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── 𝟑𝟎. 𝐈𝐦𝐩𝐞𝐥 𝐃𝐨𝐰𝐧

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐈𝐍𝐓𝐀 ── 𝐈𝐌𝐏𝐄𝐋 𝐃𝐎𝐖𝐍

| Días antes del ataque de la Marina, en el Big Top, Sabaody |

A altas horas de la noche, Mar se despertó y, al extender una mano hacia el otro lado de la cama, descubrió que estaba vacío. Con el ceño ligeramente fruncido, abrió los ojos y miró alrededor y se posaron en la chaqueta de Buggy, colgada sobre una silla cerca de la cama. Sin pensarlo, la tomó y se la puso, el aroma de él la envolvió, brindándole una sensación de seguridad y cercanía.

Caminó descalza por el pasillo y subió a la cubierta, dejando que la brisa nocturna acariciara su rostro mientras buscaba alguna señal de él. Finalmente, lo encontró en el borde del barco, mirando al océano en silencio, con el torso desnudo y solo sus pantalones puestos. Había algo en su postura, una especie de tristeza o nostalgia que hacía que su figura destacara bajo la luz de la luna.

Mar se acercó en silencio, sin hacer ruido, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo rodeó con sus brazos desde atrás, apoyando su mejilla contra su espalda. Buggy se tensó brevemente, sorprendido por el abrazo, pero al sentir el toque de Mar, exhaló un suspiro y se relajó, posando una mano sobre la de ella.

—¿No podías dormir? —le preguntó ella en un susurro, su voz suave y cálida en la quietud de la noche.

Buggy miró el horizonte por unos momentos antes de responder, como si estuviera reuniendo las palabras en su mente

—Es que... hay veces que todo esto me parece un sueño —murmuró, su voz algo distante—. Tú, yo... aquí, juntos. Me hace preguntarme cuánto durará.

Mar apretó su abrazo, queriendo hacerle sentir que estaba allí para él

—No tienes que preocuparte por eso, Buggy. No pienso irme a ningún lado —le dijo con una sonrisa—. Además, ¿quién podría dejar a alguien como tú?

Él soltó una risa suave, pero en su rostro aún se notaba la preocupación

—No sabes todo lo que pasa por mi cabeza, Mar. Soy el tipo de persona que ha visto más pérdidas de las que me gustaría admitir... —Se detuvo y luego añadió en voz baja—. Y me aterra perderte.

Mar se movió para colocarse frente a él y tomó su rostro entre sus manos, obligándolo a mirarla a los ojos.

—No me vas a perder —dijo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas—. Pase lo que pase, estoy aquí. Contigo.

Buggy la miró en silencio, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y algo más profundo que no podía disimular. Con un suspiro resignado, llevó una mano al rostro de ella, acariciando su mejilla con ternura.

—Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo, Mar. Aunque seas la persona que menos esperaba en mi vida —bromeó con una sonrisa torcida—. Tú y yo... nunca pensé que algo así pudiera sucederme.

Mar se rió suavemente y pasó sus dedos por su cabello

—Bueno, a veces lo inesperado es lo mejor —respondió—. Y si sirve de algo... tú también eres lo mejor que me ha pasado.

Buggy soltó una carcajada baja, divertida

—¿Así que soy lo mejor que te ha pasado, eh? Entonces, quizás debería recordártelo más seguido.

Mar arqueó una ceja, sonriendo con complicidad

—Tal vez deberías. No estaría mal que me lo demuestres —lo retó juguetonamente.

Buggy no necesitó más incentivo; inclinó la cabeza y la besó profundamente, un beso que comenzó lento y se fue intensificando, como si ambos quisieran perderse en ese momento. Mar respondió con la misma intensidad, rodeando su cuello con sus brazos y dejándose llevar por las emociones que corrían entre ambos.

Finalmente, Buggy se separó un poco, sus labios apenas a un suspiro de distancia de los de ella

—¿Sabes? —dijo en un tono bajo, entre divertido y vulnerable—. Creo que he encontrado mi tesoro más valioso, y resulta que no es oro.

Mar se rió, acariciando su rostro.

—Entonces cuídalo bien, Capitán —susurró, dejando un beso suave en su mejilla.

Con una sonrisa traviesa y sin previo aviso, Buggy la levantó en brazos, cargándola al estilo nupcial. Mar soltó una risa suave, sorprendida, y se aferró a su cuello, mirándolo con una mezcla de diversión y ternura.

—¿Qué haces, Buggy? —preguntó entre risas, tratando de ocultar el rubor que se había apoderado de sus mejillas.

—Te estoy recordando quién es el Capitán aquí, ¿no es obvio? —respondió él, guiñándole un ojo mientras la llevaba de regreso a la cabina. Sus pasos eran seguros y firmes, y su sonrisa contenía un toque de orgullo.

—Vaya, qué gran Capitán tengo a mi lado, navegando por la Grand Line —respondió ella, fingiendo estar impresionada mientras se acurrucaba en sus brazos, disfrutando del calor de su cuerpo.

