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࣪ ٬ 𝟬𝟭𝟲. the astronomy tower. ៹


˚˖𓍢ִ໋🥀💋💔𝐓𝐑𝐀𝐈𝐍𝐈𝐍𝐆 𝐖𝐇𝐄𝐄𝐋𝐒.🚲🌻⛓️༺𓆩⋆
CAPÍTULO DIECISÉIS ━━ ❛ 𝒍𝒂 𝒕𝒐𝒓𝒓𝒆 𝒅𝒆 𝒂𝒔𝒕𝒓𝒐𝒏𝒐𝒎𝒊𝒂 ❜

Después de un largo sermón de la profesora McGonagall, en el que la bruja fingió no reírse cuando descubrió el motivo por el que Amora había derramado su copa de agua sobre la cabeza de Goyle, a la castaña se le permitió volver al Gran Comedor. Para entonces, todos habían dejado de comer y estaban bailando mientras tocaba una banda. Amora los reconoció como Las Brujas de Macbeth.

Parecía que Blaise se había aburrido de esperar a su cita y en su lugar se había ido con Daphne Greengrass, una chica rubia de Slytherin que llevaba un vestido verde esmeralda. Amora no se sintió dolida por la acción. De hecho, se sentía como si se quitara un peso de encima ahora que no tenía que intentar actuar correctamente para Blaise durante toda la velada─ aunque él pareciera tallado por los mismísimos ángeles.

—¿Te has metido en muchos problemas? —gritó Kathy por encima de la música una vez que Amora encontró el camino hasta sus amigos.

—No, creo que McGonnagall parecía bastante... ¿orgullosa, en realidad? —La comisura de los labios de Amora se levantó divertida y las dos chicas se echaron a reír, mientras Kathy rodeaba el hombro de Amora con el brazo.

—¡Te has perdido Do the Hippogriff! —exclamó Leon, apartando la vista de la banda y dirigiéndola a su mejor amiga, sabiendo que ella se había aprendido toda la letra un verano como broma, y casi se le quedó grabada en la cabeza para el resto del año.

—¡Oh, maldita sea! —Amora resopló— Qué suerte la mía. Voy a por una bebida.

—¿Qué le pasó a tu última? —bromeó Leon y los tres rieron mientras Amora se dirigía hacia las mesas llenas de jarras con diferentes bebidas.

Algunas personas merodeaban por allí mientras Amora llenaba una copa con lo que supuso que era agua, y no se dio cuenta de que una de esas personas era Draco Malfoy hasta que apareció justo a su lado. Empezó a servirse algo de agua, pero parecía distraído.

Draco vaciló por unos instantes.

—Estás preciosa —murmuró, con la voz apenas por encima de un susurro para que sólo lo oyera Amora.

Por alguna razón, aquello le sentó diez veces mejor que cuando se lo había dicho cualquiera de las chicas de su dormitorio o Blaise. Le hizo olvidar cómo había sido grosero con ella y con Harry la semana pasada, cuando se había tropezado con él, o cómo se habían estado ignorando desde que bailaron, hacía ya más de un mes. Oírle hablar directamente con ella casi le resultaba refrescante de una forma extraña que Amora odiaba admitir.

—Gracias —Amora se llevó la copa a los labios y bebió un sorbo—. Tú estás muy guapo.

Draco no sonrió con suficiencia como cuando Pansy le había piropeado, sino que, vergonzosamente, sintió que se le calentaban las mejillas y giró la cabeza hacia un lado, intentando no dejar que ella lo viera. Sin embargo, desafortunadamente para Draco, su piel era del color del papel, por lo que Amora se dio cuenta. Eso la hizo sonreír.

—Probablemente no me lo merezco, pero me gustaría que lo repitiéramos —Draco se acercó más, su cuerpo se cernía sobre el de ella mientras Amora lo miraba a los ojos plateados.

