
── 𝟐𝟖. 𝐎𝐥𝐝 𝐟𝐫𝐢𝐞𝐧𝐝𝐬
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐎𝐂𝐇𝐎 ── 𝐕𝐈𝐄𝐉𝐎𝐒 𝐀𝐌𝐈𝐆𝐎𝐒
| Mientras tanto, Kuraigana |
La noche en la isla de Kuraigana estaba envuelta en un silencio casi sobrenatural. Las ruinas de antiguas construcciones se alzaban como sombras desgarradas bajo la tenue luz de la luna, y el viento, que susurraba entre las ramas secas y las piedras caídas, era el único sonido que rompía la calma. Dentro del castillo, Dracule Mihawk, el espadachín más temido y respetado del mundo, se encontraba sentado en un sillón de respaldo alto, hecho de cuero envejecido que había soportado más batallas y generaciones de las que se podían contar.
Sostenía una copa de vino tinto, girando el líquido oscuro con un movimiento lento de su muñeca, observando cómo la luz del fuego se reflejaba en la superficie y creaba destellos rubí. Sobre la mesa cercana, un periódico doblado dejaba a la vista el titular que había capturado su atención desde hacía días.
Sus ojos dorados, normalmente tan fríos y analíticos, se habían suavizado ligeramente mientras leía el nombre de su discípula. No era la primera vez que Mar demostraba una habilidad casi sobrenatural para desafiar a la Marina, pero esta vez había algo diferente, sentía un orgullo que venía acompañado de una inquietud que no lograba sacudirse. Entendía que esa clase de osadía llamaría la atención de los peces más grandes del océano, y no todos estarían dispuestos a dejarla ir tan fácilmente.
Un crujido metálico irrumpió en la sala, trayendo consigo un eco agudo. El caracol transmisor de la Marina emitía una llamada con su característico sonido, Mihawk dejó la copa sobre la mesa con un gesto sereno y se levantó. Con pasos elegantes y calculados, llegó al caracol y lo levantó, observando cómo sus ojos en espiral lo miraban con una mezcla de respeto y urgencia.
—Aquí Mihawk —dijo, su voz profunda y monótona resonando en la sala vacía.
—Dracule Mihawk, aquí el vicealmirante Sengoku —respondió una voz áspera y autoritaria, con un tono que dejaba claro que la situación era grave—. Llamamos en su calidad de Guerrero del Mar. Se requiere su presencia en Marineford para la inminente ejecución de Portgas D. Ace. Esperamos una guerra con Barbablanca, y su participación es indispensable.
El espadachín permaneció en silencio por un momento, dejando que las palabras se asentaran en el aire, antes de que pudiera responder, la voz del vicealmirante se endureció aún más, señalando que había más asuntos que tratar.
—Hay un detalle adicional que creemos pertinente discutir. —Sengoku hizo una pausa, como si midiera cuidadosamente sus palabras—. Su discípula, Mar, La Pirata Violinista, ha sido un punto de interés creciente. Su última maniobra contra la Marina ha generado preocupación en nuestras filas, y estamos considerando medidas para evitar que intervenga en este conflicto.
Mihawk entrecerró los ojos, su mirada dorada centelleando con una chispa de advertencia.
—¿Consideran que mi discípula es un peligro para ustedes, vicealmirante? —preguntó, su tono apenas mostrando el desafío que latía en sus palabras.
Sengoku dejó escapar un ruido parecido a una risa seca, sin humor.
—No subestimamos a nadie, Mihawk, y menos a alguien entrenado por usted. Sabemos que Mar tiene una alianza con Buggy el Payaso, quien, como debe saber, ha sido capturado y llevado a Impel Down. Si intentara un rescate, pondríamos en marcha medidas para neutralizarla de inmediato. No necesitamos otro frente de batalla en medio de esta guerra, y si su discípula se atreve a interferir, las consecuencias serán severas.
Un destello de algo más peligroso que la molestia cruzó el rostro de Mihawk. Había visto cómo la Marina actuaba con una falta de escrúpulos que a menudo dejaba a sus enemigos en ruinas. Pero la mención de Buggy añadió una complejidad que incluso él no podía ignorar.
—Mar es más astuta de lo que muchos creen, y sus acciones no son impulsivas —respondió Mihawk, controlando su tono para no dejar traslucir más de lo necesario—. Pero si la Marina decide ponerla en una posición que la obligue a actuar, estarán provocando algo más grande de lo que pueden manejar.
La línea se quedó en silencio por un momento, como si Sengoku evaluara cuán en serio debía tomar esa advertencia.
—Estamos al tanto de sus palabras, Mihawk. Solo esperamos que, cuando llegue el momento, todos los Guerreros del Mar recuerden cuál es su papel en esta guerra. Le esperamos en Marineford.
La llamada terminó con un chasquido metálico. Mihawk dejó el caracol transmisor de vuelta en su lugar y se quedó mirando el fuego. El resplandor danzante parecía reflejar la tormenta de pensamientos que se agolpaba en su mente. La imagen de Mar, con sus ojos determinados y su violín que se convertía en un arma mortífera en sus manos, apareció ante él y sabía que las lealtades y las decisiones individuales podían cambiarlo todo.