Al llegar a la cama, Buggy la depositó con suavidad, y cuando intentó apartarse, Mar lo retuvo, tirando de él hacia ella

—No te vas a escapar tan fácilmente —le susurró, envolviéndolo en sus brazos y dejándose caer junto a él en la cama.

Buggy se acomodó a su lado, y por unos segundos se miraron en silencio, hasta que él rompió la quietud con una sonrisa.

—Entonces, me quedo contigo. Esta noche y todas las que vengan después —Mar lo miró con cariño, acariciando su rostro mientras susurraba.

Él la abrazó con fuerza, envolviéndola en sus brazos mientras el cansancio comenzaba a invadirlos de nuevo. Bajo el cobijo de la noche, se acurrucaron juntos, y mientras los primeros rayos del amanecer comenzaban a iluminar el cielo, Mar se dejó llevar por el sueño, sabiendo que, al menos por esa noche, estaban en el lugar donde siempre deberían estar: el uno junto al otro.

| En la actualidad, entrada a Impel Down |

Cuatro días y medio habían pasado desde que había abordado el buque de la Marina, agotada por la tensión y los pensamientos constantes sobre Buggy, había logrado quedarse dormida en una pequeña habitación de la nave, el cansancio no era suficiente para apagar las preocupaciones que latían en su corazón. Ahora que Mar ha descubierto que su hermano es Shanks, uno de los Emperadores del Mar, la revelación ha sacudido su mundo, tenía una misión mucho más urgente, ahora se preguntaba cómo este nuevo conocimiento sobre su hermano cambiará su visión sobre él, y si afectará su relación con Buggy.

De pronto, sintió una mano sacudiéndola suavemente. Al abrir los ojos, parpadeando para despejarse, se encontró con el rostro de Luffy.

—Mar. Ya estamos cerca de Impel Down.

Mar se incorporó, mientras procesaba la noticia, abrazó la chaqueta de Buggy una última vez, las puertas de la Justicia estaban cerca, e Impel Down se alzaba como un oscuro destino, más tangible y amenazante de lo que había imaginado.

Luffy se acercó y miró hacia la pequeña ventana de la habitación, ambos podían ver la monumental estructura de Impel Down en el horizonte, rodeada por soldados de la Marina

—Parece que no escatiman en seguridad —murmuró Luffy en tono serio, con una leve sonrisa que no podía ocultar la preocupación.

Mar asintió, apretando los labios. Tomó un momento para desprenderse de la chaqueta, y con un último suspiro se la tendió a Luffy, sus ojos reflejando la firmeza de quien sabe que el desafío está a punto de comenzar.

—Cuídala bien —le dijo en voz baja, su tono cargado de sentimientos no expresados.

Luffy asintió en silencio, comprendiendo el peso de sus palabras y el valor de ese gesto. Sin decir más, dobló cuidadosamente la chaqueta y la guardó con respeto.

—Vamos a sacarlos.

Las palabras de Luffy encendieron una chispa en el corazón de Mar, devolviéndole la fuerza que necesitaba en ese momento. Ambos intercambiaron una mirada de complicidad y firmeza; no había espacio para la duda.

—Volvamos a nuestras posiciones —respondió Mar, esbozando una sonrisa que era más una promesa que una muestra de alegría

Con el plan en mente, se prepararon para actuar con la máxima cautela. Mar ajustó los últimos detalles de su ropa, verificando que su apariencia fuera impecable y Luffy volvió a colocarse bajo la túnica de Hancock que no quedara ninguna señal visible de su presencia.

La puerta de la habitación se abrió lentamente, y la luz tenue del amanecer iluminó sus rostros. Afuera, el buque ya estaba reduciendo la velocidad al acercarse a las enormes puertas de la Justicia. Desde su posición, Mar podían ver el ir y venir de los marines, que formaban filas organizadas y permanecían atentos a cualquier movimiento.

Mientras avanzaban por los pasillos, Hancock mantuvo una expresión fría e impasible, irradiando la autoridad propia de su posición. Con un ademán elegante, levantó la cabeza y caminó con paso seguro, ignorando deliberadamente las miradas de respeto y temor que los marines le dirigían. Mar, siguiéndola con actitud firme, no bajaba la guardia ni un instante. Su mirada recorría el lugar de una posible amenaza en su camino hacia la entrada de la prisión.

—Ahí está Impel Down... —murmuró Mar apenas en un susurro, sus ojos fijos en el imponente edificio que se alzaba ante ellos, una fortaleza de piedra y metal que parecía desafiar a cualquiera que intentara profanar su seguridad. Luffy no respondió, pero Mar podía sentir la tensión en su silencio.

Finalmente, al llegar al área designada para su desembarco, Hancock se detuvo y, con un movimiento casi imperceptible, le indicó a Mar que se preparara para lo que vendría. Mar respiró hondo y revisó una última vez que todo estuviera en orden y se giró levemente hacia la túnica de Hancock, donde Luffy aguardaba el momento indicado.