—¿Qué lo repitiéramos? —repitió Amora y, como si el universo estuviera de parte de Draco, empezó a sonar una música más lenta.

—Me gustaría bailar contigo, Amora —dijo Draco en voz baja, extendiendo su larguirucha mano para que ella la tomara.

Pareció nervioso durante unos segundos, preocupado por si Amora le rechazaba cuando por fin se había expuesto a ella. Esta vez no había excusas. Sólo era un chico que quería bailar con una chica. Una chica que no había podido quitarse de la cabeza desde el día en que vio su cuerpo inerte siendo cargado a la Enfermería por Hagrid.

Amora dudó. Quería bailar con Draco, de verdad, pero temía que fuera una especie de broma, una broma dañina que le explotaría en la cara y haría que él se riera de ella durante el resto de sus carreras académicas. Pero Amora miró dentro de esos charcos de plata y no vio nada más que sinceridad e incluso miedo, y supo que a Draco le estaba costando mucho exponerse.

Levantó la mano para juntarla con la de él cuando Amora vio un torbellino rosa que se precipitaba hacia las puertas, seguido de llantos familiares. Su corazón dio un vuelco cuando se dio cuenta de que Hermione estaba llorando, y retiró la mano. La mirada que cruzó la cara de Draco le dolió aún más.

—Lo siento, Draco─

—No, lo pillo —la cortó Draco, intentando enmascarar su dolor con rabia, aunque su voz se tambaleaba entre sus dientes blancos y apretados—. No sé en qué estaba pensando. Merlín, alguien debe de haberme echado algo en la bebida para hacerme creer que era una buena idea. Eso, o estoy bajo la maldición Imperius.

Draco —Amora miró detrás de él, intentando no perder de vista a Hermione, que estaba escupiéndole algo a Ron y Harry en el pasillo—. Eso no es lo que─

—Olvídalo —escupió Draco.

Amora suspiró cuando él pasó furioso por su lado, chocando su cuerpo con el de ella. La castaña lo vio dirigirse a su mesa, pasándose una mano por el pelo platinado. Tomó nota mental de dónde estaba y corrió tras Hermione.

—¡'Mione! —Encontró a la chica sentada sola en las escaleras, con los zapatos a su lado y su vestido rosa convertido en un hogar para sus lágrimas caídas— ¿Qué ha pasado?

Hermione levantó la vista y casi sollozó de alivio al ver a Amora. La castaña, más bajita, se sentó junto a Hermione, rodeándola con los brazos.

—¡Chicos, ese es el problema! —gimoteó Hermione—. P-preferiría estar preocupándome por cualquier otra cosa, Amora. Los T.I.M.O.S, mis deberes de Encantamientos... ¡pero Ron tiene que estropearlo todo!

—Oh —Amora frunció las cejas—. ¿Qué ha hecho Ron?

—¡Actúa como si yo fuera una especie de─ como una especie de villana! Como si hubiera hecho mal en irme con Viktor —despotricó Hermione, secándose las lágrimas a medida que se enfurecía—. Se cree muy listo haciendo comentarios, haciéndome sentir como una idiota. Sólo quería divertirme por una vez.

—Es un idiota —dijo Amora—. Todos los chicos lo son. Es como un código de chicos o algo así. Incluso Leon es un idiota a veces. Cedric también.

—Bueno, no es justo —Hermione resopló—. ¿Por qué tenemos que lidiar con eso?

Amora esbozó una pequeña y comprensiva sonrisa.

—No lo sé. No es realmente justo, ¿verdad?

Hermione se inclinó para apoyar la cabeza en el hombro de Amora. Amora acarició el brazo de la chica de pelo rizado y miró los escalones debajo de ellas mientras escuchaba cómo los moqueos de Hermione iban desapareciendo lentamente.

—Deberías volver —insistió Hermione mientras se incorporaba—. No quiero arruinarte la noche cuando podrías estar bailando con Blaise.