Mihawk se quedó mirando el horizonte, la tenue luz de la luna bañando su semblante con un resplandor espectral. El mar nocturno, en calma por fuera, ocultaba las corrientes traicioneras que serpenteaban bajo su superficie, un reflejo perfecto de la situación que se avecinaba.
Los recuerdos de aquellos días en que la había tomado bajo su tutela se agolparon en su memoria. Mar, con su mirada desafiante y su voluntad inquebrantable, había sido más que una discípula; se había convertido en una hija en el sentido más real de la palabra. La idea de que la Marina pudiera atar cabos y descubrir su parentesco con Shanks hacía que un nudo de preocupación se formara en su pecho.
Sus pensamientos se tornaron más sombríos. Shanks no era alguien que la Marina tomara a la ligera y si los altos mandos llegaran a descubrir que Mar compartía sangre con él, la persecución no se limitaría a intentar neutralizar a una pirata talentosa. Sería una cacería despiadada, donde el honor y las reglas dejarían de existir.
—La sangre pesa más de lo que uno quiere admitir —susurró, sus ojos dorados destellando un instante con una mezcla de furia y miedo. A pesar de su naturaleza imperturbable, la posibilidad de que Mar fuera blanco de un ataque tan despiadado por su lazo con Shanks le recordaba que incluso los más fuertes pueden ser heridos en lo más profundo.
Había visto los métodos de la Marina, conocía su capacidad para actuar sin escrúpulos cuando se trataba de mantener el control. Mar no solo enfrentaría una acusación por sus acciones recientes o por ser su discípula; sería señalada por la misma razón por la que su hermano había desafiado al mundo: su capacidad de encender la chispa de la libertad y la rebelión.
El sonido de las olas rompiendo suavemente contra las rocas llegó hasta sus oídos, rompiendo el silencio que había caído en la sala. Por un momento, cerró los ojos y dejó que ese murmullo constante lo envolviera, abrió los ojos, y la decisión se cristalizó en su mirada. Si Mar iba a enfrentarse a la tormenta, entonces él se aseguraría de que no lo hiciera sola. Sabía que su posición como Guerrero de los Mares le ataba de alguna forma, pero también sabía que había límites que ningún título podía imponerle.
—La tormenta se acerca, Mar, y cuando lo haga, el mundo verá de qué estás hecha —dijo con un orgullo que ahora estaba teñido de una preocupación más profunda—. Pero si ellos piensan que puedes ser cazada sin consecuencias, pronto descubrirán cuán equivocados están.
Dio un último vistazo al horizonte, y su mente calculó los próximos pasos. La llamada de la Marina, la inevitable reunión en Marineford y la posición de Shanks en todo esto eran solo el principio de lo que vendría, ahora más que nunca, debía estar listo para proteger a quien consideraba su hija, incluso si eso significaba enfrentarse a las mismas fuerzas que juraban mantener el equilibrio del mundo.
| Mientras tanto, en alguna parte de Grand Line |
La brisa marina acariciaba el rostro de Mar mientras navegaba bajo la tenue luz de la luna hacia la isla de Long Ring Long Land. Tras horas de viaje, finalmente divisaba el perfil del barco de Buggy a la distancia, y una ola de emoción y nerviosismo se apoderó de ella. Su pañuelo rojo cubría su rostro desde la nariz hacia abajo, ocultando sus facciones pero dejando entrever la intensidad de sus ojos, que brillaban con determinación y una pizca de añoranza. A medida que se acercaba al barco, su corazón latía con fuerza. Sabía que, una vez más, estaba a punto de reencontrarse con las personas que más valoraba en el mundo.
El sonido de su Waver al golpear suavemente el costado del barco despertó la atención de los piratas a bordo. Varias cabezas asomaron por la borda, y pronto las voces de sorpresa y curiosidad comenzaron a elevarse en el aire.
—¡Oye, alguien se está acercando! —gritó un pirata, entrecerrando los ojos para tratar de identificar a la misteriosa figura.
—¿Quién es ese? No parece de los nuestros... —susurró otro, ajustando el agarre en su espada.
Sin esperar una invitación, Mar subió con agilidad a la cubierta del barco, sus movimientos seguros y elegantes. La tripulación comenzó a rodearla, sus miradas desafiantes y escépticas, claramente listos para defenderse si era necesario. Entre ellos, Kaito, dio un paso al frente, observándola con ojos severos.
—Si crees que puedes aparecer aquí sin mostrar tu cara y andar tan campante, estás muy equivocada —dijo Kaito, desenfundando su espada con un movimiento fluido.
Mar no respondió, pero su silencio hablaba por sí solo. Con un movimiento decidido, desenvainó su propio sable, y el brillo de su hoja se reflejó bajo la luz de la luna. Sin previo aviso, Kaito lanzó el primer ataque, y Mar lo interceptó con facilidad, el sonido del choque de sus espadas llenando el aire. La tripulación observaba en silencio, formando un círculo alrededor de los dos, sin apartar los ojos del combate.
—¿Quién eres y qué demonios quieres aquí? —exclamó Kaito, respirando pesadamente mientras intercambiaban golpes.