—Luffy... ya es hora. Prepárate —murmuró con suavidad, asegurándose de que solo él pudiera oírla.

Luffy respondió con un breve movimiento, asintiendo desde las sombras del manto. Mar enderezó los hombros, proyectando una postura fuerte, y se colocó al lado de Hancock, esperando a que el recibimiento comenzara. Los soldados de la Marina formaban filas a ambos lados, y las puertas de la Justicia se abrían lentamente, revelando el ominoso pasaje que llevaba a las profundidades de Impel Down.

Con el viento del amanecer acariciando su rostro y la amenaza de la prisión extendiéndose ante ellos, Mar sintió que cada paso que daban los acercaba al desenlace inevitable.

Los marines apostados a ambos lados de la entrada de Impel Down observaban en silencio reverente la llegada de la Emperatriz Hancock, aunque algunos no pudieron evitar murmurar sobre su belleza, caminaba con la mirada fija al frente, sin mostrar ninguna reacción visible, pero Mar captó su expresión y supo que los comentarios no le agradaban en absoluto.

—¿Perdón? Qué groseros —reclamó Hancock, deteniéndose abruptamente—. ¿Por qué mejor no los petrifico? Momonga, ¿puedo hacerlo?

Momonga titubeó ante la petición, recordando las veces que había tenido que lidiar con soldados convertidos en piedra, durante el viaje a Impel Down, la Emperatriz había soportado constantes miradas y susurros, lo cual solo aumentaba su repudio hacia los hombres de la Marina.

—Te pido que no lo hagas —respondió el vicealmirante en un tono calmado—. Recuerda, ya humillaste a la Marina más que suficiente. También pediré que tu escolta no haga un movimiento. Ahora, sobre tu condición: dijiste que ayudarías siempre y cuando te dejáramos ver a Portgas D. Ace, ¿verdad? —añadió Momonga desde una distancia prudente—. Te advierto de una vez: seas Guerrera del Mar o no, como pirata, no puedes entrar aquí. Por eso, antes de que entres, nuestro personal va a registrarte. Además, vas a tener que usar esposas de roca marina en todo momento. Esto es para asegurarnos de que no intentes nada en la prisión. Espero que lo entiendas.

Mar escuchó atentamente las palabras del vicealmirante y sintió un leve escalofrío al recordar lo que Mihawk le había explicado sobre las esposas de roca marina y su efecto debilitante en los usuarios de Frutas del Diablo, solo hacía más difícil su misión de llegar hasta las celdas donde podrían estar tanto Ace como Buggy. Su corazón dio un vuelco al pensar en Buggy atrapado en este lugar infernal, lejos de su tripulación y de ella.

—Como quieras, no me importa —respondió Hancock sin titubear, manteniendo su postura orgullosa.

Las puertas de la prisión se abrieron lentamente ante ellas, y el sonido de los gritos y lamentos de los prisioneros reverberó por todo el corredor, como un recordatorio constante de la brutalidad de Impel Down. Mar sintió un escalofrío recorrer su columna. Los guardias, boquiabiertos por la presencia de Hancock, no dejaban de observarla mientras se adentraban. Mar desenvainó su espada con una velocidad impresionante y apuntó a los guardias que no le quitaban la vista de encima.

—Emperatriz Hancock —reclamó el vicealmirante, observando con incomodidad la acción de Mar.

—No es necesario —ordenó Hancock con una mirada de advertencia hacia Mar, guardó su espada y volvió a su posición, aunque el brillo amenazante en sus ojos no desapareció—. Aquellos que no puedan contenerse perderán sus lenguas.

Solo bastó para que los guardias evitaran siquiera un contacto visual directo, y así continuaron adentrándose en el corazón de Impel Down. Los gritos de los prisioneros y el sonido de cadenas resonaban en cada rincón, creando una atmósfera opresiva que parecía envolver a quienes osaban poner un pie allí. Mar reprimió un escalofrío mientras avanzaban, el verdadero infierno de los piratas estaba ante ella.

A cada paso, el pensamiento de Buggy la impulsaba a seguir adelante. Lo imaginaba en una celda oscura, vulnerable en un lugar donde no tenía el apoyo de su tripulación ni los medios para defenderse. Mar apretó los puños, su determinación más fuerte que nunca. Sabía que su camino estaba lleno de riesgos, pero, sin importar las dificultades, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para encontrarlo y liberarlo.

—Bienvenidos a mi prisión. Esto es Impel Down —dijo una voz profunda, seria y algo solemne. Mar observó con atención al hombre que acababa de hablar, de vestimenta y apariencia peculiar que le resultaba, cuanto menos, extraña. Se trataba de Hannyabal, el vicealcaide de la prisión, quien, tras una pausa, agregó algo torpemente—. Perdón, se me salió. Olvídenlo, está todavía no es mi prisión. Vamos de nuevo. Soy Hannyabal, el vicealcaide de la prisión. Es todo un placer, Vicealmirante.

