
【ℓℓє́ναмє】
—¿Señorita Meggie, se encuentra bien?
La mencionada había perdido por completo la noción del tiempo. Aquella noticia en definitiva le cayó en el hígado, y no es para menos; estaba tan enamorada de aquel esqueleto cómico, que ni siquiera se dio el tiempo de ver que él, ya estaba en una relación con la protectora de los monstruos.
—E-Estoy bien, no s-se preocupe—Impresionantemente la chica no se desborono al soltar las palabras. En verdad esta muy mal—.
Sabia muy bien que por ningún motivo debía involucrar los problemas familiares con el trabajo, ni siquiera puede involucrar los sentimientos. Debe ser fuerte, tanto para el entrevistado como para ella. Se relamió los labios secos, su bálsamo se había secado junto con sus lagrimas traicioneras que salieron. La reina se dio cuenta del estado deplorable en que se encontraba la joven. Inmediatamente mando un mensaje a la cocina para que trajeran un té; ella misma se había fijado que Meggie estaba muy feliz y cómoda con ella y, que repentinamente se ponga a llorar, es de preocuparse. ¿Qué paso con aquella chiquilla risueña que hace unos minutos tenia enfrente?
Toriel acerco una silla con prisa a la par de la jovencita, para sentarse y ver su rostro mojado de lagrimas y su vista perdida. Sin duda estaba muy mal.
—Mi niña, a leguas se ve que no estas bien. ¿Qué ocurrió?
Meggie por acción involuntaria, se limpió los rastros de lágrimas; Agradecía que el rimel era Anti agua, sino se podría ver horrible desastre.
Una vez que se limpió su rostro, saco una sonrisa deslumbrante, que incluso sorprendió a Toriel. ¿De dónde saco tanta fuerza para una sonrisa así?
—No se preocupe, Toriel. Estoy perfectamente.
La mencionada no sabía que decir ante aquella sonrisa tan cálida y amable que ella le brindaba. De un momento a otro, su estado de animo cambio drásticamente, preguntándose si tenía bipolaridad.
—¿E-Esta segura?—Incluso no pudo evitar balbucear ante la impresión que sentía.
—Si su majestad—Con los ojos rojos y cristalinos la miró, con un pequeño brillo de esperanza—. ¿Desea continuar con la entrevista?
Toriel mantuvo el aire.
Ahora más que nunca estaba convencida que aquella mujer padecía del síndrome de bipolaridad, pero no podía soltarlo así por así. Terminaría siendo irrespetuosa con la chiquilla y, lo más probable es que terminé haciendo un gran drama en su oficina. Preferiría evitar aquello.
Soltó el aire contenido y se llevó las manos a la cara; si respondía con un si, nunca terminaría con esa dichosa entrevista. Por el contrario de decir no, la bipolaridad de Meggie sería caótica.
—Por su puesto, mi niña.
[Narra Meggie]
Estaba consiente que mis sentimientos habían salido a flote. Era inevitable tratar de contener mis lágrimas, sería como tratar de evitar que un niño coma dulces, helado o chocolate. El niño igualmente lo hará.
Toriel me vio por última vez, con rostro algo asustado.
Estoy segura que ella tiene pánico de mi cambio drástico de humor. Y ni siquiera tengo el período; en todo caso, hice mi mejor esfuerzo para evitar que mis sentimientos hicieron un desastre mayor. Así que con toda la fuerza del mundo, saque una sonrisa.
Quería irme ya, estaba esperanzada que dijera un rotundo no. Pero creo que entendió mal la reina. No quería ver al estúpido saco de huesos, no quería ni verlo en pintura.
—Su majestad—Sonó del otro lado de la puerta—. Aquí está su té que ordenó.
-—Adelante—Masculló fuerte—.
La puerta fue abierta por el mayordomo, mientras que el hombre nos serbia té a las dos, Toriel se volvió a su silla. Arreglando su traje mientras se sentaba elegantemente. Dedo admitir que la reina Toriel, es mucho más bonita que la mismísima reina Isabella. Pero eso ya es cuestión de gustos, pues sorprendentemente la reina Isabella sigue viva con varios años de catástrofes; volviendo al tema principal. Toriel, tomo su pequeña taza de té y con su mano me hizo un ademan, para que tomara la otra.