Mar continuó atacando y defendiendo con una destreza y precisión que dejaba a todos atónitos. Kaito, aunque experimentado, comenzaba a notar que la persona frente a él no era alguien común. Finalmente, con un movimiento hábil, Mar desarmó a Kaito, quien retrocedió un paso, jadeando. Con calma, Mar guardó su espada y, lentamente, se retiró el pañuelo rojo que cubría su rostro, revelando sus facciones y la tripulación quedó en silencio.
—¿Mar...? —susurró Kaito, incrédulo.
Un instante de silencio absoluto se extendió antes de que la tripulación estallara en gritos de alegría y risas. Mohji y Cabaji se adelantaron a toda velocidad, ignorando toda compostura, y se lanzaron a abrazarla al mismo tiempo, apretándola entre sus brazos.
—¡Es un milagro! ¡Eres tú! ¡De verdad eres tú! —exclamó Mohji, con los ojos brillando de emoción mientras no dejaba de sonreír.
—No pensé que te volveríamos a ver... pero aquí estás, en carne y hueso. ¡Viva y tan increíble como siempre! —dijo Cabaji, tratando de mantener la seriedad, pero su voz traicionaba la emoción.
Mar dejó escapar una leve risa mientras correspondía el abrazo. De repente, un rugido familiar resonó en la cubierta, y Mar apenas tuvo tiempo de girarse antes de que un enorme león saltara hacia ella. Era Richie, el fiel compañero de Mohji, que la abrazó con fuerza, casi derribándola mientras restregaba su enorme cabeza contra su hombro.
—Richie... —susurró Mar, riendo suavemente mientras acariciaba el pelaje del león, sintiendo el cálido y suave manto bajo sus manos—. Yo también te extrañé, amigo.
Richie soltó un leve gruñido, claramente emocionado, mientras Mohji y Cabaji observaban la escena con sonrisas de alivio y alegría.
—¿Sabes cuánto te hemos extrañado? —dijo Mohji, su voz temblando un poco—. Estuvimos buscándote, temiendo lo peor. Pero aquí estás, más fuerte que nunca.
Ren, Kaito y Hikari se unieron al abrazo con lágrimas en los ojos. Hikari, emocionada, la rodeó con fuerza.
—¡Mar! No sabes cuánto deseamos este momento. Pensé que nunca volveríamos a verte —dijo, su voz temblando de la emoción.
Ren, con un suspiro de alivio, la miró a los ojos y asintió.
—Nos prometimos que te encontraríamos, sin importar cuánto tiempo nos llevara.
Mar, abrumada por el cariño de su tripulación, sonrió cálidamente y devolvió cada abrazo. Sentía cómo el peso de su viaje se desvanecía en ese instante, rodeada por sus amigos, aquellos que habían sido su familia en el mar. Sin embargo, justo cuando pensó que el momento no podía ser más emotivo, una figura inesperada apareció a la luz de las lámparas de cubierta.
—¿Quién iba a decir que Mar aparecería de esta manera tan dramática? —dijo una voz irónica, y Mar alzó la vista para encontrarse con Alvida, quien cruzaba los brazos mientras la observaba con una mezcla de diversión y satisfacción.
Mar parpadeó, sorprendida, y Alvida se acercó con pasos seguros, sus ojos brillando con astucia.
—Alvida... —susurró Mar, sin poder ocultar la sorpresa.
—Sí, sí, no me mires así. Alguien tenía que cuidar de estos idiotas mientras tú andabas por ahí haciendo tus locuras —respondió Alvida con una sonrisa ladeada.
Mar asintió lentamente, procesando la inesperada alianza que parecía haberse formado en su ausencia.
—Gracias, Alvida. Sé que no debió haber sido fácil —respondió Mar con sinceridad.
Alvida se encogió de hombros, restando importancia a sus palabras.
—Solo me aseguré de que todos estuvieran vivos para cuando decidieras volver. Aunque no voy a mentir, verte aparecer así fue toda una sorpresa.
Mientras Alvida y Mar intercambiaban una mirada de comprensión, Cabaji se acercó nuevamente, levantando un poco la voz para ser oído entre las risas y el alboroto.
—¡Esperen, esperen! ¡Que alguien prepare algo de beber! Esta noche es de celebración. Mar ha vuelto, y eso es motivo suficiente para brindar hasta el amanecer.
Las voces de la tripulación se elevaron en gritos de aprobación, y pronto las botellas de ron y vino empezaron a circular por toda la cubierta. La alegría era palpable, y los piratas comenzaron a brindar y a contar historias de sus aventuras, entrelazando anécdotas de Mar y su valentía.
Mientras observaba a su tripulación, Mar sintió un nudo en la garganta. Todos ellos habían arriesgado tanto por ella, habían hecho lo imposible por encontrarla, y aquí estaban, mostrándole una lealtad y un cariño que no podía describir con palabras. Con Richie aún a su lado, frotándose contra su brazo en busca de más caricias, Mar acarició al león una vez más y miró a cada uno de los miembros de su tripulación con gratitud en sus ojos.
Las risas y el bullicio de la tripulación de Buggy y la de Mar se extendían por la cubierta, vibrando en el aire como una melodía cargada de alivio y regocijo. Habían esperado tanto tiempo para ver a Mar de nuevo, y su regreso era un motivo de júbilo. Cabaji levantó su copa y alzó la voz por encima del estruendo.
—¡Que alguien prepare más barriles de ron! ¡Hoy celebramos hasta que el sol vuelva a salir!
