azabache. Inhaló el pronunciado aroma a alcohol de la boca del menor y lo miró a los ojos.
—Te lo pondré de esta manera —comenzó el castaño de cabellos abundantes—; juega contra todos y cada uno de ellos simultáneamente —señaló a sus amigos y volvió a Jeon—. Si les ganas a todos, entonces apostaremos tú y yo. El que gane de los dos —se inclinó sobre JungKook, quien reaccionó levantando más su frente para mostrar algún tipo de superioridad sobre el otro. La distancia era muy poca entre ellos—, se lleva todo.
Jeon JungKook simplemente ya no sabía lo que estaba apostando. Tenía que jugar con todos al mismo tiempo y ganarles para poder enfrentarse al hombre que lo volvía loco. Si quería un buen incentivo, ahí lo tenía.
Él no era un chico que tomara muy a menudo; por el contrario de Tae, quien tenía una resistencia, hasta cierto punto, inspiradora a ingerir alcohol. Por eso, esa noche sentía un calor indescriptible en su cuerpo y ganas de demostrarle a ese hombre que era capaz de ganarle.
—Acepto.
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