—Espero te guste el té. Es una de nuestras especialidades de nuestro reino.
Mire el liquido que estaba en la taza. Se ve como si fuera oro, tan brillante y hermoso, incluso puedo ver mi reflejo en el bebestible. Inevitablemente mire mis ojos; Me siento realmente fatal. Los monstruos ya llevan con nosotros diez largos años. Por lo cual, cinco de esos años llevo enamorada de aquel cómico esqueleto.
Cerré los ojos mientras probaba aquel liquido. Mi sorpresa es que el té, no es dulce como aparenta. Es suave y con un extraño sabor a vainilla. Aparte mi bebestible de mi boca y me relamí mis labios mojados de aquel liquido. Esto es lo que realmente necesito. Necesito un tiempo para mi, un tiempo de paz y tranquilidad.
—Es muy bueno, Toriel. ¿Qué hierva utilizan para esta delicia?—Pregunto con más tranquilidad en mi ser.
Toriel me sonríe con compasión y se acomoda un poco más en su asiento.
—Lo que utilizamos es una flor. Le llamamos flor dorada.
—¿Una flor?
—Así es, mi niña. Te daremos un poco para llevar, para que te sientas mucho mejor.
Creo que me pasaré toda la semana en casa con esta delicia de té. ¡Oh! Pero espera. Nightmare, de seguro se quedará a chingarme durante todo ese tiempo, para sacarle provecho a mi situación amorosa de mierda que tengo. Incluso ya me imagino lo que dirá de mi, cuando se entere de la razón de mi estado. Seguramente se burlará de mi.
—Muchas gracias, Toriel.
La señora no dijo nada más.
Y como toda "Profesional", dejé de lado mis asuntos personales y continúe con lo que había dejado a la mitad. Ahora que quería irme corriendo o que la tierra me tragara, no le pienso decir las preguntas que estaba formulado. No, de echo pensaba dejar en el olvido un par de preguntás. A la mierda con todo.
Quien diría que una chica como yo, de 26 años, aún no está con novio oficial. Ni siquiera he tenido mi segunda vez.
He tenido varios ex. Pero porque siempre descubría que trataban de acostarse conmigo. Ser periodista tiene sus ventajas, ya que siempre se dónde buscar y con quién acudir.
Desde pequeña me a interesado saber más, querer descubrir cosas buenas de todas la personas. Así que se me daba muy bien las investigaciones, porque lograba recopilar información importante. Al terminar la secundaria, busque trabajos en los que se necesitaba buscar, claro que lo primero que se me vino a la mente fue científica matemática. Pero soy pésima para los números. Así que mi segunda opción fue "Periodismo".
Me llamo mucho la atención de ser periodista, es decir, ¿A quien no le interesa saber que es lo que realmente hacen tus personas favorita?. Además de que me gusta mucho buscar y urgir entre escombros de información que van dejando las personas del pasado.
—¿Eso es todo, mi niña?
—Si Toriel—Me levantó de la silla y tomo mi grabadora con cuidado—. Me gustó mucho esta entrevista con usted, espero verla pronto.
Apago mi grabadora y la devuelvo en mi cartera, junto con mi cuaderno lleno de notitas y preguntas. Tengo una extraña manía de usar notitas y pegarlas en mis cuadernos. Luego extiendo mi mano para estrecharla con la de ella, como una despedida formal, lo cual ella corresponde con una sonrisa cálida.
—Muy bien mi niña. Al salir de mi oficina te darán las bolsitas de té, si no estás satisfecha con lo que te hemos dado—Entre sus cajones saca una tarjetita y me la extiende con una sonrisa—, me llamas, ¿De acuerdo?
Con mis manos temblorosas, tomo la tarjeta y en un fugas momento leo en lo que está escrito en letra cursiva.
Directora y Reina Toriel de los monstruos.
Mis nervios aumentaron más. Lo que me acaba de dar, es su tarjeta de presentación.