Un coro de gritos y aplausos estalló mientras Mohji y Richie rugían de emoción, y Alvida sonreía de lado, apreciando el espectáculo. Pero antes de que las cosas se descontrolaran, Mar levantó una mano. Su expresión era seria, y la luz de las antorchas titilaba en sus ojos, dándoles un brillo feroz que nadie podía ignorar. Poco a poco, las risas se fueron apagando y los murmullos se convirtieron en un silencio expectante.
—Gracias por esta bienvenida —empezó Mar, su voz firme y cargada de emoción—. No tienen idea de cuánto significa para mí verlos a todos aquí, sanos y salvos. Pero esta noche, aunque llena de alegría, no es momento para celebrar por completo. —Su mirada se posó en cada uno de los miembros de ambas tripulaciones—. Buggy esta en Impel Down.
El nombre de la temible prisión sacudió a la tripulación como un rayo. Mohji apretó los dientes y miró al suelo, incapaz de ocultar la frustración. Richie emitió un gruñido bajo, y Cabaji, que había estado a punto de beber, bajó su copa con un movimiento lento, sus ojos oscurecidos por la preocupación. Hikari llevó una mano a su pecho, como si intentara calmar el latido de su corazón.
—¿Y cuál es el plan, Mar? No podemos dejarlo allí —indico Mohji, expresando el miedo en sus ojos
Mar asintió, comprendiendo el torbellino de emociones que se agitaba en sus amigos.
—Tengo un plan, pero antes de hablar sobre cómo voy a sacarlo de allí, hay algo más que deben saber —dijo, su voz temblando ligeramente al enfrentarse a la revelación que estaba a punto de hacer—. Espero que, después de escucharlo, nuestra amistad y la forma en que me han visto todos estos años no cambie.
Hikari entrecerró los ojos, con un gesto de preocupación. Dio un paso adelante, buscando en el rostro de Mar alguna pista de lo que estaba a punto de revelar.
—¿De qué hablas, Mar? —preguntó, con un tono que mezclaba el miedo y la necesidad de respuestas.
Mar respiró hondo, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en sus hombros. Sabía que esta conversación podría cambiar la dinámica con su tripulación para siempre. Pero había llegado el momento de ser honesta, de contarles la verdad que había descubierto.
—Como recordarán, durante el ataque de la Marina a mi barco La Balada de los Vientos, recibí un golpe y fui lanzada al mar. Me sostuve de una tabla hasta quedar inconsciente —comenzó, su voz firme pero cargada de un dolor distante—. Cuando desperté, fui recibida por una tripulación inesperada. Los Sombrero de Paja.
Ren abrió los ojos con asombro, y Mohji levantó la vista de golpe, como si la historia acabara de dar un giro completamente inesperado. Incluso Cabaji frunció el ceño, interesado en el relato.
—¿Los Sombrero de Paja? —repitió Ren, incrédulo—. ¿Te salvaron?
—Así es. Luffy y su tripulación me dieron refugio y me trataron con una amabilidad que no esperaba. Pero lo más sorprendente fue lo que descubrí mientras estuve con ellos. —Mar se detuvo un momento, intentando ordenar sus pensamientos—. Una noche, tuve un sueño, que se sentía más real que cualquier otro. Vi a un hombre con un sombrero de paja, y Luffy estaba allí como si compartieran una conexión que no lograba entender. Era una pista, algo que me llevó a seguir buscando respuestas.
Hikari soltó un pequeño suspiro, aliviada de que Mar estuviera revelando algo tan importante, pero sus ojos aún reflejaban confusión.
—¿Y qué significaba ese sueño? —preguntó, cruzando los brazos y mordiéndose el labio.
—Al llegar a Alabasta, mi misión era averiguar el paradero de ustedes y prepararme para rescatar a Buggy. Pero durante mi estancia en el palacio, encontré un cartel de 'Se Busca'. —La voz de Mar se quebró por un momento—. Un cartel con el rostro de un hombre que coincidía con los fragmentos de memoria que tenía sobre mi hermano.
Cabaji se acercó un paso, con los ojos fijos en Mar. Alguien entre la tripulación dejó escapar un murmullo, pero nadie se atrevió a interrumpirla.
—Vivi me habló de él, de la leyenda que era y de su conexión con Luffy. Mis recuerdos, enterrados por tanto tiempo, comenzaron a aclararse. Y entonces, lo comprendí —Mar tragó saliva, sintiendo cómo sus palabras resonaban en el aire—. El hombre que he estado buscando todo este tiempo, el hermano que me abandonó cuando era una niña... es Shanks, el Pelirrojo.
El impacto de sus palabras fue tan fuerte que podría haberse escuchado el caer de un alfiler. Mohji dejó caer sus brazos a los costados, incapaz de procesar la revelación. Ren balbuceó algo inaudible, y Cabaji, por primera vez en años, se quedó sin palabras. Richie rugió, como si entendiera la magnitud de lo que acababa de decir.
—Shanks... —murmuró Ren, sus ojos llenos de incredulidad—. ¿Uno de los Emperadores del Mar?
—Sí —afirmó Mar, con un asentimiento casi imperceptible—. Es mi hermano.