—Soy Momonga —respondió el Vicealmirante, estrechando la mano del vicealcaide mientras notaba la mirada atenta de la Emperatriz.

—¿Hancock, la Emperatriz Pirata? —preguntó Hannyabal, completamente deslumbrado por la presencia de la bella pirata—. ¿Mi Hancock, la Emperatriz Pirata?

Mar desenfundó su daga en un movimiento rápido y certero, situando la afilada hoja justo en el cuello del vicealcaide. Con una seriedad helada en la mirada, Mar apenas parpadeó mientras mantenía el arma firmemente en su posición. Sin embargo, ante la tranquila pero firme solicitud de Hancock de guardar la daga, Mar accedió sin vacilar y disculpándose con una reverencia

Momonga dio un paso adelante y advirtió al vicealcalde sobre "La Silenciadora,". Hannyabal se aclaró la garganta incómodamente, sugiriendo con nerviosismo que esperaran en el cuarto nivel de la prisión, donde el alcaide Magellan los recibiría. Señaló también que la vicejefa de carceleros, la señorita Dominó, se encargaría de guiarlos hasta allí, aunque insistió una vez más en la obligatoriedad de pasar por el registro para las visitas.

Mientras avanzaban por los pasillos sombríos de Impel Down, la vicejefa Dominó explicó brevemente las rigurosas funciones de la prisión, mencionando a algunos de los criminales más peligrosos que se encontraban encerrados, incluidos Cocodrile y Jinbe, su mención hizo que Mar alzara levemente una ceja, intrigada, no se esperaba encontrarlo prisionero y no tenía detalles sobre las razones de su captura. No obstante, mantuvo su expresión impasible para no levantar sospechas, agradecida de que ni el vicealcaide ni la vicejefa parecieran advertir nada extraño en la escolta de Hancock.

Finalmente, el grupo se detuvo frente a unas imponentes puertas de metal, las cuales rechinaron al abrirse cuando Dominó giró el enorme pomo, revelando la sala de registro. Las luces crepitantes iluminaban el espacio mientras se preparaban para la inspección de las visitas, con los guardias en alerta, observando cada uno de sus movimientos con atención.

—Su escolta puede esperar del otro lado mientras realizamos el registro. No hay necesidad de incluirla —indicó la vicejefa Dominó con voz autoritaria, aunque sus ojos se desviaban momentáneamente hacia Mar, mostrando una mezcla de cautela y recelo. Hancock intercambió una mirada preocupada con Mar, quien asintió, manteniendo una expresión impasible.

—De acuerdo —accedió Hancock con serenidad.

Junto a Hancock y a la serpiente que la acompañaba, Mar ingresó a la sala de registro de las visitas y la vicejefa señaló una puerta lateral, indicando a Mar que saliera por ahí para esperar en la entrada mientras se completaba el registro. Mar se deslizó hacia la puerta en completo silencio y se ubicó al otro lado, manteniendo la calma en todo momento, consciente de las miradas cautelosas de Momonga y Hannyabal, que observaban cada uno de sus movimientos con ojos analíticos. Hannyabal, en particular, parecía incapaz de ocultar el temor que sentía

La única preocupación real de Mar era que Luffy, aún escondido bajo la túnica de Hancock, fuera descubierto en el registro. Su mirada permanecía fija en la puerta, imperturbable, mientras calculaba en silencio cuánto tiempo más tendría que esperar para cumplir su misión de rescatar a Buggy sin llamar la atención de la Marina. Sabía que los oficiales estaban abrumados con los preparativos de la inminente ejecución, se sentía afortunada de que la atención de la Marina estuviera ocupada, disminuyendo el riesgo de que se enfocaran en su tripulación.

Mar notó la demora del registro de visitas con creciente inquietud y no pasó desapercibido para otros. Momonga y Hannyabal también comenzaron a sospechar algo. Hannyabal, con una expresión de desconfianza, propuso registrar a la emperatriz, incluso con lujo de detalles. Este comentario provocó que Mar apretara el mango de su espada, sus dedos rozando la fría empuñadura mientras su mirada se volvía más severa. El brillo del filo de su espada reflejó la luz en el aire y, como si hubiera sido un movimiento instintivo, lo levantó unos centímetros, haciendo que los ojos de Momonga y Hannyabal se posaran inmediatamente sobre el resplandeciente acero.

—¡Vicealcaide Hannyabal! —dijo un guardia proveniente de un pequeño caracol transmisor—. No hemos recibido imagen del caracol en la sala de registros. ¿Está sucediendo algo extraño?

Mar sintió cómo su corazón se aceleraba y Hannyabal, irritado, tocó la puerta con fuerza.

—¡Dominó! ¿Qué está pasando? ¡Soy el vicealcaide! ¡Es mi deber saber qué sucede ahí! Aunque eso signifique revisar personalmente cómo registran a la emperatriz.

