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Cita
—¡Chaguon! ¡Chaguon!
—Oh, Dios. —suspira la pelirroja recargada en el hombro de Jake, observa a un Junhoon alterado y bufa molesta. —Es Chaewon, no te cuesta nada aprenderte mi nombre.
Ella observó extrañada a Junhoon, él seguía agitando sus manos y tratando de hablar.
—¿Qué pasa? ¡Habla!
—¡Sunghoon y Ddeonu han llegado! —exclamó con emoción, principalmente por ver al pequeño pelinegro. Sus mejillas cobran un color rosáceo cuando recuerda el piquito que le robó el otro día, también recuerda sus manotazos de enojo.
—¡Ven acá, tonto!
Chaewon lo jaló de la polera para esconderlo, no debían ser descubiertos o probablemente la cita sería todo un fracaso.
En otro lado del parque.
—Yah, me encantan los parques de atracciones. —sonrió Sunoo observando con anhelo los juegos mecánicos, sus ojitos brillaron en cuanto vió el algodón de azúcar. —¡Mira, Sungwoo! Por allá está el algodón de azúcar.
El pelinegro observó el puesto, esbozó una mueca por la fila demasiada larga. Una idea surgió en su mente y el foco dentro de él se iluminó. Vamos, ¿qué es lo que podría pasar si sobornaba al señor del puesto? Lo haría un poquito, sí.
Sunoo quiere ese algodón de azúcar, no va a dejarle con las ganas de uno. ¿Cierto?
—Espera aquí, Sunoo. —le pidió Sunghoon, sonando más como una orden. Algo así como cuando le mandaba a sus empleados, al notar su error, se aclaró la voz. —Espera, por favor. Iré a conseguirte ese algodón.
—Si quieres puede ser en otro momento, hay mucha fila.
Sunghoon negó frenético, le sonrió cálidamente acomodándose las gafas y se dio la vuelta dispuesto a formarse en la fila.
Okay, todo iba bien.
Exceptuando que tenía que actuar como el más grande de los tontos, toda una bazofia fingir que era su hermano.
Pero eso sí, le daría la mejor cita de su vida aún si eso implicaba que Sunoo se enamorara de su hermano y no de él.
Sunghoon caminó hacia el puesto y como todos los demás, tuvo que formarse detrás de al menos trece personas.
¿De verdad tiene que esperar? ¿Por qué no sólo compra todo el carrito de algodones y así se evita la tortura de estar en el mismo espacio que esa gente?
No tolera estar entre tanta gente y eso que normalmente tenía reuniones con un montón de empresarios y proveedores, aunque eso no le quitaba que era jodidamente aburrido y una tortura para él.
Diez minutos, diez largos minutos que fueron toda una eternidad para Sunghoon. Y eso no era lo peor, no no. Cuando era su turno de comprar ese algodón, un niño pequeño apareció y de la nada se aferró a sus piernas.
—¡Papi!
Sunghoon le miró horrorizado y trató de despegarlo de su pierna pero era imposible, esa pequeña bolita era como un chicle.
—¡Fuera, demonio! ¡No soy tu papá! —le pidió alterado tratando de caminar, miró al vendedor de algodón y le hizo un ademán señalando al niño. —Ayúdeme, este demonio trata de poseerme
—Ow, qué bonito es su hijo. Escuche, le regalaré un algodón más como obsequio.
—¡N-No es mi hijo!
—¿Pasa algo, Sungwoo? —inquirió Sunoo colocando una mano en su hombro pero en cuanto vió a la pequeña bolita pegada a su pierna, chilló emocionado, —¡Oww! ¿Quién es esta ternurita?
—¿Ternurita? Más bien es... —sus palabras fueron interrumpidas cuando el pelinegro posó su bonita mirada en él, mierda, casi la caga por completo. —Es... Un ángel, una luz, una estrella.
Sunoo se ríe con suavidad, Sunghoon se pregunta si en el cielo reciben con esa melodía.
—¿Por qué está aferrado a tu pierna?
—No lo sé, sólo vino a mí de repente y me dijo papá pero te juro que es mentira, soy virgen y no creo que haya embarazado con la mente. —soltó sin pensarlo, la mirada de Sunoo lo hizo atragantarse. ¿Qué demonios había dicho? Los colores se le subieron a sus mejillas y bufó exasperado, al menos lo dijo fingiendo ser Sungwoo.
Si él es virgen, el tarado de su hermano lo es el triple.
—Bueno.
—No digas nada o te repruebo.
El pelinegro soltó una risita y negó.
—Tal vez sea una señal divina el ser papá, ¿no crees? —le dijo Sunoo divirtiéndose de gran manera con la expresión del contrario.
Señal divina mis bolas.
Esa fue una señal anticonceptiva, sí señor.
—No lo sé pero me conformo con tener un gato. —respondió Sunghoon decidido, en cuanto lo pensó mejor, se apresuró a corregir lo que había dicho. —Un gato calvo.
—¡Por dios, Sungwoo! —expresó el pelinegro siendo víctima de la risa, se llevó las manos al estómago y Sunghoon pensó que lo estaba haciendo bien.