Hikari fue la primera en reaccionar, avanzando un paso con resolución. Extendió una mano hacia Mar, como si con ese gesto pudiera disipar cualquier duda.
—Mar, eso no cambia nada —declaró con voz firme, aunque sus ojos aún reflejaban la sorpresa que todos compartían—. Siempre serás nuestra capitana y nuestra amiga. Tu hermano puede ser un Emperador del Mar o incluso un Rey, pero para nosotros, sigues siendo tú.
Ren asintió después de un momento de incertidumbre, su rostro adoptando una mezcla de incredulidad y lealtad.
—Lo admito, es difícil de creer... —comentó, rascándose la nuca—. Pero, si Shanks es tu hermano, eso explica por qué siempre has sido tan especial.
Mohji dejó escapar una risa nerviosa mientras acariciaba a Richie, quien emitió un rugido como si estuviera respaldando las palabras de Ren.
—Tus acciones fueron mas fuertes que las palabras que relatas de tu historia.
Cabaji, por su parte, entrecerró los ojos y cruzó los brazos. Tras unos segundos de silencio, finalmente habló:
—Un secreto como ese podría habernos puesto en peligro, pero no voy a negarlo. Lo que has hecho por nosotros demuestra que tu lealtad está con esta tripulación, no con él. Eso es lo único que importa.
Un murmullo de acuerdo recorrió al grupo, creciendo hasta convertirse en voces firmes de apoyo. Hikari sonrió con orgullo al escuchar las reacciones de los demás y volvió a mirar a Mar.
—¿Lo ves? —dijo suavemente—. Somos tu familia. No importa quién sea Shanks para el mundo. Para nosotros, tú eres nuestra capitana, nuestra violinista... y nuestra amiga.
Mar se quedó inmóvil, su mirada recorriendo a cada uno de los presentes. Sentía un nudo en la garganta, pero esta vez no era por el dolor, sino por la calidez de las palabras de su tripulación. Finalmente, esbozó una pequeña sonrisa y asintió.
—Gracias... a todos.
Mar tomó aire y miró a su alrededor, capturando en su mente las expresiones de cada miembro de la tripulación. Sus ojos recorrían cada rostro con detenimiento, grabando la mezcla de emoción, expectativa y preocupación que se reflejaba en ellos. La brisa del mar acariciaba su piel, recordándole la urgencia de la misión que tenía por delante. Sabía que lo que iba a proponer cambiaría el rumbo de todos, pero también sabía que el riesgo valía la pena.
El barco, anclado en la vasta extensión del océano, crujía bajo sus pies, y el sonido de las olas se mezclaba con los murmullos que se habían apagado poco a poco. Mar avanzó un paso, sintiendo cómo el peso de la decisión se hacía más tangible con cada segundo que pasaba.
—Antes de seguir, necesito que todos escuchen bien lo que voy a decir acerca del plan —dijo, su voz fuerte y clara, cortando la tensión que había comenzado a formarse en la cubierta. Las risas y la emoción por su regreso se apagaron, dejando un silencio expectante que solo era interrumpido por el suave golpeteo de las olas contra el casco del barco.
Cabaji, que había estado riendo junto a Richie y Mohji, se cruzó de brazos y levantó una ceja, una mezcla de curiosidad y preocupación reflejándose en sus ojos. Ren y Hikari también dieron un paso adelante, sus expresiones tensas mientras esperaban las palabras de Mar. Incluso Alvida, que solía mantener una actitud despreocupada, bajó su abanico y clavó sus ojos en ella, atentos y analíticos.
Mar respiró hondo, consciente de que cada mirada en la cubierta estaba fija en ella. Los pensamientos se agolpaban en su mente: las noches de insomnio, los recuerdos de Buggy y las conversaciones que habían compartido. No podía fallar.
—Sé que acabo de regresar y que todos queremos celebrar, pero Buggy aún está en Impel Down, y tengo un plan para sacarlo de allí —continuó, con un tono grave que dejó claro que no estaba bromeando.
El anuncio cayó como una piedra en el agua, creando un silencio denso y tenso que se extendió por toda la cubierta. Richie emitió un gruñido bajo, reflejando la inquietud que todos sentían. Mohji, que rara vez mostraba nerviosismo, apretó los puños hasta que sus nudillos se tornaron blancos.
Hikari fue la primera en reaccionar, con la voz temblorosa y un brillo de preocupación en los ojos, mencionar el nombre de la prisión le provocara escalofríos y Mar comprendía el miedo y la incertidumbre de su tripulación. Ella misma había sentido ese nudo en el estómago al pensar en la fortaleza subacuática y sus innumerables horrores. Los cuentos sobre las torturas y los desesperados gritos que se perdían en las profundidades de la prisión se entrelazaban en su mente, pero la imagen de Buggy, atrapado y vulnerable, la impulsaba a seguir adelante.
—Voy a necesitar ayuda, pero no de ustedes —dijo, levantando una mano cuando varios comenzaron a protestar. Ren frunció el ceño y dio un paso al frente, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y frustración.
—¿Cómo que no de nosotros? ¡Somos tu tripulación, Mar! Si vas a meterte en esa trampa mortal, vamos contigo —exclamó Ren, su voz cargada de emoción—. ¡No puedes hacer esto sola, Mar! Tú lo amas, nosotros también estamos dispuestos a arriesgarlo todo por él.