Inmediatamente la guardo en mi cartera y, le sonrió mientras le vuelvo a extender la mano. Esto es algo que me tomo desprevenida, ¿La reina dándome una tarjeta de presentación? Es algo que no se ve todos los días. La gente famosa a la que le he echo una entrevista, nunca me a dado su dichosa tarjeta, ni siquiera el mánayer que siempre esta presente con el famoso. Creo que que la reina es buena de corazón, después de todo, ella se preocupo de mi al ver mi estado sentimental tan frágil.
—No se preocupe, Toriel. Tratare de no acabarme tan esquicito té.
Soltamos nuestras manos y empezamos a reírnos de mi pequeño comentario. Acomodo mi cartera en mi hombro y la mujer se levante de su silla para acompañarme a la salida de su espaciosa oficina. Es muy ordenada, sus paredes son de color azul pastes, que hace que la habitación se vea más iluminada, sin la necesidad que las cortinas estén abiertas para dar paso al querido sol.
Al abrir la puerta lo primero que veo a un joven humano de veinte tantos años, aún que creo que se ve mayor que yo por unos dos o tres años, se ve realmente guapo, no lo niego. Este joven posee una charola, dónde encima de esta hay una pequeña caja de té.
—Gracias—Le doy una sonrisa de agradecimiento—.
En el chico un pequeño rubur hizo presencia en sus mejillas pálidas. Y sus ojos color chocolate fueron desviados de mi rostro. Tal parece que lo puse un poco nervioso, es muy tierna su reacción, que incluso mi sonrisa se hace un poco más grande.
Tomó la caja y la guardo en mi cartera. El jóven mira por encima de mi hombro y hace una pequeña reverencia para luego marcharse. Salgo por completo de la habitación y me giro para ver de nuevo a la mujer.
—Nos vemos pronto, señorita Meggie.
—Nos vemos pronto, pase buena tarde.
Sin decir nada más me di media vuelta, en marcha a mi casa. Dónde seguramente Nightmare, disfruté de mi sufrimiento.
Ya llevo viviendo 10 años con aquel ser de oscuridad. Desde que liberaron a los monstruos, aquel Sans apareció en mi habitación. Como toda una persona normal, cerré la puerta al no más ver aquel ser tan raro y terrorífico. Obviamente, Nightmare logró detenerme antes de que saliera disparada a casa de Papyrus, pues esa casa me quedaba muy cerca. Con una y agradable amenaza me quedé a vivir con ese miserable ser de sentimientos negativos.
Sinceramente, nunca creí que viviría con alguien. Siempre estuve sola, no tenía muchos amigo y, los compañeros del trabajo no cuentan, ya que ellos mismos me hacen la vida imposible. No me quejo; quiero decir, yo siempre quise trabajar en la compañía "La prensa estilista". Así que ese trabajo se queda conmigo, no pienso dejar mi puesto por unos compañeros mediocres. Pero eso no significa que lo que me hacen no me afecta.
Creo que por esa razón, Nightmare se quedó a mi lado, para obtener aquellos sentimientos; a veces obtenía la oportunidad de decirle a mi verdadero Sans que me ayudara, pero no lo hice. Cada vez que que el Sans oscuro se alimentaba de mi, obtenía un pequeño bono de tranquilidad. Ese momento lo aprovechaba para dormir o siquiera escribir sobre mi trabajo. Era algo muy agradable y raro. Desde entonces quise que Nightmare se quedará, además de la amenaza de muerte que tenía no creía poder echarlo o siquiera cambiarme de casa. No me agradaba la idea de cargar con aquello de querer ver arder el mundo.
De mi bolso puedo escuchar como mi celular a chillado una corta musiquita, eso indicaba que había un mensaje. Me detuve y abrí mi bolso, buscando mi celular. Estaba con la seguridad que era mi jefe. Así que lo encendí y leí el dichoso mensaje sin ver el nombre.
"Heya, niña. Te estoy esperando en la puerta con Frisk. Espero y no te importe que ella vaya con nosotros."
Sentí un balde de agua fría caer en mi cabeza. Con solo leer el nombre de "Frisk" supe que era Sans.