Su padre siempre le repetía que a la persona que amas se le conquista con el humor, ¿qué mejor que hacerlo reír?
Aún recuerda las épocas en donde su padre los hacía reír, recuerda a sus dos hermanos casi llorando por sus ocurrencias.
Pero también recuerda el día en que sus padres fallecieron, supo que entonces no todo en la vida se trata sobre reír.
La vida era dura, imprevista y sobre todo algo tan etéreo.
Uno de sus tres hermanos tenía que ser el realista y el sustento de los demás.
Era claro quien tomó toda la responsabilidad.
—Sungwoo, hey, no me escuchabas.
Sunghoon lo miró y le dedicó una sonrisa a medias.
—Perdona, sólo pensaba.
—¿Estás bien? —cuestionó colocando sus manos en las mejillas del pelinegro, Sunghoon rozó el dorso del contrario y asintió. —Ni siquiera notaste que la mamá del pequeñín vino por él, se llamaba Seokie.
—Al menos no arrancó mi pierna. —bromeó disfrutando aún el cálido toque que tenían las manos de Sunoo sobre su rostro. —Por supuesto que estoy bien, ahora vámonos que tengo que llevarte a los carritos chocones, te encantará.
—¡Muévete, mi abuela conduce mejor que tú!
Sunghoon miró a la pequeña cosita pelinegra manejar con intensidad, su entrecejo lucía fruncido y sus labios abultados.
—¡Aigoo! ¡Deja de chocarme, basura!
—Oye Sunoo. —intentó llamarlo Sunghoon pero este le ignoró, estaba más concentrado en los otros carritos que le chocaban. —¡Ddeonuuu!
—Shh, no puedo permitir que esta bola de groseros nos choquen. —le dijo dedicándole una mirada de reojo, casi suelta una palabrota al sentir el impacto del coche azul sobre el suyo.
—Por algo se llaman carritos chocones, Sunoo.
Sunghoon se ríe al ver su expresión y casi se ahoga de la risa cuando el pelinegro le grita un par de groserías al carrito rojo que acaba de chocarlos.
—Mira, dame el lugar y te enseñaré a chocarlos.
—¡No tengas piedad!
Sunoo se movió al otro asiento para cederle el volante al pelinegro, Sunghoon lo tomó de inmediato antes de que los choquen por vigésima vez.
—¡A ese! ¡Choca a ese!
Sunghoon obedeció con una pequeña sonrisa en sus labios, impactó el carrito en contra de una pareja que iba a darse un beso.
Ambos se rieron a grandes carcajadas tratando de huir aunque claramente el coche parecía un caracol y no pudieron avanzar mucho, si ellos eran lentos, el coche de la pareja que los seguía lo era mucho más.
—Al fin los perdimos. —murmuró Sunghoon divertido, su coche ahora estaba al otro lado de la pista junto a otros dos carros más que no se movían. —Aunque no sé cómo porque esto es una carcacha.
Algo en particular llamó la atención del pelinegro, ¿por qué esos dos coches no se movían en lo absoluto?
—¿Y por qué estaban abrazados?
Esperen-
Miradas cursis.
Palabras de idiotas que se gustan.
Caras de retrasados.
Estaba en la jodida zona de enamorados, ¿existe? No sabe pero lo que ve ahora es una área totalmente vacía a excepción de dos parejas, ¡eso lo convierte en zona de enamorados!
—Está muy vacío por aquí. —murmuró Sunghoon manejando el coche para el otro lado, está a nada de alterarse por la velocidad.
No puede estar a solas con Sunoo y actuar como idiota de nuevo, ¡sería una vergüenza!
—¡Espera! Por allá están dos coches, no está vacío.
—¿Quieres quedarte aquí? Pero no podremos jugar y-
Sus balbuceos hicieron reír a Sunoo quien se removió del asiento para acercarse más a él.
—Quiero un momento de tranquilidad.
—¿Tranquilidad? Oh, bueno. Sé quedarme callado si a eso te refieres, podemos sólo sentarnos y escuch-
Un suave tacto lo hace callarse abruptamente.
Son los jodidos labios de Sunoo.
Mierda, ¡Sunoo lo está besando!
Sus labios son cálidos y suaves, incluso puede saborear un poco del dulce algodón de azúcar de hace un rato. Sunghoon coloca sus manos sobre las mejillas del pelinegro y se anima a besarlo de vuelta, Sunoo suspira y enreda sus brazos en el cuello del mayor.
El tiempo es tan lento cuando ambos se besan o al menos así lo siente Sunghoon, si pudiera escoger una única cosa en el mundo, definitivamente elegiría los besos de Kim Sunoo.
De pronto, el pelinegro se separa con las mejillas coloreadas en rosa y su respiración agitada.
Lo que dice a continuación hace que quiera huir y encerrarse mil años en su gran mansión.
—Sé que eres tú, Sunghoon.
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Ayuda me emocioné editando esto
Quedan dos capítulos más y la escritora no ha actualizado el libro 🥺 pero seguro lo hará pronto... I hope.
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