Los murmullos de aprobación recorrieron a los demás. Cabaji, que solía mantenerse en silencio durante las discusiones serias, asintió con la cabeza y habló con voz grave.
—Ren tiene razón. Si vamos a enfrentar a la Marina, lo haremos juntos. Hemos enfrentado cosas imposibles antes.
Mar esbozó una sonrisa, una mezcla de gratitud y tristeza. Miró a Ren, luego a los demás, y finalmente dejó que su mirada se posara en Cabaji, Mohji y Alvida.
—Lo sé, y agradezco su lealtad más de lo que pueden imaginar. Pero esto es algo que tengo que hacer sola. No puedo arriesgar sus vidas ni las de nuestra tripulación. Necesito que estén aquí para cuidar de todos si algo sale mal, quiero que la atención de la Marina esté en mí, no en ustedes —Hizo una pausa y miró a Hikari, que la observaba con lágrimas contenidas en los ojos—. Además, ya he pensado en quién puede ayudarme a infiltrarme en Impel Down: Boa Hancock.
El nombre provocó una reacción visible en todos. Mohji dejó escapar un silbido bajo, mientras que Hikari se llevó una mano a la boca, incrédula.
—¿Boa Hancock? ¿La emperatriz pirata? —preguntó Cabaji, con los ojos entrecerrados—. Esa una Guerrrera de Mar ¿Cómo piensas convencerla de que te ayude?
Mar permitió que un destello de nostalgia cruzara sus ojos mientras recordaba su tiempo en Amazon Lily. Recordó las conversaciones con Hancock, sus risas compartidas y los momentos en los que se había sentido comprendida por alguien que, como ella, sabía lo que era cargar con un pasado lleno de cicatrices.
—He estado en Amazon Lily antes. Hancock y yo tenemos un entendimiento mutuo —explicó Mar, dejando entrever una sonrisa leve, casi nostálgica—. Sé que suena arriesgado, pero estoy convencida de que ella me ayudará. Hancock valora la lealtad y la libertad por encima de todo, y si le explico la situación, sé que puedo contar con su apoyo.
Alvida avanzó un paso, sus ojos brillando con curiosidad y escepticismo.
—¿Y qué harás si te rechaza? —preguntó, cruzando los brazos con una mirada que desafiaba cualquier vacilación—. Es poderosa y caprichosa. Podrías acabar peor de lo que imaginas si decide no ayudarte.
Mar mantuvo la mirada de Alvida, mostrando una seguridad que no dejaba espacio a dudas.
—Es un riesgo que estoy dispuesta a correr. Si ella me rechaza, buscaré otra manera. Pero confío en que Hancock verá esto como una oportunidad para desafiar al Gobierno y reforzar la alianza que ambas compartimos. Y si todo sale bien, planeo que ella me lleve a Impel Down como una prisionera, una tapadera para infiltrarnos sin levantar sospechas.
El silencio se extendió nuevamente, y esta vez fue más pesado. Los rostros de la tripulación estaban marcados por la preocupación, pero también por un respeto que hablaba de la fe que tenían en ella. Finalmente, Richie, que había estado observando en silencio, se acercó a Mar y le dio un cabezazo amistoso, ronroneando suavemente como muestra de apoyo.
—Volverás con Buggy, ¿verdad? —preguntó Mohji, con la voz más suave de lo que había esperado y Mar se inclinó y acarició la cabeza de Richie.
—Volveré... y no pienso regresar sin Buggy.
Mar se quedó en silencio por un momento, absorbiendo la reacción de su tripulación. El viento nocturno mecía suavemente los cabellos de todos, creando una atmósfera que oscilaba entre la expectación y la nostalgia. Podía sentir la tensión en los hombros de Ren, la mirada intensa de Hikari, y el destello de intriga en los ojos de Alvida.
—Alvida, Hikari —repitió Mar, dejando que sus palabras flotaran por un instante en el aire mientras todos contenían la respiración—. Bajo mi ausencia, necesito que cuiden las tripulaciones.
El susurro de las olas se volvió el único sonido, como si el mundo entero esperara una respuesta. Alvida, que generalmente lucía un aire despreocupado y dominante, se quedó en silencio unos instantes, evaluando la seriedad en los ojos de Mar. Su boca se curvó en una sonrisa que solo alguien como ella podía portar, mitad desafío, mitad aprobación.
—Puedes contar conmigo, Mar —respondió Alvida con una mezcla de firmeza y picardía.
Hikari, quien había estado observando a Mar con una mirada que oscilaba entre la admiración y la preocupación, asintió con determinación.
—Lo haremos, Mar. Te prometo que no dejaremos que nada ni nadie se acerque a nuestro territorio mientras no estés. La tripulación de Buggy y la nuestra estarán seguras —dijo, su voz cargada de una convicción inquebrantable. Puso una mano en el hombro de Mar, un gesto que no solo simbolizaba su promesa, sino también un lazo que compartían, más allá de los títulos y las responsabilidades.
Mar dejó que una pequeña sonrisa curvara sus labios, pero la seriedad no abandonó su mirada. Aquellas palabras eran más que un simple compromiso; eran un ancla que la mantenía firme en su determinación.