—Blaise ahora está con Daphne —Amora se encogió de hombros—. No me molesta. Nosotras deberíamos bailar juntas.

Los ojos de la chica se abrieron de par en par.

—¡Oh, Amora! Eres tan dulce conmigo. Me encantaría, pero estos tacones me han destrozado los pies. No sé cómo lo hacen algunas chicas.

Amora soltó una risita y extendió su mano para darle un apretón a la de Hermione.

—Espero que nunca cambies, 'Mione.

Una vez que Amora se había asegurado dos veces, incluso tres, de que su amiga iba a estar bien, dejó que Hermione se retirara a la torre de Gryffindor para pasar la noche mientras ella volvía al vestíbulo. Sus ojos se desviaron hacia Kathy y Leon, que bailaban lentamente, y luego vio que Draco seguía sentado solo, observando la pista, aburrido.

Amora respiró hondo. Iba a necesitar mucho valor y coraje para dirigirse a Draco maldito Malfoy y pedirle bailar, pero iba a armarse de valor y hacerlo. Antes de que pudiera siquiera caminar dos metros hacia el Gran Comedor, dos grandes figuras le bloquearon la visión de repente y la hicieron retroceder un poco.

—Crabbe, Goyle —Amora les asintió con la cabeza, algo nerviosa—. Mira, Goyle, sin rencores, ¿vale? Aunque debes admitir que estabas siendo un poco capullo. P-pero eres un Slytherin, así que debes entender la lealtad, ¿no? Y─

—Deja de hablar —gruñó Crabbe.

—No, la verdad es que no lo entiendo —espetó Goyle bruscamente—, y estaba pensando que podría vengarme un poco.

—Eso no es necesario... —Amora fue cortada por Goyle agarrándola por uno de los brazos y Crabbe por el otro.

Se maldijo mentalmente por no llevar la varita encima y forcejeó para zafarse de su fuerte agarre. Nadie se había dado cuenta, ya que apenas había conseguido entrar en el Gran Comedor, y nadie vio que Crabbe y Goyle la llevaban a la esquina de un pasillo vacío, empujándola contra la pared.

—¡Sólo ha sido un poco de agua! —protestó Amora, con los ojos abiertos de miedo cuando Goyle sacó la varita de su bolsillo trasero—. En serio, Goyle─

—Puede que te dejemos ir si te disculpas —Goyle prácticamente le clavó la varita debajo de la barbilla, haciéndola tragar saliva nerviosa—. Agradable y dulcemente.

Para la mayoría, eso no sonaría a gran cosa. Una disculpa rápida y la soltarían y sería libre para disfrutar del resto de su Nochebuena en el Gran Comedor, posiblemente con Draco, pero Amora era testaruda; al menos, lo era cuando se trataba de su moral y sus amigos. El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado podría haber sido el que estuviera detrás de la varita y aun así ella no se habría rendido.

Algunos dirían que no era sano ser de esa forma, que a veces un compromiso la beneficiaría, pero cuando Amora era firme en algo, lo era. No pediría perdón ni en un millón de años por defender a sus amigos.

Incluso si Goyle estaba a punto de maldecirla.

—¡Locomotor Wibbly! —espetó Goyle, y los dos se echaron a reír cuando Amora sintió que se le doblaban las rodillas.

Gimió cuando se dio cuenta de que le habían hecho la maldición de las piernas de gelatina, y la falda del vestido la enterró mientras se desplomaba en el frío suelo. Amora miró con dureza a los dos que estaban encima de ella, claramente divertidos y satisfechos de sí mismos.

—¡Idiotas! —gruñó Amora— ¡Haced el contrahechizo ahora mismo! O si no, me arrastraré con mis manos hasta el mismísimo profesor Dumbledore y le haré saber que habéis estado abusando de vuestra magia para─

Palalingua —dijo Crabbe, moviendo la varita para maldecir a la adolescente.