Mar preparó su postura, pero antes de que pudiera actuar, la puerta se abrió de golpe, revelando a Hancock con una mirada irritada y unas esposas de piedra marina apretadas en sus muñecas, parecía profundamente molesta, y su presencia imponente fue suficiente para hacer que Hannyabal retrocediera con nerviosismo. Al ver la situación, Mar soltó un leve suspiro de alivio, interpretando que todo seguía dentro del plan.

—No es necesario que me acompañe a ver a Puño de Fuego —ordenó Hancock a Mar, con un tono firme y una mirada significativa que indicaba que había cumplido con su parte del plan.

Momonga levantó una ceja, confundido.

—¿Emperatriz, está segura? —preguntó Momonga con evidente sorpresa.

—Por supuesto —contestó Hancock con voz firme—. Aunque esté encadenada, tengo mis propias defensas para poner un alto. Le agradezco por los servicios, puede volver a Alabasta. Mis hermanas se encargarán del pago

Mar asintió y dio una ligera reverencia a Hancock, agradeciendo su cooperación. Luego, su mirada se desvió hacia el vicealcaide, alzando la espada un poco más, un recordatorio de la advertencia tácita de que no debía sobrepasarse con la emperatriz.

Cuando los miembros de la escolta comenzaron a bajar por el elevador, Mar vio una señal: Luffy estaba en la parte superior de la habitación, su rostro asomándose ligeramente desde detrás de una columna, al notar la mirada de Mar, levantó el pulgar en señal de que todo iba bien. Mar correspondió con una ligera inclinación de cabeza.

De repente, un golpe suave en la conciencia de Mar la hizo mirar hacia Hancock, quien se desplomó en sus guardias, desmayada. Esto causó una breve incertidumbre en Mar, Luffy tomó a Mar con rapidez y la elevó hacia los tablones de madera superiores, alejándola de cualquier riesgo. Mar exhaló con alivio y se permitió relajar un poco los músculos.

—No sabía cuánto tiempo soportaría estar en silencio. —susurró Mar, quitándose el pañuelo que cubría su rostro.

—Lo hiciste increíble —respondió Luffy con una gran sonrisa—. Hancock estuvo asombrosa. Después te contaré lo que ocurrió. Ah, ¡toma esto!

Luffy le entregó a Mar la chaqueta de Buggy, quien la tomó con evidente alivio. Sus dedos recorrieron el desgastado pero familiar tejido de la chaqueta, recordando el momento en que la perdió.

—Gracias, Luffy —dijo Mar, colocándosela rápidamente sobre los hombros—. Estoy ansiosa por encontrar a Buggy... aún recuerdo sus gritos desesperados después de que me separé de él en esa tormenta, incluso junto la Marina nos alejó a la fuerza, ahora se habian llevado al hombre que amo.

—Lo encontrarás —dijo Luffy, sonriéndole con una certeza contagiosa, y Mar le devolvió una sonrisa agradecida.

—Así como tú vas a encontrar a Ace —respondió Mar con determinación, ambos compartiendo un momento de entendimiento.

—Sujétate a mi espalda y sostente fuerte —dijo Luffy, doblando las rodillas en preparación para saltar. Mar vaciló un segundo, pero al ver la determinación de su amigo, se subió detrás de él y lo sujetó con firmeza.

Luffy y Mar observaron cómo el ascensor descendía hacia las profundidades del sótano. La prisión de Impel Down, un laberinto de niveles cada vez más oscuros y peligrosos, se extendía ante ellos, y Mar no podía evitar pensar en lo que eso significaba. Recordaba fragmentos de sus entrenamientos con Mihawk, donde le había contado sobre los temibles guardianes y las bestias que custodiaban cada nivel, sobre los niveles en sí, se había mostrado hermético, guardando celosamente esa información. Había oído hablar de este lugar cuando apenas tenía dos años de entrenamiento, una etapa en la que el conocimiento de los horrores de Impel Down solo aumentaba su curiosidad.

Luffy sacó la tarjeta Vivre de su sombrero. Mar la observó, reconociendo su función y pertenecía a Ace, y la forma en que se movía la tarjeta era una señal clara de que Ace estaba cada vez más abajo en la prisión. Luffy se impulsó, y Mar se sujetó con fuerza, mientras el ascensor los llevaba cada vez más profundo.

A medida que descendían por las escaleras, la tensión se acumulaba. Mar no dejaba de pensar en Buggy, que podría estar en cualquiera de los niveles de esta prisión infernal. Su mente divagaba por un momento, imaginando su sufrimiento en las oscuras celdas. La idea de que él también podría estar atrapado aquí la hacía sentir una presión incesante en el pecho.

—La tarjeta Vivre quiere que sigamos bajando —dijo Luffy, notando cómo la tarjeta seguía moviéndose en su palma. Se detuvieron frente a una enorme puerta que se cerraba ante ellos, bloqueando el camino.