—Gracias a ambas. No sé qué haría sin su apoyo —dijo Mar, soltando un suspiro que parecía llevarse un poco de la carga que había sobre sus hombros.
Un murmullo recorrió la cubierta. Ren, con sus brazos cruzados y una expresión entre desafiante y preocupado, se adelantó. Sus ojos mostraban una mezcla de irritación y aprecio.
—Capitana, si crees que vamos a quedarnos aquí sentados mientras te lanzas de cabeza al nido del león, estás muy equivocada —protestó Ren, su voz cargada de reproche pero también de lealtad—. Todos sabemos que Buggy es importante para ti, pero lo es también para nosotros. No deberías hacer esto sola.
—Ren tiene razón —agregó Mohji, frotando la melena de Richie, que miraba a Mar con sus grandes ojos atentos—. Somos una tripulación. Nos enfrentamos a la Marina juntos, peleamos juntos y... rescatamos a los nuestros juntos.
La determinación en sus voces llenó el aire, y Mar sintió una punzada en el pecho. Era el tipo de lealtad que sabía que debía honrar, pero también el tipo de amor que temía perder en una misión tan peligrosa. Se permitió un momento para mirarlos a todos, desde los rostros jóvenes y llenos de energía hasta los más curtidos por la vida pirata.
—Lo sé, y por eso les estoy pidiendo que confíen en mí esta vez —dijo Mar, bajando la voz un poco pero manteniendo su firmeza—. Si no regreso, ustedes deben ser la chispa que mantenga vivo el fuego de nuestra causa. No puedo permitir que todos caigan por esto. Es una apuesta que estoy dispuesta a tomar sola. Ahora, quiero que sigan disfrutando de esta noche. Es un momento para celebrar y recordar por qué estamos aquí, juntos.
Cabaji soltó una carcajada, aliviando la tensión con su risa desfachatada. Mohji sonrió, golpeando la espalda de Richie, quien rugió como si estuviera listo para unirse al ambiente festivo. Ren resopló, cruzando los brazos y asentando con una sonrisa torcida.
—Si nuestra capitana lo ordena, ¿quiénes somos nosotros para negarnos? —comentó Ren con un tono juguetón.
Un silencio se extendió, y luego, de pronto, Hikari dio un paso atrás y se dirigió al rincón donde guardaban algunos de los objetos más preciados. Regresó con un estuche que Mar reconoció de inmediato, y sus ojos se agrandaron, reflejando una mezcla de sorpresa y emoción.
—Hikari, ¿es eso lo que creo que es? —preguntó Mar con voz temblorosa, sintiendo un nudo en la garganta.
Hikari sonrió de oreja a oreja mientras le entregaba el estuche con delicadeza. Al abrirlo, Mar vio su violín, intacto, brillante bajo la luz de la luna y las linternas del barco. El instrumento que había creído perdido tras el ataque de la Marina volvía a sus manos como un recordatorio de todo lo que había luchado y lo que aún quedaba por luchar.
—Pensé que había sido destruido... —murmuró Mar, sus dedos acariciando las cuerdas con ternura. La madera, pulida y cálida al tacto, parecía vibrar al contacto de sus manos, como si compartiera su alivio y su felicidad.
—No pudimos dejar que eso sucediera. Lo rescatamos y lo arreglamos entre todos —dijo Hikari, su voz cargada de orgullo y amor fraternal. Los demás asintieron, y algunos aplaudieron suavemente, ansiosos por oír la música que había traído esperanza y consuelo en tantas ocasiones.
Ren se acercó con una sonrisa que no ocultaba su emoción y levantó una mano, sugiriendo con una mirada cómplice lo que todos estaban pensando.
—Vamos, Mar. Toca algo para nosotros. Haz que esta noche sea inolvidable.
Mohji asintió enérgicamente, y Richie lanzó un rugido suave, como si también estuviera pidiendo lo mismo. La cubierta del barco se llenó de expectativas, y por un momento, la preocupación y el miedo se esfumaron, sustituidos por un deseo compartido de conexión y esperanza.
Mar tragó saliva, recuperando la compostura. Levantó el violín y lo colocó bajo su barbilla, cerrando los ojos mientras un silencio reverente se instalaba entre la tripulación. Cuando deslizó el arco por las cuerdas, la primera nota resonó en el aire, suave y melancólica, cargada de sentimientos que no necesitaban palabras para ser entendidos.
La música se elevó y se expandió, envolviendo a todos en un abrazo invisible que hablaba de sacrificio, amor y lucha. Las notas vibraron con un ritmo que evocaba la esperanza, pero también la nostalgia de los tiempos difíciles. Alvida dejó escapar un suspiro, sus ojos perdiéndose en la inmensidad del mar, mientras Ren cerraba los ojos, permitiéndose sentir la fuerza que emanaba de cada cuerda.
La melodía creció, transformándose en algo más animado y vivo, arrancando sonrisas a los rostros de los piratas y haciendo que algunos comenzaran a mover la cabeza al ritmo. Hikari se llevó una mano al corazón, dejando que las lágrimas finalmente se deslizaran por sus mejillas, mientras Mohji silbaba suavemente, acompañando la música con su propia voz.
Cuando la última nota flotó en el aire y se desvaneció, un aplauso sincero y emotivo estalló. Richie rugió de nuevo, y Mohji lanzó un grito de apoyo que resonó por toda la cubierta.