Los ojos marrones de Amora se abrieron de par en par al darse cuenta de que tenía la lengua pegada al paladar, lo que le impedía hablar. Les lanzó la mirada más desagradable que pudo conjurar, viendo cómo los dos enormes matones empezaban a reírse entre ellos.

—Está mucho más guapa cuando no habla, ¿verdad, Crabbe? —Goyle sonrió con burla, agachándose para agarrarla por la mandíbula—. Puede que ahora Malfoy deje de decir lo molesta que es.

Si hubiera podido, le habría escupido directamente a los ojos. Sin embargo, sus manos aún funcionaban, así que con toda la fuerza que pudo reunir, Amora extendió la mano y abofeteó la mejilla de Goyle con tanta fuerza que este cayó hacia atrás de culo. Gimió por el dolor punzante en la palma de la mano, pero valió la pena oír el grito que escapó de la boca del matón mientras se agarraba la mejilla.

Crabbe agarró a Goyle por los hombros y lo arrastró un poco hacia atrás.

—¡Zorra! —gruñó Goyle, sujetándose la cara que sangraba por haber sido pegado con uno de sus anillos.

De repente, oyeron unos pasos que empezaban a doblar la esquina, y sus propios ojos se abrieron de par en par mientras se marchaban en la otra dirección, dejando a Amora allí tirada en el suelo. Sintió que el alivio se apoderaba de su cuerpo cuando se dio cuenta de quién era.

—¡Amora! —Las cejas de Fred se alzaron al ver a la chica sentada en el suelo—. ¿Qué haces ahí abajo?

George estaba a su lado, ambos con sus túnicas de gala y aparentemente a punto de tomar el largo camino de vuelta a su dormitorio. Nunca había estado tan agradecida de ver a los gemelos Weasley en toda su vida. Se señaló la boca y negó con la cabeza.

—¡Ah! —Fred se dio cuenta de lo que ella estaba insinuando, cogió su varita y apuntó hacia su boca—. ¡Finite!

Suspiró aliviada cuando sintió que recuperaba la sensibilidad en las piernas y que la lengua volvía a su posición natural dentro de su boca. George extendió las manos y la ayudó a levantarse del suelo, con un compasivo ceño fruncido en la cara. Cuando sus rodillas se tambalearon debajo de ella, ambos la ayudaron a mantenerse en pie.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Fred.

—¿Estás bien? —añadió George.

—Estoy bien, estoy bien —les prometió Amora, apartándoles las manos suavemente mientras sentía que algo le dolía en el corazón.

Se sentía bastante humillada y estúpida, deseando haber tenido su varita encima para poder haber puesto a Crabbe y Goyle en su sitio. Amora no se sintió capaz de volver al Gran Comedor. Se pasó una mano por los rizos sueltos y sonrió a los dos chicos mayores.

—Me voy a la cama —dijo—, gracias.

—Amora, quién─

—Crabbe y Goyle —Amora hizo una mueca—. Pero no os preocupéis. Se las devolveré.

Pasó por al lado de los dos pelirrojos y se encontró dirigiéndose hacia el otro lado de la escuela en lugar de donde residían los Hufflepuffs. Amora terminó en la Torre de Astronomía. Había estado allí varias veces con Leon, pero nunca ella sola.

Fuera estaba nevando y, para deleite de Amora, se estaba extendiendo. No se atrevía a acercarse demasiado al borde, su miedo a las alturas era demasiado grande para ella, pero la admiró desde unos dos metros de distancia de la barandilla. Ni siquiera se había dado cuenta de que había dejado de pensar en lo que le habían hecho y dicho Crabbe y Goyle hasta que se percató del frío que hacía y de que unas lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

—Por el amor de Dios, Amora —siseó para sí la adolescente mientras se limpiaba las lágrimas, sintiéndose estúpida por haberse alterado tanto; era más que nada rabia.