—Debe haber alguna manera de seguir —respondió Mar, pensativa y observando la puerta que los separaba del siguiente nivel. La frustración se reflejaba en su rostro. No saber el paradero exacto de Buggy en Impel Down hacía que la situación fuera aún más crítica.

Un sonido de pasos apresurados llegó a sus oídos. Mar se tensó al instante y el eco de las botas resonaba en el pasillo como una amenaza inminente. Luffy la miró rápidamente.

—¿Qué es ese sonido? —preguntó Luffy, con atención.

—Los guardias —murmuró Mar, reconociendo el sonido de los pasos. Instintivamente, Luffy la agarró y la colocó en su espalda, utilizando la pared como soporte para impulsarse hacia el techo, donde ambos se ocultaron en la oscuridad.

—¡Rápido, es el prisionero 8200! —gritó uno de los guardias, alertando a todos los demás.

—¡Vamos, no se nos escapará! —exclamó otro guardia, y los sonidos de las botas se intensificaron a medida que el grupo se acercaba a la puerta que bloqueaba su camino.

—Todo este tiempo ocultó sus poderes ¡No olviden las esposas! —ordenó un tercer guardia, su voz llena de urgencia.

La puerta se abrió con un chirrido metálico, y los guardias se apresuraron a entrar, sin notar la presencia de Luffy y Mar que se mantenían en silencio. El grupo de guardias pasó rápidamente, y antes de que la puerta se cerrara, Luffy se soltó del techo, dando un ágil salto hacia uno de los tablones de madera en la siguiente habitación.

Mar se apartó de la espalda de Luffy y observó cuidadosamente la escena, viendo cómo el grupo de guardias corría por el pasillo, descontrolados, mientras la puerta se cerraba de nuevo.

—¿Qué sucedió? —preguntó Luffy con seriedad, mirando a Mar mientras ambos se mantenían en silencio, ocultos en la penumbra.

—Parece que un prisionero, un usuario de Fruta del Diablo salió de su celda —respondió Mar, analizando la situación con rapidez. Su mirada recorría el pasillo, prestando atención a cualquier detalle que pudiera servir de pista. —Parece que fue lo suficientemente astuto como para esconder sus poderes, tal vez podamos conseguir su ayuda para rescatar a Ace y a Buggy.

—Tienes razón, debemos seguirlos —dijo Luffy, su tono lleno de determinación, mientras sus ojos brillaban con la misma energía que siempre lo caracterizaba. Mar asintió y volvió a colocarse en su espalda, sujetándose con firmeza.

Luffy dio otro salto, aterrizando con precisión en el suelo de una amplia habitación y el espacio era vasto y lleno de celdas, y Mar se dio cuenta de inmediato de que no era una zona cualquiera.

—¿Todas estas son celdas? —preguntó Luffy, mirando a su alrededor, tomando en cuenta la inmensidad del lugar.

—Me parece que estamos en el Nivel 1 —respondió Mar, observando atentamente el entorno mientras bajaba lentamente de la espalda de Luffy. Su mirada recorría las celdas vacías sin prisioneros a la vista—. Este lugar es enorme, nos tomará mucho tiempo investigar todo. Lo mejor es separarnos por un momento para cubrir más terreno.

—¿Y eso? —preguntó Luffy luego de que un grito distante los alertó—. ¡No, debemos apresurarnos!

—Yo iré por este lado —respondió Mar, señalando hacia la derecha. —Tú toma el pasillo de la izquierda.

Luffy asintió rápidamente, y ambos se adentraron en sus respectivos caminos. El silencio de la prisión envolvía a Mar, intensificando su nerviosismo al estar lejos de Luffy en un lugar tan sombrío e imponente. Desde que Mihawk le había hablado de Impel Down, nunca había tenido una imagen clara del lugar, y mucho menos pensó que terminaría allí. No había vuelto a escuchar nada sobre esa prisión hasta el día en que supo que Buggy había sido encarcelado en sus profundidades.

A medida que avanzaba, se adentró en un pasillo amplio y desolado, con paredes de piedra húmedas y frías que parecían absorber cualquier sonido, haciendo que el eco de sus propios pasos fuera su única compañía. No había señales de guardias ni bestias vigilantes.

Mientras corría por el pasillo, un chasquido agudo resonó detrás de ella, y de pronto sintió un silbido cerca de su espalda: flechas habían sido lanzadas en su dirección. Las trampas del corredor se habían activado repentinamente, lanzando una ráfaga mortal de flechas hacia ella. Sin perder un segundo, Mar se lanzó hacia adelante, zigzagueando y esquivando los proyectiles que se estrellaban contra las paredes de piedra, salió del pasillo con un último salto, alcanzando el borde de la trampa y girándose rápidamente para ver si alguien había notado su presencia. Sin embargo, parecía que los guardias aún no se habían percatado de las trampas activadas.

—Mihawk nunca mencionó la existencia de trampas en Impel Down —susurró para sí misma, manteniendo la calma mientras evaluaba su entorno, con el ceño fruncido. No podía evitar preocuparse—. Espero que Luffy esté bien... ¿Y ese ruido?