Las ganas de llorar y de correr dónde nadie me moleste, para seguir llorando con todas mis fuerzas. Era enorme. No quería verlo ni en pintura. Pero ahora que está esperándome en la puerta, ¿Cómo saldré de aquí?
Me mordí el labio con frustración y mire al mi alrededor. Había gente caminando de aquí para haya, con papeles y con un café o chocolate en las manos. Mis ojos me pican, avisando que quieren llorar de nuevo, pero al estar en público me contengo. No quiero sentir vergüenza y llegar a casa humillada a más no poder.
—No, lo siento. Pero me surgió un imprevisto y me quedaré a trabajar más, perdón—Escuche a un hombre pasar a mi lado mientras hablaba por teléfono—.
Fué ahí, cuando una idea estúpida me surgió de lo más profundo de mi buena calidad de inteligencia.
“¿Y si le digo una mentira?”
Conozco a Sans más de lo que me conozco a mi. No sé lo tragaría ni aunque le pagarán. Pero, mis ganas de no verlo son más fuertes que cualquier otra cosa, y eso que siempre es al revés.
Mire de nuevo mi teléfono ya apagado, con nervios a flor de piel. El es capaz de venir a por mi y hacerme el cuestionario que nunca hize en mi vida, estoy segura de ello. Mis manos temblaban al pensar en ese tema; la última vez que le mentí no termino muy bien. Estuve encerrada en su casa hasta que le dijera la verdad y, con Frisk preñada, lo más seguro es que ella también estaría ahí. No soportaría ver a tan feliz pareja mientras que yo, sería el estorbó de esa relación. En difinitiva, estoy perdidamente enamorada de ese cómico esqueleto.
Encendí mi teléfono y lo desbloqueo, mire directamente el número de Sans.
Un mensaje es muy obvio, ¿Verdad? Ya ni siquiera se que es obvio y que no. Los nervios y la desesperación no me ayudan mucho, lo único que quiero es salir de aquí.
Entre en el chat, pero antes de escribir levanté la mirada y mire mis entorno. Estaba buscando algo que me diera privacidad por si Sans, se le ocurría la maravillosa idea de llamarme a media explicación. Y por fortuna encontré un baño para “Señoritas”.
Entre en el baño y fui directamente al lavamanos. Dejé mi cartera en pedasito de el lavamanos, dónde no estuviera húmedo. Luego de asegurarme de que no se caería mi bolso, me mire al espejo atormentada.
Tenía miedo, me sentía usada y más que nada idiota. ¿Cómo no fui capas de darme cuenta que él, ya estaba en una relación? No me lo explico. Sin embargo, una pequeña parte de mi, me decía que en gran parte de lo que me pasa es culpa de él. Él me decía cumplidos, era cabelleroso y protector.
Miré mi rostro; hubo una semana que no paro de decirme que era la chica más hermosa que había visto y, claro, yo cómo todo una burra me tragué todo.
¿Y si fuera mentira?
Sans es un chico muy cuidadoso, sobre todo calculador. Incluso muy protector; recuerdo que una vez le conté a Sans, que iría a una entrevista con un amigo. Obviamente soltó un chiste de llevar un condón.
También, hubo una ocasión que su hermano menor Papyrus, me comentó que él siempre cargaba un sobresito de color negro en uno de los bolsillos de su pantalón.
“—En el sobre logré leer una palabra rara.”
Con lo que me había contestado, no pude evitar preguntar si se acordaba lo que decía. Y no sé si decir que, afortunadamente o desafortunadamente, se acordó. ¡Quién iba a decir que Sans, el despreocupado llevará un paquetito de un condón en su bolsillo!
Es ahí que caigo en cuenta que es imposible que sea de él. Quiero decir, si lleva eso, con él, es porque se cuida.
Pero aunque fuera la peor y vil mentira que dijo Frisk, me reuso a verlo.
Me vería como una imbécil. Una imbécil que cayó a sus pies con tan poco unas simples palabras dulces.
Salté en mi lugar cuando una mujer me tocó el hombro con su dedo índice, preguntando si iba a usar el lavabo.
—No, perdona.
Torpemente me hice un lado, dejando que ella hiciera lo que tenía que hacer.