—Sorpresa, sorpresa —la voz esnob de Draco Malfoy vino de detrás de ella, haciéndola girarse rápidamente—. Parece que no podemos evitarnos el uno al otro, ¿hm?

—Yo llegué aquí primero —murmuró ella débilmente.

Draco tomó nota de su aspecto y frunció ligeramente el ceño.

—¿Has estado llorando?

Amora puso los ojos en blanco.

—¿Y a ti qué? —La dureza de su tono no sólo le dijo todo lo que necesitaba saber, sino que le hizo retroceder—. ¿Por qué me hablas? ¿Estás bajo la maldición Imperius o algo así? —Se refirió a sus palabras anteriores con amargura.

—No. —dijo Draco, agriamente— ¿Ha sido Potter?

Amora se rió sarcásticamente y se apartó de él, volviendo a mirar todo el paisaje que tenían ante ellos. Deseó estar de vuelta en casa, en la comodidad de su dormitorio, rodeada de sus libros favoritos y de un número excesivo de velas.

—Estoy segura de que eso aumentaría tu ego —Amora resopló.

—¿De qué estás hablando? —escupió Draco.

—Sé perfectamente que Harry y tú me utilizáis para cabrear al otro —Amora sintió que las lágrimas volvían a asomarse—. Sabes que le gusto a Harry, así que haces cosas como bailar conmigo o dejar que te agarre de la mano cuando estoy sufriendo. Y entonces Harry toma represalias e intenta superarte. No es─ No es justo. Es indignante y estoy harta de verme atrapada en medio de algún─ algún juego soez entre dos patéticos colegiales. Y esta noche, cuando me invitaste a bailar y pensaste que iba a decir que no, ¡reaccionaste como un niño que no se sale con la suya!

Draco parecía verdaderamente furioso. Su pálida piel se había enrojecido ligeramente y sus fosas nasales estaban abiertas. Amora no era capaz de temerle como la mayoría de los estudiantes. Había visto facetas de él que estaba segura de que ni siquiera sus amigos más cercanos habían visto.

—¿Utilizarte? —gruñó Draco, dando un paso más cerca—. ¿Crees que todo lo que he hecho es para cabrear a Potter? ¡El mundo entero no gira en torno al famoso Harry jodido Potter, Buckley! ¡Estoy harto de que la gente piense eso!

Amora tragó con fuerza, sus ojos marrones muy abiertos y su rostro desconcertado.

—¿Qué?

Draco negó con la cabeza y empezó a marcharse.

—No importa. Cree lo que quieras.

A Amora se le salía el corazón del pecho porque estaba bastante segura de que Draco acababa de admitir que ella le gustaba a su manera Draco. Muy a su pesar, sintió que lágrimas de frustración empezaban a brotar de sus ojos.

—¡Eres tan malditamente exasperante! —gritó antes de que él pudiera retirarse por las escaleras.

Draco se congeló y se dio la vuelta, como si no acabara de creerse que Amora tuviera la capacidad de gritar con tanta dureza─ especialmente a él. Rara vez la gente le plantaba cara así, y menos aún los Hufflepuffs de corazón de oro.

Amora prosiguió, con una expresión de furia y desagrado. Odiaba que las lágrimas siguieran brotando. Eran más de rabia y fastidio que de otra cosa, y esperaba que Draco reconociera eso y no lo tomara como un signo de debilidad.

que no me odias —espetó Amora—. Sé que fuiste tú quien me devolvió el libro el año pasado, después del incidente del Sauce Boxeador, y-y sé que fui tu primera opción para bailar en la clase de McGonagall. Te he visto mirarme fijamente. He oído cómo me has defendido contra Harry. Lo sé, Draco.

Draco parecía harto.

—Tú no sabes nada. —Su voz salió en un susurro entrecortado mientras la miraba desesperado— Así que cállate.

—¡No te atrevas! —gruñó Amora y se acercó, deseando ser más alta para poder ponerse a su altura y tal vez intimidarle. En lugar de eso, le golpeó el pecho y lo empujó un poco hacia atrás—. ¡No digas que no sé nada! ¡No me digas que me calle!