Un grito gutural retumbó desde el área de las celdas, en la dirección en la que Luffy había partido. Mar no dudó y echó a correr a toda velocidad, deseando que no fuera él quien hubiera gritado. Aunque Luffy siempre lograba salirse con la suya, no podía permitirse el lujo de tomar riesgos en un lugar tan peligroso. Mientras corría, deslizó su mano hacia la espalda, donde estaba escondido el arco especial que Franky le había construido. Lo había mantenido cubierto bajo la capa negra que había usado como escolta de Hancock, y luego, camuflado debajo de la chaqueta que había llevado en honor a Buggy.

Al llegar al siguiente corredor, vio la tenue luz de las antorchas iluminando filas de celdas en ambos lados. Las sombras de los prisioneros se proyectaban en las paredes, y varias miradas desconfiadas y desesperadas se posaron sobre ella desde detrás de los barrotes. Mar mantuvo su arco listo, su mirada alerta, recorriendo cada detalle del oscuro corredor en busca de cualquier indicio de peligro mientras sus pasos resonaban en el suelo de piedra.

—¡Se fueron por ahí, los blugoris los están siguiendo! —gritó un prisionero desde una celda, señalando el camino que habían tomado Luffy.

Mar comenzó a correr en esa dirección, y pronto divisó un grupo de enormes bestias azules armadas con hachas que avanzaban a toda velocidad, los Blugoris. Las criaturas parecían tan concentradas en su objetivo que no advirtieron su presencia, pero Mar decidió que necesitaba distraerlas.

—¡Vengan si son capaces de detenerme! —gritó, retándolos.

Los Blugoris se detuvieron, gruñendo en respuesta, Mar dio un salto hacia atrás mientras tomaba su arco y apuntaba para disparar múltiples flechas en un solo tiro, cada una impactando con precisión en los Blugoris que caían inconscientes uno por uno. Mar tocó el suelo con gracia y se enderezó, dirigiéndose hacia Luffy y Buggy.

—¡¿Ese quién es?! —preguntó Buggy, mirándola con seriedad y molestia al notar algo más que lo irritaba profundamente—. ¡Era mi momento de brillar y este tipo lo arruina todo, igual que tú, Sombrero de Paja! ¡Y ahora quiere imitar mi estilo!

—¡Un Blugori! —exclamó Luffy, sin prestarle atención a Buggy y señalando en la dirección de Mar, soltó otra flecha derribando al Blugori que salía volando por la fuerza del impacto.

Justo en ese momento, otros dos Blugoris aparecieron por sorpresa detrás de Mar y avanzaron hacia Luffy. Sin perder un segundo, Luffy lanzó un Látigo de Goma, golpeando a las bestias con fuerza y haciéndolas retroceder.

—¡Déjenme, me rindo! —suplicó Buggy, aterrado al ver la escena, antes de actuar de forma inesperada. Separó su cabeza de su cuerpo para evitar un ataque inminente del Blugori—. ¡Escape de emergencia parte por parte!

Con su cuerpo fragmentado, Buggy agarró al Blugori con ambas manos, separó sus manos de los brazos y realizó un movimiento giratorio, lanzando al Blugori al suelo en un giro de fuerza llamado Aero. Con su enemigo momentáneamente derribado, Buggy reconectó sus partes y se acercó confiado, pero el Blugori, aún consciente, se reincorporó y comenzó a perseguirlo, dispuesto a atacarlo.

Mar reaccionó al instante, apuntando con calma y precisión. Con una flecha directa al estómago del Blugori, lo derribó, haciéndolo caer inconsciente. Buggy apenas tuvo tiempo de respirar cuando la notó de nuevo, ahora con más irritación.

—¡¿Tú de nuevo?! —gritó Buggy, aún más molesto mientras señalaba a Mar con furia y desconfianza—. ¡¿Quién rayos eres tú y qué quieres?!

Mar bajó suavemente su arco, dando unos pasos tranquilos hacia él, sin prisa pero con una decisión firme en cada movimiento. Sus ojos brillaban con un cariño contenido, y mientras avanzaba, retiró primero el sombrero y luego el pañuelo que cubría su rostro, dejando a la vista una sonrisa cálida y sincera al ver que Buggy estaba allí, a salvo.

—Alguien que está dispuesta a salvar a la persona que ama —respondió Mar, su voz suave pero firme, llena de una emoción incontrolable. Sus palabras resonaron en el aire, convirtiéndose en una promesa inquebrantable de protección y devoción.

Buggy, atrapado entre la confusión y la sorpresa, parpadeó varias veces, incapaz de procesar lo que veía. Sus ojos se abrieron de par en par, contemplando a Mar como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento, como si fuera un espejismo que podría desvanecerse. El mundo a su alrededor pareció detenerse, y durante un instante, solo existía ella. Frente a él, la mujer que tantas veces había imaginado, la que nunca pudo sacar de sus pensamientos, estaba ahora tan cerca, sonriéndole con esa dulzura que recordaba tan bien.