—¡Por Buggy y por nuestra capitana! —exclamó Ren, levantando su puño al aire.
—¡Por Buggy y Mar! —replicaron los demás, uniéndose al clamor. La cubierta se llenó de vítores y risas, y por un momento, la tripulación olvidó los peligros que se avecinaban.
Mar sonrió, sintiendo un calor en su pecho que la impulsaba a seguir adelante. La noche continuó con una chispa renovada, y aunque el camino que se abría ante ella estaba lleno de incertidumbres, supo en ese instante que tenía algo invaluable: la fe de su tripulación y la fuerza de sus lazos.
Al amanecer, los primeros rayos del sol bañaron la cubierta del barco con un dorado suave. La brisa era fresca, y el sonido de las olas rompía el silencio con un ritmo tranquilo, como si el mar entendiera la solemnidad del momento. Mar, con su atuendo preparado, incluyendo la chaqueta de Buggy, se encontraba de pie frente a su tripulación y a la tripulación de Buggy. Los guantes en honor a Buggy estaban bien ajustados en sus manos, y su cabello cortado hasta los hombros se movía suavemente con el viento. Los rostros de todos reflejaban emociones encontradas: orgullo, preocupación y la esperanza de volver a verla pronto.
Hikari, con los ojos enrojecidos por la falta de sueño, fue la primera en dar un paso adelante. Las noches sin descanso se le notaban en las ojeras, pero su mirada era firme.
—Mar, recuerda que no estás sola. Nos quedaremos aquí y cuidaremos de todo, pero asegúrate de cuidarte tú también —dijo, su voz quebrándose al final mientras luchaba por mantener la compostura.
Mar asintió y le colocó una mano en el hombro.
—Confío en ti, Hikari. Sé que las tripulaciones están en las mejores manos. No te preocupes, volveré.
Ren, que había estado en silencio con los brazos cruzados y el ceño fruncido, dio un paso al frente.
—Capitana, no permitas que nada ni nadie te detenga. Tienes que regresar, y no aceptaremos otra cosa. ¿Entendido? —El tono serio en su voz reflejaba la mezcla de respeto y temor que sentía por la misión.
—Entendido, Ren —respondió Mar, sonriendo con una mezcla de ternura y determinación—. Volveré con Buggy, y cuando lo haga, celebraremos juntos como debe ser.
Mohji y Richie se acercaron también, con Richie moviendo la cola de manera inquieta y soltando un rugido suave que hizo sonreír a todos. Mohji miró a Mar con ojos llenos de respeto y una leve sonrisa.
—Capitana, recuerda que tienes un hogar aquí con nosotros. Richie y yo estaremos esperando tu regreso.
Mar acarició la cabeza de Richie y luego dirigió una mirada cálida a Mohji.
—No lo olvidaré, Mohji. Ustedes también son mi familia.
Alvida, que había estado observando la escena con una expresión calculadora y decidida, avanzó hasta quedar frente a Mar.
—Cuidaré de estas tripulaciones como si fueran mías. Ve y trae de vuelta a nuestro capitán.
Mar se sintió reconfortada por las palabras de Alvida y, por un instante, la carga en su corazón se alivió.
—Gracias, Alvida. Significa mucho para mí contar contigo —dijo, notando el atisbo de un asentimiento solemne en la mirada de la pirata.
El silencio se apoderó de la cubierta por un instante, roto solo por el sonido de las olas y el crujir de las tablas bajo sus pies. Mar respiró hondo y dio un paso atrás. La chaqueta de Buggy le recordaba su propósito, su calidez aún impregnada en el tejido. Caminó hacia el Waver que la esperaba en la orilla, su violín sujeto a su espalda como un recordatorio de quién era y de lo que estaba en juego.
Hikari no pudo evitar seguirla una última vez y, con lágrimas en los ojos, la abrazó con fuerza.
—Regresa pronto, ¿sí? —murmuró, la voz apenas un susurro que solo Mar pudo escuchar.
Mar asintió, sus ojos brillando por la emoción contenida.
—Lo haré, Hikari. Lo prometo. Cuida a todos, especialmente a Ren —dijo en tono juguetón, provocando una risa entre las lágrimas de la joven.
Mientras se subía al Waver y encendía el motor, los murmullos y despedidas resonaron detrás de ella.
—¡Cuídate, capitana! ¡Por Buggy y por todos nosotros! —gritó Ren, levantando el puño en un gesto de apoyo y desafío.
Mar giró una última vez, dejando que la visión de ambas tripulaciones reunidas se grabara en su memoria, con el sol iluminando sus rostros y la esperanza anclada en sus expresiones. Con un asentimiento decidido, puso en marcha el Waver y comenzó a alejarse, el agua surcando bajo ella con velocidad mientras la isla se hacía cada vez más pequeña en la distancia.
El mar abierto la llamaba, y aunque la incertidumbre se cernía como una sombra sobre el horizonte, su determinación brillaba más fuerte que nunca. Con el viento acariciando su rostro y la chaqueta de Buggy ondeando a su espalda, Mar emprendió el viaje hacia Amazon Lily, sabiendo que una historia épica estaba a punto de escribirse en los días venideros.
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