—Hago lo que me plazca —gritó Draco— Y ya estoy harto de tu actitud y de tu boca. ¿Yo te enfurezco? ¡Tú me enfureces!

Amora volvió a golpearle en el pecho, haciéndole tambalearse un poco hacia atrás. Draco volvió a enderezarse, su cuerpo se cernía sobre ella y su colonia estaba fresca en sus fosas nasales. Era intoxicante de la forma más frustrante.

—¡Ahora escúchame! —continuó Amora— ¡Eres un cobarde, Draco Malfoy! Te metes conmigo y me fastidias para no tener que admitir que en realidad yo te importo. Me llevas al límite todo el tiempo. Me llamas traidora a la sangre y me lanzas miradas sucias─

—He dicho que te calles —gruñó él.

Volvió a empujarle y esta vez él le atrapó las manos y la atrajo de un tirón a su pecho. Amora fingió que no estaba presa en su agarre, con sus grandes manos alrededor de sus delicadas muñecas y sus ojos plateados clavados en ella.

No, no puedes básicamente admitir que te importo y luego tratar de salir corriendo. ¿Sabes qué? ¡Harry es más hombre que tú! Al menos él cuando admitió que yo le gustaba, me miró a los ojos y─

Había tocado un nervio.

Amora fue interrumpida cuando Draco aplastó sus labios contra los suyos. El corazón casi se le paró en el pecho cuando él se agachó, con sus manos aún sujetándole las muñecas cerca de su pecho. Ella se encontró correspondiendo el beso con la misma brusquedad, los dos luchando por el dominio del otro. La lengua de Draco se deslizó por su labio inferior, pero a medida que su agarre se iba debilitando y ella se encontraba recuperando el control de sí misma, lo apartó de un empujón.

—¿Qué cojones? —siseó Amora.

—Eso te ha hecho callar —Draco se encogió de hombros.

—¡No! —Amora agitó las manos—. No, no se suponía que fuera a ser así. No se suponía que usaras eso como excusa o me agarraras así o negaras lo que sientes de antemano─

—¿Qué querías? —espetó Draco— ¿Querías que te escribiera un maldito soneto? ¿Que pusiera velas y rosas y te diera un pico en los labios como tu abuela?

Amora jamás se había sentido tan estúpida en toda su vida. Por supuesto que no sería como en las novelas románticas muggles que Hermione compartía con ella. Sacudió la cabeza mientras las lágrimas volvían a escocerle, y esta vez era de tristeza.

Le recordó a la versión de Draco que se había imaginado antes: el dulce que le había ayudado en el tren allá por el primer año. Una vez más, se quedó mirando a un adolescente enfadado con el mundo, con la cara más pálida que de costumbre por el frío y los labios hinchados por su beso.

Tal vez sólo le gustaba la idea de él, no el verdadero Draco.

Y entonces recordó la forma en que la había sostenido cuando bailaban. O cómo le había dado su jersey. Cómo se habían reído cuando escaparon de la señora Pince o cómo la había dejado dormir sobre su hombro. La forma en que la había invitado a bailar media hora antes.

—Sólo... —Amora tragó saliva y negó con la cabeza—. Haz como si esto nunca hubiera pasado. Estoy segura de que eso sería lo ideal para ti, de todas formas.

Amora no pasó por alto la forma en que el rostro de Draco se derrumbó cuando ella pasó por su lado. Le oyó darse la vuelta para verla marchar y estaba junto a la trampilla cuando le oyó.

Amora —exhaló derrotado—. No soy─ no soy bueno en esto.

Antes de que él pudiera verla romper en sollozos, Amora se dio la vuelta y subió la trampilla.

—Avísame cuando lo seas.

Y dejó a Draco Malfoy en la Torre de Astronomía; solo y en esa noche muy fría.


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