Mi celular vibró en mi mano. En todo este tiempo no lo solté y ni cuenta me había dado; mire la pantalla encendida y era otro mensaje de Sans.
Ahora temblaba y estaba comenzando a dudar de mi capacidad intelectual sobre si fue mejor idea hacer esto. Pero es que no quiero verlo, no quiero humillarme y que mi dignidad resulte fragmentada.
Cuando menos lo espere, mis dedos pulgares ya estaban escribiendo. Pero resultó bochornoso que mi propia mente dijera:
Vete. No quiero verte casado con la perra de tu novia.
¡Ni siquiera sé si se van a casar! Aún que es muy probable que lo haga.
Negué con la cabeza y borré todo el mensaje.
—Compermiso.
Me hice para atrás sin mirar a la mujer.
Volví a redactar un mensaje, pero esta ves estando conciente.
Perdona Sans. Pero ya no estoy en el edificio. Me surgió un imprevisto y tuve que salir de ahí más tamprano.
Me mordí el labio inferior. ¿Y si no se la cree? Seguí escribiendo.
Y tampoco creo que tenga tiempo libre. Luego de la entrevista tengo que redactar todo. ¿Podrían ir solo ustedes dos?
Lo envíe. Con el corazón en la mano y un nudo en la garganta. Siento que soy una adolescente en plena pubertad. Si Nightmare me viera así, estuviera en una esquina llorando a mares por los insultos que me daría. Y no solo eso, si no me basta con las humillaciones que me doy yo sola, Nightmare las reforzaría con el triple de doloroso. Es decir, siempre da en el blanco.
Mi celular vibró y comencé a leer.
¿Así? Entonces Frisk vio a una chica muy parecido a ti, en el baño.
Vale. He sido descubierta muy, muy rápido.
No me importa si estás en el baño. Voy a entrar y me dirás porque no quieres ir.
“No quiero verte” corregí mentalmente.
Y como si fueran a robarme, tomé mi cartera y comencé a ver por debajo de las puertas, para ver si estaba sola. Y para mí mala suerte lo estaba.
Me metí en el primer cubículo y cerré en un portazo y heche llave.
“Claro. Cómo si una puerta fuera a protegerte.”
No sabía que hacer, estaba asustada. Tenía miedo, estaba ansiosa. Y como si fuera a ver una escena triste, mi vista comenzó a ser borrosa por las lágrimas que estaba conteniendo.
Lo amaba, lo amaba demasiado. Pero el ya va hacer padre. El futuro esposo de la protectora de los monstruos. Mientras que yo sería el estorbó de esa relación, un obstáculo.
—¡Meggie! ¡Sal ahora! No me obligues a buscarte.
Sin darme cuenta. Estaba acorralada ante mi peor miedo. Enfrentarme a la realidad, de que él ya no estará a mi disposición.
Pero como si fuera película de terro. Escuché como Sans abría las puertas de los baños del final.
No estaba bromeando.
Caí sentada en una esquina del baño, al lado del inodoro, llevando mis rodillas a mi pecho. No quería verlo, no quería ver a mi amado con otra chica que no sea yo. Lo ame durante cinco años.
Levanté mi vista al ver un figura negra y alta.
Nightmare.
—Que aburrido se puso. Te cuidas niña, regresaré dentro de un mes.
Lo ví con lágrimas. Al fondo aún se escuchaba como Sans, seguía abriendo las puertas violentamente. Tenía mucho miedo, sentía mi estómago revolviendoce al saber que me veré como una burla ante él.
Tenía pánico a qué me viera. Así que no lo pensé mucho y antes de que se fuera, me arrastre a él y con mis manos temblorosas me aferre a su pantalón viendo directamente a su único ojo visible con súplica y vergüenza. Lo que haría me lo recordaría por el resto de mi vida, pero a estás alturas, no me importa rebajar mi dignidad ante él. Con lágrimas rodando por mis mejillas, solté de mis labios:
—Quiero ir. Llévame contigo.
[. . .]
Cualquier error que tenga, me hacen saber.
Espero les haya gustado.
Nos vemos mis galletitas dulces.
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