—Mar... —murmuró Buggy con la voz quebrada, sus ojos empañados de emoción mientras sus manos temblaban. La angustia que había sentido desde su captura se esfumó, reemplazada por una oleada de alivio y felicidad abrumadora. No podía creer que ella estuviera aquí, en Impel Down, para salvarlo.

Sin pensarlo, Buggy corrió hacia ella, y en un impulso desesperado la envolvió en un abrazo apretado. La apretó contra su pecho, sintiendo el calor y la suavidad de su cuerpo después de tanto tiempo. Su respiración estaba agitada, y el sonido de sus latidos resonaba con fuerza en sus oídos.

—Te prometí que te salvaría —susurró Mar, devolviéndole el abrazo con igual intensidad. Su voz, dulce y decidida, estaba cargada de amor y promesas—. También prometí que estaría contigo, pase lo que pase.

Buggy la miró con intensidad, sus ojos azules fijos en los de ella. Todo el miedo y el dolor que había acumulado en su encierro se disolvieron en ese instante, y la única realidad que importaba era ella, su Mar. Sin dudarlo, Buggy se inclinó y, con una pasión desesperada, la besó. Fue un beso salvaje, lleno de anhelo y necesidad, el tiempo se desvaneció, y el caos de Impel Down se convirtió en un eco lejano mientras se fundían en un solo ser.

Mar respondió con la misma fuerza. Sus manos se aferraron a la camisa de prisionero de Buggy, su boca se entrelazó con la de él, y el sabor de sus labios, el calor de su cuerpo, llenaron sus sentidos en un torbellino de emociones que la envolvía por completo. Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad, pero sus manos permanecieron unidas, como si ninguno pudiera soportar romper el contacto.

Buggy, con una sonrisa que nunca había mostrado con tanta sinceridad, le acarició la mejilla con ternura y la miró profundamente a los ojos.

—Pensé que no volvería a verte, gracias por venir hasta aquí. Contaba los días esperando volver a verte —murmuró Buggy, antes de besar su mano y juntar su frente con la de ella—. ¿Cómo es que te has vuelto más hermosa que nunca?

—Prometí que volvería a encontrarte, sin importar las circunstancias. Vine a sacarte de Impel Down... cueste lo que cueste —respondió Mar, ocultando su rostro en el cuello de Buggy mientras cerraba los ojos, disfrutando el momento.

Buggy volvió a besarla y, en un arranque de alegría, la levantó tomándola de la cintura y girándola con alegría, el momento fue presenciado por Luffy, quien observaba con una sonrisa de satisfacción, y por los prisioneros en sus celdas, algunos con sonrisas emocionadas, otros murmurando con envidia y admiración.

—Qué hermoso —susurró uno de los prisioneros, suspirando.

—Son el uno para el otro —comentó otro—. Me gustaría tener una mujer así.

—¡¿Qué dijeron, idiotas?! —bramó Buggy, mirándolos con enojo mientras aferraba a Mar con fuerza protectora—. ¡Mar es mi mujer! ¡Búsquense la suya, que no tienen ninguna oportunidad con ella!

—No has cambiado nada, Buggy —respondió Mar entre risas antes de volver a besarlo con ternura.

—Me alegra verlos juntos —dijo Luffy con una sonrisa genuina, lo que hizo que Buggy le lanzara una mirada de irritación.

—¡¿Tú aún sigues aquí, Sombrero de Paja?! —espetó, señalándolo con una mezcla de enojo y desconfianza—. ¡¿También tú quieres a mi mujer?!

—¿De qué hablas? —respondió Luffy, sin perder la sonrisa—. Mar y yo entramos juntos a Impel Down.

—¿Entraron juntos? —repitió Buggy, mirando a Mar, atónito, antes de volverse hacia Luffy con incredulidad—. ¡¿Ustedes ya se conocían?!

—En realidad, Luffy y su tripulación fueron quienes me salvaron la vida cuando la Marina nos atacó y caí al agua, luego estuve en Alabasta —explicó Mar, sosteniendo la mirada de Buggy—. Fue donde me enteré de que estabas aquí, y no dudé en venir.

Los ojos de Buggy se suavizaron al escuchar su relato. Ahora, más que nunca, comprendía que Mar había recorrido un largo camino solo por él, y eso lo llenaba de un orgullo y una gratitud inmensos que solo aumentaban sus sentimientos por ella. En medio de su emoción, Buggy notó algo que la hacía ver aún más especial.

—Esa... esa es mi chaqueta —comentó Buggy, sus ojos recorriendo la prenda con una mezcla de sorpresa y orgullo—. Te queda mejor que a mí, y me aseguraré de que el mundo entero sepa que eres mía.

Mar sonrió, notando la manera en que Buggy la observaba con un brillo de adoración y satisfacción en su mirada,sintiéndose segura en sus brazos y completamente decidida a luchar por él hasta el final.

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